sábado, 19 de diciembre de 2009

Historia de dos Ciudades (A Tale of Two Cities)


Publicada en 1859, narra la historia de Carlos Darnay, casado con Lucia Manette, y Sydney Carton durante la revolución francesa. La historia comienza cuando Lucia Manette, junto con el señor Lorry, banquero de su familia, van a recoger al Dr. Manette, padre de Lucia, a quien creían muerto tras quince años en la Bastilla. El Dr. Manette esta recluido en una taberna, desde que lo dejaron libre. Entran Lucia y el Sr. Lorry, los atiende el tabernero Defarge. Entran a una habitación, en ella, esta un hombre de cabellos blancos, sentado en un banco, haciendo un par de zapatos. Cuando el viejo hombre ve a sus visitantes los saluda. El Sr. Lorry le pregunta al preso cual es su nombre, este responde que es 105 torre norte, Defarge le vuelve a preguntar y responde lo mismo. El Sr. Lorry le pregunta si es zapatero de oficio, el le responde que no, que había aprendido el tiempo que estuvo preso. Después, el Sr. Lorry le pregunta si se acuerda de el, el señor le dice que no, luego el Sr. Lorry se presenta diciendo su nombre y que además era su antiguo banquero. En ese momento, la joven se acerca al anciano señor, le pregunta su nombre, le toca el rostro y la mira con mucha atención. La joven le dice que ha venido para llevarlo a Inglaterra, en ese momento, el señor la reconoce y dice el nombre de Lucia. Lucia lloro en el pecho del Dr. Manette y se lo llevo de regreso a su hogar.

Pasan cinco años. En el Old Bailey, la mas afamada e infame corte de toda Inglaterra. Están juzgando a Carlos Darnay, un noble francés radicado en Inglaterra. Es acusado de dar información vital a Francia. El Dr. Manette y su hija, Lucia, están declarando a favor del acusado, a quien había conocido en el barco de regreso de París. El fiscal presenta como testigo a Juan Barsad, el asegura haber visto a Darnay darle información a un agente francés. En primera fila, entre el publico, esta sentado Sydney Carton, una abogado de mala fama por ser alcohólico y no trabajar, en ese momento, lleva una peluca. Carton, le da un papel al abogado defensor, cuando llega el turno de defender al acusado, el abogado defensor le pregunta a Barsad si esta seguro de que vio a Darnay entregar la información. Barsad dice que si, después de escuchar esto, el abogado defensor le dice que mire a Carton, luego le pide a Sydney que se quite la peluca, el asombro es general al ver que tanto Sydney Carton como Carlos Darnay son iguales. El abogado defensor le dice que podría haber sido cualquiera de los dos el que entrego la información, quedando así la evidencia rechazada y declarando a Darnay inocente. Lucia y su padre salen del juzgado, Darnay le agradece a cartón el amable gesto.

Unos meses después, Darnay pide la mano de Lucia en matrimonio, el Dr. Manette acepta. El día anterior al matrimonio, Darnay deja a Lucia por unas horas, en cuanto sale, Carton se acerca a la casa. Le abre Lucia, el sabe que su corazón es de Darnay. Sydney, ha estado cinco días sin beber par poder decirle lo que quería. Le dice que sabe que su corazón no siente ninguna ternura hacia el, solo quería saber que sus faltas y miserias quedaron borradas en su corazón. Lucia, al escuchar esto, rompe en llanto. Carton le pide que no llore, que dentro de unas horas estaría nuevamente ebrio y seria menos digno de esas lágrimas, le pidió que siempre o recordara como estaba en ese momento, como un hombre digno de alguna manera, Lucia dijo que así seria. Antes de retirarse, Carton le dice que seria un honor para el dar su vida por ella o alguien a quien amara. Lucia, desde ese momento, guardo el secreto de ese amor clandestino. A la mañana siguiente, mientras Lucia esta siendo alistada para el gran momento, Carlos se acerca al Dr. Manette. Le dice quería contarle algo que debía saber, era solo un detalle de su pasado, el doctor le dijo que se lo contara para que lo olvide porque no recuerda bien los apellidos. Carlos le dice que su apellido verdadero es Ebremont, que era el marquez de Ebremont, pero siempre había renegado de esa estirpe, por eso se fue a Inglaterra, para estar lo mas lejos posible de esa familia. Después del matrimonio, el Dr. Manette regresa a su casa con el Sr. Lorry, el doctor estaba distraido y confundido. El Sr. Lorry se queda afuera de la habitación del Dr. Manette, el doctor esta muy callado, cuando Lorry se acerca para ver por la puerta, escucha el sonido de un martillo golpeando cuero.

