Una Canción de Navidad (A Christmas Carol)
Publicada en 1843, narra la historia del avaro Ebenezer Scrooge que es visitado por tres fantasmas para entender el verdadero significado de las fiestas navideñas. Comienza contando que el antiguo socio de Scrooge, Jacobo Marley estaba completamente muerto, pero que a Scrooge eso no le afectaba en lo mas mínimo, tanto así que el día de su muerte lo celebro haciendo un gran negocio. Scrooge tenia un empleado de nombre Bob Cratchit, al que tenia trabajando hasta tarde la víspera de la navidad, pero el pobre hombre estaba sufriendo en ese lugar, por el frió que hacia, y su amo no le permite tener más que un pedazo de carbón, que no servía para calentar la habitación. Scrooge esta sentado en su escritorio arreglando las cuentas de los negocios, cuando se escucha desde la calle un grito deseándole feliz navidad a Scrooge. Segundos después, aparece por la puerta principal, Fred, el sobrino de Scrooge. Entra hasta la oficina de Scrooge y una vez mas le desea una feliz navidad, pero Scrooge solo le responde con una palabra, "Patrañas". El sobrino de Scrooge entra, lo invita a la cena de navidad en su casa, pero Scrooge sigue respondiendo con la misma palabra y a cada invitación que su sobrino le hace, sigue diciendo "patrañas". Fred le dice el verdadero significado de la navidad, para ir y compartir unos momentos con su familia, pero Scrooge le dice que el no tiene que celebrar porque es pobre a lo que el sobrino le responde que porque el no es feliz, si tiene mucho dinero, Scrooge le dice que el no celebra la navidad y se despide de su sobrino de la forma mas horrible posible. Su sobrino se despide deseándole una feliz navidad pero Scrooge se despidió secamente y siguió con sus cuentas.
Despertó al dar un estrepitoso ronquido: e incorporándose en el lecho para coordinar sus pensamientos, no tuvo necesidad de que le advirtiesen que la campana estaba próxima a dar otra vez da una. Vuelto a la realidad, comprendió que era el momento crítico en que debía celebrar una conferencia con el segundo mensajero que se le enviaba por la intervención de Jacob Marley. Pero hallando muy desagradable el escalofrío que experimentaba en el lecho al preguntarse cuál de las cortinas separaría el nuevo espectro, las separaría con sus propias manos y, acostándose de nuevo, se constituyó en avisado centinela de lo que pudiera ocurrir alrededor de la cama, pues deseaba hacer frente al Espíritu en el momento de su aparición, y no ser asaltado por sorpresa y dejarse dominar por la emoción.
Así; pues, hallándose preparado para casi todo lo que pudiera ocurrir; no lo estaba de ninguna manera para el caso de que no ocurriera nada; y, por consiguiente, cuando la campana dio la una y Scrooge no vio aparecer ninguna sombra, fue presa de un violento temblor. Cinco minutos, diez minutos, un cuarto de hora transcurrieron y nada ocurría...
Durante todo este tiempo caían sobre el lecho los rayos de una luz rojiza que lanzó vivos destellos cuando el reloj dio la hora; pero, siendo una sola luz, era más alarmante que una docena de espectros, pues Scrooge se sentía impotente para descifrar cuál fuera su significado; y hubo momentos en que temió que se verificase un interesante caso de combustión espontánea, . sin tener el consuelo de saber de qué se trataba. No obstante, al fin empezó a pensar, como nos hubiera ocurrido en semejante caso a vosotros o a mí; al fin, digo, empezó a pensar que el manantial de la misteriosa luz sobrenatural podía hallarse en la habitación inmediata. de donde parecía proceder el resplandor. Esta idea se apoderó de su pensamiento, y suavemente se deslizó Scrooge con. sus zapatillas hacia la puerta.
En el preciso momento en que su mano se posaba en la cerradura, una voz extraña lo llamó por su nombre y le invitó a entrar. El obedeció.
Era su propia habitación. Acerca de esto no había la menor duda. Pero la estancia había sufrido una sorprendente transformación. Las paredes y el techo hallábanse de tal modo cubiertos de ramas y hojas, que parecía un perfecto boscaje, el cual por todas partes mostraba pequeños frutos que resplandecían. Las rizadas hojas de acebo, hiedra y muérdago reflejaban la luz. como si se hubieran esparcido multitud de pequeños espejos, y en la chimenea resplandecía una poderosa llamarada, alimentada por una cantidad de combustible desconocida en tiempo de Marley o de Scrooge y desde hacía muchos años y muchos inviernos. Amontonados sobre el suelo, formando una especie de trono, había pavos, gansos, piezas de caza, aves caseras, suculentos trozos de carne, cochinillos, largas salchichas, pasteles, barriles de ostras, encendidas castañas, sonrosadas manzanas, jugosas naranjas, brillantes peras y tazones llenos de ponche, que obscurecían la habitación con su delicioso vapor. Cómodamente sentado sobre este lecho se hallaba un alegre gigante de glorioso aspecto, que tenía una brillante antorcha de forma parecida al Cuerno de la Abundancia, y que la mantenía en alto para derramar su luz sobre Scrooge cuando éste llegó atisbando alrededor de la puerta.
-¡Entrad!- exclamó el Espectro-. ¡Entrad y conocedme mejor, hombre!
Scrooge penetró tímidamente e inclinó la cabeza ante el Espíritu. Ya no era el terco Scrooge que había sido, y aunque los ojos del Espíritu eran claros y benévolos, no le agradaba encontrarse con ellos.
-Soy el Espectro de la Navidad Presente -dijo el Espíritu-. ¡Miradme!
Scrooge le miró con todo respeto. Estaba vestido con una sencilla y larga túnica o manto verde, con vueltas de piel blanca. Esta vestidura colgaba sobre su figura con tal negligencia, que se veía el robusto pecho desnudo como si no se cuidara de mostrarlo ni de ocultarlo con ningún artificio. Sus pies, que se veían por debajo de los amplios pliegues de la vestidura, también estaban desnudos. y sobre la cabeza no llevaba otra cosa que una corona de acebo, sembrada de pedacitos de hielo. Sus negros rizos eran abundantes y sueltos, tan agradables como su rostro alegre, su mirada viva, su mano abierta, su armoniosa voz, su desenvoltura y su simpático aspecto. Ceñida a la cintura llevaba una antigua vaina de espada; pero en ella no había arma ninguna y la antigua vaina se hallaba mohosa.
-¿Nunca hasta ahora habéis visto nada que se me parezca? -exclamó el Espíritu.
-Nunca- contestó Scrooge.
-¿Nunca habéis paseado en compañía de los más jóvenes miembros de mi familia, quiero decir (pues yo soy muy joven) de mis hermanos mayores nacidos en estos últimos años? -prosiguió el Fantasma.
-Me parece que no -dijo Scrooge-. Temo que no. ¿Habéis tenido muchos hermanos, Espíritu?
-Más de mil ochocientos -dijo el Espectro. -Una tremenda familia a quien atender -murmuró Scrooge.
El Espectro de la Navidad Presente se levantó.
-Espíritu -dijo Scrooge con sumisión-, llevadme a donde queráis. La última noche tuve que salir de casa a la fuerza y aprendí una lección que ahora hace su efecto. Esta noche, si tenéis que enseñarme alguna cosa, permitidme que saque provecho de ella.
-¡Tocad mi vestido!
Scrooge lo tocó apretándolo con firmeza.
Acebo, muérdago, rojos frutos, hiedra, pavos, gansos, caza. aves. carne, cochinillos, salchichas, ostras, pasteles y ponche, todo se desvaneció instantáneamente. Lo mismo ocurrió con la habitación, el fuego, la rojiza brillantez, la noche, y ellos halláronse en la mañana de Navidad y en las calles de la ciudad, donde (como el tiempo era crudo) muchas personas producían una especie de música ruda, pero alegre y no desagradable, al arrancar la nieve del pavimento en la parte correspondiente a sus domicilios y de los tejados de las casas, lo que producía una alegría loca en los muchachos al ver cómo se amontonaba cayendo sobre el piso y a veces se deshacía en el aire, produciendo pequeñas tempestades de nieve.
Las fachadas de las casas parecían negras y más negras aún las ventanas, contrastando con la tersa y blanca sábana de nieve que cubría los tejados y con la nieve más sucia que se extendía por el suelo y que había sido hollada en profundos surcos por las pesadas ruedas de carros y camiones; surcos que se cruzaban y se volvían a cruzar unos a otros, cientos de veces, en las bifurcaciones de las calles amplias, y formaban intrincados canales, difíciles de trazar, en el espeso fango amarillo y en el agua llena de hielo. El cielo estaba sombrío y las calles más estrechas se hallaban ahogadas por la obscura niebla, medio deshelada, medio glacial, cuyas partículas más pesadas descendían en una llovizna de átomos fuliginosos, como si todas las chimeneas de la Gran Bretaña se hubieran incendiado a la vez y estuvieran lanzándose el contenido de sus hogares. Nada de alegre había en el clima de la ciudad, y, sin embargo, notábase un aire de júbilo que el más diáfano aire estival y el más brillante sol del estío en vano habrían intentado difundir.
En efecto, los que maniobraban con las palas en lo alto de los edificios estaban animosos y llenos de alegría; Ilamábanse unos a otros desde los parapetos y de vez en cuando se disparaban bromeando una bola de nieve -proyectil mucho más inofensivo que muchas bromas verbales-, riendo cordialmente si daba en el blanco Y no menos cordialmente si fallaba la puntería.
Las tiendas en que se vendían aves estaban todavía entreabiertas y las fruterías radiantes de esplendor. Había grandes, redondas y panzudas cestas de castañas, cuya figura se asemejaba a los chalecos de los ancianos gastrónomos, recostadas en las puertas y tumbadas en la calle con su opulencia apoplética. Había rojizas, morenas y anchas cebollas de España, brillando en la gordura de su desarrollo. como frailes españoles, y haciendo guiños en sus bazares, con socarronería retozona a las muchachas que pasaban por su lado y mirando humildemente al muérdago que colgaba en lo alto. Había peras y manzanas formando altas pirámides apetitosas: había racimos de uvas, que la benevolencia de los fruteros había colgado de magníficos ganchos para que las bocas de los transeúntes pudieran hacerse agua al pasar; había montones de avellanas, mohosas y obscuras, cuya fragancia hacía recordar antiguo9 paseos por en medio de bosques y agradables marchas hundiendo los pies hasta los tobillos en hojas marchitas: había naranjas y limones, que en la gran densidad de sus cuerpos jugosos pedían con urgencia ser llevados a casa en bolsas de papel y comidos después del almuerzo, y había pescados de oro y de plata.
¿Pues y las tiendas de comestibles? ¡Oh, las tiendas de comestibles! Estaban próximas a cerrar, con las puertas entornadas; pero a través de las rendijas daba gusto mirar. No era solamente que los platillos de la balanza produjesen un agradable sonido al caer sobre el mostrador. ni que el bramante se separase del carrete con viveza, ni que las cajas metálicas resonasen arriba y abajo como objetos de prestidigitación, ni que los olores mezclados del té y del café fuesen muy agradables al olfato, ni que las pasas fuesen abundantes y raras, las almendras exageradamente blancas; las tiras de canela largas y rectas, delicadas las otras especias, las frutas confitadas, envueltas en azúcar fundido, capaces de excitar el apetito y dar envidia a los más fríos espectadores. No era tampoco que los higos se mostrasen húmedos y carnosos, ni que las ciruelas francesas enrojeciesen con alguna acritud en sus cajas adornadas, ni que todo excitase el apetito en su aderezo de Navidad, sino que las parroquianas se apresuraban con tal afán en la esperanzada promesa del día, que se empujaban unas a otras a la puerta, haciendo estallar toscamente los cestos de mimbre, y dejaban los portamonedas sobre el mostrador y volvían corriendo a buscarlos, cometiendo cientos de equivocaciones semejantes, con el mejor humor posible; mientras el tendero y sus dependientes se mostraban tan serviciales y tan fogosos, que se comprendía fácilmente que los corazones que latían detrás de los mandiles no se regocijaban sólo por hacer buenas ventas, sino por el júbilo que les producía la Navidad.
Pero pronto las campanas llamaron a las gentes a la iglesia o la capilla, y todos acudieron luciendo por las calles sus mejores vestidos y con la alegría en los rostros, y al mismo tiempo desembocaron por todas las calles, callejuelas y recodos incontables personas que llevaban sus comidas a las tahonas, para ponerlas en el horno. La vista de aquellas pobres gentes de buen humor pareció interesar muchísimo al Espíritu, pues permaneció detrás de Scrooge a la puerta de una tahona, y levantando las tapaderas de las cazuelas, conforme pasaban por su lado los que las llevaban, rociaba las comidas con el incienso de su antorcha, que era verdaderamente extraordinaria, pues una o dos veces que se cruzaron palabras airadas entre algunos portadores de comidas por haberse empujado mutuamente, el Espíritu derramó sobre ellos algunas gotas de líquido procedente de la antorcha, e inmediatamente recobraron su buen humor, pues decían que era una vergüenza disputar el día de Navidad. ¿Y nada más puesto en razón, Señor?
Cesaron de tocar las campanas y los tahoneros cerraron; y, sin embargo, era de admirar cómo desaparecía, por efecto de la confección de aquellas comidas, la mancha de humedad que coronaba todos los hornos, cuyo pavimento echaba humo como si estuvieran asándose hasta sus piedras.
-¿Hay algún aroma peculiar en el líquido de vuestra antorcha con el que rociáis? -preguntó Scrooge.
-Sí. El mío.
-¿Ejerce influencia sobre las comidas en este día? -preguntó Scrooge.
-En todas, sobre todo en las de los pobres. -¿Por qué sobre todo en las de los pobres? preguntó Scrooge.
-Porque son los que más lo necesitan. -Espíritu -dijo Scrooge, después de reflexionar un momento-. me admira que, de todos los seres que viven en este mundo que habitamos, sólo vos deseéis limitar a estas gentes las ocasiones que se les ofrecen de inocente alegría.
-¿Yo? -gritó el Espíritu.
-Sí, porque les priváis de trabajar cada siete días, con frecuencia el único día en que pueden decir verdaderamente que comen. INo es cierto? -díjo Scrooge.
-¡Yo! -gritó el Espíritu.
-Procuráis que cierren los hornos el Séptimo Día -dijo Scrooge-. Y es la misma cosa.
-¿Yo? -exclamó el Espíritu.
-Perdonadme si estoy equivocado. Se hace en vuestro nombre, o, por lo menos, en nombre de vuestra familia -dijo Scrooge.
-Hay algunos seres sobre la tierra -replicó el Espíritu- que pretenden conocernos, y que realizan sus acciones de pasión, orgullo, malevolencia, odio, envidia, santurronería y egoísmo en nuestro nombre, y que son tan extraños para nosotros y para todo lo que con nosotros se relaciona, como sí nunca hubieran vivido. Acordaos de ello y cargad la responsabilidad sobre ellos y no sobre nosotros.
Scrooge prometió lo que el Espíritu le pedía, y siguieron adelante, invisibles como habían sido antes, hacia los suburbios de la ciudad. Era una notable cualidad del Espectro (que Scrooge había observado a la puerta del tahonero) que, a pesar de su talla gigantesca, podía amoldarse a cualquier sitio con comodidad, y que, como un ser sobrenatural, se hallaba en cualquier habitación baja de techo tan cómodamente como podía haber estado en un salón de elevadísimas paredes.
Y ya fuese por el placer que el buen Espíritu experimentaba al mostrar este poder suyo, ya por su naturaleza amable, generosa y cordial y su simpatía por los pobres, condujo a Scrooge derechamente a casa del dependiente de éste, pues allá fue, en efecto, llevando a Scrooge adherido a su vestidura. A1 llegar al umbral, sonrió el Espíritu y se detuvo para bendecir la morada de Bob Cratchit con las salpicaduras de su antorcha. Bob sólo cobraba quince Bob semanales: cada sábado sólo embolsaba quince ejemplares de su nombre, y. sin embargo, el Espectro de la Navidad Presente no dejó por ello de bendecir su morada, que se componía de cuatro piezas.
