sábado, 17 de abril de 2010

Cesar Vallejo (Perú; La Libertad, 16/03/1892 - Francia; París, 15/04/1938)

Nacido en La Libertad, Perú, el 16 de Marzo de 1892, y fallecido en París, Francia, el 15 de Abril de 1938. Cesar Abraham Vallejo Mendoza, es el mejor poeta de la Literatura Peruana. Cuando era niño, quería ser sacerdote, por influencia de sus padres, ambos mestizos, Vallejo acepto la idea con mucha alegría, muy a pesar de que vivían tiempos de pobreza, estas experiencias, tendrían mucha influencia en su literatura. En 1910, viaja a trujillo para estudiar en la universidad nacional de trujillo, pero por motivos económicos, dejo la carrera. Luego, en 1911, decide estudiar medicina, para lo cual viaja a Lima, pero pronto se decepciona de la profesión y regresa a trujillo. En 1912 entra a trabajar a una hacienda donde ve la expoliación al indio, experiencia que lo marcara por el resto de su vida, demostrándolo en su literatura. En 1913, renuncia a la hacienda, despues de haber trabajado solo siete meses. Ese mismo año regresa a Trujillo, para retomar sus estudios en letras, además de estudiar, paralelamente, derecho. Con el fin de costearse sus estudios, trabaja como profesor del primer grado de primaria en un centro educativo. Vallejo termina la carrera de letras en 1915, publicando su primer libro bajo el nombre de "El romanticismo en la poesía Española".
En 1916, frecuenta a un grupo de personas celebres a los que denominaron "La Bohemia Trujillana", donde conocería a María Rosa Sandoval, la primera musa de vallejo, que inspiraría muchos de sus poemas. En 1817, conoce a Zoila Rosa Cuadra, con quien tiene un breve romance, pero cuando se entera que tiene un amante, intenta suicidarse, pero sus amigos lo convencen de que no lo hiciera, y que, por el contrario, viajara a Lima, para continuar estudiando. Así lo hace, Vallejo deja trujillo para irse a Lima, dejando en Trujillo recuerdos de abusos y personas que le serviran en el futuro para escribir varios de sus poemas. En 1818, termina su primer poemario, bajo el nombre de "Los Heraldos Negros", donde varios de los poemas escritos, fueron inspirados por su primera musa. En este poemario, se muestran temas que se repetirán en varios de sus futuros poemas, como lo son, la solidaridad con los trabajadores, la moral y la lucha por los derechos humanos, además de los sentimientos personales como, la angustia, la culpa y el dolor, en base a ellos, crea uno de sus veros mas famosos, en el que expresa: "Yo nací un día / que Dios estuvo enfermo", lo peculiar en este poemario, es que el hombre del primer poema, es el mismo que el del libro en general. Ese mismo año, comienza a trabajar en varios de varios diarios limeños, además de, comenzar a trabajar como maestro de primaria en un colegio de la capital. Además, retoma sus estudios para conseguir su doctorado en derecho y letras. En 1919, publica su primer poemario, demoro un año en la publicacion, por la espera de un prologo que estaba a cargo de Abraham Valdelomar.
En 1920, Vallejo regresa a su tierra natal, para ver la tumba de su madre, que falleció en 1918, además de dictar una conferencia, pero despues de dar la conferencia, se arma una revuelta, que termina en un incendio. Vallejo regresa despues de que todo termino, pero su presencia, basto para que fuera acusado por el siniestro. Vallejo fue encarcelado por 112 días con otras 19 personas, por los cargos de incendiarios y provocadores de disturbios políticos. Vallejo aprovecho su tiempo en la cárcel para escribir su segundo poemario, que además seria su segunda obra maestra. Cuando sale, en Febrero de 1921, bajo libertad condicional, viaja a Lima, donde su cuento "Mas Allá de la Vida y de la Muerte", recibiría un premio en efectivo, que le anudaría a financiar algunas de sus futuras obras literarias. En 1922, y gracias al dinero que gano por el premio de su cuento, publica su segundo poemario, bajo el nombre de "Cráneos de Bronce", en donde cuenta muchos de sus sentimientos de la cárcel. Vallejo, había decidido publicar su poemario con el dinero de su premio, pero cuando le contó a sus amigos el nombre que le iba a poner, estos, entre burlas, le dijeron que cambiara el nombre. Vallejo decidió cambiar el nombre, pero el editor le dijo que ya se habían impreso las primeras tres hojas, y el cambio costaría tres libras por paginas. Vallejo se quedo desconcertado por esta noticia, a tal punto que comenzó a decir tres en cada ocasion que tenia, pero mientras lo decía, comienza a trabarse y en una de las pronunciaciones dijo el nombre de trilce, y decidió que ese seria el nombre de su poemario. Entonces Vallejo publico su segundo poemario, su obra cumbre, además de ser la mas representativa de la literatura latinoamericana, bajo el nombre de "Trilce". Pero el surgimiento del nombre Trilce, sigue siendo algo enigmático para algunas personas, por lo que declaro Vallejo en el futuro, respondiendo a la pregunta de un periodista, en la que dijo: “Ah, pues Trilce no quiere decir nada. No encontraba en mi afán, ninguna palabra con dignidad de título, y entonces la inventé: Trilce. ¿No es una palabra hermosa? Pues ya no lo pensé más: Trilce”.
En 1923, publica "Flaba Salvaje", y tambien publica "Escalas Melografiadas", un grupo de cuentos. Vallejo regresa a enseñar en colegios, pero no duraría mucho en ese puesto, porque pronto seria declarado cesante. Vallejo, cansado del trato que tenia en su país natal, ya había decidido viajar a Europa, con el dinero que le debía el ministerio de educacion y lo que había ahorrado trabajando como periodista. Vallejo viaja a Europa sin saber nada de ese continente, sin saber los idiomas o las costumbres, pero Cesar esta decidido a viajar al viejo mundo y correr los riesgos necesarios para superar su vieja vida. Vallejo llega a París, donde recidira principalmente el tiempo que estaría en Europa. Sus sos primeros años fueron muy trágicos, puesto que, sufriría varias hemorragias, despues de una intervención quirúrgica. Además, en 1924, fallece su padre, de lo que se entera mediante un diario local. Ese mismo año, un escultor costarricense, le entrega su taller, en donde residirá, hasta noviembre de ese año, cuando lo internan por una hemorragia intestinal, de la que se recupera rápidamente.
En 1925, comienza a trabajar como secretario de una organizacion publicitaria recién fundada. Ese mismo año, el gobierno español le concede una beca para que termine sus estudios y doctorarse en derecho. En 1926, deja su trabajo como secretario para viajar a España y cobrar la beca, pero Vallejo nunca entra a estudiar, y renuncio a la beca unos meses despues de haberla comenzado a cobrar. En 1927, regresa a París, ese año conoce a Georgette Marie Philippart Travers, una joven que vivía frente al hotel donde se hospedaba, anteriormente había sabido algo de ella, mediante una breve publicacion que hizo en una revista. Ese mismo año, Vallejo comienza a hacer una profunda meditacion, analizando su situación y utilidad, y decide que va a defender todos los marginados que vio en su país encontrando, en el marxismo la respuesta a lo que buscaba. En 1828, viaja a la Unión Soviética, y a su regreso a París, renuncia al APRA, declarándose comunista. En 1929, comienza a convivir con Georgette, además de hacer su segundo viaje a la Unión Soviética con ella. A su regreso a París, es expulsado por ser comunista, Vallejo regresa a España.
Entre sus obras mas importantes están: Los heraldos negros, Trilce, Paco Yunque, España aparte de mi este cáliz, El tungsteno, Entre las dos orillas corre el río, El arte y la revolución, Poemas humanos.
En 1931, publica su única novela, bajo el nombre de "El Tungsteno", además escribe, por pedido de un editor, "Paco Yunque", pero lo rechazan por ser un cuento muy triste. Ese año viaja por tercera ves a la Unión Soviética, donde se une al partido comunista español. A finales de Octubre de ese año, Vallejo regresa a España, intentando hacer varias publicaciones, pero todas serán rechazadas. En 1932, regresa a Francia, al ser levantada la orden de expulsión del país europeo. En 1934, se casa con Georgette. En 1937, intenta hacer nuevas publicaciones, pero nuevamente, serán rechazadas. Todas las obras rechazadas, Vallejo las conservaba en un viejo cajón, pero se acumularon hasta el punto en que Vallejo llego a expresar "¿Para qué y para quién? ¿Para el cajón?". En 1936, al estallar la guerra civil española, Vallejo regresa, para encontrarse con unos viejos amigos, allí se entera de cosas nuevas, que le serviran para hacer diversas publicaciones en una revista en la que estaba trabajando. Cuando regresa a París, es elegido secretario de la sección peruana de la "Asociación Internacional de Escritores". En 1937, escribe y publica, "Poemas Humanos", "España Aparta de mi este Cáliz" y "La Piedra Cansada", sus ultimas publicaciones. A comienzos de 1938, trabaja como profesor de Lengua y Literatura en un colegio Francés, pero en Marzo de ese año, tiene una grave recaída de salud, producto del resurgimiento de una enfermedad que tenia de niño. Vallejo padece varias semanas, hasta que fallece el viernes 15 de abril de 1938, viernes santo, con llovizna, acercándose mucho a lo que predijo en su poema "Piedra Negra Sobre una Piedra Blanca", en donde declara "Moriré en París, un jueves con aguacero". Su esposa, Georgette, logra cumplir su ultimo deseo, transportando el cuerpo de Cesar al Cementerio de Montparnasse, escribiendo en su lapida: He nevado tanto, para que duermas”.
Paco Yunque (Paco Yunque)


Publicada postumamente en 1851, narra lo que le ocurre a Paco Yunque, niño provinciano, en su primer día de clases en un colegio de Lima. El relato comienza cuando Paco llega al colegio junto a su madre. Ella se despide de su hijo, le da un beso y se retira. Paco se queda en el patio, con miedo y sin saber que hacer, porque era la primera vez que iba a un colegio. Todos los niños se acercaron a Paco, para ver al chico nuevo,todos le hacían preguntas al mismo tiempo, y confundían al pequeño Paco. Paco fue retrocediendo, hasta pegarse a la pared, intimidado por todos los niños que lo rodeaban. Un niño se le acerco y trato de llevárselo, Paco puso resistencia y se pego mas a la pared, pero pronto se escucho una campana y los niños se dirigían a sus aulas, al ver esto, Paco imito a los demás y se dirigió a su salón de clases. Dos niños agarraron a Paco y se lo llevaron a su aula, el salón del primer grado, sección B, pero cuando entraron, lo dejaron solo. Unos segundos mas tarde, el aula se quedo en silencio, Paco se quedo muy nervioso pensando que había ocurrido. En ese momento, todos los niños se pusieron de pie con la mano en la sien, como saludando, y Paco, parado en frente de todos, mirándolos. EL profesor apareció por detrás de Paco, le pregunto si el era nuevo, Paco se quedo en silencio, el profesor lo condujo hacia una carpeta en la parte de adelante, sentado junto a un niño de su mismo tamaño, el profesor le dijo que se sentaría allí. El profesor le pregunto su nombre, Paco le dijo, pero solo su nombre, el profesor le dijo que dijera su nombre completo, Paco se lo dijo, luego, el profesor le dijo que se sentara.
Una vez ubicado Paco, el profesor, se sentó en su pupitre. El profesor dijo que iban a tratar el tema de los peces, que buscaran las paginas correspondientes en sus libros. El niño que estaba sentado al costado de Paco, le dijo que debía guardar sus libros adentro de la carpeta y sus lapices tambien, le dijo que el tambien se llamaba Paco, pero se apellidaba Fariña, le decía que no se avergonzara, que el seria su amigo, que despues iban a jugar con su tablero de ajedrez, que tenia torres negras, que le había regalado su tía Susana. Paco Fariña, le pregunto en donde estaba su familia que el no era solo. Paco Yunque, pensaba que así eran todos los niños de Lima, habladores y contentos, quería saber por que eran así, porque el tenia tanto miedo. Paco miraba disimuladamente todo el ambiente que lo rodeaba. Paco dejaba de lado su aturdimiento, cuando pensaba en su cuarto y en su mamá. Paco le pregunto a su nuevo amigo, a que hora regresaban a sus casas, Paco Fariña le dijo que salían a las once de la mañana y le pregunto donde vivían. Yunque le señalo un lugar a la distancia, pero no sabia donde vivía, porque recién se habían mudado a Lima. En ese momento, se escucharon pasos de la parte de afuera del salón, cuando Paco escucho los pasos, supo quien era. Cuando los pasos callaron, se abrió la puerta del salón y entro Humberto Grieve, el hijo del patrón de la mamá de Paco. La realidad era que a Paco lo habían llevado a Lima para que acompañara a Humberto al colegio y jugara con el, porque los dos tenían la mima edad. Humberto acostumbraba llegar tarde, pero ese día, por ser el primero de clases, la Sra. Grieve le dijo a la mamá de Paco que lo llevara temprano, pero a partir del día siguiente, esperaría a que Humberto se despertara, se bañara, se cambiara y desayunara, para que vayan juntos. El maestro le dijo a Humberto que otra vez había llegado tarde, Humberto le dijo que se había quedado dormido, el maestro le dijo que fuera la ultima vez que ocurría. El profesor le dijo que fuera a su lugar, que se sentara y buscara la pagina de los peces en su libro.