En París, el señor Defarge, el tabernero que dio asilo al doctor cuando salio de la prisión, se había enterado del matrimonio de Lucia con uno de los Ebremont, le cuenta la noticia a su esposa. En Londres, cuando Lucia y Carlos llegan de su luna de miel, el doctor ya había regresado a la normalidad. Paso el tiempo, Lucia y Carlos tuvieron una hija, es Julio de 1789, mientras, en París, en el barrio de San Antonio, una turba enfurecida se esta armando de mosquetes, rifles, barras de hierro, todo tipo de objeto que puede ser usado como un arma. Todos los seres vivientes de San Antonio están dispuestos a sacrificarla, todas las personas se dirigen a la Bastilla, atacan la prisión por dos horas, luego, una bandera blanca y la puerta de la prisión se abre, de pronto, Defarge, el tabernero entra con toda la muchedumbre. Adentro, Defarge busca a un guardia y le pregunta que significa 105 torre norte, el guardia le dice que es un calabozo, Defarge le dice que lo lleva hasta donde esta. Cuando llegan al calabozo buscan sin saber que buscar, cuando, de repente, Defarge se detiene ante un grupo de papeles viejos, lo guarda y se retira de la prisión.Dos años después, en Londres, llega una carta para Carlos Darnay, pero llega dirigida para el marquez de Ebremont. La carta decía que uno de sus antiguos criados, llamado Gabelle, le pide su ayuda porque lo han acusado injustamente. Después de leer la carta, busca a Lorry, que se estaba preparando para un viaje de negocios a Parias, Carlos le cuenta lo que ha sucedido y Lorry accede a que Darnay lo acompañe, Carlos parte sin avisar a Lucia o al Dr. Manette. Cuando llegan a París, una muchedumbre captura a Ebremont, lo conducen hacia un patriota que dirige todos los castigos, el patriota es Defarge. Carlos le explica rápidamente el motivo por el cual ha regresado a París, pero Defarge le dice que no explique nada, que tenían nuevas leyes y el era culpable, además los inmigrados no tenían derechos, encierran a Ebremont en la prisión de la Forcé. En cuanto se enteraron, Lucia y el Dr. Manette viajaron a París en busca de Carlos. Cuando llegan, buscan al Sr. Lorry, le explican lo que sucedió, Lorry les dice que no pueden estar allí, es muy peligroso. El Dr. Manette, le dice que no se preocupe, que su antigua desgracia como preso de la Bastilla, le han permitido llegar hasta donde habían llegado, su vida era sagrada en ese lugar, que podría librar a Carlos de cualquier culpa.

El Dr. Manette, Lucia y el Sr. Lorry se dirigen hacia el jusgado, en este, todos los condenados tienen una sola pena, la gillotina. Antes de Carlos enjuician a 15 personas y las 15 son sentenciadas en menos de una hora y meda. Antes de que le llegue el turno a Carlos, el Dr. Manette ha hablado con el, dandole indicaciones para que conteste las preguntas que le hagan. Cuando llega el turno de Carlos, le dicen que su vida pertenece a la republica, y esta condenado por la ley que dice que todos los inmigrados tenian la pena de muerte si regresaban. Carlos dijo que no podria ser sentenciado porque habia regresado a Paris antes que la ley fuera aprovada, el Fiscal dice que no importaba, que el prisionero estaba en Francia en el momento que fue aprobado asi que tenia la pena de muerte. El fiscal le pregunta si es verdad que ha vivido varios años en Inglaterra, Carlos dice que si, que se habia ido porque no queria pertenecer a la aristocracia francesa, que en Inglaterra queria vivir de su trabajo, ademas en Inglaterra se habia casado con una Francesa. El fiscal le pregunta quien es la francesa con quien se caso, Carlos dice que se llama Lucia Manette, hija del Dr. Manette, antiguo preso de la bastilla, cuando Carlos termina de dcri estas palabras, el publico vitorea a Carlos y al Dr. Manette. Cuando el jurado calla, el fiscal le pregunta a Carlos porque no ha regresado antes, el le esplica que regreso para ayudar a uno de sus antiguos sirvientes. El fiscal llama a Gabelle para que declare a favor de Carlos y lo hace, luego llaman al Dr. Manette y declara a favor de carlos. Despues de las declaraciones del doctor, el jurado declara a Carlos inocente, es una de las pocas personas que han sido declaradas inocentes durante los crueles jusgados de Francia. Carlos, se ponde de pie, se acerca a su esposa, la abraza y la besa, mientras el jusgado esta vitoreando al Dr. Manette por las declaraciones y por la santidad de su figura.