Entonces se levantó la señora Cratchit, esposa de Cratchit, vestida pobremente con una bata a la cual había dado ya dos vueltas, pero llena de cintas que no valdrían más de seis peniques. y en aquel momento estaba poniendo la mesa, ayudada por Belinda Cratchit, la segunda de sus hijas. también adornada con cintas, mientras master Pedro Cratchit hundía un tenedor en una cacerola de patatas, llegándole a la boca las puntas de un monstruoso cuello planchado (que pertenecía a Bob y que se lo había cedido a su hijo y heredero para celebrar la festividad del día), gozoso al hallarse tan elegantemente adornado y orgulloso de poder mostrar su figura en los jardines de moda. De pronto entraron llorando dos Cratchit más pequeños: varón y hembra, diciendo a gritos que desde la puerta de la tahona habían sentido el olor del ganso y habían conocido que era el suyo; y pensando en la comida, estos pequeños Cratchít se pusieron a bailar alrededor de la mesa y exaltaron hasta los cielos a master Pedro Cratchit, mientras él (sin orgullo, aunque faltaba poco para que le ahogase el cuello) soplaba la lumbre hasta que las patatas estuvieron cocidas y en dísposición de ser apartadas y peladas.
-¿Dónde estará vuestro padre? -dijo la señora Cratchit-. ¿Y vuestro hermano Tiny Tìm? ¿Y Marta. que el año pasado, el día de Navidad. estaba aquí hace ya media hora?
-¡Aquí está Mazta, mamá! --dijo una muchacha. entrando al mismo tiempo que hablaba. -¡Aquí está Marta. mamá! -gritaron los dos Cratchit pequeños-. ¡Viva! ¡Tenemos un ganso, Marta!
-¿Pero, hija mía, cuánto has tardado? --dijo la señora Cratchit, besándola una docena de veces y quitándole et velo y el sombrero con sus propias manos, solícitamente.
-He tenido que terminar una labor para tener libre la mañana, mamá ---replicó ta muchacha. -Bueno; es que nunca creí que vinieses tan tarde. Acércate a la lumbre, hija mía, y caliéntate. ¡Díos te bendiga!
-¡No, no! ¡Ya viene papá! --.gritaron los dos pequeños Cratchit, que danzaban de un lado para otro-. ¡Escóndete. Marta, escóndete!
Escondióse Marta y entró Bob, el padre, con la bufanda colgándole lo menos tres pies por la parte anterior, y su traje muy usado, pero limpio y zurcido, de modo que presentaba un aspecto muy favorable. Traía sobre los hombros a Tiny Tim. ¡Pobre Tiny Tim! Tenía que llevar una pequeña muleta y los miembros sostenidos por un aparato metálico.
-¿Dónde está Marta? -gritó Bob Cratchit. mirando a su alrededor.
-No ha venido -dijo la señora Cratchit. -¡No ha venido! -dijo Bob, con una repentina desilusión en su entusiasmo, pues había sido el caballo de Tim al recorrer todo el camino desde la iglesia y había llegado a casa dando saltos-. ¡No haber venido. siendo el día de Navidad!
A Marta no le agradó ver a su padre desilusionado a causa de una broma, y salió prematuramente de detrás de la puerta, echándose en sus brazos, mientras los dos pequeños Cratchit empujaron a Tíny Tim y le llevaron a la cocina, para que oyese cantar el pudding en la cacerola.
-¿Y cómo se ha portado Tíny Tim? -preguntó la señora Cratchít, después de burlarse de la credulidad de Bob y cuando éste hubo estrechado a su hija contra su corazón.
-Muy bien -dijo Bob-, muy bien. Se ha hecho algo pensativo y se le ocurren las más extrañas cosas que ha oído. A1 venir a casa me decía que quería que la gente le viese en la iglesia, porque él era un inválido, y sería muy agradable para todos recordar el día de Navidad al que había hecho andar a los cojos y había dado vista a los ciegos.
La voz de Bob era temblorosa al decir eso y tembló más cuando dijo que Tiny Tim crecía en fuerza y vigor.
Oyóse su activa muleta sobre el pavimento, y antes de que se oyera una palabra más, reapareció Tiny Tim escoltado por su hermano y su hermana, que le llevaron a su taburete junto a la lumbre. Mientras Bob, remangándose los puños -¡pobrecíllo!, como si fuese posible estropearlos más -, confeccionaba una mixtura con ginebra y limón y la agitaba una y otra vez, colocándola después en el antehogar para que cociese a fuego lento, master Pedro y los dos ubicuos Cratchit pequeños fueron en busca del ganso, con el cual aparecieron en seguida en solemne procesión:
Tal bullicio se produjo entonces, que creyérase al ganso la más rara de todas las aves, un fenómeno con plumas, ante el cual fuese cosa corriente un cisne negro, y en verdad que en aquella casa era ciertamente extraordinario. La señora Cratchit calentó la salsa (ya preparada en una cacerolita) ; master Pedro mojó las patatas con vigor increíble; la señorita Belinda endulzó la salsa de manzanas; Marta quitó el polvo a la vajilla; Bob sentó a Tíny Tim a su lado en una esquina de la mesa; los dos pequeños Cratchit pusieron sillas para todos, sin olvidarse de ellos mismos, y montando la guardia en sus puestos. se metieron la cuchara en la boca, para no gritar pidiendo el ganso antes de que llegara el momento de servirlo. Por fin se pusieron los platos, y se dijo una oración, a la que siguió una pausa, durante la cual no se oía respirar, cuando la señora Cratchit, examinando el trinchante, se disponía a hundirlo en la pechuga; pero cuando lo hizo y salió del interior del ganso un borbotón de relleno, un murmullo de placer se alzó alrededor de la mesa, y hasta Tíny Tim, animado por los pequeños Cratchit, golpeó en la mesa con el mango de su cuchillo y gritó débilmente: -¡Viva!
Nunca se vio ganso como aquél. Bob dijo que jamás creyó que pudiera existir un manjar tan delicioso. Su blandura y su aroma, su tamaño y su baratura fueron los temas de la admiración general; y añadiéndole la salsa de manzanas y las patatas deshechas, constituyó comida suficiente para toda la familia; en efecto, como la señora Cratchit dijo (al observar que había quedado un hueseçillo en el plato), no habían podido comérselo todo. Sin embargo, todos quedaron satisfechos, particularmente los Cratchit más pequeños, que tenían salsa hasta en las cejas. La señorita Belinda cambió los platos y la señora Cratchit salió del comedor muy nerviosa porque no quería que la viesen ir en busca del .pudding.
Entonces los comensales supusieron toda clase de horrores: que no estuviera todavía bastante hecho; que se rompiera al llevarlo a la mesa; que alguien hubiera escalado la pared del patio y lo hubiera robado, mientras estaban entusiasmados con el ganso... Ante esta suposición los dos pequeños Cratchit se pusieron pálidos.
¡Atención! ¡Una gran cantidad de vapor! El pastel estaba ya fuera del molde. Un olor a tela mojada. Era el paño que lo envolvía. Un olor apetitoso, que hacía recordar al fondista. al pastelero de la casa de al lado y a la planchadora. ¡Era el pudding!. A1 medio minuto entró la señora Cratchit con el rostro encendido, -pero sonriendo orgullosamente- con el pudding, que parecía una bala de cañón. duro y macizo, lanzando las llamas que producía la vigésima parte de media copa de aguardiente inflamado, y embellecido con una rama del árbol de Navidad clavada en la cúspide.
¡Oh, admirable pudding! Bob Ccatchit dijo con toda seriedad que lo estimaba como el éxito más grande conseguido por la señora Cratchit desde que se casaron. La señora Cratchit dijo que no podía calcular lo que pesaba el pudding, y confesó que había tenido sus dudas acerca de la cantidad de harina. Todos tuvieron algo que decir respecto de él, pero ninguno dijo (ni lo pensó siquiera) que era un pudding pequeño para una familia tan numerosa. Ello habría sido una gran herejía. Los Cratchit hubiéranse ruborizado de insinuar semejante cosa.
Por fin se terminó la comida, alzóse el mantel, se limpió el hogar y se encendió fuego; y después de beber en el jarro el ponche confeccionado por Bob, y que se consideró excelente, pusiéronse sobre la mesa manzanas y naranjas y una pala llena de castañas sobre la lumbre. Después, toda la familia Cratchit se colocó alrededor del hogar, formando lo que Bob llamaba un círculo, queriendo decir semicírculo; y cerca de él se colocó toda la cristalería: dos vasos y una flanera sin mango.
No obstante, tales vasijas servían para beber el caliente ponche, tan bien como habrían servido copas de oro, y Bob lo sirvió con los ojos resplandecientes, mientras las castañas sobre la lumbre crujían y estallaban ruidosamente. Entonces Bob brindó:
-¡Felices Pascuas para todos nosotros, hijos míos, y que Díos nos bendiga!
Lo cual repitió toda la familia..
-¡Que Dios nos bendiga! -dijo Tiny Tim, el último de todos.
Estaba sentado, arrimadito a su padre, en su taburete. Bob puso la débil manecita del niño en la suya, con todo cariño, deseando retenerle junto a sí, como temiendo que se lo pudiesen arrebatar.
-Espíritu -dijo Scrooge, con un interés que nunca había sentido hasta entonces-. Decidme si Tiny Tim vivirá.
-Veo un asiento vacante -replicó el Espectro en la esquina del pobre hogar y una muleta sin dueño, cuidadosamente preservada. Si tales sombras permanecen inalteradas por el futuro, el niño morirá.
-¡No, no! --dijo Scrooge-. ¡Oh, no, Espíritu amable! Decid que se evitará esa muerte.
-Si tales sombras permanecen inalteradas por el futuro, ningún otro de mi raza -replicó el Espectro le encontrará aquí. ¿Y qué? Si él muere, hará bien, porque así disminuirá el exceso de población.
Scrooge bajó la cabeza al oír sus propias palabras, repetidas por el Espíritu, y se sintió abrumado por el arrepentimiento y el pesar.
-Hombre -dijo el Espectro-, si sois hombre de corazón y no de piedra, prescindid de esa malvada hipocresía hasta que hayáis descubierto cuál es el exceso y dónde está. ¿Vais a decir cuáles hombres deben vivir y cuáles hombres deben morir? Quizás a los ojos de Dios vos sois más indigno y menos merecedor de vivir que millones de niños como el de ese pobre hombre. ¡Oh, Dios? ¡Oír al insecto sobre la hoja decidir acerca de la vida de sus hermanos hambrientos!
Scrooge se inclinó ante la reprensión del Espíritu y, tembloroso, bajó la vista hacia el suelo. Pero la levantó rápidamente al oír pronunciar su nombré.
-¡El señor Scrooge! -dijo Bob-. ¡Brindemos por el señor Scrooge, que nos ha procurado esta fiesta! -En verdad que nos ha procurado esta fiesta- exclamó la señora Cratchit, sofocada-. Quisiera tenerle delante para que la celebrase, y estoy segura de que se le iba a abrir el apetito.
-¡Querida -dijo Bob-, los niños! Es el día de Navidad.
-Es preciso, en efecto, que sea el día de Navidad -dijo ella-, para beber a la salud de un hombre tan odioso, tan avaro, tan duro, tan insensible, como el señor Scrooge.. Ya le conoces, Roberto. Nadie le conoce mejor que tú, pobrecillo.
-Querida -fue la dulce respuesta de Bob-. Es el día de Navidad.
-Beberé a su salud por ti y por ser el día que es -dijo la señora Cratchit-, no por él. ¡Qué viva muchos años! ¡Que tenga Felices Pascuas y Feliz Año Nuevo! ¡El vivirá muy alegre y muy feliz, sin duda alguna!
Los niños brindaron también. Fue de todo lo que hicieron lo único que no tuvo cordialidad. Tiny Tím brindó el último de todos, pero sin poner la menor atención. Scrooge era el ogro de la familia. La sola mención de su nombre arrojó sobre los reunidos una sombra obscura, que no se disipó sino después de cinco minutos.
Pasada aquella impresión, estuvieron diez veces más alegres que antes, al sentirse aliviados del maleficio causado por el nombre de Scrooge. Bob Cratchit les contó que tenía en perspectiva una colocación para master Pedro, que podría proporcionarle, si la conseguía, cinco chelines y seis peniques semanales. Los dos pequeños Cratchít rieron atrozmente ante la idea de ver a Pedro hecho un hombre de negocios, y el mismo Pedro miró pensativamente al fuego, sacando la cabeza entre las dos puntas del cuello, como si reflexionara sobre la notable investidura de que gozaría cuando llegase a percibir aquel enorme ingreso. Marta, que era una pobre aprendiza en un taller de modista, les contó la clase de labor que tenía que hacer y cómo algunos días trabajaba muchas horas seguidas. Dijo que al día siguiente pensaba levantarse tarde de la cama, pues era un día festivo que iba a pasar en casa. Contó que hacía pocos días había visto a una condesa con un lord y que el lord era casi tan alto como Pedro, y éste, al oírlo, se alzó tanto el cuello, que, si hubierais estado presentes, no habríais podido verle la cabeza. Durante: todo este tiempo no cesaron de comer castañas y beber ponche, y de aquí a poco escucharon una canción referente a un niño perdido que caminaba por la nieve, cantada por Tiny Tim, que tenía una quejumbrosa vocecita, y la cantó muy bien, ciertamente.
Nada había de aristocrático en aquella familia. Sus individuos no eran hermosos, no estaban bien vestidos, sus zapatos hallábanse muy lejos de ser impermeables, sus ropas eran escasas, y Pedro conocería muy probablemente el interior de las prenderías. Pero eran dichosos, agradables, se querían mutuamente y estaban contentos con su suerte; y cuando ya se desvanecían ante Scrooge, pareciendo más felices a los brillantes destellos da la antorcha del Espíritu al partir, Scrooge los miró atentamente, sobre todo a Tinp Tim, de quien no apartó la mirada hasta el último instante.
Mientras tanto, había anochecido y nevaba copiosamente; y conforme Scrooge y el Espíritu recorrían las calles, la claridad de la lumbre en las cocinas, en los comedores y en toda clase de habitaciones era admirable. Aquí, el temblor de la llama mostraba los preparativos de una gran comida familiar, con fuentes que trasladaban de una parte a otra junto a la lumbre, y espesas cortinas rojas, prontas a caer para ahuyentar el frío y la obscuridad. Allá, todos los niños de la casa salían corriendo sobre la nieve al encuentro de sus hermanas casadas, de sus hermanos, de sus primos; de sus tíos, de sus tías, para ser los primeros en saludarles. En otra parte, veíanse en la ventana las sombras de los comensales reunidos; y más allá, un grupo de hermosas muchachas, todas con caperuzas y con botas de abrigo y charlando todas a la vez, marchaban alegremente a alguna casa cercana. ¡Infeliz del soltero (las astutas hechiceras bien lo sabían) , que entonces las hubiera visto entrar, con la tez encendida por el frío!
Si hubierais juzgado por el número de personas que iban a reunirse con sus amigos, habríais pensado que no quedaba nadie en las casas para recibirlas cuando llegasen, aunque ocurría lo contrario: en todas las casas se esperaban visitas y se preparaba el combustible en la chimenea. ¡Cuán satisfecho estaba el Espectro! ¡Cómo desnudaba la amplitud de su pecho y abría su espaciosa mano, derramando con generosidad su luciente y sana alegría sobre todo cuanto se hallaba a su alcance! El mismo farolero, que corría delante de él salpicando las sombrías calles con puntos de luz, y que iba vestido como para pasar la noche en alguna parte, se echó a reír a carcajadas cuando pasó el Espíritu por su lado, aunque fácilmente se adivinaba que el farolero ignoraba que su compañero del momento era la Navidad en persona.
De pronto, sin una palabra de advertencia por parte del Espectro, halláronse en una fría y desierta región pantanosa. en la que había derrumbadas monstruosas masas de piedra, como si fuera un cementerio de gigantes: el agua se derramaba por dondequiera, es decir, se habría derramado, a no ser por la escarcha que la aprisionaba, y nada había crecido sino el moho, la retama y una áspera hierba. En la concavidad del Oeste, el sol poniente había dejado una ardiente franja roja que fulguró sobre aquella desolación durante un momento, como un ojo sombrío que, tras el párpado, fuese bajando, bajando, bajando, hasta perderse en las densas tinieblas de la obscura noche.
-¿Qué sitio es éste? -preguntó Scrooge. -Un sitio donde viven los mineros, que trabajan en las entrañas de la tierra --contestó el Espíritu-. Pero me conocen. ¡Mirad!