Humberto, busco con la mirada a Paco Yunque. Cuando lo vio, se acerco a el y le dijo que fuera a su carpeta con el, Paco Fariña le dijo que no le hiciera caso, que el profesor lo había puesto allí y que el era su amigo. Humberto jalo a Paco de su brazo y lo llevo a su carpeta. Paco Fariña le aviso al profesor que Humberto se estaba llevando a Paco a su carpeta. El profesor le dijo que le sucedió a Humberto, Paco Fariña le explico y luego el profesor le preguntó a Humberto porque quería llevarse a Paco a su carpeta, Humberto dijo que tenia derecho, porque Paco Yunque trabajaba para el en su casa y por eso debía estar sentado junto a el en su carpeta, porque era su sirviente, su muchacho. El profesor le dijo que lo había sentado en la primera fila, porque era nuevo y debía poner atención a la clase. Todos los alumnos, se quedaron mirando al profesor, a Humberto y a Paco. De repente, Paco Fariña se acerco a la carpeta de Humberto y cogió a Paco Yunque por el brazo y lo quiso llevar de regreso a su carpeta, pero Humberto no quería, y agarro a Paco del otro brazo. Cuando vio esto, el profesor le llamo la atención a Humberto, pero el seguía diciendo que tenia derecho, el profesor le dijo que lo deje, pero Humberto le respondió al profesor diciendo que no, el profesor le dijo que si pensaba desobedecer, pero Humberto agarraba mas fuerte del brazo a Paco y decía que se quedaría con el. Paco Fariña, le dijo a Paco Yunque, que no le hiciera caso a Humberto, y que se fuera con el a su carpeta, pero Paco le tenia mas miedo a Humberto, que a los demás. Entonces, el profesor se acerco a Paco Yunque, lo tomo del brazo y lo llevo a la carpeta de adelante, en la primera fila. Humberto comienza a reclamar por Paco, diciendo que no era justo y que tenia derecho, mientras comenzaba a llorar, pero eran lágrimas de ira, una ira injustificada.

Nuevamente, se escucharon pasos afuera del salón, cuando dejaron de sonar, se abrió la puerta y apareció Antonio Gesdres, un alumno mas del salón. Cuando lo vio el profesor, le pregunto porque había llegado tarde, el respondió que había ido a comprar el pan para el desayuno, el profesor le pregunto porque no había ido mas temprano, Antonio le dijo que había ido cargando a su hermanito, porque su mama estaba enferma y su papa ya se habia ido a trabajar, el profesor le dijo que estaba castigado con una hora de reclusión y luego dijo que no se podía llegar tarde al colegio. Al escuchar esto, Paco Fariña, que era valiente, dijo que Humberto tambien había llegado tarde, pero Humberto, al escuchar esto, dijo que era mentira, que no había llegado tarde, en ese momento, todos los alumnos comenzaron a reclamar, porque de verdad, Humberto Grieve había llegado tarde. El profesor callo la bulla amenazando con castigar a todos con reclusión. El profesor, ignorando lo que había sucedido, saco un cuaderno y comienza a anotar. Paco Fariña, le dijo a su nuevo amigo, que viera como era la situación, que Humberto había llegado tarde, pero como su familia tenia dinero, no lo castigaban, que todos los días llegaba tarde, le pregunto si era verdad que el vivía en la casa de Humberto, que era su muchacho. Paco Yunque le dijo que el vivía con su mamá, en la casa de Humberto Grieve, que allí vivían los patrones, que allí vivía su mamá que el vivía con su mamá. Humberto Grieve, desde su asiento en la parte de atrás, miraba con ira a Paco Yunque, Paco volteo y vio como Humberto le mostraba los puños. Paco Yunque pensaba que Humberto le iba a golpear a la salida, que Humberto siempre lo golpeaba, en la calle, en el colegio y en su casa. Paco Yunque le dijo a Paco Fariña que se iba a ir a la carpeta de Humberto, pero Fariña le dijo que no, que el profesor lo había sentado en ese sitio. Paco Fariña volteo a ver a Humberto, y este le enseñaba los puños. Paco Fariña le dijo al profesor que Humberto le estaba enseñando los puños, el profesor callo a Fariña, y como si nada hubiera ocurrido, continuo con su clase.

El profesor dijo que ese día iban a hablar de los peces, y que despues, iban a presentar un trabajo escrito al final de la clase. El profesor les dijo que quería saber quien era el mejor alumno para que su nombre este en el cuadro de honor del colegio, como el mejor alumno del primer grado en esa semana. El profesor dijo que iban a hablar de los peces, despues de decir esto, los alumnos comenzaron a dar sus opiniones uno a uno, todos daban las respuestas correctas. Cuando llego el momento de opinar de Humberto Grieve, el dijo que había llevado muchos peces a su casa y no se morían, que los dejaba sueltos en la sala y no se morían, los demás niños comenzaron a reírse por las palabras sin sentido que decía Humberto. Humberto decía que en su salón no se morían los peces, porque era muy elegante, y su papá le había dicho que llevara muchos peces a su casa y los dejara sueltos entre las sillas, que hizo eso, y ninguno se murió, los demás niños seguían riéndose, pero Humberto siguió diciendo que había llevado peces a su casa, los dejaba sueltos en su salón y no se morían. Humberto Grieve, molesto por las risas, dijo que el podía llevar cuantos peces quisiera a su casa, porque su padre tenia mucho dinero, y que no dejaría que ellos vayan y jueguen con ellos. El profesor les dijo que estaba equivocado, porque los peces se mueren cuando están fuera del agua, el profesor pregunto porque se morían fuera del agua, Paco Yunque dijo que se morían fuera del agua, porque en el agua, tenían a sus mamas, y si salían, se quedaban sin mamas. El profesor dijo que no era así, porque ellos se miran fuera del agua, porque no podían respirar, porque ellos respiraban el aire que estaba adentro del agua, y cuando salían, no podían absorber el aire que estaba afuera. Humberto, dijo que los peces podían vivir adentro de su casa, porque su papa podría comprarle todo el aire especial que el quisiera. Algunos niños, repitieron lo que dijo Grieve, afirmando que sus papas tambien tenían mucho dinero. Paco Yunque, había dejado de pensar en la clase, porque estaba pensando en los peces que morían fuera del agua.
Paco Fariña, le pregunto a Paco Yunque, si su papa tenia dinero. Paco recordó que un día vio a su mama, con dos soles en su mano. Paco dijo que su mama tambien tenia mucho dinero, le preguntaron cuanto, el dijo que tenia como cuatro soles. Paco Fariña, aviso al profesor que Paco Yunque decía que su mama tenia mucho dinero, pero Humberto dijo que era mentira, porque su mama era pobre y era la sirvienta de su mama, y no tenia nada de dinero, el profesor, volteo a escribir en la pizarra. Humberto aprovecho que el profesor se había volteado, y corrió en dirección a Paco Yunque, y le jalo los pelos. El profesor, al escuchar el grito de Yunque, pregunto que sucedía. Paco Fariña le dijo que Humberto había jalado de los pelos a Paco Yunque. Pero Humberto negó todo diciendo que el no se había movido de su sitio, el profesor creyó a Humberto y le dijo a Paco que no hiciera bulla. El profesor, le pregunto a Humberto, que era lo que sucedía con los peces si salían del agua, Humberto dijo que se iban a vivir a su salón, todos los niños comenzaron a reírse. Paco Fariña, le dijo a Yunque, que Grieve no sabia nada, que solo pensaba en su casa, en su dinero y en su papa, que no le hiciera caso a lo que decía. El profesor pregunto esta ves, a Paco Yunque que era lo que sucedía con los peces fuera del agua, Paco Yunque dijo que se morían porque no podian respirar. El profesor felicito a Paco, y dijo que ahora escribiria en la pizarra las principales partes de un pez. Humberto aprovecho que el profesor habia volteado, y esta vez le jalo los pelos a Paco Fariña. Fariña, no espero, y le dijo al profesor que Grive le habia pegado, todos los demas niños, apoyaron a Fariña. El profesor silencio el griterio, y se sentia en el ambiente, que algo malo iba a suceder. El salon estaba completamente en silencio, todos los alumnos miraban al profesor, que estaba muy molesto, cualquier cosa podia suceder. Paco Fariña, pensaba que todo era rezponsabilidad de Humberto Grieve, porque lo era. Humberto se aprovechaba porque era el hijo del hombre mas importante de todos, el hijo del alcalde, y nunca lo castigaban. Y aprovechando esto, Griebe le ha golpeado a Paco Fariña, y el esta muy molesto por eso, pero no sabia si Fariña iba a hablar.

El profesor le pregunto a Paco Fariña que es lo que habia sucedido, y Paco se atrevio a decir la verdad, dijo que Humberto le habia golpeado sin que el le haga nada. El profesor le pregunto a Humberto si era verdad que le habia golpeado, pero Humberto nego haber golpeado a Paco. El profesor pregunto quien estaba diciendo la verdad, que le dijeran quien ha visto lo que sucedio. Paco Fariña le dijo que todos lo habian visto, que Paco Yunque tambien habia visto. El profesor le pregunto a Yunque si era verdad lo que decia Fariña. Paco estaba muy nervioso, el profesor le estaba pidiendo que acusara a Humberto delante de todos los demas niños. Paco Fariña, alentaba a Paco Yunque para que diga la verdad. Pero Paco Yunque solo pensaba que si decia la verdad, Humberto le pegaria a la salida. Paco tenia mucho miedo, por eso, no dijo la verdad, y solo agacho la cabeza. Paco Fariña dijo que Paco Yunque no decia nada, porque humberto le pegaria a la salida, porque el era su muchacho. El profesor sabia que Humberto es completamente capaz de golpear a Paco Fariña, pero aun asi, pregunto a los demas alumnos, quienes habian visto lo que decia, Paco Fariña, todos los demas niños levantaron la mano diciendo que ellos tambien habian visto eso. El profesor le volvio a preguntar a Grieve si era verdad que le habia pegado a Fariña, pero Humberto lo siguio negando. El profesor le dijo a Humberto que no mintiera, que los niños decentes como el no debian mentoir. En ese momento, Paco Yunque comenzo a pensar en lo que habia dicho el profesor, porque sabia que el no era un niño decente, pero aun asi, a el le habian enseñado a no mentir, se sentia muy confundido. Humberto dijo que el no mentia, que no le habia pegado a Fariña ni ha nadie mas, que el no mentia nunca. El profesor dijo que creia a Humberto, le creia que no mentia nunca, pero que tenga mas cuidado la proxima vez, porque parecia que habia mentido. El profesor, comenzo a pasear por los asientos de los alumnos. Paco Fariña dijo que Grieve le pegaba y nunca lo castigaban, porque su papá era el hombre mas rico del pueblo. El profesor habia escuchado eso, se acerco al asiento de Fariña, se paro frente a Paco y le dijo que que era lo que decia, que Humberto Grieve era un buen alumno.

Todos los niños se quedaron mirando al profesor, porque sabian que Humberto no era un buen alumno, era el chico mas mentiroso de toda la clase, y eso lo sabian todos, ademas acababa de asegurar que los peces podian vivir en su sala sin agua, lo que era una gran mentira. Los niños no resistieron, y comenzaron a murmurar sobre lo que el profesor habia dicho. El profesor, avergonzado, comenzo a caminar de un lado al otro del salon, frente a su pupitre. Hasta que en un momento se acerco nuevamente al asiento de los alumnos y dijo que Humberto Grieve era un buen alumno, no mentia nunca y no molestaba a nadie, por eso no lo castigaba, que en ese salon, todos eran iguales, los hijos de ricos y los hijos de pobres, que los castigaba aunque sean hijos de ricos, y que la proxima vez que el volviera a decir algo como eso, lo iba a castigar por dos horas. Paco Fariña solo habia dicho que el padre de Humberto era el hombre mas rico del pueblo, que era la verdad, y por decir la verdad, lo iban a castigar. Paco Yunque, no sabia que pensar, a Humberto Grieve, no lo iban a castigar porque era rico, y a Paco Fariña, que era muy bueno, lo iban a castigar, por decir la verdad. Paco Yunque pensaba porque no le habia dicho al profesor que Grieve le habia pegado, pero despues penso que era, porque si lo hubiera dicho le pegaria despues, pero siempre lo hacia. Humberto golpeaba a Paco, solo para divertirse, Fariña le pregunto a Yunque porque no le decia nada a su madre, su madre tambien le pegaba. Paco recordaba lo que le decia su madre siempre que acusaba a Humberto. Para no pensar en eso, Paco comenzo a copiar los ejercicios que dejaba el profesor en la pizarra, para distraerse de los pensamientos que tenia, pero Humberto, solo hacia dibujos en su cuaderno, y no copiaba los ejercicios que dejaba el profesor. Mientras Humberto dibujaba, Paco Yunque volteo unos segundos a verlo, y el le hizo un gesto muy feo, y Paco recordo todas las veces que Humberto le habia pegado, y las veces que Humberto hacia algo malo y el profesor no lo castigaba, pero que a Paco Fariña, si castigaba.