Horas despues del juicio, la familia del Dr. Manette esta sentada frente a un fuego en la casa de Lorry, que generosamente les ha dado alojamiento. De repente, tocan a la puerta, Carlos abre. Los que habian tocado, era un grupo de soldados armados, uno de ellos pregunta por el ciudadano Ebremont, Carlos pregunta quien lo busca, el soldado le dice que lo busca el pueblo. Uno de los soldados le dice que vuelve a ser preso de la republica. Lucia se abraza fuertemente a Carlos, el Dr. Manette les pregunta porque delito, uno de los soldados le dice que ha sido denunciado por alguin del barrio de San Antonio, el doctor pregunta quien es, pero uno de los soldados le dice que se enterara al dia siguiente. Cuando se llevan a Ebremont de la casa de Lorry, se encuentran con Sydney Carton, pregunta que ha pasado, pero Carlos no puede decir nada. Al dia siguiente, en el tribunal, estavan presente Lucia, El dr. Manette, el Sr. Lorry y Sydney Carton, quien habia llegado primero. Cuando comienza el juicio, el juez pregunta por quien ha sido denunciado el acusado, el fiscal dice que ha sido acusdo por Ernesto Defarge, Teresa Defarge y el Dr. Alejandro Manette. El doctor, al escuchar su nombre, toma la palabra y dice que eso es una mentira, que el acusado era su yerno y su hija era lo mas preciado que tenia. El fiscal le dice que es imposible, que lo mas preciado que debia tener un hombre es la republica y si la republica pedia que sacrifique a su hija, debia hacerlo, el publico aplaude a tan elocuente declaracion. Cuando el publico calla, llaman para que declare Defarge. Defarge, dice que sabia que el doctor habia estado en la prision 105 torre norte de la Bastilla, fue guiado por un carcelero hacia la celda, cuando llegaron a dicha celda, encontro un atado de papeles que narraba como el Dr. Manette habia sido llamado por los dos hermanos Ebremont para curar a una joven y tratar de curar a un joven que uno de ellos habia herido de muerte, antes de eso, habian matado al padre, ellos habian hecho esto para ultrajar a la joven, al dis siguiente del ataque, el Dr. Manette se dirigio a las autoridades, pero los hermanos secuestraron al doctor, quemaron la carta acusatoria y mandaron al doctor a prision por quince años. Despues de decir esto, Defarge leyo un fragmento de los papeles que habai escrito el Dr. Manette en el que decia que denunciaba a los hermanos Ebremont y a todos sus decendientes. Carlos no tenia escapatoria, habia sido acusado por su suegro, ahora tenia que regresar a la prision de la Force para esperar la hora de su muerte, Lucia esta abatida, pero sabe que es la unica que puede animar a Carlos.

Cuando termina el juicio, Lucia convence a uno de los guardias para que la deje ver a su esposo. Carlos le dice a Lucia que en el futuro se encntraran y descansaran para siempre, Lucia le dice que se olvide de eso, Carlos se despide de su hija, que esta presente. El Dr. Manette ha presenciado la tierna escena y se arrodilla ante Darnay, el el dice que no tiene nada de que arrepentirse, que sabia cuanto ha sufrido el dia de su matrimonio al enterarse su apellido y estava muy agradecido por haberlo perdonado. Lucia, despues de esto, cae desmayada, Sydney Caton, que ha presenciado la escenas sin ser visto, ayuda a Lucia, la lleva al coche, sube junto con su padre. Cuando llegan a su casa, Carton se asegura de que este bien acomodada, Carton le da un suave beso en la mejilla a Lucia para despedirse. Sydney recuerda el juramento que le hizo a Lucia el dia de su matrimonio. Se despide y le dice al doctor que ya no habia esperanza, pero por eso no habia que perder el valor, despues de decir esto, se retira.

Carton, se dirige hacia el barrio de San Antonio, llega a la taberna de Defarge. Entra, la señora Defarge esta tejiendo como suele hacerlo, Carton pide una copa de vino con un pesado acento ingles, coge un viejo diario y se acerca a el como si no pudiera comprender el frances. La señora Defarge se acerca a su esposo para decirle, que el hombre ingles que acaba de entrar se parece mucho a Carlos, su esposo le dice que no es posible, ademas al dia siguiente veria al verdadero sin cabeza. Teresa, le dice que eso no es suficiente, que tenia motivos de sobra para condenar a todos los Ebremont, ella era la joven que intentaron ultrajar. Caton, ha escuchado todo lo que han dicho, paga el vino y se retira. Cuando esta saliendo de la taberna, reconoce a una persona que no veia despues de unos meses, vio a Juan Barsad, el doble agente, el que acuso a Darnay de espia. Carton lo detiene y lo lleva a un lado. Barsad le pregunta quien es, Carton le dice que es solo un ingles, le dice que tenia a un ser muy querido en la prision de La Force, Barsad le dice que el trabaja en La Force, pero si se trataba de una evasion, iba a ser imposible. Carton le dice que no es una evasion, ademas le pergunta si puede entrar y salir cuando quiere Barsad le dice que si puede, Sydney le dice que lor ecuerda de Inglaterra, que trabajaba antes para el gobierno Ingles y ahora trabaja para el gobierno Frances, Juan, al escuchar esto, le pregunta que quiere, Carton le dice que tiene un favor que pedirle en la prision de La Force y sabe que el se la cumplira. Los dos hombres conversan por poco tiempo, cuando terminan, Barsad esta palido e inmovilisado viendo a Carton alejarse.