Brillaba una luz en la ventana de una choza y rápidamente se dirigieron hacía ella. Pasando a través de la pared de piedra y barro, hallaron una alegre reunión alrededor de un fuego resplandeciente , un hombre muy viejo y su mujer, con sus hijos y los hijos de sus hijos y parientes de otra generación más, todos con alegres adornos en su atavío de fiesta. El anciano, con una voz que rara vez se distinguía entre los rugidos del viento sobre la desolada región, entonaba una canción de Navidad, que ya era una vieja canción cuando él era un muchacho, y de vez en cuando todos los demás se le unían al coro. Cuando ellos levantaban sus voces, el anciano hacía lo mismo y sentíase con nuevo vigor, y cuando ellos se detenían en el canto, el vigor del anciano decaía de nuevo.
El Espíritu no se detuvo allí, sino que dejó a Scrooge que se agarrase a su vestidura y, cruzando sobre la región pantanosa, se dirigió... ¿adónde? ¿No sería al mar? Pues, sí, al mar. Horrorizado, Scxooge vio que se acababa la tierra y contempló una espantosa serie de rocas detrás de ellos, y ensordeció sus oídos el fragor del agua, que rodaba y rugía y se encrespaba entre medrosas cavernas abiertas por ella y furiosamente trataba de socavar la tierra.
Edificado sobre un lúgubre arrecife de las escarpadas rocas, próximamente a una legua de la orilla, y sobre el cual se lanzaban las aguas irritadas durante todo el año, se erguía un faro solitario. Grandes cantidades de algas colgaban hasta su base, y pájaros de las tormentas -nacidos del viento, se puede suponer, como las algas nacen del agua- subían y bajaban en torno de él como las olas que ellos rozaban con las alas.
Pero aun allí, dos hombres que cuidaban del faro habían encendido una hoguera que, a través de la tronera abierta en el espeso muro de piedra, lanzaba un rayo de luz resplandeciente sobre el mar terrible. Los dos hombres, estrechándose las callosas manos por encima de la tosca mesa a la cual hallábanse sentados, se deseaban mutuamente Felices Pascuas al beber su jarro de ponche, y uno de ellos, el más viejo, que tenía la cara curtida y destrozada por los temporales como pudiera estarlo el mascarón de proa de un barco viejo, rompió en una robusta canción, semejante al cantar del viento.
De nuevo siguió adelante el Espectro, por encima del negro y agitado mar -adelante, adelante-, hasta que, hallándose muy lejos, según dijo a Scrooge, de todas las orillas, descendieron sobre un buque. Colocáronse tan pronto junto al timonel, que estaba en su puesto, tan pronto junto al vigía en la proa, o junto a los oficiales de guardia, obscuras y fantásticas figuras en sus varias posiciones; pero todos ellos tarareaban una canción de Navidad o tenían un pensamiento propio de Navidad. o hablaban en voz baja a su compañero de algún día de Navidad ya pasado, con recuerdos del hogar referentes a él. Y todos cuantos se hallaban a bordo, despiertos o dormidos, buenos o malos, habían tenido para los demás una palabra más cariñosa aquel día que otro cualquiera del año, y habían tratado extensamente de aquella festividad, y habían recordado a las personas queridas a través de la distancia y habían sabido que ellas tenían un placer en . recordarlos.
Sorprendióse grandemente Scrooge mientras escuchaba el bramido del viento y pensaba qué solemnidad tiene su movimiento a través de la aislada obscuridad sobre un ignorado abismo, cuyas honduras son secretos tan profundos como la muerte; sorprendíóse grandemente Scrooge cuando, reflexionando así, oyó una estruendosa carcajada. Pero se sorprendió mucho más al reconocer que aquella risa era de su sobrino, y al encontrarse en una habitación clara, seca y luminosa, con el Espíritu sonriendo a su lado y mirando a su propio sobrino con aprobadora afabilidad.
-¡Ja, ja! -rió el sobrino de Scrooge-. ¡Ja, ja, ja!
Si por una inverosímil probabilidad sucediera que conocieseis un hombre de risa más sana que et sobrino de Scrooge, me agradaría mucho conocerle. Presentadme a él y cultivaré su amistad.
Es cosa admirable, demostradora del exacto mecanismo de las cosas, que así como hay contagio en la enfermedad y en la tristeza, no hay nada en el mundo tan irresistiblemente contagioso como la risa y el buen humor. Cuando el sobrino de Scrooge se echó a reír de esta manera, sujetándose las caderas, dando vueltas a la cabeza y haciendo muecas, con las más extravagantes contorsiones, la sobrina de Scrooge, sobrina política, se echó a reír tan cordialmente como él. Y los amigos que se hallaban con ellos también rieron ruidosamente.
-¡Ja, ja! ¡Ja, ja, ja!
-¡Dijo que la Navidad era una patraña, como tengo que morirme! -gritó el sobrino de Scrooge-. ¡Y lo creía!
-¡Qué vergüenza para él! -dijo la sobrina de Scrooge, indignada.
Era muy linda, extraordinariamente linda, de cara agradable y cándida, de sazonada boquita, que parecía hecha para ser besada, como lo era, sin duda; con toda clase de hermosos hoyuelos en la barbilla, que se mezclaban unos con otros cuando se reía, y con los dos ojos más esplendorosos que jamás habéis visto en una cabecita humana. Era enteramente lo que habrían llamado provocativa, pero intachable. ¡Oh, perfectamente intachable!
-Es un individuo cómico -dijo el sobrino de Scrooge-; eso es verdad, y no tan agradable como debiera ser. Sin embargo, sus deectos llevan el castigo de ellos mismos, y yo no tengo nada que decir contra él.
-Sé que es muy rico, Fred -insinuó la sobrina de Scrooge-. A1 menos siempre me has dicho que lo era.
-¿Y qué, amada mía? -dijo el sobrino-. Su riqueza es inútil para él. No hace nada bueno con ella. No se procura comodidades con ella. No ha tenido la satisfacción de pensar -¡ja, ja, ja!- que va a beneficiarnos con ella.
-Me falta la paciencia con él -indicó la sobrina de Scrooge. Las hermanas de la sobrina de Scrooge y todas las demás señoras expresaron la misma opinión.
-¡Oh! -dijo. el sobrino de Scrooge-. Yo lo siento por él. No puedo irritarme contra él aunque quiera. ¿Quién sufre con sus genialidades? Siempre él. Se le ha metido en la cabeza no complacernos y no quiere venir a comer con nosotros. ¿Cuál es la consecuencia? Es verdad que perder una mala comida no es perder mucho.
-Pues yo creo que ha perdido una buena comida -interrumpió la sobrina de Scrooge. Todos los demás dijeron lo mismo, y se les debía considerar como jueces competentes, porque en aquel momento acababan de comerla; los postres estaban ya sobre la mesa, y todos habíanse reunido alrededor de la lumbre.
-¿Bueno! Me alegra mucho oírlo -dijo el sobrino de Scrooge-, porque no tengo mucha confianza en estas jóvenes amas de casa. ¿Qué opinas, Topper?
Topper tenía francamente fijos los ojos en una de las hermanas de la sobrina de Scrooge, y contestó que un soltero era un infeliz paria que no tenía derecho a emitir su opinión respecto del asunto; y en seguida la hermana de la sobrina de Scrooge -la regordeta, con el camisolín de encaje, no la de las rosas- se ruborizó.
-Continúa, Fred -dijo la sobrina de Scrooge, palmoteando-. Ese nunca termina lo que empieza a decir. ¡Es un muchacho ridículo!
E1 sobrino de Scrooge soltó otra carcajada, y como era imposible evitar el contagio, aunque la hermana regordeta trató con dificultad de hacerlo, oliendo vinagre aromático, el ejemplo de él fue seguido unánimemente.
-Solamente iba a decir -continuó el sobrino de Scrooge- que la consecuencia de disgustarse con nosotros y no divertirse con nosotros es, según creo, que pierde algunos momentos agradables que no le habrían perjudicado. Estoy seguro de que pierde más agradables compañeros que los que puede encontrar en sus propios pensamientos, en su viejísimo despacho o en sus polvorientas habitaciones. Me propongo darle igual ocasión todos los años, le agrade o no le agrade, porque le compadezco. Que se burle de la Navidad hasta que se muera; pero no puede menos de pensar mejor de ella, le desafío, si se encuentra conmigo de buen humor, año tras año, diciéndole: "Tío Scrooge, ¿cómo estáis?" Si sólo eso le hace dejar a su pobre dependiente cincuenta libras, ya es algo; y creo que ayer le conmoví.
A1 oír que había conmovido a Scrooge, rieron los demás. Pero como Fred tenía corazón sencillo y no se preocupaba mucho del motivo de la risa con tal de ver alegres a los demás, el sobrino de Scrooge les animó a divertirse, haciendo circular la botella alegremente.
Después del té hubo un poco de música, pues formaban una familia de músicos, y os aseguro que eran entendidos. especialmente Topper, que hizo sonar el bajo como los buenos, sin que se le hincharan las venas de la frente ni se le pusiera roja la cara. La sobrina de Scrooge tocó bien el arpa, y entre otras piezas tocó un aria sencilla (una nonada; aprenderíais a tararearla en dos minutos), que había sido la canción favorita de la niña, que sacó Scrooge de la escuela, como recordó el Espectro de la Navidad Pasada. Cuando sonó aquella música, todas las cosas que el Espectro habíale mostrado se agolparon a la imaginación de Scrooge; se enterneció más y más, y pensó que si hubiera escuchado aquello con frecuencia años antes, podía haber cultivado la bondad de la vida con sus propias manos para su felicidad, sin recurrir a la azada del sepulturero que enterró a Jacob Marley.
Pero no dedicaron toda la noche a la música. Al poco rato jugaron a las prendas, pues es bueno sentirse niños algunas veces, y nunca mejor que en Navidad, cuando su mismo poderoso fundador era un niño. ¿Basta? Luego se jugó a la gallina ciega, y, sin duda, alguien parecía no ver. Y tan pronto creo que Topper estaba realmente ciego, como creo que tenía ojos hasta en las botas. Mi opinión es que había acuerdo entre él y el sobrino de Scrooge, y que el Espectro de la Navidad Presente lo sabía. Su proceder respecto a la hermana regordeta, la del camisolín de encaje. era un ultraje a la credulidad de la naturaleza humana. Dando puntapiés a los utensilios del hogar, tropezando con las sillas, chocando contra el piano, metiendo la cabeza entre los cortinones, adondequiera que fuese ella, siempre ocurría lo mismo. Siempre sabía dónde estaba la hermana regordeta. Nunca cogía a otra cualquiera. Si os hubierais puesto delante de él (como hicieron algunos de ellos) con intención, habría fingido que iba a apoderarse de vosotros, lo cual habría sido una afrenta para vuestra comprensión, e instantáneamente se habría ladeado en dirección de la hermana regordeta. A menudo gritaba ella que eso no estaba bien, y realmente no lo estaba. Pero cuando por fin la cogió; cuando, a pesar de todos los crujidos de la seda y de los rápidos revoloteos de ella para huir, consiguió alcanzarla en un rincón donde no tenía escape, entonces su conducta fue verdaderamente execrable. Porque, con el pretexto de no conocerla, juzgó necesario tocar su cofia y además asegurarse de su identidad oprimiendo cierto anillo que tenía en un dedo y cierta cadena que le rodeaba el cuello; ¡todo eso era vil, monstruoso! Sin duda ella le dijo su opinión respecto de ello, pues cuando le correspondió a otro ser el ciego, ambos se hallaban contándose sus confidencias detrás de un cortinón.
La sobrina de Scrooge no tomaba parte en el ,juego de la gallina ciega; permanecía sentada en una butaca con un taburete a los pies en un cómodo rincón de la estancia, donde el Espectro y Scrooge estaban en pie detrás de ella; pero participaba en el juego de prendas, y era de admirar particularmente en el juego de ¿cómo os gusta?, combinación amorosa con todas las letras del alfabeto, y la misma habilidad demostró en el de ¿cómo, dónde y cuándo?, y, con gran alegría interior del sobrino de Scrooge, derrotaba completamente a todas sus hermanas, aunque éstas no eran tontas, como hubiera podido deciros Topper. Habría allí veinte personas, jóvenes y viejos; pero todos jugaban, y lo mismo hizo Scrooge, quien. olvídando enteramente (tanto se interesaba por aquella escena) que su voz no sonaba en los oídos de nadie, decía en alta voz las palabras que había que adivinar, y muy a menudo acertaba, pues la aguja más afilada, la mejor Whitechapel, con la garantía de no cortar el hilo, no era más aguda que Scrooge, aunque le conviniera aparecer obtuso ante el mundo.
Al Espectro le agradaba verle de tan buen humor, y le miró con tal benevolencia, que Scrooge le suplicó, como lo hubiera hecho un niño, que se quedase allí, hasta que se fuesen los convidados. Pero el Espíritu le dijo que no era posible.
-He aquí un nuevo juego -dijo Scrooge-. ¡Media hora, Espíritu, sólo media hora!
Era un juego llamado sí y no, en el cual el sobrino de Scrooge debía pensar una cosa y los demás adivinar lo que pensaba, contestando a sus preguntas solamente sí o no, según el caso. El vivo juego de preguntas a que estaba expuesto le hizo decir que pensaba en un animal, en un animal viviente, más bien un animal desagradable, un animal salvaje, un animal que unas veces rugía y gruñía y otras veces hablaba, que vivía en Londres y se paseaba por las calles, que no se enseñaba por dinero, que nadie le conducía, que no vivía en una casa de fieras, que nunca se llevaba al matadero, y que no era un caballo, ni un asno, ni una vaca, ni un toro, ni un tigre, ni un perro. ni un cerdo, ni un gato, ni un oso. A cada nueva pregunta que se le dirigía, el sobrino soltaba una nueva carcajada, y llegó a tal extremo su júbilo, que se vio obligado a dejar el sofá y echarse en el suelo. Al fin, la hermana regordeta, presa también de una risa loca, exclamó:
-¡He dado con ello! ¿Ya sé lo que es, Fred! ¡Ya sé lo que es!
-¿Qué es? -preguntó Fred.
-¿Es vuestro tío Scro-o-o-ge!
Eso era, efectivamente. La admiración fue el sentimiento general, aunque algunos hicieron notar que la respuesta a la pregunta "¿Es un oso?" debió ser "Sí", tanto más cuanto que una respuesta negativa bastó para apartar sus pensamientos de Scrooge, suponiendo que se hubiera dirigido a él desde luego.
-Ha contribuido en gran manera a divertirnos- dijo Fred- y seríamos ingratos si no bebiéramos a su salud. Y puesto que todos tenemos en la mano un vaso de ponche con vino. yo digo: ¡Por el tío Scrooge!
-¡Bien! ¿Por el tío Scrooge! -exclamaron todos.
-¡Felices Pascuas y feliz Año Nuevo al viejo, sea lo que fuere! -dijo el sobrino de Scrooge-. No aceptaría él tal felicitación saliendo de mis labios, pero que la reciba, sin embargo. ¡Por el tío Scrooge!
E1 tío Scrooge habíase dejado poco a poco conquistar de tal modo por el júbilo general, y sentía tan ligero su corazón, que hubiera correspondido al brindis de la reunión, aunque ésta no podía advertir su presencia, dándole las gracias , en un discurso que nadie habría oído, si el Espectro le hubiera dado tiempo. Pero toda la escena desapareció con el sonido de la última palabra pronunciada por su sobrino, y Scrooge y el Espíritu continuaron su viaje.
Vieron muchos países, fueron muy lejos y visitaron muchos hogares, y siempre con feliz resultado. El Espíritu se colocaba junto al lecho de los enfermos; y ellos se sentían dichosos: si visitaba a los que se hallaban en país extranjero, creíanse en su patria; si a los que luchaban contra la suerte, sentíanse resignados y llenos de esperanza; si se acercaba a los pobres, se imaginaban ricos. En las casas de caridad, en los hospitales, en las cárceles, en todos los refugios de la miseria, donde el hombre, orgulloso de su efímera autoridad. no había podido prohibir la entrada y cerrar la puerta, al Espíritu dejaba su bendición e instruía a Scrooge en sus preceptos.
Fue una larga noche, si es que todo aquello sucedió en una sola noche; pero Scrooge dudó de ello, porque le parecía que se habían condensado varias Navidades en el espacio de tiempo que pasaron juntos. Era extraño, sin embargo, que mientras Scrooge no experimentaba modificación en su forma exterior, el Espectro se hacía más viejo, visiblemente más viejo. Scrooge había advertido tal cambio, pero nunca dijo nada, hasta que al salir de una reunión infantil donde se celebraban los Reyes, mirando al Espíritu cuando se hallaban solos, notó que sus cabellos eran grises.