Paco Yunque le pregunto a Fariña, si a el tambien le pegaba Humberto. Paco Fariña, le dijo que no, que el le pegaba a Humberto, le decia a su mamá, ella le contaba a su papá,su papá iba y le pegaba a Humberto y a su papá de Humberto tambien. Paco pensaba en como era posible que Fariña le pegara a Humberto, Pacono creia esas palabras, porque pensba que a Humberto no le pegaba nadie, que era verdad, porque nunca habia visto que le pegaran a Humberto, ni siquiera su papá. Yunque pensaba que si Paco Fariña le pegaba a Humberto, venia su papá de Humberto y le pegaba a Paco Fariña y a su papá tambien, que le pegaba a todos, porque todos le tenian miedo. Que el Dr. Grieve, estaba mandando siempre, que cuando ibvan a su casa, los señores y las señoras, el les mandaba, y ellos obedecian, que el Sr. Grieve tenia mas poder que todos. Yunque miraba al profesor, que estaba de espaldas, escribiendo los ejercicios, y penso que el profesor no era igual a su papá o al Sr. Grieve, que se parecia a los señores que iban a la casa, para hablar con el Sr. Grieve. Paco Yunque queria irse a su casa, preo irse a su casa, era tenebroso, porque en su casa estaba Humberto Grieve, que le pegaba todos los dias. Paco Yunque solo pensaba que Humberto le pegaria a la salida, que iba a llorar, que todos le tenian miedo a Huberto y a sus papás, hasta el profesor y Paco Fariña. El profesor termino de escribir en la pizarra, y espero a que todos los alumnos terminaran de copiar. Cuando terminaron, el profesor les dijo que resolvieran los ejercicios. En ese momento, Paco Yunque le pregunto al profesor si se escribia en los cuadernos, el profesor le respondio que si, y le pregunto a Paco Yunque si sabia escribir, el le dijo que si, que le habia enseñado su padre. El profesor dio la orden para que todos resolvieran los ejercicios, y luego, se sento en su pupitre, y comenzo a escribir. humberto Grieve, en vez de copiar los ejercicios, continuo haciendo dibujos en su cuaderno. Cuando termino el tiempo de resolver los ejercicios, el profesor dio la orden de que escribieran sus nombres en los papeles que iban a entregar.

Cuando todos entregarosn sus ejercicios resueltos, sono la campana anunciando que comenzaba el recreo. Paco Yunque, guardo sus cosas, pero no salio al patio, porque la bulla de los niños, lo asustaba, el juego, la bulla y el griterio. Paco no queria salir, pero Humberto Grieve, se acerco a Paco y se lo llevo de un brazo. Paco ponia resistencia porque queria llevar sus cosas consigo, pero Humberto no lo dejaba. Humberto estaba llevando a Paco al centro del patio, pero Paco no queria, estaba muy avergonzado. En ese momento, se cayeron las cosas de Paco. Un iño flaco, se acerco a recoger las cosas de Paco, pero Humberto no lo dejo, se los quito a la fuerza y se los llevo a la carpeta de Paco. Luego de guardar sus cosas, Humberto regreso al patio del colegio, se acerco a Paco, lo agarro del cuello, lo doblo de la cintura y lo puso en cuatro. Humberto le dijo que se quedara quieto y que no se moviera hasta que el le diga. Humberto corrio cierta distancia de Paco Yunque, para luego acercarse a el y dar un salto de limbo que hizo doler mucho a Paco, porque con el salto le habia dado una patada a Paco. Asi siguio Humberto, repitio esto unas veinte veces, y en cada salto, le daba una patada a Paco Yunque. Hasta que Paco Fariña, salio del publico y se interpuso entre Grieve y Yunque, evitando asi, que Humberto le diera una patada mas a Paco Yunque. Humberto le dijo que se alejara, porque si no, el lo golpearia, pero Paco Fariña no se movio, por el contraria, le dijo a Humberto quien se creia, solo porque Yunque era su muchahco, lo golpeaba y hacia que llore, que el ya no iba a dejar que suceda, que si sataba otra vez, el lo iba a golpear. Todos los niños se habian acomodado alrededor de esta escena, unos alrededor de Paco Fariña y Humberto Grieve, y otros alrededor de Paco Yunque, adolorido. Mientras unos consolaban a Paco Yunque, un niño de segundo grado aparecio, y comenzo a defender a Paco Fariña, y comenzo a golpear a Humberto, pero despues, aparecio un niño de tercer grado, que comenzo a golpear al de segundo. Pero en ese momento, se escucho la campana, anunciando que el recreo habia terminado.

Paco Fariña, con un compñaero mas, llevaron a Paco Yunque al salon. Ya adentro, todos hablaban de lo que habia ocurrido, hasta que se dieron cuenta de la presencia del profesor, que los miraba muy serio, como molesto. El profesor comenzo a llamar por lista, uno por uno, para que presentaran el ejercicio desarrollado. Recibia las hojas, las leia rapido y colocaba la nota en su cuaderno. Paco Yunque buscaba su cuaderno, pero no lo encontraba. En ese momento, aparecio Humberto, que le entrego su libro, cuaderno y su lapiz. Paco comenzo a buscar su ejercicio en su cuaderno, para estar listo en el momento en que el profesor lo llamara. El profesor llamo a Humberto Grieve que se acerco y presento su ejercicio, pero Paco Yunque, seguia buscando en su cuaderno sin tener resultados. El profesor seguia llamando, y Paco seguia buscando, sin encontrarlo. Hasta que el profesor llamo a Paco Yunque, Paco ya estaba por llorar, no encontraba su hoja, no habia encontrado su ejercicio. El profesor llamo por segunda vez a Paco, y le dijo si habia perdido su ejercicio, o no lo habia hecho. Paco bajo la frente, y el profesor volvio a preguntarle, el profesor ignoro lo que habia visto, y siguio llamando por lista. De repente, entro en el salon, el director del colegio. Cuando entro, miro, primero al profesor y luego a los alumnos. El director le pregunto al profesor si sabia quien era el mejor alumno de su salon, si ya los habia calificado. El profesor le dijo que en ese momento habia acabado de calificar a los alumnos, y la nota mas alta, la haboa obtenido, Humberto Grieve. El director le pidio el ejercicio, el profesor busco el ejercico entre los papeles, y encontro el que estaba firmado por Humberto Grieve para darselo al director. Los demas niños comenzaron a susurrar sobre lo que habian edcuchado todos sabian que Humberto no habia hecho su ejercicio, y que en lugar de eso, habia estado haciendo dibujos en su cuaderno. El direcotr miro a los alumnos y los silencio. El director comenzo a hablar, diciendo que de todos los ejercicios que habian hecho, el mejor era el de Humberto Grieve, cuyo nombre iba a ser publicado en el cuadro de honor de la escuela, como el mejor alumno del primer grado, de esa semana.

El director llamo a Humberto Grieve para que saliera delante de todos sus compañeros. Humberto salio adelante, como se lo pidio el director, haciendo alarde de su logro. Todos los niños lo miraban asombrados, el habia estado haciendo dibujos y garabatos, mientras los demas estaban haciendo sus ejercicios. El director mostro a toda la clase, el papel con el ejercicio firmado por Humberto Grieve, en ese momento, todos se dieron cuenta que esa no era su letra, ese no era su ejercicio. El direcor le dio la mano a Humberto y lo felicito, que todos los niños deben ser asi de buenos. En ese momento, el direcor comenzo a decir que todos los demas debian ser como el, aplicados, serios y formales como el, y asi recibirian un premio al final del año, y sus nombres tambien serian escritos en el cuadro de honor del colegio, que asi la semana que seguia, otro alumno haia un ejercicio tan excelente como el de Humberto Grieve. El director termino su discurso, pidiendo que los alumnos aplauderan a Humberto por lo que habia logrado, obedecieron. Cuando seso el bullicio, todos miraron a Humberto Grieve, y a Paco Yunque, Paco tenia la cabeza agachada. El director se despidio del profesor con mucha solmenidad, se despidio de los alumnos diciendo que debian seguir esforzandose, y se fue. Cuando se fue, el profesor ordeno a Humberto que se sentara. Humberto Grieve, regreso a su asiento, alardeando de su logro, que ahora era mucho mayor que antes. Cuando paso junto a Paco Fariña, este se dio cuenta, que el papel, solo tenia la firma de Humberto. Paco Fariña vio que el cuaderno de Paco Yunque estaba roto, le pregunto que habia hechocon su cuaderno, donde habia puesto su ejercicio. Paco Yunque estaba con la cabeza agachada, mirando su cuaderno. Paco Fariña le pedia una respuesta, y le volvia a preguntar, le decia que entregara su ejercicio. Paco Fariña se agacho para ver la cara de Paco Yunque, y vio que estaba llorando. Paco Fariña le dijo que Humberto habia sacado el ejercicio de su cuaderno, que el se habia robado su ejercicio, que habia arrancado su pagina y la habia presnetado con su nombre, Paco YUnque le dijo que si. Paco Fariña le dijo que ya no importaba, que el hizo el mejor ejercicio de toda la clase, que lo dejara, que no llorara, que no tuviera vergüenza, que iba a jugar con su tablero, que tenia torres negras, que se lo regalaba, que no sea tonto, y no llorara por mas tiempo. Pero Paco Yunque, siguio llorando, agachado, escondiendo la cara en sus brazos, gimiendo por la injusticia, que sabia que recien estaba comenzando.


