domingo, 5 de abril de 2009

El Caballero Carmelo (El Caballero Carmelo)


Publicada en 1913, es el relato mas famoso del autor peruano Abraham Valdelomar, narrada en primera persona, además es un recuerdo de la infancia del autor. La historia trata de la pelea entre dos gallos de pelea. La historia empieza cuando llega al hermano Roberto después de cinco años de viaje a el pueblo de "San Andrés" (Ica. Una vez adentro de la casa el hermano recién llegado empezó a repartir los regalos que había traído de todos los lugares a los que había ido. Al final le entrego un regalo a su padre, le había dado un gallo de pelea, para recordar los antiguos tiempos.

Al día siguiente el señor anfiloquio (el padre de la familia) llama a don Justo, su gallero. El le dijo que el gallo era de raza y que lo iba a preparar para las peleas. En un mes "el Carmelo" (que asi le habían puesto). Empezó a pelear y a ganar, los aficionados apostaron al otro gallo, pero después empezaron a apostar al carmelo. Ningún entrenador quería enfrentar a su gallo con el Carmelo porque sabían que su gallo iba a morir.

Y pasaron tres años y los miembros de la familia crecían mientras que el carmelo se envejecía. Cierta tarde el Padre de la familia les da la noticia de que le habían propuesto una pelea de gallos en lima. La familia se sorprendió de la decision del padre y se opusieron. El padre llamo a Don Justo y empezaron a preparar al Carmelo. Le daban una dieta especial y Don justo había ido 6 días seguidos antes de la pelea.

El día de la pelea le dieron la navaja que había usado en sus peleas anteriores. Y partieron los hombres hacia Lima para la gran pelea, mientras las mujeres se quedaron en la casa. cuando llegaron a la plaza se ubicaron y encontraron al retador. Primero vieron una pelea entre otros gallos, para luego ver la pelea entre el carmelo y el ajiseco (el retador). La pelea fue dura y los dos gallos dieron le mejor de si mismos. En un momento el carmelo callo al suelo pero después se levanto. El carmelo le dio un picotazo que hizo que cayera al suelo. Después de la pelea se llevaron al carmelo a su casa, mientras le curaban las heridas que le habían hecho en la pelea. Cuando llegaron las mujeres estavan todavía en la puerta. Dos días estuvieron cuidándolo al Carmelo, pero después de saltar y dar un canto de gloria, callo muerto y la familia se echo a llorar. Después del terrible acontecimiento se fueron a cenar y nuca mas se supo algo del carmelo.


A continuación un capitulo entero de "El Caballero Carmelo" :

Una tarde, mi padre, después del almuerzo, nos dio la noticia. Había aceptado una apuesta para la jugada de gallos de San Andrés, el 28 de Julio. No había podido evitarlo. Le habían dicho que el "Carmelo", cuyo prestigio era mayor que el del alcalde, no era un gallo de raza. Molestóse mi padre. Cambiáronse frases y apuestas; y aceptó. Dentro de un mes toparía el "Carmelo" con el "Ajiseco" de otro aficionado, famoso gallo vencedor, como el nuestro, en muchas lides singulares. Nosotros recibimos la noticia con profundo dolor. El "Carmelo" iría a un combate y a luchar a muerte, cuerpo a cuerpo, con un gallo más fuerte y más joven. Hacía ya tres años que estaba en casa, había él envejecido mientras crecíamos nosotros ¿por qué aquella crueldad de hacerlo pelear...?

Llegó el terrible día. Todos en casa estábamos tristes. Un hombre había venido seis días seguidos a preparar el "Carmelo". A nosotros ya no nos permitían ni verlo. El día 28 de Julio, por la tarde, vino el preparador y de una caja llena de algodones, sacó una media luna de acero con unas pequeñas correas: era la navaja, la espada del soldado. El hombre la limpiaba, probándola en la uña, delante de mi padre. A los pocos minutos, en silencio, con una calma trágica sacaron al gallo que el hombre cargó en sus brazos como a un niño. Un criado llevaba la cuchilla y mis dos hermanos lo acompañaron.

-¡Qué crueldad! -dijo mi madre.

Lloraban mis hermanas, y la más pequeña, Jesúsa, me dijo en secreto, antes de salir:

-Oye, anda con él... cuídalo... ¡Pobrecitto!...