-¡Es tan corta la vida de los Espíritus? -preguntó Scrooge.
-Mi vida sobre este globo es muy corta -replicó el Espectro-. Esta noche termina.
-¡Esta noche! --gritó Scrooge.
-Esta noche, a las doce. ¡Escuchad! La hora se acerca.
En aquel momento las campanas daban las once y tres cuartos.
-Perdonadme sí soy indiscreto al hacer tal pregunta -dijo Scrooge. mirando atentamente la túnica del Espíritu-, pero veo algo extraño, que no os pertenece saliendo por debajo de vuestro vestido. ¿Es un pie o una garra?
-Pudiera ser una garra. a juzgar por la carne que hay encima -contestó con tristeza el Espíritu-. ¡Mirad!
De los pliegues de su túnica hizo salir dos niños miserables, abyectos, espantosos, horribles, repugnantes. que cayeron de rodillas a sus pies y se agarraron a su vestidura.
-¡Oh, hombre! ¡Mira, mira, mira a tus pies! exclamó el Espectro.
Eran un niño y una niña, amarillos. flacos, cubiertos de harapos. ceñudos, feroces, pero postrados, sin embargo, en su abyeccíón. Cuando una graciosa juventud habría debido llenar sus mejillas y extender sobre su tez los más frescos colores, una mano marchita y desecada, como la del tiempo, las había arrugado, enflaquecido y decolorado. Donde los ángeles habrían debido reinar, los demonios se ocultaban para lanzar miradas amenazadoras. Ningún cambio, ninguna degradación, ninguna perversión de la humanidad, en ningún grado, a través de todos los misterios de la admirable creación, ha producido, ni con mucho, monstruos tan horribles y. espantosos.
Scrooge retrocedió, pálido de terror. Teniendo en cuenta quien se los mostraba, intentó decir que eran niños hermosos; pero las palabras se detuvieron en su garganta antes que contribuir a una mentira de tan enorme magnitud.
-Espíritu, ¿son hijos vuestros? -Scrooge no pudo decir más.
--Son los hijos de los hombres -contestó el Espíritu, mirándolos-. Y se acogen a mí para reclamar contra sus padres. Este niño es la Ignorancia. Esta niña es la Miseria. Guardaos de ambos y de toda su descendencia. pero sobre todo del niño, pues en su frente veo escrita la sentencia, hasta que lo escrito sea borrado. ¡Niégalo! -gritó el Espíritu, extendiendo una mano hacia la ciudad-. ¡Calumnia a los que te lo dicen! Eso favorecerá tus designios abominables. ¡Pero el fin llegará!
-¿No tienen ningún refugio ni recurso? -exclamó Scrooge.
-¿No hay cárceles? -dijo el Espíritu, devolviéndole por última vez sus propias palabras-. ¿No hay casas de corrección?
La campana dio las doce.
Scrooge miró a su alrededor en busca del Espectro, y ya no le vio. Cuando la última campanada dejó de vibrar, recordó la predicción del viejo Jacob Marley, y, alzando los ojos, vio un fantasma de aspecto solemne, vestido con una túnica con capucha y que iba hacia él deslizándose sobre la tierra como se desliza la bruma.
Pasadas unas horas, Scrooge ve que es hora de cerrar y le pregunta a Fred si va a querer el día siguiente para descansar, el respondió que naturalmente si. Scrooge acepto muy molesto porque le tendría que pagar por un día que no fuera a trabajar. Cuando cerro su despacho, se dirigió a su casa y cuando estaba por introducir la llave de su casa en la puerta principal, miro la cara de Marley en el llamador de su puerta, Scrooge se asusta y tira la llave, voltea la mirada y cuando vuelve a ver, el llamador volvió a la normalidad. Ebenezer sube hasta su habitación, se cambia las ropas y se sienta en su silla frente a la chimenea. Scrooge mira fijamente la campanilla que esta sobre la chimenea. La campanilla se empieza a mover despacio y luego todas las campanas de la casa empiezan a sonar. Las campanas se detienen juntas y después, atraviesa la puerta el fantasma de Jacobo Marley encadenado por todos sus miembros a pesados bloques de hierro que no lo dejaban moverse con libertad. Scrooge duda de la presencia, el fantasma le dice que es el espectro de su antiguo socio Jacobo Marley, pero aun así Scrooge sigue dudando. El fantasma le reclama por su incredulidad y le dice que confié y crea que de verdad es el fantasma de Marley. Scrooge, incrédulo, le dice que era producto de su imanación, que una mala comida podría haber logrado esa visión y no era algo que en realidad existiera. El fantasma para que le creyera, se saca la venda que le rodea la cabeza y se le cae la mandíbula y le lanza un grito, ante tal susto Scrooge le dice que ya cree en el. Scrooge le pregunta porque esta encadenado y le dice que esas cadenas son las que el mismo ha forjado en su vida terrenal y que el tenia una cadena tan larga siete años atrás, pero ahora es mucho mas larga y pesada. El fantasma le dijo que le iban a visitar tres fantasmas en las tres noches siguientes, a la primera hora de la noche. Le dijo que les hiciera caso porque todavía estaba a tiempo de salvar su alma. El fantasma se fue alejando y cuando llego a la ventana le hizo una señal a Scrooge para que se acerque hasta que le hizo una señal y se detuvo. Scrooge con mucha curiosidad se acerca a la ventana y ve un millar de fantasmas que flotan y todos llevan cadenas, Scrooge reconoció a varios de sus antiguos socios y todos estavan pagando una culpa. Después de haber visto tan horrible paisaje, Scrooge se duerme.
Cuando Ebenezer se despierta, no había luz de día pero Scrooge pensó que todavía no amanecía, pero se sorprendió cuando escucho que el reloj marcaba doce campanadas. Scrooge pensó que se había malogrado el reloj de la ciudad, pero cuando vio su reloj se dio cuenta que en verdad eran las doce de la noche. Y se acordó de lo que le había dicho el fantasma de Marley y espero que llegara la hora anunciada. Sonaron las campanas anunciando que ya era la primera hora de la noche, Scrooge se preparo. De un momento para otro, la habitación se lleno de luz y Ebenezer no pudo ver nada. El primer fantasma apareció, era un fantasma pequeño que tenia la figura de un anciano pero sin una arruga en la cara, el detalle mas intrigante era un apagador a modo de gorro, pero lo llevaba en el brazo. El fantasma se presenta como "El Espectro de la Navidad Pasada", Scrooge comprendido que eran de las navidades pasadas hace mucho tiempo. A Scrooge le dio curiosidad y quiso ver al fantasma con su gorro, pero en cuanto se lo dijo el se molesto y le reclamo porque el y los suyos son los que hacían ese gorro que apaga todos los espíritus de luz. Scrooge comprende y se calla. El fantasma le dice que tome su mano, Scrooge le dice que el no puede pasar a través de las paredes porque es un humano y se puede caer. El fantasma le demuestra que siempre va a estar bien cuando le toca el pecho. Scrooge le da la mano al espíritu y el se lo lleva, Scrooge se asusta al comienzo porque se eleva y piensa que va a caer hacia un abismo sin fin.
El fantasma lo llevo hasta un ambiente en el que habían varios niños, la cara de Scrooge muestra símbolos de una leve alegría y reconoce el lugar, reconoce a todos los niños y los nombra uno a uno. Después de haber visto esto, el fantasma lo llevo hacia una habitación oscura en la que habían varios niños que se despedían y se deseaban feliz navidad, Scrooge se reconoció entre todos esos niños y vio que estaba sumido en una lectura muy interesante. Scrooge recordó todos los libros que leyó en esos tiempos, todos los personajes y todas las aventuras. Después de ver esto, el espíritu cambia de ambiente, la habitación se vuelve mas oscura, en esa habitación hay un niño que camina de un lado hacia otro desesperado, Scrooge se vuelve a reconocer en ese niño. Scrooge mira al espectro y vuelve a ver la habitación, se abre una puerta en la que entra su hermana corriendo alegremente. Cuando llega le dice a Scrooge que su padre a aceptado que vaya a vivir con ellos. El niño salta de alegría y no puede creer lo que su hermana le ha dicho. Mientras celebraban momentaneamente, llega el maestro de Scrooge que esta con un cochero y le dice que baje su baúl porque ya se iba de ese lugar. Los niños subieron al coche, se despidieron del maestro y se fueron. Scrooge comento que su hermana había muerto joven y el espíritu le recuerdo que había tenido un hijo y Scrooge se acordó de su sobrino. Después de haber visto esto, cambio el ambiente, llegaron hasta un almacén en donde le pregunto a Scrooge si reconocía el lugar.Ebenezer se alegro al reconocer el lugar, en donde había sido aprendiz.
En ese sitio había un hombre que llamaba a dos chicos bajo los nombres de Dick y Ebenezer, el señor que los estaba llamando era el señor Fezziwig, llegaron dos muchachos, Scrooge se reconoció en uno de ellos y a uno de sus viejos amigos. El señor Fezziwig les dijo a los dos muchachos que esa noche no se trabajaba por ser noche buena, los chicos se alegraron y el señor Fezziwig les dijo que era momento de distraerse y empezar un baile. En ese momento, los objetos que estaban allí desaparecieron y apareció un violinista con un cuaderno que cuando empezó a tocar apareció toda una orquesta completa que empieza a tocar música bailable, de una esquina sale la señora Fezziwig con todas las chicas y de la otra esquina sale el señor Fezziwig con todos los chicos. El ambiente se había vuelto de jubilo y alegría, todos bailaban, hasta que sonó el reloj que indicaba que eran las once de la noche y los señores Fezziwig se despidieron de todos los invitados. Los dos jóvenes se quedaron y se despidieron de los dos viejos. Durante todo ese tiempo, Scrooge había obrado como un hombre de bien. El fantasma le dijo que todas las alabanzas que los dos chicos le dirigían al señor Fezziwig era en vano porque no tenia valor alguno, Scrooge le dijo que si valía, valía el hecho de estar felices.
El espíritu cambio el ambiente y Scrooge vio que habían ido a una épica en la que Scrooge estaba en la primavera de su vida, la maldad y la avaricia estaban empezando a mostrarse en Ebenezer, pero no estaba solo, estaba con una chica vestida de luto. La chica le decía a Scrooge que no importaba la perdida de un ídolo de oro. Scrooge le dijo que ese ídolo presentaba una pequeña fortuna y que no había nada tan horrible como la pobreza ni nada tan hermoso como la riqueza. La chica le dijo que el tenia demasiado temor al mundo y la pobreza, le dijo que el ya no era el mismo hombre que había conocido, que su avaricia había destruido al hombre que había sido. Scrooge no creyó lo que le decía y le pregunto si es que había cambiado, la chica asintió con la cabeza y le recordó que cuando ellos se habían unido eran pobres y así eran felices, pero cuando crecieron sus bienes terrenales el había cambiado. Scrooge le dijo que era tan solo un muchacho y no sabia lo que hacia. Ella le dijo que su conciencia sabia que no es el mismo hombre que era cuando lo conoció y que no sabia lo que prometía mientras que ella si sabia lo que prometía porque lo prometía con el corazón, que eran uno y ahora son dos y que había pensado ardientemente en eso y esperaba que sus promesas puedan devolverle la libertad que tenia. Ebenezer le pregunta si alguna vez había pedido esa libertad, ella le dijo que con palabras no pero con su cambio si y le dijo que el ya no era capaz de reclamarla como suya y amarla. Scrooge le dice que esa no es su verdadera forma de pensar, ella dijo que ojala ese no fuera su pensamiento, le dijo que ya no podia elegir una muchcha para el y le deseo que sea feliz con su nueva vida que habia elegido, despues de haber dicho esto se marcho. Scrooge le dijo a el fantasma que no le mostrara mas, pero el le dijo que tenian que ver una navidad mas. El ambiente cambio y aparecieron en una habitacion en la que habia una señora y estaba con varios niños. Cuando estaban jugando llego un hombre lleno de regalos, los niños saltaron hacia el y despues de haber repartido todos los regalos los niños se fueron a dormir. El señor que llego le dijo a la señora que habia visto a un viejo amigo, la señora le pregunto quien era, el hombre le dijo que adivine y la señora le dijo que era Scrooge, el hombre mocio la cabeza afirmando su respuesta y le dijo que su socio Jacobo Marley estaba con una grave enfermedad y que ya lo daban por muerto. Scrooge no comprendio y cuando volteo a ver al espiritu en su cara se mostraban pedazos de las caras que habian visto. Scrooge desesperado agarro el gorro-apagador y se lo puso encima del espiritu, se hallo en una oscuridad total y el espiritu siguio mostrando su luz y a pesar de que Scrooge apretaba con todas sus fuerzas no pudo evitarlo, el espiritu con un leve movimiento elevo a Scrooge y cuando el se dio cuenta estaba echado en su cama. Ebenzer se quedo pensando en lo que habia visto, hasta que se le pego una somnolencia muy fuerte y cuando se dio cuenta estaba echado en su cama y se quedo dormido.
Scrooge desperto despues de este nuevo sueño, se despierta y ve que esta oscuro no es nesesario que vuelva a sonar la campana para que se de cuenta que nuevamente falta una hora para que aparesca el nuevo espiritu. Scrooge abre sus cortinas para que el espiritu que aparesca no lo sorprenda. Suena la campana anunciando la hora esperada, en ese momento de ilumina la parte trasera de la puerta principal, Scrooge espera a que aparesca el nuevo espiritu, pasa media hora y el esiritu no se aparece. Scrooge intrigado por la luz que aparece del otro lado se acerca a la puerta, antes de que la abra suena una voz del otro lado que le dice que pase. Scrooge obedece, en cuanto entra una luz le da en la cara directamente y cuando puede ver bien observa que la habitacion esta llena de objetos navideños, comida y regalos en abundancia y en medio de todo esto, esta un gigante vestido simplemente de una tunica verde de borde blanco y en su mano sostenia un cuerno del cual salia la luz que iluminaba el cuarto. Cuando Scrooge entro completamente el fantasma se presento como "El Espectro de la Navidad Presente", Ebenezer se le acerco al espectro y este le pregunto si alguna vez habia visto a alguno de sus hermanos, Scrooge le dijo que no y le pregunto cuantos eran, el le respondio que eran mas de un millar. Scrooge le dijo que lo lleve a donde deberia ir porque aprendio una leccion con el espiritu anterior y estaba meditandola. El espectro le pidio que tocara sus ropas, Ebenezer obedecio. El espiritu lleva a Scrooge a las afueras de su casa, Ebenezer ve que cuando pasa el espiritu, derrama un polvo encima de las casas y las familias y todas las cosas que ese polvo tocaba se volvia bueno, los pobres se creian ricos, los problemas desaparecian y todo solo por el rocio del polvo. El fantasma lo llevo por todo londres y Scrooge vio como es que todos sonreian y se deseaban la feliz navidad.
Llego un momento en que el fantasma se acerco a la casa delempleado de Scrooge, Bob Cratchit, a la cual el espiritu bendijo rociando su polvo. Ebenezer ve que la familia Cratchit esta que hace los preparativos para la cena de navidad. La señora Cratchit espera a una de sus hijas, llamada marta. En el momento en que la señora pregunta por su hija ella aparece por la puerta principal de la casa. La señora se manda en brazos de su hija, luego de eso, ella pregunta por su padre, la madre le responde que todavia no llega, que se estaba demorando mucho. La señora Cratchit escucho que ya estaba llegando su esposo y le dice a Marta que se esconda, ella obedece y en ese momento aparece su padre, Bob Cratchit quien lleva en hombros a su hijo Tiny Tin, quine tenia que llevar una muleta. Bob pregunta por Marta, su esposa le dice que todavia no llega y Bob se entristece, Marta al ver esto, no soporta mas y se lanza en brazos de su padre saliendo de su esondite. La familia entera se alegra al ver tan bello cuadro y despues, todos se sientan en sus respectivos sitios , la familia se sienta y espera a que la madre traiga el ganso para la cena, despues de esto, la señora partio el animal y despues de eso todos comieron la cena servida en la mesa. Comieron todo lo que se sirvio, las manzanas, el pudding y todo lo que la señora presentava. Despues de la cena, llego el momento de los brindis, la señora sirvio el ponche y el padre dio el saludo de "¡Felices pascuas para todos nosotros!", la familia repitio esta frase pero Tiny Tin se quedo y fue el ultimo en terminar de decir esto. Scrooge le pregunta al fantasma si es que el pequeño Tin vivira, el espiritu le dice que en el futuro hay un asiento vacio en su lugar si nadie hace nada para cambiar su situacion. Huo un momento en el que Bob birndo por la salud de su patron, Ebenezer Scrooge, por hacer posible esa cena, la señora Cratchit protesta, pero dice que solo en esa epoca que puede ser la navidad es posible brindar por un hombre tan vil como Scrooge. Despues de brindar toda la familia se retiro a dormir. El fantasma se llevo a Scrooge de ese esenario.