A continuacion un fragmento de "Paco Yunque":
Sonaron unos pasos de carrera en el patio y apareció a la puerta del salón Humberto, el hijo del señor Dorian Grieve, un inglés, patrón de los Yunque, gerente de los ferrocarriles de la «The Peruvian Corporation» y alcalde del pueblo. Precisamente a Paco Yunque le habían hecho venir del campo para que acompañase al colegio a Humberto y para que jugara con él, pues ambos tenían la misma edad. Sólo que Humberto acostumbraba venir tarde al colegio y esta vez, por ser la primera, la señora Grieve le había dicho a la madre de Paco:
—Lleve usted ya a Paco al colegio. No sirve que llegue tarde el primer día. Desde mañana, esperará a que Humberto se levante y los llevará usted juntos a los dos.
El profesor, al ver a Humberto Grieve, le dijo:
—¿Hoy otra vez tarde?
Humberto, con gran desenfado, respondió:
Me he quedado dormido.
—Bueno –dijo el profesor–. Que ésta sea la última vez. Pase a sentarse.
Humberto Grieve buscó con la mirada donde estaba Paco Yunque. Al dar con él, se le acercó y le dijo imperiosamente:
—Ven a mi carpeta conmigo.
Paco Fariña le dijo a Humberto Grieve:
—No. Porque el señor lo ha puesto aquí.
—¿Y a tí qué te importa? –le increpó Grieve violentamente, arrastrando a Yunque por un brazo a su carpeta.
—¡Señor! –gritó entonces Fariña–, Grieve se está llevando a Paco Yunquea su carpeta.
El profesor cesó de escribir y preguntó con voz enérgica:
—¡Vamos a ver! ¡Silencio! ¿Qué pasa ahí?
Fariña volvió a decir:
—Grieve se ha llevado a su carpeta a Paco Yunque.
Humberto Grieve, instalado ya en su carpeta con Paco Yunque, le dijo al profesor:
—Sí, señor. Porque Paco Yunque es mi muchacho. Por eso.
El profesor lo sabía esto perfectamente y le dijo a Humberto Grieve:
—Muy bien. Pero yo le he colocado con Paco Fariña, para que atienda mejor las explicaciones. Déjelo que vuelva a su sitio.
Todos los alumnos miraban en silencio al profesor, a Humberto Grieve y a Paco Yunque.
Fariña fue y tomó a Paco Yunque por la mano y quiso volverlo a traer a su carpeta, pero Grieve tomó a Yunque por el otro brazo y no le dejó moverse.
El profesor le dijo otra vez a Grieve:
—¡Grieve! ¿Qué es eso?
Humberto Grieve, colorado de cólera, dijo:
—No, señor. Yo quiero que Yunque se quede conmigo.
—¡Déjelo, le he dicho!
—No, señor.
—¿Cómo?
—No.
El profesor estaba indignado y repetía, amenazador:
—¡Grieve! ¡Grieve!
Humberto Grieve tenía bajos los ojos y sujetaba fuertemente por el brazo a Paco Yunque, el cual estaba aturdido y se dejaba jalar como un trapo por Fariña y por Grieve. Paco Yunque tenía ahora más miedo a Humberto Grieve que al profesor, que a todos los demás niños y que al colegio entero. ¿Por qué Paco Yunque le tenía tanto miedo a Humberto Grieve? Porque este Humberto Grieve solía pegarle a Paco Yunque.
El profesor se acercó a Paco Yunque, le tomó por el brazo y le condujo a la carpeta de Fariña. Grieve se puso a llorar, pataleando furiosamente en su banco.
De nuevo se oyeron pasos en el patio y otro alumno, Antonio Geldres, –hijo de un albañil– apareció a la puerta del salón. El profesor le dijo:
—¿Por qué llega usted tarde
—Porque fui a comprar pan para el desayuno
—¿Y por qué no fue usted más temprano?
—Porque estuve alzando a mi hermanito y mamá está enferma y papá se fue a su trabajo.
Bueno –dijo el profesor, muy serio.– Párese ahí... Y, además, tiene usted una hora de reclusión.
Le señaló un rincón, cerca de la pizarra de ejercicios.
Paco Fariña se levantó entonces y dijo:
—Grieve también ha llegado tarde, señor.
—Miente, señor, –respondió rápidamente Humberto Grieve–. Yo no he llegado tarde.
Todos los demás alumnos dijeron en coro:
—¡Sí, señor! ¡Sí, señor! ¡Grieve ha llegado tarde!
—¡Psch! ¡Silencio! –dijo, malhumorado, el profesor y todos los niños se callaron.
El profesor se paseaba pensativo.

viernes, 16 de abril de 2010

Piedra Negra Sobre una Piedra Blanca (Piedra Negra Sobre una Piedra Blanca)



Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...

jueves, 15 de abril de 2010

España, Aparta de mi este Caliz (España, Aparta de mi este Caliz)





Niños del mundo,
si cae España -digo, es un decir-
si cae
del cielo abajo su antebrazo que asen,
en cabestro, dos láminas terrestres;
niños, ¡qué edad la de las sienes cóncavas!
¡qué temprano en el sol lo que os decía!
¡qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano!
¡qué viejo vuestro 2 en el cuaderno!

¡Niños del mundo, está
la madre España con su vientre a cuestas;
está nuestra maestra con sus férulas,
está madre y maestra,
cruz y madera, porque os dio la altura,
vértigo y división y suma, niños;
está con ella, padres procesales!

Si cae -digo, es un decir- si cae
España, de la tierra para abajo,
niños, ¡cómo vais a cesar de crecer!
¡cómo va a castigar el año al mes!
¡cómo van a quedarse en diez los dientes,
en palote el diptongo, la medalla en llanto!
¡Cómo va el corderillo a continuar
atado por la pata al gran tintero!
¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto
hasta la letra en que nació la pena!

Niños,
hijos de los guerreros, entre tanto,
bajad la voz, que España está ahora mismo repartiendo
la energía entre el reino animal,
las florecillas, los cometas y los hombres.
¡Bajad la voz, que esta
con su rigor, que es grande, sin saber
qué hacer, y está en su mano
la calavera hablando y habla y habla,
la calavera, aquélla de la trenza,
la calavera , aquélla de la vida!

¡Bajad la voz, os digo;
bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto
de la materia y el rumor menor de las pirámides, y aún
el de las sienes que andan con dos piedras!
¡Bajad el aliento, y si
el antebrazo baja,
si las férulas suenan, si es la noche,
si el cielo cabe en dos limbos terrestres,
si hay ruido en el sonido de las puertas,
si tardo,
si no veis a nadie, si os asustan
los lápices sin punta, si la madre
España cae -digo, es un decir-
salid, niños del mundo; id a buscarla!...

miércoles, 14 de abril de 2010

Los Heraldos Negros (Los Heraldos Negros)



Hay golpes en la vida, tan fuertes ... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé!

Son pocos; pero son... Abren zanjas obscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán talvez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!

martes, 13 de abril de 2010

Masa (Masa)

Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
Y le dijo: «No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
«No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: «Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
Con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
Le rodearon; les vió el cadáver triste, emocionado;
incorporose lentamente,
si Abrazó al primer hombre; echóse a andar.

domingo, 14 de marzo de 2010

Joseph Conrad (Ucrania; Berdyczow, 03/12/1857 - Inglaterra; Bishopsbourne, 03/08/1924)





Nacido en Berdyczow el 3 de Diciembre de 1857 y fallecido en Bishopsbourne el 3 de Agosto de 1924, Józef Teodor Konrad Korzeniowski, es considerado uno de los primeros escritores de la literatura contemporánea. De niño, su padre siempre fue su inspiración, un traductor y escritor que lucho contra a invasión rusa en su país, motivo por el cual, seria encarcelado cuando Conrad tenia apenas cuatro años. Esa experiencia lo marcaría para que escriba literatura en contra de Rusia y la opresión. Su madre muere cuando el tiene siete años, en una visita a su padre. Cuando su padre sale libre, se lleva a Joseph a vivir a Polonia, pero su padre muere cuando Joseph tiene once años, en 1869. Joseph estuvo bajo la tutela de su abuela y su tío, hasta los dieciséis años, en que huyo de Polonia, para unirse a la marina mercante de Francia. Mientras estuvo en la marina francesa, la tripulación, estuvo llevando armas para los paises durante la guerra Carlista, en la marina, tuvo un romance muy intenso, que cuando lo termino, estuvo a punto de suicidarse, disparándose una bala en el pecho, pero se arrepintió en el ultimo momento y decidió que participaría de la guerra. Cuando termina la guerra carlista, huye a Inglaterra, para no ser reclutado en el ejercito zarista. Llega a Inglaterra en 1878, sin saber Ingles, pero dos años mas tarde, aprobaría el examen para ser reclutado en la marina mercante Inglesa. Durante su tiempo en la marina Inglesa, llevaban mercancía a cerca del archipiélago malayo, cerca del Congo y África, seis años después de aprobar el examen, lo ascendieron al puesto de capitán.

En 1886, le dan el titulo de ciudadano Ingles, cambiando su nombre oficialmente, al de Joseph Conrad, para que suene mas Ingles. En 1889, comenzo a escribir su primera obra, que publico en 1894, bajo el nombre de "La Locura de Almayer", durante el tiempo que tardo escribiendo esta obra, Conrad se retiro de la negación. E 1896, se casa con la mecanografa, Jessie George.Su primer éxito seria "El Corazón en las Tinieblas" publicada en 1899, luego le seguiría "El agente secreto" en 1909. Pero su éxito mas grande, que supero todas las expectativas de los editores, y del mismo autor, fue "Chance" publicada en 1912.


Sus obras mas importantes son: El agente secreto, El corazón en las tinieblas, Lord Jim, La flecha de oro, Chance, Victoria, Nostromo, Bajo la mirada de occidente, Gaspar Ruiz, etc.

La vida de Conrad transcurrió relativamente normal, para una persona de pensamientos revolucionarios, entre protestas y denuncias, pero nunca abandono su vida y estilo literario. Tuvo dos hijos con su esposa. Mantuvo relaciones con otros escritores, principalmente con Henry James y Herbert George Wells, contemporáneos como el, y sus sucesores en la literatura moderna. Conrad fallece 3 de Agosto de 1924, a causa de un ataque cardiaco. En su lapida reza el siguiente verso escrito por el poeta Ingles, Edmund Spencer, que dice así: "El sueño tras el esfuerzo, tras la tempestad el puerto, el reposo tras la guerra, la muerte tras la vida harto complacen."
El Agente Secreto (The Secret Agent)
Publicada en 1909, narra el fallido intento de un atentado a cargo a una institución misteriosa. Comienza cierto día, cuando el Sr. Verloc sale de su casa, que también funciona como una librería. Verloc ha dejado a su esposa Winnie y su hermano Stevie, quien tiene problemas de retardo mental, pero en algunos momentos entiende perfectamente bien. Verloc ha salido de su casa sin decirle a nadie,porque se dirige hacia un lugar del que nadie sabe nada, se dirige hacia un callejón ancho, con algunos arboles. Entra a una embajada, tiene una cita y lo dejan entrar rápidamente. Entra a la oficina del Sr. Vladimir, quien es un alto funcionario publico. Le da la bienvenida a Verloc, le dice que tiene sus informes en la mano y que no sabia para que los había escrito, Verloc, al escuchar esto, le pregunto si no estaba bien lo que había hecho. Vladimir le dice estaba harto de que diga siempre que piensa como ellos, que es uno de ellos, pero ser parte de ellos no bastaba, además el era una persona muy perezosa, con su cuerpo rechoncho era difícil darse cuenta que no hacia nada. Verloc, al escuchar esto, le dice a Vladimir, que no sabe lo que dice, que el esta con la causa. Vladimir le dice que estar con la causa no basta, que querían algo mas, querían actividad, querían que ocurra algo. Verloc pregunta a que se refiere con eso. Vladimir le dijo que a ellos no le importaban el, sino los hechos, hechos llamativos, querían que haga algo que tuviera impacto y nadie pudiera olvidar en mucho tiempo. Verloc le pregunta a Vladimir que quiere que haga. Vladimir le dice que el se hace llamar un agente provocador, y lo que hace es provocar, que en los últimos tres años no ha hecho nada por merecerce el dinero que le pagan todos los meses. Verloc le pregunta que es lo que tiene en mente a Vladimir, él le dice que quiere un gran atentado, Verloc pregunta que atentado seria. Vladimir le dice que el tema mas tocado de ese tiempo ya no es la realeza o la religión, por ende, no podrían atentar contra un rey o un cura, Verloc sugiere que hagan un atentado o atentados contra embajadas. Le dice el tema de mas interés publico es la ciencia, Vladimir sugiere la Astronomía, le recomienda un atentado contra el observatorio de Greenwich, que todos habían oído hablar de el, ese seria un gran golpe. Verloc le dice que eso seria difícil, Vladimir se exalta y le dice que porque seria difícil, acaso no tenia a si banda bajo control y le pagaba todos los meses, Verloc le dijo que volar el observatorio de Greenwich costara mas, Verloc le dice que eso nunca, que le iban a dar lo normal, que debía realizar un atentado contra el observatorio de Greenwich lo mas pronto posible, porque si no lo hacia, su relación con ellos iba a terminar, Verloc palidece, Vladimir se despide de el y Verloc sale y se dirige hacia su casa, no recuerda el camino, pero llega a su casa muy confundido.
Estevie, esta barriendo la tienda, Winnie esta en la cocina, Verloc mira fijamente a su cuñado, siempre pensó que era un hombre inútil, alguien a quien alimentar y nada mas, pero en ese momento Verloc vio en su retardado cuñado una gran utilidad. Winnie sale de la cocina y ve que su esposo ya llego. Se acerca y lo saluda, le pregunta que tal le fue en su paseo, Verloc le dice ha estado que bien, pero esta muy nervioso. Winnie le dijo que estaba muy preocupado por su hermano, que siempre que venían sus amigos, él los escuchaba hablar y le parecía que eran malos, le pidió que por favor ya no se reunieran en su casa, Verloc le dice que no se preocupe, esa noche iban a conversar en la taberna. Esa noche, Verloc se reune con sus amigos, Ossipon y El Profesor. Hablan de sus planes, Verloc, para animarse, habla de la injusticia en el mundo, el Profesor, habla de las nuevas bombas y detonadores que piensa fabricar. Cuando Verlos regresa a su casa, habla con Stevie, hablan largo rato de diversos temas, Verloc se despide de Stevie y le dice que continuaran hablando al día siguiente. Ya en la cama, Winnie, se siente muy aliviada cuando escucha que Verloc ha hablado con Stevie, el le dice que esta cansado y que al día siguiente seguirán hablando, y los dos duermen. Mientras Verloc hablaba con Stevie, y luego con Winnie, en la taberna, el Profesor había seguido hablando con Ossipon sobre temas en común.