Carton se dirige a la casa de Lorry, donde el Dr. Manette busca el par de zapatos en los que estava trabajando cunado era preso de la Bastilla, Lorry y Carton lo calaman y lo sientan frente al fuego. Carton, lleva a Lorry a otra habitacion, en ella le dice que ya no habian esperanzas, le iba a dar instrucciones que debia cumplir sin hacer preguntas. Caton ve que el abrigo del Dr. Manette esta en el suelo y se agacha para recogerlo, cuando lo esta levantando, se cae un papel, Carton lo recoge y lo lee. Cuando termina de leerlo, le dcie a Lorry que estan salvados, el papel es un salvoconducto para el doctor, que le permite irse de Paris con su hija y su nieta, luego le enseña otro salvoconducto que esta a su nombre, Sydney Carton. Despues de darle los dos papeles, le dice que para el dia siguiente debe tener caballos preparados a las dos de la tarde, antes de las ejecuciones. Sydney le dice a Lorry que esa noche le diga el peligro que corre ela y su hija al quedarse, despues de las ejecuciones, querra quedarse a llorar a su espos y eso era un delito, quele diga que esas eran las ultimas indicaciones de Carlos, el Dr. Manette hara lo que le indiquen, ademas, Carton viajaria con ellos, Lorry le preguntan si deben esperarlo, Carton le dice que si, que cuando subiera al coche partirian inmediatamente hacia Inglaterra. Lorry le pergunta si deben esperarlo suceda lo que suceda, Carton le dice que el tiene su salvoconducto, que sin el no podria salir de Francia nunca. Carton hace que Lorry prometa cumplir lo que ha dicho, despues de decir esto, Sydney se retira.

En la prision de La Force, hay cincuenta condenados para las ejecuciones del dia siguiente, entre ellos, Carlos. Hay todo tipo de presos. Carlos, se pregunta como es la gullotina, la hoja de acero, el verdugo. Carlos cuanta las horas, porque sabe que las tres de la tarde, sera la hora de su muerte. De pronto, Carlos escucha pasos, despues escucha el mumullo de un hombre y de repente, ve a Sydney carton a su lado, haciendo una seña con los dedos para que haga silencio. Ebremont le pregunta si esta preso, Carton le dice que no, que accidentalmente tiene poder sobre uno de los carceleros. Despues de explicarle, le dice que cambien de botas, tambien de abrigo, despues de hacer el cambio, Carton arregla a carlos para que quede igual que el. Despues de arreglar a Carlos, Sydney le da un golpe a Ebremont y lo deja inconciente, despues, Carton se viste como estaa Carlos. Carton, se acerca a la puerta y llama a Barsad. Cuando Juan entra, ve al hombre inconciente en mitad del suelo, Carton le dice que llame a unos guardias para que lo ayuden a salir, que diga que la impresion de ver al preso fue demasiada y se desmayo, despues de que diga esto, debe llevarlo al coche del Sr. Lorry. Barsad obedece, trae un grupo de guardias que se llevan a Carlos pensando que es Sydeny y lo dejan en el coche con el Sr. Lorry, el Dr. Manette y Lucia. Carton, se queda en la celda, hasta que llega un funcionario con una lista en la mano, la lee y llama a Carlos Ebremont, sin saber que es Carton quien lo sigue.El funcionario lleva a Carton con los demas condenados, todos estan impacientes y pensativos, esperando la llegada de la hora de su muerte. Entre los condenados hay una joven costurera que se acerca a Carton saluadndolo como si fuera Darnay. Sydney le sigue el juego, la joven le pregunta porque ha regresado, Carton le dice que lo arrestaron otra vez y lo han condenado, la joven le pide que le permita tomarle la mano cuando salgan de la prision hasta la guillotina, Carton, accede. La costurera le toma la mano, luego mira a los ojos de Carton y se da cuenta que no es Ebremont y le da un beso. Despues, la joven le pregunta porque va a morir por el, Carton le dice que lo hace por su esposa y por su hija, el no era nadie y nadie se iba a acordar. Despues de decir esto, la costurera le vuelve a preguntar si puede tener sus manos entre las suyas, Carton le dice que si, hasta el ultimo momento.