Vovieron a ver a londres con toda su alegria y confraternidad por motivo de la navidad. Luego de ver el hermoso paisaje el espiritu lo llevo hasta la casa de su sobrino. Scrooge vio como su sobrino se reia de lo que el habia dicho hacia unas horas, pero se dio cuenta que no era el unico que se reia, su esposa tambien y la mayoria de los invitados se reian junto con el. Despues de reirse por un rato mas, la cena se sirvio. Despues de haber comido esa suculenta cena, Fred dijo que la navidad es para los niños, y que mejor manera de celebrarla que con juegos de niños. Los invitados apoyaron la idea y empezaron a jugar. Primero jugaron a las escondillas. Cuando terminaron de jugar, Fred propuso un nuevo juego llamado "Si y no" en el cual el debia pensar en algo y los demas hacian supociciones, y el solo debia decir que si o no. Fred empezo el juego, las pistas acertadas fuero: era un animal, desagradable salvaje, que ruje y gruñe, habla, vive en londres y se pasea por las calles como cualquiera de los demas, que le gustaba el dinero y que vivia en una casa de fieras. La cuñada regordeta de Fred dijo que sabia quien es, muy emocionada, al anfitrion le dijo que lo dijera sin miedos, ante esa autorizacion la cuñada dijo que era su tio Ebenezer, a lo que Fred dijo que habia acertado, todos los congregados en esa habitacion rieron por unos momentos mas. Cuando terminaron de reir, Fred propuso un brindis por su tio Ebenezer por haberles hecho pasar u buen rato y le deseo una feliz navidad, a sus espaldas, ya que si el lo supiera hubiera renegado, comento Fred. Scrooge se habia dejado contagiar por el jubilo general y cuando el sobrino termino su discurso de navidad, el espiritu sin esperar se llevo a Scrooge, los dos pasearon toda la noche. Cuando estaban por acabar, Scrooge vio que el aspecto del espiritu se veia mas viejo de como estaba cuando empezo. Scrgooge nota un detalle extraño en los pies del espiritu y le pregunto que era, el espectro subo su tunica y de ella salieron dos niños horribles. Ebenezer le pregunta si son sus hijos, pero el espiritu responde que son los hijos de los hombres y se acogen a el para reclamar a sus padres. Le presento a los dos niños, eran una pareja, el niño era la ignorancia y la niña era la miseria, el fantasma le dijo que se cuidara de ellos dos y especialmente del niño.
Scrooge quiere hacer una pregunta mas pero en ese momento desaparece el espiritu y en su lugar hay un espectro de aspecto solemne con una tunica negra y una capucha que le cubria la cara, ademas tenia la mano extendida sin se ñalar direccion especifica. Scrooge le pregunta si es el espiritu de las navidades venideras, el espiritu no dijo palabra alguna ni se movio. Scrooge le pregunta si es quele va a mostrar las cosas que van a ocurrir en el tiempo venidero. El fantasmano se mueve, Ebenezer empieza a dudar si el fantasma ha sido enviado para su bien y le dice que le tiene mas miedo que a cualquiera de los anteriores y le pide que lo guie y lo lleve al lugar que le va a mostrar. El espiritu retrocedio y junto con el Scrooge, salieron del cuarto y tuvieron una gran vision de la ciudad. Pararon entre un grupo de negociantes, hablaban de un hombre avaro que habia muerto la noche anterior, no habia sido amado por nadie y su fortuna no la habia dejado a nadie. Los hombre hablaban si iban a ir al funeral, pero no habian sido invitados, pero dijerosn que irian si les daban de comer, luego se retiraron riendo. Scrooge volteo hacia el fantasma, el no se movio, luego ellos se movieron de una calle hasta llegar a otro lugar. Llegaron hasta un lugar en el que se encuentran dos hombres, Ebenezer penso que ellos tendrian las respuestas que Scrooge buscaba. Los dos hombres se saludaron, dijeron que un viejo habia recibido lo que se merecia y se despidieron. Scrooge no entendio esa escena y se puso a reflexionar y llego a la conclucion que debia tener un significado, e iba a esperar el momento en que apreciera su imagen para comprender todo lo que ocurria. Despues de pensar eso, Scrooge volteo hacia el fantasma e imagino que sus ojos lo estavan viendo. El fantasma lo volvio a mover y lo dirigo hacia un lugar muy abandonado al que Scrooge no iba porque sabia cual era su mala fama. Al fondo de una calle habia una tienda donde se compraba todo tipo de cosas, en ese lugar estaba una señora con un gran paquete entre sus manos, en ese momento entra otra señora con un paquete igual de grande junto con un hombre vestido de negro, las dos mujeres y el hombre se conoian y decidiero que iban a entrar uno por uno. La primera señora dejo caer su cargamente y se sento , la señora le pregunto si eso le afectaba a alguien, la otra le respondio que no, porque no le va a afectar ni al muerto, ya que si el queria que se usaran las cosas despues de su muerte se las hubiera dejado a alguin que se lo cuidara, y ahora ellas le van a sacar provecho, como lo hizo el cuando estava vivo. El dueño del local se acerca a las señoras y estas sacan sus paquetes y los abresn, muestran cortinas, camisas, pantalones y reliquias, las señoaras estavan vendiedno todas esas cosas pertenecientes a un hombre que ya habia muerto.
Scrooge le pregunta al espiritu, si eso es lo que le va a pasar a las personas que siguen su mal camino, el fantasma siguio inmovil, pero el ambiente cambio y llegaron a una habitacion en la que habia una persona muerta, cubierta de una manera muy descuidada con un trapo en la cara. Scrooge estava horrorizado ante la imagen que presenciava le pide al espiritu que se fueran de la habitacion, pero este sigue in ovil, luego Ebenezer le pide que le mostrara a alguien a a quien le afecte la muerte de aquel hombre. El ambiente cambio, ahora estabvan en una casa en la que habia una mujer. En esos momentos llego su esposo, su cara demostraba una expresion de un placer tristes que le causaba vergüenza. Su esposa le sirvio la comida y los dos almorzaron. Despues de almorzar, la esposa le pregunto su eran buenas o malas, el hoimbre le dijo que malas, la esposa le pregunto si estaban arruinados, el esposo le dijo que aun no completamente, que todavia habian esperanzas, la esposa le pregunto que pasaria si se conmueve, el hombre le dijo que ya no podia conmoverse porque ya habia muerto, la mujer pidio perdon a Dios por el almadel hombre muerto. El hombre le dijo que lo que le habian dicho la noche anterior no era una excusa, estaba enfermo y agonizando, la mujer pregutno a quien se le transmitira la deuda, el hombre le dijo que cuando encuentren un sucesor ya tendrian el dinero nescesario para poder pagar la deuda. Los esposos junto con sus hijos se alegraron mucho al oir esa noticia, era la unica emocion que la muerte de aquel hombre creaba y el espiritu podia mostrar. Scrooge le pidio que le mostrara algun sentimiento de ternura relacionado con la muerte porque sino esa escena se le quedaria grabada en su mente. El fantasma condujo a Ebenezer a travez de varias calles que le eran conocidas, pero en ninguna aparecia su imagen, llegaron hasta la casa de Bob Cratchit, toda la habitacion estava en silencio, no habia ruido con ecepcion de uno de los niños que estaba leyendo un libro, hasta que se hiso el silencio.
Los niños se habian acercado a la madre que habia empezado a llorar, dio la excusa que el color de la tela que estaba bordando le hacia daño a los ojos. Les dijo que ya le habia pasado porque no queria que Bob la viera llorando. Uno de los niños dijo que ya habia pasado la hora, dijo, ademas, que su padre estaba caminado muy lento ultimamente, luego quedaron en silencio nuevamente. La madre dijo que habia visto a Bob corriendo con Tiny Tn a los hombres, los demas niños dijeron que tambien lo habian visto, luego la madre continuo diciendo que Tiny Tin era muy ligero, ademas Bob lo queria mucho y no le importaba llevarlo en hombros y ya lo estaba escuchando entrar. Sus dos hijos menores se acercaron a su padre y le susurraron al oido que no se preocupe , Bob se sento en la mesa, dio un sorbo a su taza de te previamente preparada y felicito a la señora Cartchit y sus hijas por ese buen trabajo, Bob les dijo que se terminaria todoantes del domingo, la señora Cratchit se sorprendio por lo porximo que estab la fecha, Bob le dijo que el lugar estaba verde, y que le hubiera gustado llevarla. Bob grito dos veces el nombre de Tiny Tin y estallo en llanto. Bob dubio hacia el segundo piso de la casa, llego hasta una habitacion en la que habia una cama que habia sido usada recientemente, luego su familia subio y Bobles conto la extraordinara bondad del sobrino de Scrooge, Fred, que no habia visto por mucho tiempo y lo habia vuelto a ver esa tarde, dijo que lo veia perturbado, Fred le conto que habia ocurrido y Bob le dijo que estava muy apenado por lo que habia ocurrido. Fred le dijo que si podia ayudar en algo lo buscara y le dio su tarjeta a Bob. La señora Cratchit le dijo que era un jove de buen corazon. Bob dijo que Fred podia darle un mejor empleo a uno de sus hijos, pero una de las niñas dijo que se casaria y se iria de su hogar abandonandolos. Se armo una discucion, pero Bob los callo y les dijo que si discutian iban a olvidar al pequeño Tiny Tin, los niños dijeron que eso nunca ocurriria y Bob les dijo que era muy feliz por la familia que le habia tocado.
Scrooge le dijo al fantasma que sentia que ya se iba a acabar su tiempo juntos y le pidio que mostrara al hombre muerto. El fantasma se transporto junto con Scrooge como en la primera vez, viendo todos los lugares a los que iba, pero Ebenezer reconocio el lugar que siempre habia sido su despacho y pidio al espectro que se detuviera en el, Ebenezer se acerco por una ventana y vio que el lugar habia cambiado, habian otros muebles y el sitio en el que siempre solia estar estaba ocupado por otro hombre, scrooge no entendio porque no aparecia suu figura por ningun lado. El espectro despues de ver esto siguio transportando a Scrooge hacia su destino, llegaron hasta un cementerio, en donde veria el nombre del desdichado hombre que habia muerto, el espiritu señalo hacia una tumba, a la que Scrooge se acerco, pero antes de ver el nombre de la persona, le pregunto al fantasma si lo que habia visto podria ser modificado, el espiritu no se movio, Ebenezer pregunto si es que cambiaba las resoluciones de sus acciones podria cambiar lo visto, pero el espiritu siguio inmovil. Scrooge se acerco a la tumba, y en ella vio escrita su propio nombre, Ebenezer Scrooge. Scrooge se arrodillo ante el espiritu y le dijo que eso no podia ser posible, porque ya habia cambiado, por una vez parecio que el dedo del fantasma se habia movido y habia perdido su figura solemne que habia mantenido en todo el trayecto. Scrooge le pidio al espiritu que intercediera por el para cambiar los resultados, la mano temblo por primera vez desde que aparecio, Ebenezer dijo que a partir de ese momento honraria la navidad y la celebraria como nadie lo habia hecho. Scrooge se acerco al espiritu, intento moverlo, pero todo era en vano, el espiritu desaparecio y Scrooge se desperto en su cama.
Scrooge se levanto conun salto de alegria al ver que nada habia cambiado, dio varios brincos en su cama de alegria, luego bajo hacia la sala, reconocio toda la habitacion y lo que haia visto la noche anterior hasta reconocio los sitios en los que habia estado el espectro de Marley. Llego hasta una ventana de su casa, asomo la cabeza y vio a un niño que estaba caminando por alli. Le pregunto que dia era y le dijo que navidad, Scrooge le hiso un alago al niño y le prgunto si habian vendido el pavo grande de la polleria, el niño le dijo que no, Scrooge le dijo que fuera por el y que si regresaba en cinco minutos le iba a dar media corona, el niño corrio muy rapido para llegar hacia la polleria, Scrooge dijo que se lo enviaria a Bob Cratchit, escribio las señas para que lo llevara el mozo de la polleria, salio y vio el llamador, aquel en el que la noche anterior vio la cara de su viejo socio, Jacobo, dijo que lo amaria por siempre, llego el niño junto a un mozo de la polleria, le dio las señas, pago un coche para que lo lleve al mozo hasta la casa de Cratchit, pago el pago y le pago al niño, luego se fue de su casa, en el camino encontro al hombre que pedia limosna para los pobres, Scrooge le susurro al oido y el hombre se exalto al escuchar que Ebenezer iba a dar una cantidad muy conciderable de dinero. Scrooge se dirigio hacia la casa de su sobrino, entro y le pidio permiso a Fred para que pueda pasar ese dia de fiesta junto con su sobrino y su familia, cenaron y pasaron el dia de la mejor manera posible. Al dia siguiente, se sento en su silla de siempre en su despacho, vio que ya eran cuatro minutos tarde y Bob no llegaba, paso el minuto completo y ahora eran cinco minutos que tenia tarde, Scrooge vio que su empleado llegaba, Cratchit entro muy apresurado al despacho, Scrooge imitando su vos anterior llamo a Cratchit a su escritorio, el empleado se acerco, y Ebenezer le dijo que habia llegado cinco minutos tarde, Bob trato de escusarse diciendo que el dia anterior fue un dia de fiesta. Scrooge le dijo que eso no podia seguir asi, asi que le iba a subir el salario, Bob no cree lo que le dice su jefe al comienzo, pero luego ve que lo dice de verdad, salen a la calle para conversar de negocios. Bob Cratchit y Ebenezer Scrooge se hicieron los mejores amigos y Scrooge ayudo a Cratchit en todo lo que podia, incluso ayudo a Tiny Tin a curarse de su enfermedad y Tiny Tin fue el que mas conocio a Scrooge, siempre fueron amigos y Scrooge celebro la navidad como nadie lo habia hecho antes, guardando en su memoria lo que le habian mostredo los tres espiritus, que nuca mas fue nescesario que lo visitaran.
A continuacion un capitulo de "Una Cancion de Navidad":
El segundo de los tres Espíritus
Despertó al dar un estrepitoso ronquido: e incorporándose en el lecho para coordinar sus pensamientos, no tuvo necesidad de que le advirtiesen que la campana estaba próxima a dar otra vez da una. Vuelto a la realidad, comprendió que era el momento crítico en que debía celebrar una conferencia con el segundo mensajero que se le enviaba por la intervención de Jacob Marley. Pero hallando muy desagradable el escalofrío que experimentaba en el lecho al preguntarse cuál de las cortinas separaría el nuevo espectro, las separaría con sus propias manos y, acostándose de nuevo, se constituyó en avisado centinela de lo que pudiera ocurrir alrededor de la cama, pues deseaba hacer frente al Espíritu en el momento de su aparición, y no ser asaltado por sorpresa y dejarse dominar por la emoción.
Así; pues, hallándose preparado para casi todo lo que pudiera ocurrir; no lo estaba de ninguna manera para el caso de que no ocurriera nada; y, por consiguiente, cuando la campana dio la una y Scrooge no vio aparecer ninguna sombra, fue presa de un violento temblor. Cinco minutos, diez minutos, un cuarto de hora transcurrieron y nada ocurría...
Durante todo este tiempo caían sobre el lecho los rayos de una luz rojiza que lanzó vivos destellos cuando el reloj dio la hora; pero, siendo una sola luz, era más alarmante que una docena de espectros, pues Scrooge se sentía impotente para descifrar cuál fuera su significado; y hubo momentos en que temió que se verificase un interesante caso de combustión espontánea, . sin tener el consuelo de saber de qué se trataba. No obstante, al fin empezó a pensar, como nos hubiera ocurrido en semejante caso a vosotros o a mí; al fin, digo, empezó a pensar que el manantial de la misteriosa luz sobrenatural podía hallarse en la habitación inmediata. de donde parecía proceder el resplandor. Esta idea se apoderó de su pensamiento, y suavemente se deslizó Scrooge con. sus zapatillas hacia la puerta.