Hablaban de bombas, detonadores y explosiones. Ossipon le pregunta al Profesor si le vende sus explosivos a cualquiera que le pide, el le dice su regla es no negarse a nadie. Ossipon le pregunta si es adecuada esa norma, el profesor dice que si lo es, Ossipon le pregunta si en todos los casos, el Profesor le dice que en cualquier circunstancia, los explosivos harán del mundo un lugar mas libre. Ossipon le pregunta que si un policía vestido de civil se le acerca a pedirle mercancía también se la daría, el Profesor le dice que conoce muy bien a los policías y nunca se le acercan. Ossipon le pregunta si no cree que lo atraparan y lo mataran, para atraparlo deberían ser héroes porque siempre que camina por la calle tiene la mano en un botón que accionaría un juego de explosivos que siempre lleva pegados al cuerpo. Ossipon se sorprende, el Profesor le enseña el detonador y Ossipon no lo puede creer, porque luego saca otro y otro, no puede creer que un hombre camine por la calle con tantos explosivos. Ossipon le pregunta si el detonador es instantáneo, el Profesor le dice que no, que cuando aprete el botón, van a transcurrir veinte segundos completos antes de que estalle la bomba. Ossipon se sorprende aun mas cuando escucha esto y le pregunta si a otras personas les vende con el mismo mecanismo, el Profesor le dice que no, que ese mecanismo es personal, que lo ha diseñado para el mismo, para los demás, estaba diseñando un explosivo diferente, variable, que se acomode a la circunstancia de cada uno, seria un detonador inteligente, para que cada uno gradué el tiempo entre la decisión y el resultado. Ossipon, para saber si entendió, le dijo al Profesor que si el apretaba la bola de goma, el tendría veinte segundos para salir corriendo. El Profesor le dijo que no se ilusionara, que en veinte segundos no se salvaría, nadie en esa taberna se salvaría en veinte segundos, todos volarían por los aires, le pregunto a Ossipon si quería una demostración, el le dijo que no. El Profesor le dijo que no se preocupara, que no era el momento, que la seguridad del mundo dependía de personas como el, Ossipon preguntó porque como el. El Profesor le dijo que era porque el tenia carácter, no se dejaba seducir por la muerte, que tenían una relación de colegas, que el depende de la muerte y la muerte depende de el, que esa es su fuerza. Ossipon le pregunta que es lo que busca que es lo que realmente quiere, porque estaban haciendo todo eso según el. El Profesor le dijo a Ossipon que el lo sabia mejor que el, el buscaba encontrar el detonador perfecto, ese era su anhelo, que ya estaba muy cerca de lograrlo, que el día en que encontrara el detonador perfecto seria un gran día para el y para todos. Ossipon le pregunto con quien lo probaria, el Profesor le dijo que lo probaria con Verloc, había recibido un encargo e iba a probar un nuevo detonador con el Ossipon le pregunta que encargo era, pero el Profesor se va sin responder a la pregunta de Ossipon. Lo que ha dicho el profesor es verdad, en parte, porque le ha dado una bomba a Verloc, que en ese momento esta durmiendo con su esposa, Winnie, y su cuñado Estevie, es la víspera de los trágicos hechos.

A la mañana siguiente, la familia de Verloc se despierta mas tarde que de costumbre, después de desayunar, Verloc le dice que va a salir con Estevie, que iba a salir, iba a sacarlo a pasear para que tome un poco de aire y regresaran para almorzar, Winnie se alegra mucho cuando escucha esto. Poco después, Verloc sale a la calle con su cuñado Estevie. Ya afuera, Verloc le dice a Estevie, que el es un joven inteligente, que siempre lo había impresionado por la capacidad que tiene de realizar grandes hazañas, Verloc le dijo que le iba a pedir algo de lo que se iba a sentir orgulloso toda su vida, algo de lo que siempre se va a acordar. Verloc le hizo a recordar a Estevie cierto día que había visto sufrir a un caballo, le dio que no podían permitir eso mas, le dijo que ya no debían sufrir ni los caballos ni las personas. En ese momento se detiene un tren, Verloc le dice que suba, que iban a pasear un poco mas lejos. Cuando subren, Verloc le dice a Estevie, que su causa defiende el bien, su compromiso es con la justicia y el bien de la humanidad que ellos querian vivir en un mundo mejor, pero habia algo que lo impedia y ellos debian destrutir eso que lo impedia, que debian destruir eso que les robaban todo lo que es de ellos. Estevie se sentia imprecionado por lo que Verloc le decia. Verloc le dijo que iba a hacer algo muy grande, Estevie le pregunto que iba a hacer, Verloc le dijo que ya lo estava haciendo, lo estava acompañando a llevar un aparato al observatorio de Greenwich, era un aparato muy importante. Verloc le enseña la bomba sin que nadie mas lo viera, ademas le enseña a Estevie como funciona el aparato, que funcionaba como una camara fotografia, Estevie compernde a la perfeccion que debia hacer. Llegan a su destino y bajan del tren, Verloc le enseña a Estevie como llegar al observatorio, le dice que camine hacia el observatorio, que deje el parato, que aprete la bola de goma, el detonador, y regrese corriendo hacia donde estava el, y despues de hacer eso, seria un ser aclamado por toda la humanidad. Estevie, camina hacia el observatorio, tiene la bomba en sus manos y el detonador en su bolsillo, Verloc no pierde el tiempo y corre en direccion opuesta al observatorio, se detiene un momento para tomar aire, pero mucho antes de lo previsto, suena el estallido de la bomba.

La multitud se altera al escuchar el sonido de la bomba al estallar, llega la policia y los calman por unos minutos. Cuando llegan los detectives, ven la escena del accidente, el cuerpo de la pobre victima estava completamente irreconocible, cuando llega el detective a cargo, pide que traigan palas para recoger el cuerpo sin forma que estava en el suelo. Cuando estan registrando la escena, descubren algo, lo llevan a la estacion de policia y lo revisan muy detalladamente. Esa tarde, los periodicos publican la noticia diciendo que la bomba a estallado en el cuerpo de un joven, del cual se han encontrado restos irrreconocobles. En la estacion de policia, el inspector jefe Heat, junto con el subdirector de policia, revisan al evidencia encontrada. El sbudirector le pregunta al inspector que es lo que tienen hasta ese momento, el le dice que solo tienen una direccion que han sacado del abrigo de la victima, la direccion estava escrita con tinta especial para telas. El subdirector se sorprendio al escuchar que tenia su direccion anotada en su ropa, como era posible que un terrorista se olvided e su direccion. El subdirector le pregunto que era esa direccion, el inspector le dijo que era una tienda de revistas, a nombre de un tal Verloc, el subdirector le pregunta como sabe el nombre del dueño, el subdirector le pregunto como sabia eso. Heat le dice que el era sospechoso de ser agitador, que vivia con su esposa y su joven cuñado en la misma casa. El subdirector le pregunto si el cuerpo encontrado era el de Veroc, el inspector le dijo que Verloc era un hombre voluminoso, y que a partir de los restos mas grandes que se han encontrado, se deduce que la bomba la llevava un joven. El subdirector, pregunta si Verloc vive con su joven cuñado, seria capas de haberlo mandado con una bomba al observatorio de Greenwich. El inspector le dijo que eso iba a averiguar, que se iba a ir a la casa de Verloc para interrogarlo y detenerlo, el subdirector le dijo que no lo detuviera, que lo dejara libre y lo asustara, porque tenian que llegar con sus superiores, el inspector accedio al pedido.

El inspector llego rapidamente a la tienda de Verloc, entro y se encontro con Winnie. Le pregunto a Winnie donde se encontraba Verloc, ella le dijo que habia salido con su hermano a dar un paseo. Winnie le pregunta para que quiere ver a su esposo, el inspector le dice que queria hacerle algunas preguntas. Heap le dice que ha llegado a ellos, un pedazo de un abrigo, que ha sido robado, Winnie le dice que a ellos no se les ha perdido ningun abrigo. El inspector le dijo que era algo curiosos, porque en un pedazo del abrigo, habia una etiqueta que tenia la direccion de esa casa, escrita con tinta especial para ropa, como la que venden ellos en su tienda. El inspector le muestra el pedazo de la prenda, Winnie lo coge para revisarlo mas detalladamente, palidece al reconcoerlo. El inspector le pregunta si lo reconcoe, Winnie le dice que es de su hermano Estevie, el inspector le pergunta donde esta su hermano, Winnie le dice que salio con su esposo en la mañana. Winnie comienza a divagar, no sabe que ha pasado, Estevie salio con Verloc, asi que nadie pdo haberle robado, como pudieron cortar su abrigo, que habia pasado. Heap, le pregunto si sabia de la bomba que exploto esa mañana en el observastorio de Greenwich, Winnie le dijo que si habia escuchado, pero no entendia que tenia que ver ella en eso. En ese momento, Verloc entra por la puerta. Verloc reconoce al isnpector y se sorprende al verlo, pregunta que hace el en su casa. El inspector le dice que quier hablar con el, Verloc le dice que hablara, pero solo con el sin nadie presente. Los dos hombres salen de la bodega y entran a la sala, ignorando las preguntas desesperadas de Winnie por su hermano, para no quedarse con la duda, Winnie apoya su oreja en la puerta. En la sala, el inspector le pregunta a Verloc si el era el otro hombre, Verloc se hace el desentendido, el inspector le dice que hay testigos que han visto a dos hombres, uno que estallo con la bomba y otro que lo acompañaba, pero que lo dejo solo y corrio. El inspector lo acuso directamente diciendo que el era el hombre que corrio, el otro, el que estallo con la bomba, mas pequeño, era su cuñado. El inspector, al no esuchar respuesta alguna, supo que sus acuasciones eran verdaderas. Verloc le dice al inspector que el lo conoce y sabe que es un hombre recto. El inspector le dice que es inutil que lo niegue, que el sabe de sus actividades, pero el hecho de incluir a su joven cuñado, era una bajeza. Verloc le dice que no haga acusaciones falsas y tan graves. El inspector le pregunta si sabe como murio su cuñado, Verloc le dice que no, el inspector le cuenta. Le dice que su cuñado camianaba con la bomba en las mano, cuando se tropezo con las raices de un arbol, callo y la bomba exploto inmediatamente, y tuvo que mandar a traer palas para recoger lo que quedaba del cuerpo. Cuando Winnie, escucha esto, s retira inmeditamente de la puerta, un adorno cae al suelo y se rompe, pero en la sala no escuchan, entonces Winnie, se acerca nuevamente a la puerta. Verloc ya estava rendido ante las acusaciones, le dijo al inspector que lo llevara arrestado de una vez. Pero el inspector le dice que no lo va a hacer, le recomendaba que huya, que se vaya, Verloc le pregunta a donde, el inspector le die que contacte a sus amigos de la organizacion para que lo ayuden, Verloc le dice que no tiene amigos, el inspector le dice que se las arregle y se despide. Sale de la sala y se despide de Winnie, pero ella no le responde el saludo.

Verloc sale de la habitacion y se da cuenta en la cara de Winnie que ha escuchado todo. Intenta hablarle, pero cuando escucha la voz de su esposo, Winnie se estremece. Verloc le dice que el sabe que ha escuchado todo, que no sabia como decirle que pertenecia a un grupo de personas idealistas que quieren que el mundo sea algo ams decente, como ella quiere que fuera. Le dice que ella no comprende, que Ossipon, el Profesor y sus demas amigos tambien pretenecen a ese grupo. Verloc le dice que ahora ya lo sabe todo, que ya no hay secretos entre ellos. Winnie mira a Verloc fijamente, en sus ojos se ve el terror. Verloc le dijo que no queria que Estevie sufriera, pero Winnie no se mueve ni da respuesta alguna. Verloc piensa que su esposa se ha quedado paralizada, pero ve que se lleva la mano a la cara. Verloc, al no ver reaccion alguna, se dirige hacia la cocina, coge la carne de la comida, coge un tenedor y un cuchillo, y los acomoda listos para que coman, como si nada hubiera ocurrido. Verloc se acerca a Winnie y le dice que el policia ha sido muy tonto al decirle todo de golpe, el no sabia como decirselo, por eso no dijo nada, que estava sufriendo mucho, pero debian pensar en el futuro, debian pensar en ellos, que debian olvidar a Estevie. Verloc, se dirige a la cocina, se sienta y comienza a comer, pensando que Winnie se acercara para acompañarlo. Verloc, al ver que no se acerca, trata de animarla, se dirige hacia la puerta y le dice que lo mira, se mueev y lo mira fijamente. Winnie le dijo que no queria volver a verlo mientras siga viva. Verloc se hace el desentendido y le dice que debe cambiar su expresion, que no podia atender la tienda con ese rostro. Le pidio que le conteste, pero no escucho respuesta alguna y le dijo que volviendose muda no lo traeria nuevamente a la vida. Le dijo que reaccionara, que lo viera mejor como que hubiera pasado si el muerto era el, iba a ser mucho peor. Verloc no ve que su esposa se mueva ni hable, asi que se sienta junto a ella. Verloc le toca la mejilla a su esposa, pero casi inmeditamente la suelta.