Mientras, en las afueras de Paris, en el carruaje del Sr. Lorry, Lucia esta muy desesperada por lo que va a ocurrir, piensa que los estan siguiendo, pero no es asi. Al llegar a un pueblo, una multitud se acerca al coche preguntando cuantos condenados hay, el Sr. Lorry da un numero al azar y los dejan tranquilos que se vayan. Anochece, y el hombre que esta desmayado en la parte trasera del coche, comienza a despertar y a hablar. Lucia ve el momentno en que se despierta y se da cuenta. Lucia comienza a gritar preguntando el nombre del hombre desmayado. Como no responde comienza a examinarlo y encuentra los rasgos correcatamnete ubicados de Carlos Ebremont, despues de revisar, rompe en llanto.

En Paris, una gran muchedumbre, esta alrededor de la terribe maquina de matar conocida como la guillotina. La persona principal de esa tarde, es un hombre al que todas las personas del publico señalan, esta con la mano junta a la de una joven, los dos conversan. En una iglesia, viendo pasar a los condenados, esta Barsad, un hombre se le acerca y pregunta quien es Ebremont, Barsad lo señala y el hombre comienza a insultarlo. A las tres de la tarde, llegan las carretas con los condenados a la guillotina. En primera fila, hay un grupo de mujeres tejiendo, entre ellas esta la señora Defarge, que siente una inhumana emocion al ver a Ebremont. Llega el verdugo y comienzan con la primera ejecucion, las tejedoras, en coro cuentan las cabezas que se van cortando. Carton, voltea a la joven y la pone de espaldas al terrible aparato. La costurera le dice a Carton que tiene miedo, Sydney le dice que no aparte su mirada de el, asi podra estar mas calmada. Los dos conversan tranquilamente, como si lo que va a ocurrir nunca fuera a pasar. La costurera le pregunta a Carton si es que van a ir a un mundo mejor, Carton le dice que si, a donde van a ir no hay sufrimiento ni dolor. La costurera le da un beso a Carton, se bendicen uno a otro, los separan y la costurera deja la vida en la guillotina. Despues de la costurera, le llega el turno a Sydeny Carton, que deja la vida con el orgullo de haberla dado por salvar a un homber mas digno de merecerla. Despues del momento de la muerte de Sydney Carton, corren los rumores que es el rostro mas calmado de cuantos se han visto morir en la terrible guillotina. Cuando muere, Carton ve el futuro de las personas por las que dio su vida. Ve a los apresores y los que lo sentenciaron caer bajo la misma cuchilla que el resto del pueblo. Ve el futuro de la familia Darnay, ve la paz de la que esta llena, ve al hijo de Lucia, que lleva su nombre ejercer el mismo trabajo que fue de el con justicia y sabiduria. Ve la prosperidad y la felicidad de Lucia, Carlos, el Dr. manette, el Sr. Lorry y sus familias, por las que dio su vida.


A continuacion, un capitulo de "Historia de Dos Ciudades":




El fiscal informó al Jurado de que el acusado que estaba ante ellos, a pesar de su juventud era ya muy viejo en las prácticas de la traición; que su correspondencia con el enemigo público no databa de un día ni de un año, sino que el prisionero tenía la costumbre, ya muy antigua, de ir desde Francia a Inglaterra, para realizar negocios de que no le habría sido posible dar honrada cuenta. La Providencia, sin embargo, había puesto en el corazón de una persona, sin miedo y sin reproche, el deseo de descubrir la naturaleza de las ocupaciones del acusado, y, lleno de horror, las reveló al secretario de Estado de Su Majestad. Aquel patriota iba a ser presentado al Tribunal. Fue amigo del acusado, pero, una vez estuvo convencido de su infamia, resolvió sacrificar su amistad en aras del patriotismo. El testigo pudo examinar los papeles de su amigo, gracias a los buenos oficios de un criado, también digno de honor, y así, por la conducta sublime de aquellos dos hombres, conducta que el fiscal recomendaba al jurado, pudo descubrirse la criminal ocupación del acusado. El examen de aquellos papeles demostraba que el acusado poseía la lista de las fuerzas de mar y tierra de Su Majestad y también de su disposición y de su preparación. Cierto era que no se podía probar el hecho de que aquellas listas fuesen de puño y letra del acusado, pero eso no importaba nada, y más bien era un indicio acusador, pues probaba que el prisionero había tomado toda clase de precauciones. Estos documentos probaban que se dedicaba a tan criminal oficio desde hacía, por lo menos, cinco años. Así, pues, no dudaba de que el jurado, obrando lealmente, consideraría culpable al acusado y lo condenaría a muerte.