En el preciso momento en que su mano se posaba en la cerradura, una voz extraña lo llamó por su nombre y le invitó a entrar. El obedeció.
Era su propia habitación. Acerca de esto no había la menor duda. Pero la estancia había sufrido una sorprendente transformación. Las paredes y el techo hallábanse de tal modo cubiertos de ramas y hojas, que parecía un perfecto boscaje, el cual por todas partes mostraba pequeños frutos que resplandecían. Las rizadas hojas de acebo, hiedra y muérdago reflejaban la luz. como si se hubieran esparcido multitud de pequeños espejos, y en la chimenea resplandecía una poderosa llamarada, alimentada por una cantidad de combustible desconocida en tiempo de Marley o de Scrooge y desde hacía muchos años y muchos inviernos. Amontonados sobre el suelo, formando una especie de trono, había pavos, gansos, piezas de caza, aves caseras, suculentos trozos de carne, cochinillos, largas salchichas, pasteles, barriles de ostras, encendidas castañas, sonrosadas manzanas, jugosas naranjas, brillantes peras y tazones llenos de ponche, que obscurecían la habitación con su delicioso vapor. Cómodamente sentado sobre este lecho se hallaba un alegre gigante de glorioso aspecto, que tenía una brillante antorcha de forma parecida al Cuerno de la Abundancia, y que la mantenía en alto para derramar su luz sobre Scrooge cuando éste llegó atisbando alrededor de la puerta.
-¡Entrad!- exclamó el Espectro-. ¡Entrad y conocedme mejor, hombre!
Scrooge penetró tímidamente e inclinó la cabeza ante el Espíritu. Ya no era el terco Scrooge que había sido, y aunque los ojos del Espíritu eran claros y benévolos, no le agradaba encontrarse con ellos.
-Soy el Espectro de la Navidad Presente -dijo el Espíritu-. ¡Miradme!
Scrooge le miró con todo respeto. Estaba vestido con una sencilla y larga túnica o manto verde, con vueltas de piel blanca. Esta vestidura colgaba sobre su figura con tal negligencia, que se veía el robusto pecho desnudo como si no se cuidara de mostrarlo ni de ocultarlo con ningún artificio. Sus pies, que se veían por debajo de los amplios pliegues de la vestidura, también estaban desnudos. y sobre la cabeza no llevaba otra cosa que una corona de acebo, sembrada de pedacitos de hielo. Sus negros rizos eran abundantes y sueltos, tan agradables como su rostro alegre, su mirada viva, su mano abierta, su armoniosa voz, su desenvoltura y su simpático aspecto. Ceñida a la cintura llevaba una antigua vaina de espada; pero en ella no había arma ninguna y la antigua vaina se hallaba mohosa.
-¿Nunca hasta ahora habéis visto nada que se me parezca? -exclamó el Espíritu.
-Nunca- contestó Scrooge.
-¿Nunca habéis paseado en compañía de los más jóvenes miembros de mi familia, quiero decir (pues yo soy muy joven) de mis hermanos mayores nacidos en estos últimos años? -prosiguió el Fantasma.
-Me parece que no -dijo Scrooge-. Temo que no. ¿Habéis tenido muchos hermanos, Espíritu?
-Más de mil ochocientos -dijo el Espectro. -Una tremenda familia a quien atender -murmuró Scrooge.
El Espectro de la Navidad Presente se levantó.
-Espíritu -dijo Scrooge con sumisión-, llevadme a donde queráis. La última noche tuve que salir de casa a la fuerza y aprendí una lección que ahora hace su efecto. Esta noche, si tenéis que enseñarme alguna cosa, permitidme que saque provecho de ella.
-¡Tocad mi vestido!
Scrooge lo tocó apretándolo con firmeza.
Acebo, muérdago, rojos frutos, hiedra, pavos, gansos, caza. aves. carne, cochinillos, salchichas, ostras, pasteles y ponche, todo se desvaneció instantáneamente. Lo mismo ocurrió con la habitación, el fuego, la rojiza brillantez, la noche, y ellos halláronse en la mañana de Navidad y en las calles de la ciudad, donde (como el tiempo era crudo) muchas personas producían una especie de música ruda, pero alegre y no desagradable, al arrancar la nieve del pavimento en la parte correspondiente a sus domicilios y de los tejados de las casas, lo que producía una alegría loca en los muchachos al ver cómo se amontonaba cayendo sobre el piso y a veces se deshacía en el aire, produciendo pequeñas tempestades de nieve.
Las fachadas de las casas parecían negras y más negras aún las ventanas, contrastando con la tersa y blanca sábana de nieve que cubría los tejados y con la nieve más sucia que se extendía por el suelo y que había sido hollada en profundos surcos por las pesadas ruedas de carros y camiones; surcos que se cruzaban y se volvían a cruzar unos a otros, cientos de veces, en las bifurcaciones de las calles amplias, y formaban intrincados canales, difíciles de trazar, en el espeso fango amarillo y en el agua llena de hielo. El cielo estaba sombrío y las calles más estrechas se hallaban ahogadas por la obscura niebla, medio deshelada, medio glacial, cuyas partículas más pesadas descendían en una llovizna de átomos fuliginosos, como si todas las chimeneas de la Gran Bretaña se hubieran incendiado a la vez y estuvieran lanzándose el contenido de sus hogares. Nada de alegre había en el clima de la ciudad, y, sin embargo, notábase un aire de júbilo que el más diáfano aire estival y el más brillante sol del estío en vano habrían intentado difundir.
En efecto, los que maniobraban con las palas en lo alto de los edificios estaban animosos y llenos de alegría; Ilamábanse unos a otros desde los parapetos y de vez en cuando se disparaban bromeando una bola de nieve -proyectil mucho más inofensivo que muchas bromas verbales-, riendo cordialmente si daba en el blanco Y no menos cordialmente si fallaba la puntería.
Las tiendas en que se vendían aves estaban todavía entreabiertas y las fruterías radiantes de esplendor. Había grandes, redondas y panzudas cestas de castañas, cuya figura se asemejaba a los chalecos de los ancianos gastrónomos, recostadas en las puertas y tumbadas en la calle con su opulencia apoplética. Había rojizas, morenas y anchas cebollas de España, brillando en la gordura de su desarrollo. como frailes españoles, y haciendo guiños en sus bazares, con socarronería retozona a las muchachas que pasaban por su lado y mirando humildemente al muérdago que colgaba en lo alto. Había peras y manzanas formando altas pirámides apetitosas: había racimos de uvas, que la benevolencia de los fruteros había colgado de magníficos ganchos para que las bocas de los transeúntes pudieran hacerse agua al pasar; había montones de avellanas, mohosas y obscuras, cuya fragancia hacía recordar antiguo9 paseos por en medio de bosques y agradables marchas hundiendo los pies hasta los tobillos en hojas marchitas: había naranjas y limones, que en la gran densidad de sus cuerpos jugosos pedían con urgencia ser llevados a casa en bolsas de papel y comidos después del almuerzo, y había pescados de oro y de plata.
¿Pues y las tiendas de comestibles? ¡Oh, las tiendas de comestibles! Estaban próximas a cerrar, con las puertas entornadas; pero a través de las rendijas daba gusto mirar. No era solamente que los platillos de la balanza produjesen un agradable sonido al caer sobre el mostrador. ni que el bramante se separase del carrete con viveza, ni que las cajas metálicas resonasen arriba y abajo como objetos de prestidigitación, ni que los olores mezclados del té y del café fuesen muy agradables al olfato, ni que las pasas fuesen abundantes y raras, las almendras exageradamente blancas; las tiras de canela largas y rectas, delicadas las otras especias, las frutas confitadas, envueltas en azúcar fundido, capaces de excitar el apetito y dar envidia a los más fríos espectadores. No era tampoco que los higos se mostrasen húmedos y carnosos, ni que las ciruelas francesas enrojeciesen con alguna acritud en sus cajas adornadas, ni que todo excitase el apetito en su aderezo de Navidad, sino que las parroquianas se apresuraban con tal afán en la esperanzada promesa del día, que se empujaban unas a otras a la puerta, haciendo estallar toscamente los cestos de mimbre, y dejaban los portamonedas sobre el mostrador y volvían corriendo a buscarlos, cometiendo cientos de equivocaciones semejantes, con el mejor humor posible; mientras el tendero y sus dependientes se mostraban tan serviciales y tan fogosos, que se comprendía fácilmente que los corazones que latían detrás de los mandiles no se regocijaban sólo por hacer buenas ventas, sino por el júbilo que les producía la Navidad.
Pero pronto las campanas llamaron a las gentes a la iglesia o la capilla, y todos acudieron luciendo por las calles sus mejores vestidos y con la alegría en los rostros, y al mismo tiempo desembocaron por todas las calles, callejuelas y recodos incontables personas que llevaban sus comidas a las tahonas, para ponerlas en el horno. La vista de aquellas pobres gentes de buen humor pareció interesar muchísimo al Espíritu, pues permaneció detrás de Scrooge a la puerta de una tahona, y levantando las tapaderas de las cazuelas, conforme pasaban por su lado los que las llevaban, rociaba las comidas con el incienso de su antorcha, que era verdaderamente extraordinaria, pues una o dos veces que se cruzaron palabras airadas entre algunos portadores de comidas por haberse empujado mutuamente, el Espíritu derramó sobre ellos algunas gotas de líquido procedente de la antorcha, e inmediatamente recobraron su buen humor, pues decían que era una vergüenza disputar el día de Navidad. ¿Y nada más puesto en razón, Señor?
Cesaron de tocar las campanas y los tahoneros cerraron; y, sin embargo, era de admirar cómo desaparecía, por efecto de la confección de aquellas comidas, la mancha de humedad que coronaba todos los hornos, cuyo pavimento echaba humo como si estuvieran asándose hasta sus piedras.
-¿Hay algún aroma peculiar en el líquido de vuestra antorcha con el que rociáis? -preguntó Scrooge.
-Sí. El mío.
-¿Ejerce influencia sobre las comidas en este día? -preguntó Scrooge.
-En todas, sobre todo en las de los pobres. -¿Por qué sobre todo en las de los pobres? preguntó Scrooge.
-Porque son los que más lo necesitan. -Espíritu -dijo Scrooge, después de reflexionar un momento-. me admira que, de todos los seres que viven en este mundo que habitamos, sólo vos deseéis limitar a estas gentes las ocasiones que se les ofrecen de inocente alegría.
-¿Yo? -gritó el Espíritu.
-Sí, porque les priváis de trabajar cada siete días, con frecuencia el único día en que pueden decir verdaderamente que comen. INo es cierto? -díjo Scrooge.
-¡Yo! -gritó el Espíritu.
-Procuráis que cierren los hornos el Séptimo Día -dijo Scrooge-. Y es la misma cosa.
-¿Yo? -exclamó el Espíritu.
-Perdonadme si estoy equivocado. Se hace en vuestro nombre, o, por lo menos, en nombre de vuestra familia -dijo Scrooge.
-Hay algunos seres sobre la tierra -replicó el Espíritu- que pretenden conocernos, y que realizan sus acciones de pasión, orgullo, malevolencia, odio, envidia, santurronería y egoísmo en nuestro nombre, y que son tan extraños para nosotros y para todo lo que con nosotros se relaciona, como sí nunca hubieran vivido. Acordaos de ello y cargad la responsabilidad sobre ellos y no sobre nosotros.
Scrooge prometió lo que el Espíritu le pedía, y siguieron adelante, invisibles como habían sido antes, hacia los suburbios de la ciudad. Era una notable cualidad del Espectro (que Scrooge había observado a la puerta del tahonero) que, a pesar de su talla gigantesca, podía amoldarse a cualquier sitio con comodidad, y que, como un ser sobrenatural, se hallaba en cualquier habitación baja de techo tan cómodamente como podía haber estado en un salón de elevadísimas paredes.
Y ya fuese por el placer que el buen Espíritu experimentaba al mostrar este poder suyo, ya por su naturaleza amable, generosa y cordial y su simpatía por los pobres, condujo a Scrooge derechamente a casa del dependiente de éste, pues allá fue, en efecto, llevando a Scrooge adherido a su vestidura. A1 llegar al umbral, sonrió el Espíritu y se detuvo para bendecir la morada de Bob Cratchit con las salpicaduras de su antorcha. Bob sólo cobraba quince Bob semanales: cada sábado sólo embolsaba quince ejemplares de su nombre, y. sin embargo, el Espectro de la Navidad Presente no dejó por ello de bendecir su morada, que se componía de cuatro piezas.
Entonces se levantó la señora Cratchit, esposa de Cratchit, vestida pobremente con una bata a la cual había dado ya dos vueltas, pero llena de cintas que no valdrían más de seis peniques. y en aquel momento estaba poniendo la mesa, ayudada por Belinda Cratchit, la segunda de sus hijas. también adornada con cintas, mientras master Pedro Cratchit hundía un tenedor en una cacerola de patatas, llegándole a la boca las puntas de un monstruoso cuello planchado (que pertenecía a Bob y que se lo había cedido a su hijo y heredero para celebrar la festividad del día), gozoso al hallarse tan elegantemente adornado y orgulloso de poder mostrar su figura en los jardines de moda. De pronto entraron llorando dos Cratchit más pequeños: varón y hembra, diciendo a gritos que desde la puerta de la tahona habían sentido el olor del ganso y habían conocido que era el suyo; y pensando en la comida, estos pequeños Cratchít se pusieron a bailar alrededor de la mesa y exaltaron hasta los cielos a master Pedro Cratchit, mientras él (sin orgullo, aunque faltaba poco para que le ahogase el cuello) soplaba la lumbre hasta que las patatas estuvieron cocidas y en dísposición de ser apartadas y peladas.
-¿Dónde estará vuestro padre? -dijo la señora Cratchit-. ¿Y vuestro hermano Tiny Tìm? ¿Y Marta. que el año pasado, el día de Navidad. estaba aquí hace ya media hora?
-¡Aquí está Mazta, mamá! --dijo una muchacha. entrando al mismo tiempo que hablaba. -¡Aquí está Marta. mamá! -gritaron los dos Cratchit pequeños-. ¡Viva! ¡Tenemos un ganso, Marta!
-¿Pero, hija mía, cuánto has tardado? --dijo la señora Cratchit, besándola una docena de veces y quitándole et velo y el sombrero con sus propias manos, solícitamente.
-He tenido que terminar una labor para tener libre la mañana, mamá ---replicó ta muchacha. -Bueno; es que nunca creí que vinieses tan tarde. Acércate a la lumbre, hija mía, y caliéntate. ¡Díos te bendiga!
-¡No, no! ¡Ya viene papá! --.gritaron los dos pequeños Cratchit, que danzaban de un lado para otro-. ¡Escóndete. Marta, escóndete!
Escondióse Marta y entró Bob, el padre, con la bufanda colgándole lo menos tres pies por la parte anterior, y su traje muy usado, pero limpio y zurcido, de modo que presentaba un aspecto muy favorable. Traía sobre los hombros a Tiny Tim. ¡Pobre Tiny Tim! Tenía que llevar una pequeña muleta y los miembros sostenidos por un aparato metálico.
-¿Dónde está Marta? -gritó Bob Cratchit. mirando a su alrededor.
-No ha venido -dijo la señora Cratchit. -¡No ha venido! -dijo Bob, con una repentina desilusión en su entusiasmo, pues había sido el caballo de Tim al recorrer todo el camino desde la iglesia y había llegado a casa dando saltos-. ¡No haber venido. siendo el día de Navidad!
A Marta no le agradó ver a su padre desilusionado a causa de una broma, y salió prematuramente de detrás de la puerta, echándose en sus brazos, mientras los dos pequeños Cratchit empujaron a Tíny Tim y le llevaron a la cocina, para que oyese cantar el pudding en la cacerola.
-¿Y cómo se ha portado Tíny Tim? -preguntó la señora Cratchít, después de burlarse de la credulidad de Bob y cuando éste hubo estrechado a su hija contra su corazón.