Winnie no entiende lo que ha pasado, pero sabe que es lo que va a pasar. Sale corriendo hacia la cocina. Verloc piensa que lo mejor es dejarla sola, pero su curiosidad lo obliga a seguirla paso a paso. Ve a Winnie sentada, dandole la espalda, ubicada donde Esteve solia sentarse para dibujar. Verloc mira a su esposa por unos minutos, luego, regresa a la sala donde camina de un lado a otro, con un aire de animal enjaulado, luego se vuelve a asomar a la cocina y sigue viendo a su esposa de espaldas. Verloc entra y le dice que ella no sabe con lo que ha tenido que lidiar todos esos años, con un hombre diabolico, que era verdad que no le dino nada, que durante sus siete años de casados habia corrido el riesgo de que le claven un puñal, no le decia porque no queria darle preocupaciones a su esposa, no tenia porque enterarse. Al escuchar esto, Winnie se pone de pie, de espaldas a su esposo. El señor Verloc le mira la espalda a su esposa, como si en ella viera el efecto de sus palabras. Verloc le dice que con su antiguo jefe era distinto, que ahora Vladimir le pedia que haga cosas horribles. Verloc se acerca al lavadero de la cocina y se sirve un vaso con agua. Luego le dice que lo soporto, que lo soporto por ella. Winni voltea y le mira la cara, pero no lo ve a el, sino ve un punto que esta mas atras de Verloc. Verloc le dice que lo hecho, echo está, que tendra que recobrarse, Verloc le dice que ahora tendra que ir a su habitacion, que tenia mucho que llorar, que llorara mucho y se iba a recobrar. Winnie, despues de escuchar esto, solo dijo una frase muy cortante, dijo que podrian haber sido padre e hijo. Verloc no entendio que habia dicho, y le preguntaba una y otra vez que repitiera lo que dijo. Verloc dijo que si estuviera en la embajada, ellos verian de lo que es capaz. Mientras Verloc habla, Winnie recuerad el momento en que Verloc se llevo a Estevie para tomar un poco de aire, no fue la muerte quien se llevo a su hermano, Verloc lo llevo para matarlo y ella lo permitio como si fuera una tonta sin remedio, pensaba que Verloc, despues de matar a su hermano, habia vuelto a casa como cualquier esposo normal, se echa sobre el divan de la sala. Verloc seguia reclamando e insultando a la embajada por todo lo que habia pasado. Winnie voltea la cabeza para ver a su esposo, quien hablaba mirando al techo. Verloc le dijo a Winnie, que no sabia nada porque no podia decirle nada, que el iria a prision por muchos años, y lo importante era que ella cuide el negocio, que ella se iba a quedar frente de todo, que iba a ser la duela de todo, mientras que el esta en prision.

Mientras Verloc sigue hablando, Winnie coge el cuchillo que Verloc habia usado anteriormente para cortar carne, lo agarra fuertemente, pero Verloc sigue mirando al techo y no se da cuenta. Verloc llama a Winnie, ella le responde, Verloc estira la mano en direccion a su esposa, pero esta muy lejos para que la agarre. Verloc le dice que se acerque a el. Pero no responde, Verloc voltea la cabeza para mirar a su esposa, ve la mano que lleva el cuchillo, veque se mueve hacia arriba, avanza con el cuchillo en alto, como si estuviera poseida, la cara de su esposa se parece cada vez mas a su cuñado, pero Verloc sigue viendo el cuchillo en la mano de su esposa, Winnie acanza lentamente, que le da tiempo a Verloc de reconocer que ella es su esposa y el cuchillo es de su cocina. Verloc siente un nudo muy fuerte en la garganta que no deja que se mueva, ve el moviemiento acelerado de la mano de Winnie que lleva el cuchillo en la mano, pero es muy tarde, el cuchillo ya fue clavado con fuerza y furia en el pecho de Verloc, sin encontrar resistencia alguna, causandolela muerte inmediata. Despues de es golpe, Winnie da un respiro profundo y liberador, una libertad que no sentia desde que el inspector le mostro el pedazo del abrigo de Estevie. Winnie mira el cuerpo sin vida de su esposo. La Sra. Verloc no siente nada, hasta que suenael reloj de su sala, luego escucha como cae la sangre del cuerpo de su esposo. Winnie, desesperada, corre hacia la puerta. Ha decidido correr hacia el rio y suicidarse, pero se detiene y piensa, se da cuenta que quitarse la vida no tiene sentido, asi que va a huir, sube a su cuarto, alista sus cosas rapidamente y sale corriendo a la calle. Ya afuera, corre, pero detras de ella comienza a correr Ossipon, el amigo de su esposo, la ve, corre detras de ella y la alcanza. Winnie siempre sintio algo por Ossipon, un afecto secreto, un romance escondido. Ossipon le dice que ya se entero de lo que habia ocurrido, que lo sentia mucho, luego le pregunto a donde se dirigia. Winnie le dice que iba a buscarlo, que tenia que huir, que tiene dinero y queria que vaya con ella, que huyan juntos, en un largo viaje. Ossipon le pregunta que le pasa, Winnie le dice que se lo dira luego, que ahora debia acompañarla a la estacion del tren, para que viajen a Francia, Ossipon le dice que debia buscar a alguien mas interesado en ayudarla en sus dificultades, pero Winnie le dice que el conoce sus dificultades. Ossipon le dice que compro el periodico y se encontro con un hombre que le conto lo que habia ocurrido, se dirigio a su casa, como la puerta estava abierta entro y vio el cuerpo si vida de Verloc, le dijo que eso no importava, que estaba loco de amor por ella, que mas alla de las palabras y los actos, estava dispuesto a hacer lo que sea por ella. Winnie le dice que si es asi, que vaya con ella. Minutos despues, Ossipon esta sentado junto a Winnie en el tren, han decidido viajar a Francia, estan tomados del brazo, pero no se miran, pero Ossipon, ya no se siente tan enamorado de Winnie, ya no esta tan dispuesto como antes de escapar para siempre con Winnie, despues de todo, es una asesina. Cuando puede, Ossipon inventa una excusa y sale del tren ara ya no regresar. Mientras, en el tren, Winni siente como el tren se mueve, comienza a pedir que detengan el tren, luego, comienza a llamar a Ossipon cada vez mas fuerte, pero no lo esucha, porque ya esta muy lejos de la estacion de tren.
Al dia sigueinte, en la teberna en donde se reunieron la ultima vez con Verloc, Ossipon y el Profesor se encuentran. El Profesor decia que Verloc siempre fue muy tonto, que el le dio el detonador y Verloc se lo do a su cuñado, que no supo como utilizarlo o lo hizo a destiempo. El Profesor le pregunta a Ossipon si se entero de lo otro que ocurrio, enseñandole un periodico, Ossipon le dice que esta muy oscuro para leer, el Profesor le dice que Winnie se ha suicidado, que se ha tirado de un barco, le enseña el periodico que dice que una pasajera se ha tirado desde un barco, que habia un gran misterio detras de ese acto de locura o desesperacion. Ossipon se apena por Winnie, en cambio el Profesor le dice nque esa es la historia de siempre, que era gente debil y mediovre, que solo los fuertes sobreviven y seran los dueños del mundo. Ossipon le pregunta el significado de esa frase, el Profesor le dice que la locura y la desespernaza, que le den locura y desesperanza y sera dueño del mundo, porque la locura y la desesperacion son fuerzas y la fuerza es un delito a los ojos de los mediocres, que todos son mediocres, pero el tiempo de los mediocres terminara y llegara el tiempo de la locura y la desesperacion, que se las den como palanca y cambiara el mundo, termino diciendole a Ossipon que tiene por siempre su cordial desprecio y se despidio. Ossipon le dijo al Profesor que queria trabajar con el. El profesor le dio una lista de productos para que los consiguiera y despues de eso le dijo que seguiran juntos en la locura y la desesperacion. El Profesor se retira y camina tranquilamente como cualuiqer hombre, pero siempre llevando consigo msu cargamento de explosivos y sus locas ideas.


A continuacion, un capitulo de "El Agente Secreto":
VII

El Subjefe de Policía caminó por un corto y estrecho pasaje que parecía una trinchera mojada y lodosa, luego cruzó una amplia avenida y entró en un edificio público donde solicitó hablar con el joven secretario privado (sin renta) de un importante personaje.


Ese joven rubio, lampiño, cuyo pelo peinado simétricamente le daba el aspecto de un escolar grande y pulcro, respondió al pedido del Subjefe con aire de duda y el aliento entrecortado.


—¿Si querrá verlo a usted? No sé qué decirle al respecto. Hace una hora salió de la Cámara, caminando, para hablar con el Subsecretario Permanente y ahora está por volverse. Lo deben haber llamado; pero supongo que habrá ido para hacer un poco de ejercicio: es todo el que logrará hacer mientras dure esta sesión. No me quejo; más bien me alegro de estos pequeños paseos. Él se apoya en mi brazo y no abre los labios. Pero está muy cansado, le aseguro, y... bueno... no es el más dulce de sus días el de hoy.


—Se trata del asunto de Greenwich.


—¡Oh! ¡Vaya! Está muy enojado con ustedes. Pero iré a ver, si usted insiste.


—Hágalo. Eso se llama ser un buen chico dijo el Subjefe.


El secretario sin renta se sentía admirado ante tanta decisión.


Compuso una expresión inocente en su cara, abrió una puerta y avanzó con la seguridad de un niño hermoso y privilegiado. De inmediato reapareció, e hizo un gesto con la cabeza al Subjefe que, tras pasar por la misma puerta abierta para él, se encontró en una amplia sala frente al importante personaje.


Corpulento y alto, con una larga cara blanca, que remataba en una gran papada y parecía un huevo guarnecido por delgadas patillas grisáceas, el gran personaje impresionaba como un individuo que hubiese sido agrandado. Su ropa no lo favorecía en nada; el cruce de su saco negro daba la impresión de que la abotonadura de la prenda hubiese sido estirada al máximo. Desde la cabeza, asentada sobre un cuello grueso, los ojos, con los párpados inferiores hinchados, miraban con una arrogante inclinación a los costados de una nariz ganchuda y agresiva, de noble prominencia en la amplia superficie pálida de la cara. Un sombrero de copa brillante y un par de guantes gastados reposaban, ya listos, en la punta de una gran mesa que también parecía agrandada, enorme.


Este hombre estaba parado frente a la chimenea sobre sus grandes y holgados botines. No dijo una sola palabra de saludo.


—Quisiera saber si esto es el comienzo de otra campaña de dinamita— preguntó de inmediato con voz suave y profunda—. No se pierda en detalles, no tengo tiempo.


Frente a este personaje, la figura del Subjefe de Policía tenía la frágil delgadez de una caña comparada con un roble. Y por cierto que la foja intachable de los antepasados de ese hombre sobrepasaba en número de centurias al roble más antiguo del país.


—No. En la medida en que la objetividad es posible, puedo asegurarle que no.


—Sí. Pero su idea de la seguridad— dijo el importante hombre con un ademán desdeñoso de su mano hacia la ventana que daba a la avenida exterior— parece consistir en hacer que el Secretario de Estado quede como un idiota. En este mismo salón, hace menos de un mes atrás, me dijeron que sucesos de este tipo era imposible que ocurrieran.


El Subjefe de Policía echó una mirada tranquila en dirección a la ventana.


—Permítame recordarle, Sir Ethelred, que hasta ahora no he tenido oportunidad de darle seguridades de ninguna índole.


Los ojos soberbios se inclinaron ahora para enfocar al Subjefe.


—Es verdad— confesó con voz profunda, suave—. Mandé llamar a Heat. Usted es todavía un novicio en su empleo. ¿Y cómo le va por allá?


—Creo que voy aprendiendo algo todos los días.


—Por supuesto, por supuesto. Espero que adelante.


—Gracias, Sir Ethelred. He aprendido algo hoy, incluso en esta hora pasada, más o menos. Hay muchas cosas en este asunto que no tienen el aspecto habitual de un atentado anarquista, incluso si se lo mira hasta sus últimas profundidades. Por eso estoy aquí.


El gran hombre puso los brazos en jarras; el dorso de sus manos se apoyaba en las caderas.


—Bien. Prosiga. Sin detalles, por favor. Ahórreme los detalles.