Cuando cesó el fiscal en su discurso, la impresión general fue la de que el acusado podía considerarse ya como hombre muerto.

Se presentó entonces el patriota acusador, Juan Barsad, caballero, el cual habiendo ya librado a su noble pecho del peso que hasta entonces lo oprimiera, se habría retirado modestamente, pero el caballero que tenía delante un montón de papeles quiso dirigirle algunas preguntas. En cuanto al que se sentaba enfrente del defensor, continuaba con la mirada fija en el techo.

El defensor preguntó si el testigo había sido alguna vez espía, pero esta acusación fue rechazada desdeñosamente. Le preguntó, luego, de qué vivía y al contestarle que de sus propiedades, quiso saber cuáles eran, pero el testigo no recordaba bien dónde las tenía y acabó afirmando que había heredado de un pariente lejano. Le preguntó también si había estado en la cárcel, a lo cual el testigo contestó negativamente, pero ante las insistentes preguntas del defensor, acabó confesando que estuvo dos o tres veces encarcelado por deudas. A la pregunta de cuál era su profesión, contestó que la de caballero, y cuando el defensor quiso saber si alguna vez le habían arrojado a puntapiés de alguna parte, lo negó primero, mas, luego, acabó confesando que, en una ocasión, le dieron un puntapié y él, por su propia voluntad, bajó rodando por la escalera. Entonces el defensor quiso averiguar si aquello fue la consecuencia de haber hecho trampas en el juego, pero el testigo replicó que así se dijo, pero que no era verdad. También le preguntó si vivía del juego, y si había pedido dinero prestado al acusado. Ambas respuestas fueron afirmativas y cuando se inquirió la razón de que se hubiese apoderado de aquellas listas, para entregarlas a la justicia, tal vez con la esperanza de lograr alguna recompensa, contestó negativamente, asegurando que lo había hecho por puro patriotismo.

El criado, Roger Cly, el virtuoso patriota, dijo que había entrado al servicio del acusado cosa de cuatro años antes y que empezó a sentir sospechas de su amo y por consiguiente vigiló sus actos. Muchas veces encontró listas semejantes a las presentadas al Tribunal, mientras arreglaba los trajes de su amo y en las manos de éste las vio también en Calais y en Boulogne. Y como amaba a su patria no pudo consentir aquella traición y por esta razón ayudó al descubrimiento del crimen.

El fiscal se volvió entonces hacia el señor Lorry y le preguntó:

—Señor Jarvis Lorry, ¿estáis empleado en el Banco Tellson?

—Sí, señor.

—¿No hicisteis un viaje, cierto viernes de noviembre del año entre Londres y Dover?

—Sí, señor.

—¿Había otros viajeros en la diligencia?

—Dos.

—¿Descendieron de la diligencia antes de llegar a Dover?

—Sí, señor.

—Mirad ahora al acusado. ¿Era uno de los dos viajeros?

—No puedo asegurarlo.

—¿Se parece a alguno de ellos?

—Iban los dos tan abrigados y estaba la noche tan obscura que no puedo asegurarlo.

—Miradlo de nuevo, señor Lorry. Suponiendo que ese hombre estuviera tan abrigado como aquellos dos viajeros, ¿os parece que sería semejante a uno de ellos?

—Lo ignoro.

—¿Estaríais dispuesto a jurar que no era uno de ellos?

—Tampoco.

—¿De manera que consideráis posible que fuese uno de ellos?

—Posible, sí. Excepto, tal vez, por la circunstancia de que mis compañeros de viaje parecían gente timorata y el acusado no parece hombre que se asuste fácilmente.

—Mirad nuevamente al prisionero, señor Lorry. ¿Lo conocíais ya o lo habíais visto anteriormente?

—Sí, señor.

—¿Cuándo lo visteis?

—Pocos días después de mi viaje volvía de Francia y en Calais el acusado tomó el mismo barco que yo e hizo conmigo el viaje de regreso.

—¿A qué hora llegó a bordo?

—Un poco después de medianoche.

—¿Fue el único pasajero que llegó a aquella hora?

—Sí, señor, el único.

—¿Viajabais solo, señor Lorry, o iba con vos algún compañero?

—Me acompañaban dos personas. Un caballero y una señorita. Están aquí.

—¿Conversasteis con el acusado?