-Muy bien -dijo Bob-, muy bien. Se ha hecho algo pensativo y se le ocurren las más extrañas cosas que ha oído. A1 venir a casa me decía que quería que la gente le viese en la iglesia, porque él era un inválido, y sería muy agradable para todos recordar el día de Navidad al que había hecho andar a los cojos y había dado vista a los ciegos.
La voz de Bob era temblorosa al decir eso y tembló más cuando dijo que Tiny Tim crecía en fuerza y vigor.
Oyóse su activa muleta sobre el pavimento, y antes de que se oyera una palabra más, reapareció Tiny Tim escoltado por su hermano y su hermana, que le llevaron a su taburete junto a la lumbre. Mientras Bob, remangándose los puños -¡pobrecíllo!, como si fuese posible estropearlos más -, confeccionaba una mixtura con ginebra y limón y la agitaba una y otra vez, colocándola después en el antehogar para que cociese a fuego lento, master Pedro y los dos ubicuos Cratchit pequeños fueron en busca del ganso, con el cual aparecieron en seguida en solemne procesión:
Tal bullicio se produjo entonces, que creyérase al ganso la más rara de todas las aves, un fenómeno con plumas, ante el cual fuese cosa corriente un cisne negro, y en verdad que en aquella casa era ciertamente extraordinario. La señora Cratchit calentó la salsa (ya preparada en una cacerolita) ; master Pedro mojó las patatas con vigor increíble; la señorita Belinda endulzó la salsa de manzanas; Marta quitó el polvo a la vajilla; Bob sentó a Tíny Tim a su lado en una esquina de la mesa; los dos pequeños Cratchit pusieron sillas para todos, sin olvidarse de ellos mismos, y montando la guardia en sus puestos. se metieron la cuchara en la boca, para no gritar pidiendo el ganso antes de que llegara el momento de servirlo. Por fin se pusieron los platos, y se dijo una oración, a la que siguió una pausa, durante la cual no se oía respirar, cuando la señora Cratchit, examinando el trinchante, se disponía a hundirlo en la pechuga; pero cuando lo hizo y salió del interior del ganso un borbotón de relleno, un murmullo de placer se alzó alrededor de la mesa, y hasta Tíny Tim, animado por los pequeños Cratchit, golpeó en la mesa con el mango de su cuchillo y gritó débilmente: -¡Viva!
Nunca se vio ganso como aquél. Bob dijo que jamás creyó que pudiera existir un manjar tan delicioso. Su blandura y su aroma, su tamaño y su baratura fueron los temas de la admiración general; y añadiéndole la salsa de manzanas y las patatas deshechas, constituyó comida suficiente para toda la familia; en efecto, como la señora Cratchit dijo (al observar que había quedado un hueseçillo en el plato), no habían podido comérselo todo. Sin embargo, todos quedaron satisfechos, particularmente los Cratchit más pequeños, que tenían salsa hasta en las cejas. La señorita Belinda cambió los platos y la señora Cratchit salió del comedor muy nerviosa porque no quería que la viesen ir en busca del .pudding.
Entonces los comensales supusieron toda clase de horrores: que no estuviera todavía bastante hecho; que se rompiera al llevarlo a la mesa; que alguien hubiera escalado la pared del patio y lo hubiera robado, mientras estaban entusiasmados con el ganso... Ante esta suposición los dos pequeños Cratchit se pusieron pálidos.
¡Atención! ¡Una gran cantidad de vapor! El pastel estaba ya fuera del molde. Un olor a tela mojada. Era el paño que lo envolvía. Un olor apetitoso, que hacía recordar al fondista. al pastelero de la casa de al lado y a la planchadora. ¡Era el pudding!. A1 medio minuto entró la señora Cratchit con el rostro encendido, -pero sonriendo orgullosamente- con el pudding, que parecía una bala de cañón. duro y macizo, lanzando las llamas que producía la vigésima parte de media copa de aguardiente inflamado, y embellecido con una rama del árbol de Navidad clavada en la cúspide.
¡Oh, admirable pudding! Bob Ccatchit dijo con toda seriedad que lo estimaba como el éxito más grande conseguido por la señora Cratchit desde que se casaron. La señora Cratchit dijo que no podía calcular lo que pesaba el pudding, y confesó que había tenido sus dudas acerca de la cantidad de harina. Todos tuvieron algo que decir respecto de él, pero ninguno dijo (ni lo pensó siquiera) que era un pudding pequeño para una familia tan numerosa. Ello habría sido una gran herejía. Los Cratchit hubiéranse ruborizado de insinuar semejante cosa.
Por fin se terminó la comida, alzóse el mantel, se limpió el hogar y se encendió fuego; y después de beber en el jarro el ponche confeccionado por Bob, y que se consideró excelente, pusiéronse sobre la mesa manzanas y naranjas y una pala llena de castañas sobre la lumbre. Después, toda la familia Cratchit se colocó alrededor del hogar, formando lo que Bob llamaba un círculo, queriendo decir semicírculo; y cerca de él se colocó toda la cristalería: dos vasos y una flanera sin mango.
No obstante, tales vasijas servían para beber el caliente ponche, tan bien como habrían servido copas de oro, y Bob lo sirvió con los ojos resplandecientes, mientras las castañas sobre la lumbre crujían y estallaban ruidosamente. Entonces Bob brindó:
-¡Felices Pascuas para todos nosotros, hijos míos, y que Díos nos bendiga!
Lo cual repitió toda la familia..
-¡Que Dios nos bendiga! -dijo Tiny Tim, el último de todos.
Estaba sentado, arrimadito a su padre, en su taburete. Bob puso la débil manecita del niño en la suya, con todo cariño, deseando retenerle junto a sí, como temiendo que se lo pudiesen arrebatar.
-Espíritu -dijo Scrooge, con un interés que nunca había sentido hasta entonces-. Decidme si Tiny Tim vivirá.
-Veo un asiento vacante -replicó el Espectro en la esquina del pobre hogar y una muleta sin dueño, cuidadosamente preservada. Si tales sombras permanecen inalteradas por el futuro, el niño morirá.
-¡No, no! --dijo Scrooge-. ¡Oh, no, Espíritu amable! Decid que se evitará esa muerte.
-Si tales sombras permanecen inalteradas por el futuro, ningún otro de mi raza -replicó el Espectro le encontrará aquí. ¿Y qué? Si él muere, hará bien, porque así disminuirá el exceso de población.
Scrooge bajó la cabeza al oír sus propias palabras, repetidas por el Espíritu, y se sintió abrumado por el arrepentimiento y el pesar.
-Hombre -dijo el Espectro-, si sois hombre de corazón y no de piedra, prescindid de esa malvada hipocresía hasta que hayáis descubierto cuál es el exceso y dónde está. ¿Vais a decir cuáles hombres deben vivir y cuáles hombres deben morir? Quizás a los ojos de Dios vos sois más indigno y menos merecedor de vivir que millones de niños como el de ese pobre hombre. ¡Oh, Dios? ¡Oír al insecto sobre la hoja decidir acerca de la vida de sus hermanos hambrientos!
Scrooge se inclinó ante la reprensión del Espíritu y, tembloroso, bajó la vista hacia el suelo. Pero la levantó rápidamente al oír pronunciar su nombré.
-¡El señor Scrooge! -dijo Bob-. ¡Brindemos por el señor Scrooge, que nos ha procurado esta fiesta! -En verdad que nos ha procurado esta fiesta- exclamó la señora Cratchit, sofocada-. Quisiera tenerle delante para que la celebrase, y estoy segura de que se le iba a abrir el apetito.
-¡Querida -dijo Bob-, los niños! Es el día de Navidad.
-Es preciso, en efecto, que sea el día de Navidad -dijo ella-, para beber a la salud de un hombre tan odioso, tan avaro, tan duro, tan insensible, como el señor Scrooge.. Ya le conoces, Roberto. Nadie le conoce mejor que tú, pobrecillo.
-Querida -fue la dulce respuesta de Bob-. Es el día de Navidad.
-Beberé a su salud por ti y por ser el día que es -dijo la señora Cratchit-, no por él. ¡Qué viva muchos años! ¡Que tenga Felices Pascuas y Feliz Año Nuevo! ¡El vivirá muy alegre y muy feliz, sin duda alguna!
Los niños brindaron también. Fue de todo lo que hicieron lo único que no tuvo cordialidad. Tiny Tím brindó el último de todos, pero sin poner la menor atención. Scrooge era el ogro de la familia. La sola mención de su nombre arrojó sobre los reunidos una sombra obscura, que no se disipó sino después de cinco minutos.
Pasada aquella impresión, estuvieron diez veces más alegres que antes, al sentirse aliviados del maleficio causado por el nombre de Scrooge. Bob Cratchit les contó que tenía en perspectiva una colocación para master Pedro, que podría proporcionarle, si la conseguía, cinco chelines y seis peniques semanales. Los dos pequeños Cratchít rieron atrozmente ante la idea de ver a Pedro hecho un hombre de negocios, y el mismo Pedro miró pensativamente al fuego, sacando la cabeza entre las dos puntas del cuello, como si reflexionara sobre la notable investidura de que gozaría cuando llegase a percibir aquel enorme ingreso. Marta, que era una pobre aprendiza en un taller de modista, les contó la clase de labor que tenía que hacer y cómo algunos días trabajaba muchas horas seguidas. Dijo que al día siguiente pensaba levantarse tarde de la cama, pues era un día festivo que iba a pasar en casa. Contó que hacía pocos días había visto a una condesa con un lord y que el lord era casi tan alto como Pedro, y éste, al oírlo, se alzó tanto el cuello, que, si hubierais estado presentes, no habríais podido verle la cabeza. Durante: todo este tiempo no cesaron de comer castañas y beber ponche, y de aquí a poco escucharon una canción referente a un niño perdido que caminaba por la nieve, cantada por Tiny Tim, que tenía una quejumbrosa vocecita, y la cantó muy bien, ciertamente.
Nada había de aristocrático en aquella familia. Sus individuos no eran hermosos, no estaban bien vestidos, sus zapatos hallábanse muy lejos de ser impermeables, sus ropas eran escasas, y Pedro conocería muy probablemente el interior de las prenderías. Pero eran dichosos, agradables, se querían mutuamente y estaban contentos con su suerte; y cuando ya se desvanecían ante Scrooge, pareciendo más felices a los brillantes destellos da la antorcha del Espíritu al partir, Scrooge los miró atentamente, sobre todo a Tinp Tim, de quien no apartó la mirada hasta el último instante.
Mientras tanto, había anochecido y nevaba copiosamente; y conforme Scrooge y el Espíritu recorrían las calles, la claridad de la lumbre en las cocinas, en los comedores y en toda clase de habitaciones era admirable. Aquí, el temblor de la llama mostraba los preparativos de una gran comida familiar, con fuentes que trasladaban de una parte a otra junto a la lumbre, y espesas cortinas rojas, prontas a caer para ahuyentar el frío y la obscuridad. Allá, todos los niños de la casa salían corriendo sobre la nieve al encuentro de sus hermanas casadas, de sus hermanos, de sus primos; de sus tíos, de sus tías, para ser los primeros en saludarles. En otra parte, veíanse en la ventana las sombras de los comensales reunidos; y más allá, un grupo de hermosas muchachas, todas con caperuzas y con botas de abrigo y charlando todas a la vez, marchaban alegremente a alguna casa cercana. ¡Infeliz del soltero (las astutas hechiceras bien lo sabían) , que entonces las hubiera visto entrar, con la tez encendida por el frío!
Si hubierais juzgado por el número de personas que iban a reunirse con sus amigos, habríais pensado que no quedaba nadie en las casas para recibirlas cuando llegasen, aunque ocurría lo contrario: en todas las casas se esperaban visitas y se preparaba el combustible en la chimenea. ¡Cuán satisfecho estaba el Espectro! ¡Cómo desnudaba la amplitud de su pecho y abría su espaciosa mano, derramando con generosidad su luciente y sana alegría sobre todo cuanto se hallaba a su alcance! El mismo farolero, que corría delante de él salpicando las sombrías calles con puntos de luz, y que iba vestido como para pasar la noche en alguna parte, se echó a reír a carcajadas cuando pasó el Espíritu por su lado, aunque fácilmente se adivinaba que el farolero ignoraba que su compañero del momento era la Navidad en persona.
De pronto, sin una palabra de advertencia por parte del Espectro, halláronse en una fría y desierta región pantanosa. en la que había derrumbadas monstruosas masas de piedra, como si fuera un cementerio de gigantes: el agua se derramaba por dondequiera, es decir, se habría derramado, a no ser por la escarcha que la aprisionaba, y nada había crecido sino el moho, la retama y una áspera hierba. En la concavidad del Oeste, el sol poniente había dejado una ardiente franja roja que fulguró sobre aquella desolación durante un momento, como un ojo sombrío que, tras el párpado, fuese bajando, bajando, bajando, hasta perderse en las densas tinieblas de la obscura noche.
-¿Qué sitio es éste? -preguntó Scrooge. -Un sitio donde viven los mineros, que trabajan en las entrañas de la tierra --contestó el Espíritu-. Pero me conocen. ¡Mirad!
Brillaba una luz en la ventana de una choza y rápidamente se dirigieron hacía ella. Pasando a través de la pared de piedra y barro, hallaron una alegre reunión alrededor de un fuego resplandeciente , un hombre muy viejo y su mujer, con sus hijos y los hijos de sus hijos y parientes de otra generación más, todos con alegres adornos en su atavío de fiesta. El anciano, con una voz que rara vez se distinguía entre los rugidos del viento sobre la desolada región, entonaba una canción de Navidad, que ya era una vieja canción cuando él era un muchacho, y de vez en cuando todos los demás se le unían al coro. Cuando ellos levantaban sus voces, el anciano hacía lo mismo y sentíase con nuevo vigor, y cuando ellos se detenían en el canto, el vigor del anciano decaía de nuevo.
El Espíritu no se detuvo allí, sino que dejó a Scrooge que se agarrase a su vestidura y, cruzando sobre la región pantanosa, se dirigió... ¿adónde? ¿No sería al mar? Pues, sí, al mar. Horrorizado, Scxooge vio que se acababa la tierra y contempló una espantosa serie de rocas detrás de ellos, y ensordeció sus oídos el fragor del agua, que rodaba y rugía y se encrespaba entre medrosas cavernas abiertas por ella y furiosamente trataba de socavar la tierra.
Edificado sobre un lúgubre arrecife de las escarpadas rocas, próximamente a una legua de la orilla, y sobre el cual se lanzaban las aguas irritadas durante todo el año, se erguía un faro solitario. Grandes cantidades de algas colgaban hasta su base, y pájaros de las tormentas -nacidos del viento, se puede suponer, como las algas nacen del agua- subían y bajaban en torno de él como las olas que ellos rozaban con las alas.
Pero aun allí, dos hombres que cuidaban del faro habían encendido una hoguera que, a través de la tronera abierta en el espeso muro de piedra, lanzaba un rayo de luz resplandeciente sobre el mar terrible. Los dos hombres, estrechándose las callosas manos por encima de la tosca mesa a la cual hallábanse sentados, se deseaban mutuamente Felices Pascuas al beber su jarro de ponche, y uno de ellos, el más viejo, que tenía la cara curtida y destrozada por los temporales como pudiera estarlo el mascarón de proa de un barco viejo, rompió en una robusta canción, semejante al cantar del viento.
De nuevo siguió adelante el Espectro, por encima del negro y agitado mar -adelante, adelante-, hasta que, hallándose muy lejos, según dijo a Scrooge, de todas las orillas, descendieron sobre un buque. Colocáronse tan pronto junto al timonel, que estaba en su puesto, tan pronto junto al vigía en la proa, o junto a los oficiales de guardia, obscuras y fantásticas figuras en sus varias posiciones; pero todos ellos tarareaban una canción de Navidad o tenían un pensamiento propio de Navidad. o hablaban en voz baja a su compañero de algún día de Navidad ya pasado, con recuerdos del hogar referentes a él. Y todos cuantos se hallaban a bordo, despiertos o dormidos, buenos o malos, habían tenido para los demás una palabra más cariñosa aquel día que otro cualquiera del año, y habían tratado extensamente de aquella festividad, y habían recordado a las personas queridas a través de la distancia y habían sabido que ellas tenían un placer en . recordarlos.