Llevóse la mano a los ojos, echóse a llorar y yo salí pricipitadamente y hube de correr unas cuadras para poder alcanzarlos.

Llegamos a San Andrés. El pueblo estaba de fiesta. Banderas peruanas agitábanse sobre las casas por el día de la Patria, que allí sabían celebrar con una gran jugada de gallos a los que solían ir todos los hacendados y ricos hombres del valle. En ventorrillos, a cuya entrada había arcos de sauces envueltos en colgaduras, y de los cuales pendían alegres quitasueños de cristal, vendían chicha de bonito, butifarras, pescado fresco asado en brasas y anegado en cebollones y vinagre. El pueblo los invadía parlachín y endomingado con sus mejores trajes. Los hombres de mar lucían camisetas nuevas de horizontales franjas rojas y blancas, sombreros de junco, alpargatas y pañuelos añudados al cuello.

Nos encaminamos a la "cancha". Una frondosa higuera daba acceso al circo, bajo sus ramas enarcadas. Mi padre, rodeado de algunos amigos, se instaló. Al frente estaba el juez y a su derecha el dueño del paladín "Ajiseco". Sonó una campanilla, acomodáronse las gentes y empezó la fiesta. Salieron por lugares opuestos dos hombres, llevando cada uno un gallo. Lanzáronlos al ruedo con singular ademán. Brillaron las cuchillas, miráronse los adversarios, dos gallos de débil contextura, y uno de ellos cantó. Colérico respondió el otro echándose al medio del circo; miráronse fijamente; alargaron los cuellos, erizadas las plumas, y se acometieron. Hubo ruido de alas, plumas que volaron, gritos de la muchedumbre y a los pocos segundos de jadeante lucha, cayó uno de ellos. Su cabecita afilada y roja, besó el suelo, y la voz del juez:

-¡Ha enterrado pico, señores!

Batió las alas el vencedor. Aplaudió la multitud enardecida, y ambos gallos, sangrando, fueron sacados del ruedo. La primera jornada había terminado. Ahora entraba el nuestro, el "Caballero Carmelo". Un rumor de expectación vibró en el circo.

-¡El Ajiseco y el Carmelo!

-¡Cien soles de apuesta!...

Sonó la campanilla del juez y yo empecé a temblar.

En medio de la expectación general salieron los dos hombres, cada uno con su gallo. Se hizo un profundo silencio y soltaron a los dos rivales. Nuestro carmelo al lado del otro era un gallo viejo y achacoso; todos apostaban al enemigo, como augurio de que nuestro gallo iba a morir. No faltó aficionado que anunciara el triunfo del Carmelo, pero la mayoría de las apuestas favorecía al adversario. El otro, que en verdad no parecía ser un gallo fino de distinguida sangre y alcurnia, hacía cosas tan petulantes cuan humanas; miraba con desprecio a nuestro gallo y se paseaba como dueño de la cancha. Enardeciéndose los ánimos de los adversarios, llegaron al centro y alargaron sus erizados cuellos, tocándose los picos sin perder terreno. El Ajiseco dio la primera embestida; entablóse la lucha; las gentes presenciaban en silencio la singular batalla y yo rogaba a la Virgen que sacara con bien a nuestro paladín.

8 comentarios:

  1. BUENO....HE LEIDO ESTE LIBRO Y ME HA PARECIO INTERESANTICIMA Y MUY DIVERTIDA ....QUE DE ACORDARME LOS HECHOS...ME IMAGINO COMO HAN SIDO ...Y ME VALE PARA QUE NUNCA ME DE PORVENCIDO POR LOS OBSTACULOS QUE SE ME VENGAN MAS ADELANTE.
    GRACIAS

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  2. esta obra es muy buena y linda asi q recomiendo a todos los aficionados de las obras q la lean es muy linda y mando saludos a todos mis compañeros

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  3. Un cuento con mucho sentimiento, me gusto mucho y me impacto la narración por el relato de anécdotas y vivencias del gran escritor Abraham Valdelomar, me siento orgullosa también de ser peruana.

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  4. Recordar el volver a vivir. He leído esta obra cuando era adolescente y me encantó. Espero los jóvenes la lean pues tendrán la oportunidad de aportar hasta el fin de sus días

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  5. recordar
    amar a nuestro prójimo

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  6. esta obra es muy linda recomiendo que todos la lean

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  7. gracias por popublicar esto te lo agrdezco mucho

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