—No voy a molestarlo con ellos, Sir Ethelred— comenzó el Subjefe con una seguridad tranquila y sin atribulaciones. Mientras iba hablando, detrás de la espalda del gran hombre las manos del reloj— una masa pesada y resplandeciente de sólidas volutas, del mismo mármol oscuro que la chimenea, con un tictac fantasmagórico y sordo— recorrieron el espacio de siete minutos. El Subjefe habló con estudiada fidelidad en estilo parentético, en el que cada pequeño hecho— es decir, cada detalle encajaba con deliciosa holgura. No hubo ni un murmullo ni un gesto de interrupción. El gran personaje podía haber sido la estatua de uno de sus principescos ancestros, desprovisto del equipo de guerra de un cruzado y metido dentro de una mal entallada levita. El Subjefe sintió que tenía vía libre para hablar durante una hora. Pero se dominó y al cabo del tiempo antes mencionado, desembocó en una repentina conclusión, que al reproducir el aserto que abriera la entrevista, sorprendió en forma agradable a Sir Ethelred por su aparente prontitud y fuerza.


—La clase de hecho que subyace en este asunto, sin gravedad por otro lado, no es común— al menos en esta forma— y requiere tratamiento especial.


El tono de Sir Ethelred se profundizó, pleno de convicción.


—Creo que debe ser así... ya que está involucrado el embajador de un país extranjero.


—¡Oh! ¡El embajador!— protestó el otro, erguido y flaco, permitiéndose no más que una media sonrisa—. Sería tonto de mi parte insinuar algo en ese sentido. Y es absolutamente innecesario porque, si no estoy errado en mis conjeturas, es un simple detalle que se trate del embajador o del portero.


Sir Ethelred abrió una boca enorme, como una caverna, en la que la nariz ganchuda parecía estar ansiosa por hundirse; de ahí provino un sonido quebrado, descolorido, como si viniera de un órgano distante, con registro de indignación despreciativa.


—¡No! Esta gente es insoportable. ¿Qué quieren hacer importando sus métodos de la Crimea tártara? Un turco tendría más decencia.


—Usted olvida; Sir Ethelred, que no sabemos, hasta ahora, nada objetivo, si hablamos con propiedad.


—¡No! ¿Pero cómo define esto, en pocas palabras?


—Descarada audacia que se incrementa con una peculiar puerilidad.


—No podemos tolerar la inocencia de chiquitos sucios— dijo el importante personaje, inflándose un poco más, por decir así. La mirada altiva se abatió aplastante sobre la alfombra, a los pies del Subjefe—.


Tenemos que darles un buen golpe en los nudillos por este asunto.


Debemos estar en posición de... ¿Qué piensa usted, en general, dicho en pocas palabras? No necesita detallar nada.


—No, Sir Ethelred. En principio, yo establecería que la existencia de agentes secretos no debe ser tolerada, ya qué tiende a aumentar los objetivos peligros del mal contra el que se los usa. Que los espías se fabrican su propia información es un perfecto lugar común. Pero en la esfera de la acción política y revolucionaria, que en parte descansa en la violencia, el espía profesional tiene todas las facilidades para fabricar los hechos mismos y desplegar el doble flagelo de la emulación, en un sentido, y del pánico, la legislación precipitada, el odio irreflexivo, en otro. Sin embargo, éste es un mundo imperfecto...


El personaje de la voz profunda, parado sobre la alfombra de la chimenea, inmóvil, con los grandes codos hacia afuera, dijo con precipitación:


—Sea conciso, por favor.


—Sí, Sir Ethelred... un mundo imperfecto. Por lo tanto, el carácter mismo de este asunto me ha sugerido que debe ser tratado con especial secreto y por ello me atreví a venir aquí.


—Muy bien— aprobó el personaje, mirando con complacencia desde el tope de su doble mentón—. Me complace que en su negocio haya alguien que piense que de cuando en cuando debe confiarse en el Secretario de Estado.


El Subjefe de Policía sonrió, divertido.


—En verdad estaba pensando que lo mejor, en este punto, sería reemplazar a Heat por...


—¡Qué! ¿Heat? Un asno, ¿eh?— exclamó el gran hombre, con clara animosidad.


—De ningún modo. Le ruego, Sir Ethelred, que no malinterprete mis observaciones.


—Entonces ¿qué? ¿Listo a medias?


—No... al menos no por regla general. Todas las bases para mis conjeturas las proporcionó él. Lo único que descubrí por mí mismo es que estuvo utilizando a ese hombre en forma privada. ¿Quién podría acusarlo por eso? Es un policía de la vieja escuela. Virtualmente me dijo que tiene que tener herramientas para poder trabajar. A mí se me ocurre que esta herramienta debe estar al servicio de la división de crímenes especiales en su conjunto, en lugar de seguir siendo propiedad privada del jefe Inspector Heat. He entendido mi concepto de nuestros deberes departamentales a la supresión del agente secreto.


Pero el Jefe Inspector Heat tiene un criterio anticuado. Me acusaría de pervertir la moral y de atacar la eficiencia de nuestra división. Amargamente definiría ese acto como protector del grupo criminal de los revolucionarios.


—Sí, ¿Pero usted qué quiere?


—Quiero decir, en primer térmico, que es una flaca conveniencia el estar en condiciones de declarar que cualquier acto violento, daño a la propiedad o destrucción de vidas humanas no es trabajo del anarquismo; sino de algo completamente distinto, algún tipo de bandidaje autorizado.

Y, me imagino yo, esto es mucho más frecuente de lo que suponemos.

En segundo lugar, es obvio que la existencia de esas personas a sueldo de gobiernos extranjeros destruye hasta cierto punto la eficiencia de nuestra vigilancia. Un espía de ese tipo está en condiciones de ser más temerario que el más temerario de los conspiradores. Su tarea está libre de cualquier limitación; no tiene toda la fe que se necesita para el nihilismo absoluto, ni el respeto por la ley que implica la desobediencia a ella. En tercer lugar, la existencia de esos espías entre los grupos revolucionarios, que se nos reprocha estar amparando, tiene que cesar por completo. Usted escuchó una afirmación tranquilizadora del Inspector Heat, hace un tiempo. No eran palabras sin base... sin embargo, tenemos ahora este episodio. Lo llamo episodio, porque este asunto, me arriesgo a asegurarlo, es episódico; no integra ningún plan general, por descabellado que fuese. Las mismas peculiaridades que sorprenden y dejan perplejo al jefe Inspector Heat son, a mis ojos, las que determinan sus características. Estoy dejando de lado los detalles, Sir Ethelred.

El personaje parado frente a la chimenea había prestado profunda atención.

—Eso es. Sea lo más conciso posible.

El Subjefe indicó con gesto formal y deferente que estaba ansioso por ser conciso.

—Hay una especial idiotez y debilidad en la ejecución de este asunto, que me da excelentes esperanzas de llegar hasta el fondo y encontrar allí algo más que un capricho individual y fanático. Sin duda se trata de algo planeado. El virtual ejecutor parece haber sido llevado de la mano al lugar y luego abandonado a toda prisa, para que se arreglara por sus propios medios. Se infiere que fue traído del exterior con la finalidad de cometer este atentado. A la vez estamos forzados a deducir que no debía saber suficiente inglés como para preguntar por su camino, a menos que aceptemos la fantástica teoría de que se trataba de un sordomudo. Me pregunto ahora... pero es absurdo. Se mató en forma accidental, es evidente. No es un accidente extraordinario. Pero queda un pequeño hecho extraordinario: la dirección que tenía en su abrigo, descubierta por el más casual de los accidentes. Es un hecho pequeño e increíble; tan increíble que explicarlo puede llevarnos hasta el mismo fondo de este problema. En lugar de ordenar a Heat que siga en el caso, me propongo buscar personalmente esa explicación... por mí mismo, quiero decir, en donde haya que buscarla. Y está en cierto negocio de Brett Street, en los labios de cierto agente secreto, que en una época fue espía confidencial del difunto Barón Stott—Wartenheim, embajador de una gran potencia ante la corte de St. James.

El Subjefe hizo una pausa y luego agregó:

—Esos tipos son una peste perfecta. A fin de elevar su mirada altiva a la cara del que hablaba, el personaje parado sobre la alfombra de la chimenea había inclinado su cabeza hacia atrás, gradualmente; esa posición le daba un notorio aire arrogante.

—¿Por qué no dejarle el asunto a Heat?

—Porque es un policía a la vieja usanza. Y esos tienen su propia moralidad. Mi sistema de pesquisa le parecería una horrenda perversión del deber. Para él, el deber consiste en imputar la culpabilidad a tantos anarquistas prominentes como pueda, sobre la base del más mínimo de los indicios que haya encontrado en el curso de su examen del lugar del hecho; en tanto que yo según diría él soy proclive a reivindicar la inocencia de esa gente. Trato de ser lo más conciso posible presentándole este oscuro asunto sin detalles.

—¿Diría? ¿Lo diría?— musitó la altiva cabeza de Sir Ethelred, desde su encumbrada eminencia.

—Eso me temo... con una indignación y un disgusto del que ni usted ni yo tenemos la menor idea. Él es un excelente servidor. No debemos abrigar sospechas indebidas respecto de su lealtad; siempre es un error hacerlo. Además, quiero libertad de acción, mayor libertad que la que sería conveniente otorgarle al jefe Inspector Heat. No tengo el menor deseo de perdonar a este individuo Verloc. Se aterrará, me supongo, al comprobar qué rápidamente se encontró una conexión, cualquiera que sea, entre él y este asunto. Asustarlo no será muy difícil.

Pero nuestro verdadero objetivo está detrás de él, en alguna parte.

Quiero que usted me autorice a darle todas las garantías de seguridad personal que yo estime adecuadas.

—Por supuesto— dijo el personaje parado frente a la chimenea—. Investigue todo lo que pueda; investigue a su propio modo.


— Voy a empezar sin pérdida de tiempo, esta misma noche dijo el Subjefe.

Sir Ethelred puso una mano bajo los faldones de su levita y, echando atrás la cabeza, lo miró con fijeza.

—Tenemos una sesión muy larga esta noche. Venga a la Cámara con sus descubrimientos, si todavía no nos hemos retirado. Le advertiré a Toodles que lo espere. Él lo introducirá en mi oficina.

La numerosa parentela y las amplias conexiones del juvenil Secretario Privado acariciaban la esperanza de que sería dueño de un austero y eminente destino. Entretanto, la esfera social que él adornaba en sus horas de ocio había elegido mimarlo con ese sobrenombre. Y Sir Ethelred, que lo oía en los labios de su mujer e hijas todos los días, en especial a la hora del desayuno, le había conferido la dignidad de aceptarlo sin sonrisas burlonas.

El Subjefe de Policía se sintió sorprendido y gratificado en extremo.

—Iré, sin duda, a la Cámara con mis descubrimientos, por si usted tiene tiempo para...


—No tengo tiempo— lo interrumpió el gran personaje—. Pero lo veré.

Ahora no tengo tiempo... ¿Irá usted en persona?

—Sí, Sir Ethelred. Me parece que es la mejor manera.

El gran personaje había echado tan atrás su cabeza que, para poder observar al Subjefe, casi tenía que cerrar los ojos.

—Hum. Ajá. ¿Y cómo se propone?... ¿Va a presentarse con otra personalidad?

—¡No totalmente! Me voy a cambiar de ropa, por supuesto.


—Por supuesto— repitió Sir Ethelred, con una especie de altivez distraída. Volvió su pesada cabeza y por encima del hombro echó una soberbia mirada oblicua al voluminoso reloj de mármol, de tenue sonido.

Las agujas habían tenido oportunidad de recorrer no menos de veinticinco minutos a sus espaldas.

El Subjefe de Policía, que no podía verlas, se puso algo nervioso en el intervalo. Pero el Secretario de Estado se volvió hacia él con una cara calmosa y sin desánimo.

—Muy bien— dijo e hizo una pausa, con deliberado menosprecio del reloj oficial—. ¿Pero qué lo ha determinado a seguir este camino?

—Siempre me he manejado según mis corazonadas.

—¡Ah, sí! Corazonadas. Claro. Pero ¿cuál es el motivo inmediato?

—¿Qué puedo decirle, Sir Ethelred? El rechazo de un hombre nuevo frente a los viejos métodos. El deseo de saber algo de primera mano.

Cierta impaciencia. Es mi antiguo trabajo, pero con ropas distintas.

Esto me ha producido picazón en uno o dos lugares muy delicados.

—Espero que usted adelante algo por allá— dijo Sir Ethelred, con gentileza, extendiendo su mano, suave al tacto pero ancha y fuerte como la mano de un campesino que ha llegado a una alta consideración.

El Subjefe la estrechó y se fue.

En la sala de espera, Toodles, que había estado esperando apoyado en la punta de una mesa, le salió al encuentro, dominando su natural animación.