—Muy poco. El tiempo era malo y casi durante todo el viaje estuve tendido en el sofá.

—¡Señorita Manette!

La joven, hacia quien se volvieron todos los ojos, se puso en pie y su padre la imitó.

—Señorita Manette, mirad al acusado.

Este pareció intranquilo al ser contemplado por aquella graciosa joven.

—¿Habíais visto ya anteriormente al acusado, señorita Manette?

—Sí, señor.

—¿Dónde?

—A bordo del barco a que acaba de referirse el señor Lorry.

—¿Erais vos la señorita a quien acaba de referirse este caballero?

—Sí, desgraciadamente soy yo.

—Contestad a las preguntas que se os dirijan, sin hacer observación alguna —exclamó el fiscal.— ¿Conversasteis con el acusado durante el viaje?

—Sí, señor.

—Referid la conversación.

En medio de la atención general y del silencio reinante, la joven empezó a decir:

—Cuando este caballero llegó a bordo...

—¿Os referís al prisionero? —preguntó el fiscal frunciendo las cejas.

—Sí, señor.

—Entonces llamadle acusado.

—Pues, cuando el acusado llegó a bordo, se fijó enseguida en mi padre y vio que estaba fatigado y enfermo. Mi padre estaba tan mal que yo temí exponerle al aire y por esto le arreglé su lecho en la cubierta, cerca de la escalera de los camarotes y me senté a su lado para cuidarlo. Aquella noche no había más pasajeros que nosotros cuatro. El acusado fue tan amable que me aconsejó cómo podría guarecer mejor a mi padre del viento y del mal tiempo, y, en general, se portó con la mayor bondad y cortesía. Así empecé a hablar con él.

—¿Os fijasteis si llegó solo a bordo?

—No llegó solo.

—¿Cuántos le acompañaban?

—Dos caballeros franceses.

—¿Observasteis si conferenciaban secretamente?

—Estuvieron hablando hasta el último momento, cuando los franceses se vieron obligados a bajar al bote.

—¿Visteis si, entre ellos, se cambiaron algunos papeles semejantes a estas listas?

—Vi que tenían algunos papeles en las manos, pero no sé cuáles.

—Ahora contadnos cuál fue la conversación del acusado, señorita Manette.

—Se mostró muy amable conmigo, y bondadoso y útil para mi padre. Espero —exclamó entre lágrimas— que mi declaración no va a perjudicarle y a pagar mal los favores que me hizo.

—No os ocupéis de esto, señorita Manette —replicó el juez,— estáis en la obligación de decir la verdad y el acusado lo sabe. ¡Continuad!

—Me dijo que viajaba a causa de unos negocios de naturaleza delicada y difícil, que podían poner en situación apurada a algunas personas, y que viajaba bajo nombre supuesto. Añadió que aquellos negocios lo habían llevado a Francia pocos días antes y que, de vez en cuando, le obligaban a dirigirse tan pronto a Francia como a Inglaterra.

Entonces el fiscal llamó al doctor Manette para que declarara y le dijo:

—Doctor Manette, servíos mirar al acusado. ¿Lo habíais visto anteriormente?

—Una vez tan sólo, cuando me visitó en mi casa de Londres. Hará de eso tres años o tres y medio.

—¿Sabéis si es la misma persona que viajaba a bordo del barco que os llevaba a vos y a vuestra hija y el mismo que conversó con ésta?

—Lo ignoro, señor.

—¿Hay alguna razón especial que explique la imposibilidad en que os halláis de contestar a mi pregunta?

—Sí, señor, existe.

—¿No tuvisteis la desgracia de permanecer largos años preso, sin haber sido juzgado ni acusado, en vuestro país natal, doctor Manette?

—En efecto, estuve preso mucho tiempo.

—¿Acababais de ser puesto en libertad, cuando hicisteis aquel viaje?

—Así me lo dijeron

—¿No recordáis nada?

—Nada absolutamente. En mi memoria hay un vacío por espacio de no sé cuánto tiempo, es decir, desde que en mi cautiverio me dediqué a hacer zapatos hasta el tiempo en que me encontré viviendo en Londres con mi querida hija. Esta me era ya muy querida cuando Dios misericordioso me devolvió mis facultades, pero no sé cuándo empecé a conocerla, pues no me acuerdo.

Se presentaba, entonces, una cuestión muy importante y era la de saber si el acusado había visitado, en aquella noche de noviembre, cinco años atrás, una ciudad en la que había un arsenal de guerra y una importante guarnición, para adquirir datos. Se presentó un testigo, quien declaró que reconocía en el acusado a un hombre que estuvo aquella noche en el café de dicha ciudad esperando a otra persona.