Sorprendióse grandemente Scrooge mientras escuchaba el bramido del viento y pensaba qué solemnidad tiene su movimiento a través de la aislada obscuridad sobre un ignorado abismo, cuyas honduras son secretos tan profundos como la muerte; sorprendíóse grandemente Scrooge cuando, reflexionando así, oyó una estruendosa carcajada. Pero se sorprendió mucho más al reconocer que aquella risa era de su sobrino, y al encontrarse en una habitación clara, seca y luminosa, con el Espíritu sonriendo a su lado y mirando a su propio sobrino con aprobadora afabilidad.
-¡Ja, ja! -rió el sobrino de Scrooge-. ¡Ja, ja, ja!
Si por una inverosímil probabilidad sucediera que conocieseis un hombre de risa más sana que et sobrino de Scrooge, me agradaría mucho conocerle. Presentadme a él y cultivaré su amistad.
Es cosa admirable, demostradora del exacto mecanismo de las cosas, que así como hay contagio en la enfermedad y en la tristeza, no hay nada en el mundo tan irresistiblemente contagioso como la risa y el buen humor. Cuando el sobrino de Scrooge se echó a reír de esta manera, sujetándose las caderas, dando vueltas a la cabeza y haciendo muecas, con las más extravagantes contorsiones, la sobrina de Scrooge, sobrina política, se echó a reír tan cordialmente como él. Y los amigos que se hallaban con ellos también rieron ruidosamente.
-¡Ja, ja! ¡Ja, ja, ja!
-¡Dijo que la Navidad era una patraña, como tengo que morirme! -gritó el sobrino de Scrooge-. ¡Y lo creía!
-¡Qué vergüenza para él! -dijo la sobrina de Scrooge, indignada.
Era muy linda, extraordinariamente linda, de cara agradable y cándida, de sazonada boquita, que parecía hecha para ser besada, como lo era, sin duda; con toda clase de hermosos hoyuelos en la barbilla, que se mezclaban unos con otros cuando se reía, y con los dos ojos más esplendorosos que jamás habéis visto en una cabecita humana. Era enteramente lo que habrían llamado provocativa, pero intachable. ¡Oh, perfectamente intachable!
-Es un individuo cómico -dijo el sobrino de Scrooge-; eso es verdad, y no tan agradable como debiera ser. Sin embargo, sus deectos llevan el castigo de ellos mismos, y yo no tengo nada que decir contra él.
-Sé que es muy rico, Fred -insinuó la sobrina de Scrooge-. A1 menos siempre me has dicho que lo era.
-¿Y qué, amada mía? -dijo el sobrino-. Su riqueza es inútil para él. No hace nada bueno con ella. No se procura comodidades con ella. No ha tenido la satisfacción de pensar -¡ja, ja, ja!- que va a beneficiarnos con ella.
-Me falta la paciencia con él -indicó la sobrina de Scrooge. Las hermanas de la sobrina de Scrooge y todas las demás señoras expresaron la misma opinión.
-¡Oh! -dijo. el sobrino de Scrooge-. Yo lo siento por él. No puedo irritarme contra él aunque quiera. ¿Quién sufre con sus genialidades? Siempre él. Se le ha metido en la cabeza no complacernos y no quiere venir a comer con nosotros. ¿Cuál es la consecuencia? Es verdad que perder una mala comida no es perder mucho.
-Pues yo creo que ha perdido una buena comida -interrumpió la sobrina de Scrooge. Todos los demás dijeron lo mismo, y se les debía considerar como jueces competentes, porque en aquel momento acababan de comerla; los postres estaban ya sobre la mesa, y todos habíanse reunido alrededor de la lumbre.
-¿Bueno! Me alegra mucho oírlo -dijo el sobrino de Scrooge-, porque no tengo mucha confianza en estas jóvenes amas de casa. ¿Qué opinas, Topper?
Topper tenía francamente fijos los ojos en una de las hermanas de la sobrina de Scrooge, y contestó que un soltero era un infeliz paria que no tenía derecho a emitir su opinión respecto del asunto; y en seguida la hermana de la sobrina de Scrooge -la regordeta, con el camisolín de encaje, no la de las rosas- se ruborizó.
-Continúa, Fred -dijo la sobrina de Scrooge, palmoteando-. Ese nunca termina lo que empieza a decir. ¡Es un muchacho ridículo!
E1 sobrino de Scrooge soltó otra carcajada, y como era imposible evitar el contagio, aunque la hermana regordeta trató con dificultad de hacerlo, oliendo vinagre aromático, el ejemplo de él fue seguido unánimemente.
-Solamente iba a decir -continuó el sobrino de Scrooge- que la consecuencia de disgustarse con nosotros y no divertirse con nosotros es, según creo, que pierde algunos momentos agradables que no le habrían perjudicado. Estoy seguro de que pierde más agradables compañeros que los que puede encontrar en sus propios pensamientos, en su viejísimo despacho o en sus polvorientas habitaciones. Me propongo darle igual ocasión todos los años, le agrade o no le agrade, porque le compadezco. Que se burle de la Navidad hasta que se muera; pero no puede menos de pensar mejor de ella, le desafío, si se encuentra conmigo de buen humor, año tras año, diciéndole: "Tío Scrooge, ¿cómo estáis?" Si sólo eso le hace dejar a su pobre dependiente cincuenta libras, ya es algo; y creo que ayer le conmoví.
A1 oír que había conmovido a Scrooge, rieron los demás. Pero como Fred tenía corazón sencillo y no se preocupaba mucho del motivo de la risa con tal de ver alegres a los demás, el sobrino de Scrooge les animó a divertirse, haciendo circular la botella alegremente.
Después del té hubo un poco de música, pues formaban una familia de músicos, y os aseguro que eran entendidos. especialmente Topper, que hizo sonar el bajo como los buenos, sin que se le hincharan las venas de la frente ni se le pusiera roja la cara. La sobrina de Scrooge tocó bien el arpa, y entre otras piezas tocó un aria sencilla (una nonada; aprenderíais a tararearla en dos minutos), que había sido la canción favorita de la niña, que sacó Scrooge de la escuela, como recordó el Espectro de la Navidad Pasada. Cuando sonó aquella música, todas las cosas que el Espectro habíale mostrado se agolparon a la imaginación de Scrooge; se enterneció más y más, y pensó que si hubiera escuchado aquello con frecuencia años antes, podía haber cultivado la bondad de la vida con sus propias manos para su felicidad, sin recurrir a la azada del sepulturero que enterró a Jacob Marley.
Pero no dedicaron toda la noche a la música. Al poco rato jugaron a las prendas, pues es bueno sentirse niños algunas veces, y nunca mejor que en Navidad, cuando su mismo poderoso fundador era un niño. ¿Basta? Luego se jugó a la gallina ciega, y, sin duda, alguien parecía no ver. Y tan pronto creo que Topper estaba realmente ciego, como creo que tenía ojos hasta en las botas. Mi opinión es que había acuerdo entre él y el sobrino de Scrooge, y que el Espectro de la Navidad Presente lo sabía. Su proceder respecto a la hermana regordeta, la del camisolín de encaje. era un ultraje a la credulidad de la naturaleza humana. Dando puntapiés a los utensilios del hogar, tropezando con las sillas, chocando contra el piano, metiendo la cabeza entre los cortinones, adondequiera que fuese ella, siempre ocurría lo mismo. Siempre sabía dónde estaba la hermana regordeta. Nunca cogía a otra cualquiera. Si os hubierais puesto delante de él (como hicieron algunos de ellos) con intención, habría fingido que iba a apoderarse de vosotros, lo cual habría sido una afrenta para vuestra comprensión, e instantáneamente se habría ladeado en dirección de la hermana regordeta. A menudo gritaba ella que eso no estaba bien, y realmente no lo estaba. Pero cuando por fin la cogió; cuando, a pesar de todos los crujidos de la seda y de los rápidos revoloteos de ella para huir, consiguió alcanzarla en un rincón donde no tenía escape, entonces su conducta fue verdaderamente execrable. Porque, con el pretexto de no conocerla, juzgó necesario tocar su cofia y además asegurarse de su identidad oprimiendo cierto anillo que tenía en un dedo y cierta cadena que le rodeaba el cuello; ¡todo eso era vil, monstruoso! Sin duda ella le dijo su opinión respecto de ello, pues cuando le correspondió a otro ser el ciego, ambos se hallaban contándose sus confidencias detrás de un cortinón.
La sobrina de Scrooge no tomaba parte en el ,juego de la gallina ciega; permanecía sentada en una butaca con un taburete a los pies en un cómodo rincón de la estancia, donde el Espectro y Scrooge estaban en pie detrás de ella; pero participaba en el juego de prendas, y era de admirar particularmente en el juego de ¿cómo os gusta?, combinación amorosa con todas las letras del alfabeto, y la misma habilidad demostró en el de ¿cómo, dónde y cuándo?, y, con gran alegría interior del sobrino de Scrooge, derrotaba completamente a todas sus hermanas, aunque éstas no eran tontas, como hubiera podido deciros Topper. Habría allí veinte personas, jóvenes y viejos; pero todos jugaban, y lo mismo hizo Scrooge, quien. olvídando enteramente (tanto se interesaba por aquella escena) que su voz no sonaba en los oídos de nadie, decía en alta voz las palabras que había que adivinar, y muy a menudo acertaba, pues la aguja más afilada, la mejor Whitechapel, con la garantía de no cortar el hilo, no era más aguda que Scrooge, aunque le conviniera aparecer obtuso ante el mundo.
Al Espectro le agradaba verle de tan buen humor, y le miró con tal benevolencia, que Scrooge le suplicó, como lo hubiera hecho un niño, que se quedase allí, hasta que se fuesen los convidados. Pero el Espíritu le dijo que no era posible.
-He aquí un nuevo juego -dijo Scrooge-. ¡Media hora, Espíritu, sólo media hora!
Era un juego llamado sí y no, en el cual el sobrino de Scrooge debía pensar una cosa y los demás adivinar lo que pensaba, contestando a sus preguntas solamente sí o no, según el caso. El vivo juego de preguntas a que estaba expuesto le hizo decir que pensaba en un animal, en un animal viviente, más bien un animal desagradable, un animal salvaje, un animal que unas veces rugía y gruñía y otras veces hablaba, que vivía en Londres y se paseaba por las calles, que no se enseñaba por dinero, que nadie le conducía, que no vivía en una casa de fieras, que nunca se llevaba al matadero, y que no era un caballo, ni un asno, ni una vaca, ni un toro, ni un tigre, ni un perro. ni un cerdo, ni un gato, ni un oso. A cada nueva pregunta que se le dirigía, el sobrino soltaba una nueva carcajada, y llegó a tal extremo su júbilo, que se vio obligado a dejar el sofá y echarse en el suelo. Al fin, la hermana regordeta, presa también de una risa loca, exclamó:
-¡He dado con ello! ¿Ya sé lo que es, Fred! ¡Ya sé lo que es!
-¿Qué es? -preguntó Fred.
-¿Es vuestro tío Scro-o-o-ge!
Eso era, efectivamente. La admiración fue el sentimiento general, aunque algunos hicieron notar que la respuesta a la pregunta "¿Es un oso?" debió ser "Sí", tanto más cuanto que una respuesta negativa bastó para apartar sus pensamientos de Scrooge, suponiendo que se hubiera dirigido a él desde luego.
-Ha contribuido en gran manera a divertirnos- dijo Fred- y seríamos ingratos si no bebiéramos a su salud. Y puesto que todos tenemos en la mano un vaso de ponche con vino. yo digo: ¡Por el tío Scrooge!
-¡Bien! ¿Por el tío Scrooge! -exclamaron todos.
-¡Felices Pascuas y feliz Año Nuevo al viejo, sea lo que fuere! -dijo el sobrino de Scrooge-. No aceptaría él tal felicitación saliendo de mis labios, pero que la reciba, sin embargo. ¡Por el tío Scrooge!
E1 tío Scrooge habíase dejado poco a poco conquistar de tal modo por el júbilo general, y sentía tan ligero su corazón, que hubiera correspondido al brindis de la reunión, aunque ésta no podía advertir su presencia, dándole las gracias , en un discurso que nadie habría oído, si el Espectro le hubiera dado tiempo. Pero toda la escena desapareció con el sonido de la última palabra pronunciada por su sobrino, y Scrooge y el Espíritu continuaron su viaje.
Vieron muchos países, fueron muy lejos y visitaron muchos hogares, y siempre con feliz resultado. El Espíritu se colocaba junto al lecho de los enfermos; y ellos se sentían dichosos: si visitaba a los que se hallaban en país extranjero, creíanse en su patria; si a los que luchaban contra la suerte, sentíanse resignados y llenos de esperanza; si se acercaba a los pobres, se imaginaban ricos. En las casas de caridad, en los hospitales, en las cárceles, en todos los refugios de la miseria, donde el hombre, orgulloso de su efímera autoridad. no había podido prohibir la entrada y cerrar la puerta, al Espíritu dejaba su bendición e instruía a Scrooge en sus preceptos.
Fue una larga noche, si es que todo aquello sucedió en una sola noche; pero Scrooge dudó de ello, porque le parecía que se habían condensado varias Navidades en el espacio de tiempo que pasaron juntos. Era extraño, sin embargo, que mientras Scrooge no experimentaba modificación en su forma exterior, el Espectro se hacía más viejo, visiblemente más viejo. Scrooge había advertido tal cambio, pero nunca dijo nada, hasta que al salir de una reunión infantil donde se celebraban los Reyes, mirando al Espíritu cuando se hallaban solos, notó que sus cabellos eran grises.
-¡Es tan corta la vida de los Espíritus? -preguntó Scrooge.
-Mi vida sobre este globo es muy corta -replicó el Espectro-. Esta noche termina.
-¡Esta noche! --gritó Scrooge.
-Esta noche, a las doce. ¡Escuchad! La hora se acerca.
En aquel momento las campanas daban las once y tres cuartos.
-Perdonadme sí soy indiscreto al hacer tal pregunta -dijo Scrooge. mirando atentamente la túnica del Espíritu-, pero veo algo extraño, que no os pertenece saliendo por debajo de vuestro vestido. ¿Es un pie o una garra?
-Pudiera ser una garra. a juzgar por la carne que hay encima -contestó con tristeza el Espíritu-. ¡Mirad!
De los pliegues de su túnica hizo salir dos niños miserables, abyectos, espantosos, horribles, repugnantes. que cayeron de rodillas a sus pies y se agarraron a su vestidura.
-¡Oh, hombre! ¡Mira, mira, mira a tus pies! exclamó el Espectro.
Eran un niño y una niña, amarillos. flacos, cubiertos de harapos. ceñudos, feroces, pero postrados, sin embargo, en su abyeccíón. Cuando una graciosa juventud habría debido llenar sus mejillas y extender sobre su tez los más frescos colores, una mano marchita y desecada, como la del tiempo, las había arrugado, enflaquecido y decolorado. Donde los ángeles habrían debido reinar, los demonios se ocultaban para lanzar miradas amenazadoras. Ningún cambio, ninguna degradación, ninguna perversión de la humanidad, en ningún grado, a través de todos los misterios de la admirable creación, ha producido, ni con mucho, monstruos tan horribles y. espantosos.
Scrooge retrocedió, pálido de terror. Teniendo en cuenta quien se los mostraba, intentó decir que eran niños hermosos; pero las palabras se detuvieron en su garganta antes que contribuir a una mentira de tan enorme magnitud.
-Espíritu, ¿son hijos vuestros? -Scrooge no pudo decir más.
--Son los hijos de los hombres -contestó el Espíritu, mirándolos-. Y se acogen a mí para reclamar contra sus padres. Este niño es la Ignorancia. Esta niña es la Miseria. Guardaos de ambos y de toda su descendencia. pero sobre todo del niño, pues en su frente veo escrita la sentencia, hasta que lo escrito sea borrado. ¡Niégalo! -gritó el Espíritu, extendiendo una mano hacia la ciudad-. ¡Calumnia a los que te lo dicen! Eso favorecerá tus designios abominables. ¡Pero el fin llegará!
-¿No tienen ningún refugio ni recurso? -exclamó Scrooge.
-¿No hay cárceles? -dijo el Espíritu, devolviéndole por última vez sus propias palabras-. ¿No hay casas de corrección?
La campana dio las doce.
Scrooge miró a su alrededor en busca del Espectro, y ya no le vio. Cuando la última campanada dejó de vibrar, recordó la predicción del viejo Jacob Marley, y, alzando los ojos, vio un fantasma de aspecto solemne, vestido con una túnica con capucha y que iba hacia él deslizándose sobre la tierra como se desliza la bruma.
Me encanta la historia, va a llegar lejos
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