—¿Y? ¿Todo bien?— preguntó con aire importante.

—Perfecto. Se ha ganado mi gratitud eterna— contestó el Subjefe, cuya larga cara parecía un palo, en contraste con la peculiar característica de la seriedad del otro, presta siempre a desvanecerse en susurros y risas ahogadas.

—Está bien. Pero, en serio, usted no puede imaginarse cómo está de irritado por los ataques contra su decreto de nacionalización de las pesquerías. Lo llaman el comienzo de la revolución social. Por supuesto que es una medida revolucionaria. Pero esos tipos no tienen decencia. Los ataques personales...

—He leído los diarios— hizo notar el Subjefe.


—Repugnante, ¿no? Y usted no tiene noción de la cantidad de trabajo que tiene que realizar todos los días. Lo hace todo solo. No quiere confiarse en nadie en este asunto de las pesquerías.

—Y con todo me ha concedido media hora para la consideración de mi diminuta mojarrita interrumpió el Subjefe.

—¡Diminuta! ¿Lo es? Me alegra oír eso; pero es una lástima que no la haya podido mantener quieta, entonces. Esta pelea lo enajena terriblemente.

Está llegando al agotamiento. Me doy cuenta por la forma en que se apoya en mi brazo cuando caminamos. Y además me pregunto:

¿estará a salvo en la calle? Mullins hizo venir a sus hombres aquí, esta tarde. Hay un agente plantado en cada farol y una de cada dos personas que encontramos desde aquí hasta el Palacio del Yard es un detective, evidentemente. Eso tiene que afectarle los nervios. Yo digo, esos bandidos foráneos ¿serían capaces de atentar contra él?... ¿lo serían? Tendríamos una calamidad nacional. El país no puede perderlo.

—Por no hablar de usted. Él se apoya en su brazo— rió el Subjefe, con sobriedad—. Se irían ambos.

—¿No será una forma fácil de entrar en la historia, para un hombre joven? No han sido asesinados tantos ministros británicos como para que la cosa constituya un incidente menor. Pero ahora en serio...

—Me temo que si usted quiere pasar a la historia tendrá que hacer algo al respecto. En serio: no hay peligro para ninguno de ustedes, fuera del trabajo excesivo.

El simpático Toodles recibió esa declaración con una risita.

—Las pesquerías no van a matarme. Me he cansado en estas últimas horas— declaró con ingenua ligereza—. Pero, arrepentido de inmediato, adoptó el aire caviloso de un hombre de estado, como quien se quita un guante. Su mente es tan poderosa que puede soportar cualquier trabajo. Son sus nervios los que me preocupan. La pandilla reaccionaria, con ese bruto insultante de Cheeseman a la cabeza, lo ofende todas las noches.

—¡Si insiste en iniciar una revolución! murmuró el Subjefe.

Ha llegado el momento, y él es el único hombre con envergadura para esa tarea protestó el revolucionario Toodles, ferviente bajo la mirada calma y especulativa del Subjefe de Policía. Lejos, en un corredor distante, sonó un timbre; con devota atención el joven prestó oídos a la llamada. Está listo para salir exclamó en un susurro; agarró su sombrero y desapareció de la sala.

De un modo menos elástico, el Subjefe salió por otra puerta. Cruzó otra vez la amplia avenida, caminó por la calle estrecha y volvió a entrar apresuradamente en el edificio de sus propias oficinas. Detuvo sus pasos acelerados ante la puerta de su oficina privada. Antes de cerrarla por completo, sus ojos inspeccionaron el escritorio. Se detuvo por un momento, luego caminó, miró a su alrededor en el piso, se sentó en su silla, tocó un timbre y esperó.

—¿El jefe Inspector Heat se ha ido ya?

—Sí, señor. Salió hace alrededor de media hora.


Asintió. «Eso hará.» Sentado todavía, con el sombrero echado hacia atrás, pensó que era muy propio de la maldita desfachatez de Heat llevarse, callado, la única evidencia material. Pero lo pensó sin animosidad.


Los servidores viejos y valiosos se toman libertades. El trozo de abrigo con la dirección cosida encima no era algo que se pudiera dejar en cualquier lado. Alejó de su mente esa manifestación de recelo ante el Inspector Heat, escribió y despachó una nota para su mujer, pidiéndole que lo disculpara ante la protectora de Michaelis, con quien estaba invitado a cenar esa coche.


Detrás de las cortinas de un apartado, en el que había un lavatorio, un perchero de madera y un estante, se puso un saco corto y un sombrero redondo que hicieron resaltar a las mil maravillas la longitud de su cara grave y oscura. Volvió a la luz plena de su oficina con el aspecto de un frío y reflexivo Don Quijote y los ojos hundidos de un fanático ignorado que adoptase una actitud muy decidida. Abandonó la escena de su actividad cotidiana con la rapidez de una sombra recatada.


Bajó a la calle como si bajara a un acuario lodoso del que se hubiera quitado el agua. Lo envolvió una lobreguez húmeda y sombría. Las paredes de las casas estaban mojadas, el barro de la calzada brillaba con un efecto de fosforescencia y, cuando emergió de la estrecha calleja al Strand, por el lado de la estación de Charing Cross, el genio del lugar lo poseyó. Podía haber sido uno más de los sospechosos extraños que se ven de noche, merodeando por los rincones oscuros.


Llegó hasta una parada en el borde mismo del pavimento y esperó.


Sus ojos expertos habían columbrado entre el confuso movimiento de luces y sombras apiñadas en la calle, la marcha acompasada de un coche. No hizo ninguna señal, pero cuando el estribo que se deslizaba junto al cordón llegó hasta su pie, saltó con destreza por delante de la enorme rueda y habló al cochero por la ventanilla, casi antes de que el hombre, desde lo alto de su asiento, se hubiese percatado del pasajero que llevaba.


El viaje no fue largo. Terminó abruptamente, en cualquier lugar, entre dos faroles, frente a una gran tapicería; una larga hilera de negocios ya se habían arropado bajo sus cortinas metálicas, para pasar la noche. Tras dar una moneda al cochero a través de la ventanilla, el pasajero descendió y se alejó dejándole la idea de una fantasmagoría pavorosa y excéntrica. Pero el tamaño de la moneda era satisfactorio al tacto, y como no era muy letrado, no lo poseyó el temor de pensar que se le podría transformar en una hoja seca dentro de su bolsillo. Elevado por encima del mundo privado de los pasajeros, por la naturaleza de su oficio, contemplaba el accionar de todos ellos con un interés limitado.


La forma vivaz en que hizo dar vuelta a su caballo era muestra de su filosofía.


Entretanto, el Subjefe de Policía ya estaba haciendo su pedido a un mozo, en un pequeño restaurante italiano, que estaba a la vuelta de la esquina; era uno de esos refugios para los hambrientos, largo y estrecho, atractivo por su perspectiva de espejos y manteles blancos, con poco aire, pero con atmósfera propia: una atmósfera fraudulenta que se burla de una humanidad abyecta en la más apremiante de sus necesidades miserables. Dentro de ese ámbito de dudosa moral, el Subjefe de Policía, mientras reflexionaba acerca de su cometido, parecía ir perdiendo algo más de su identidad. Tenía una sensación de aislamiento, de maligna libertad. Era bastante grato. Después de pagar su escasa comida, cuando se puso de pie esperando el cambio, se miró en un pedazo de espejo y lo impactó su extraña apariencia. Contemplaba su propia imagen con una mirada melancólica e inquisitiva y, obedeciendo a una repentina inspiración, se levantó el cuello del saco. Hacerlo le pareció adecuado y completó la operación retorciendo hacia arriba las puntas de su bigote negro. Se sintió satisfecho con las sutiles modificaciones de su aspecto personal, surgidas de esos mínimos cambios.


«Esto anda muy bien», pensó, «tengo que mojarme un poco, embarrarme otro poco...»Percibió a su lado la presencia del mozo y una pilita de monedas de plata en la punta de la mesa que estaba ante él. El mozo tenía un ojo puesto en las monedas y con el otro seguía la grácil espalda de una alta y no muy joven muchacha, que pasó de largo junto a una mesa lejana, como si fuera invisible y por completo vedada.


Parecía una clienta habitual.


Al salir, el Subjefe se hizo a sí mismo la observación de que los patrones del lugar, con el hábito de cocinar minutas, habían perdido todas sus características nacionales y privadas. Y esto era extraño, ya que el restaurante italiano es una particular institución británica. Pero esta gente estaba tan desnacionalizada como los platos que servían con toda la ceremonia de una respetabilidad sin sellos. Tampoco la personalidad de ellos tenía ningún sello, ni profesional, ni social, ni racial.


Parecían creados para un restaurante italiano, a menos que el restaurante italiano hubiese sido creado, por ventura, para ellos. Pero esta última hipótesis era inaceptable, ya que no se los puede ubicar en ningún lado que no sea alguno de esos especiales establecimientos. Nunca se encuentra a esas enigmáticas personas en ninguna otra parte. Era imposible formarse una idea precisa de cuáles eran las ocupaciones que tenían durante el día y a qué hora se iban a dormir en la noche. Y él mismo, el Subjefe de Policía, se sentía desconocido. Hubiera sido imposible para cualquiera adivinar cuál era su ocupación. En cuanto a eso de irse a dormir, hasta en su propia mente había dudas. Por cierto que no dudaba de su domicilio, sino de la hora en que podría volver allá. Un placentero sentimiento de independencia lo poseyó al oír que la puerta de cristal se cerraba a su espalda con un golpe amortiguado.


De inmediato avanzó dentro de una inmensidad de fango pringoso y mampostería mojada, entremezclado con luces, y envuelto, oprimido, penetrado, ahogado y sofocado por la negrura de una noche de niebla londinense, niebla salpicada de hollín y gotas de agua.


Brett Street no estaba muy lejos. Nacía, estrecha, del costado de un espacio triangular abierto, rodeado por oscuras y misteriosas casas, templos del comercio minorista, vacíos de compradores por la noche.


Sólo un puesto de frutas, en la esquina, presentaba una violenta llamarada de luz y color. Más allá todo era negro y las pocas personas que transitaban se desvanecían a paso largo por detrás de los montones relucientes de limones y naranjas. No había eco de pasos; se los oía secos, precisos. La aventurera cabeza del Departamento de Crímenes Especiales observaba esas desapariciones, a la distancia, con ojos de gran interés. Se sentía con el corazón ligero, como si hubiese estado emboscado, totalmente solo, en una selva a muchos miles de kilómetros de los escritorios y tinteros de las oficinas policiales. Esta alegría y dispersión del pensamiento antes de una tarea de cierta importancia pareciera probar que este mundo nuestro no es un asunto demasiado serio, después de todo. Y el Subjefe de Policía no tenía un carácter inclinado de por sí a la ligereza.


El policía de ronda proyectaba su forma sombría y movediza contra la gloria luminosa de naranjas y limones y se adentró en Brett Street sin prisa. El Subjefe, como si fuera un miembro del hampa, se demoró en la oscuridad, esperando su regreso. Pero ese agente parecía perdido para siempre de la institución; no reapareció: debía haberse ido por el otro extremo de la calle.


Una vez que llegó a esa conclusión, el Subjefe entró por ella y caminó junto a un enorme carro estacionado frente a la vidriera, apenas iluminada, de una casa de comidas. El cartero, adentro, reponía fuerzas y los caballos, con sus grandes cabezas inclinadas hacia el suelo, comían su pienso de los morrales, sin pausa. Más adelante, al otro lado de la calle, otro parche sospechoso de luz opaca surgía del frente del negocio de Mr. Verloc, con la vidriera tapada de papeles sostenidos con hirsutas pilas de cajas de tarjetas y tapas de libros. El Subjefe se detuvo a observar desde la vereda de enfrente; no podía haber equivocación.


Al costado de la vidriera, la puerta, entornada y trabada con las sombras de objetos indescriptibles, dejaba escapar hacia el pavimento una estrecha y clara línea de la luz de gas del interior, Detrás del Subjefe, el carro y los caballos, fundidos en un solo bloque, parecían algo vivo: un monstruo negro, cuadrado, que obstruía media calle entre el piafar brusco de las patas herradas, el fuerte entrechocar de los arneses metálicos y los pesados resoplidos. Al otro lado de una avenida, una amplia y próspera fonda enfrentaba, con su agrio brillo festivo y de mal augurio, el extremo final de Brett Street. Esa barrera de luces relumbrantes, por contraposición con las sombras acumuladas alrededor de la humilde casa, albergue de la felicidad doméstica de Mr. Verloc, arrastraba a sus espaldas la oscuridad de la calleja, haciéndola más tétrica, ominosa y siniestra.