En aquel momento el caballero de la peluca, que, hasta entonces había estado mirando al techo, escribió una o dos palabras en un pedazo de papel, y, después de arrollarlo, lo entregó al defensor. Este lo leyó, miró al acusado con la mayor atención y se volvió para preguntar al testigo:

—¿Estáis seguro de que era este mismo hombre?

—Completamente —contestó el testigo.

—¿No pudisteis ver a otra persona que se le pareciera mucho?

—Habría tenido que ser tan parecido a él, que casi es imposible que pudiera darse el caso.

—Pues, entonces, hacedme la merced de mirar a este caballero —dijo el defensor señalando al que acababa de entregarle el papel,— y luego mirad al preso. ¿No creéis que se parecen como dos gotas de agua?

En efecto, aquellos dos hombres no podían ser más parecidos.

Inmediatamente el fiscal preguntó al defensor, señor Stryver, si con esto quería acusar de traición al señor Carton, que era el caballero de la peluca, pero el defensor contestó que no se proponía nada de esto, sino, tan sólo, señalar la posibilidad de que se tratara de una persona tan parecida al acusado como la que tenían a la vista.

A continuación el defensor, señor Stryver, se esforzó en demostrar que Barsad era un espía a sueldo y un traidor, un traficante en sangre humana y uno de los más perfectos sinvergüenzas que existieron en la tierra después del traidor judas; que el virtuoso criado Cly era su amigo y consocio, y digno de él. Que aquellos dos bandidos y perjuros habían acusado falsamente al prisionero, francés de nacimiento, que por asuntos de familia se veía obligado a ir con frecuencia a Francia, aunque estos asuntos, por ser de naturaleza especialísima y personal, no podían ser revelados. Demostró que la declaración de la señorita Manette no tenía importancia alguna ni demostraba nada contra su defendido.

Declararon, entonces, algunos testigos de la defensa y nuevamente hablaron el fiscal y el presidente para rebatir cuanto dijera el defensor, de modo que para nadie parecía dudosa la muerte que esperaba al desgraciado preso.

Mientras tanto el señor Carton, y a excepción del momento en que tendió el papel al defensor del acusado, no había separado sus ojos del techo, ni siquiera, tampoco, cuando todo el mundo se fijó en él para comparar sus facciones con las del acusado. Sin embargo, veía mucho mejor que otros lo que ocurría a su alrededor, hasta el punto de que fue el primero en advertir que la señorita Manette caía desfallecida en brazos de su padre, y, ordenó a un guardia que acudiese a socorrerla.

La concurrencia demostró su simpatía a la joven y a su padre y apenas se fijó en que el jurado se retiraba a deliberar. Al poco rato se presentaba nuevamente manifestando que no se habían puesto de acuerdo y que deseaban tratar de nuevo acerca del caso.

Esto causó, naturalmente, la mayor sorpresa, pues no era cosa que ocurriese con frecuencia. La vista había durado todo el día y fue preciso encender las luces de la sala.

Circularon rumores de que el jurado tardaría en tomar un acuerdo y muchos espectadores se retiraron para comer algo, en tanto que el acusado fue llevado al extremo de la barra, donde tomó asiento.

Entonces el señor Lorry se acercó a donde estaba Jeremías, diciéndole:

—Podéis ir a tomar alguna cosa, si queréis. Cuidad de volver cuando regrese el jurado, porque entonces es cuando os necesitaré.

Al mismo tiempo le dio un chelín y en aquel momento el señor Carton, que había abandonado su asiento, tocó en un hombro al señor Lorry.

—¿Cómo se encuentra la señorita?

—Está muy angustiada —contestó el señor Lorry,— pero parece que está mejor.

—Voy a decírselo al prisionero, pues no está bien que le hable un caballero tan respetable como vos.

En efecto, el señor Carton se acercó al preso y lo llamó.

—Señor Darnay, espero que deseará usted tener noticias de la señorita Manette. Se encuentra mejor.

—Siento mucho haber sido la causa de su indisposición. ¿Tendrá usted la bondad de decírselo así? —contestó el preso.

—No hay inconveniente.

—Muchas gracias —le contestó el acusado.

—¿Qué espera usted, señor Darnay? —le preguntó Carton.

—Lo peor.

—Hace usted bien, puesto que será lo más probable. Sin embargo, parece dar alguna esperanza el hecho de que el jurado no se haya puesto todavía de acuerdo.

Jeremías Roedor, que había estado escuchando la conversación con el mayor interés, se alejó extrañado de que aquellos dos hombres fuesen tan absolutamente parecidos.

El mensajero del Banco, después de tomar su refrigerio, se sentó en un banco y estaba ya a punto de dormirse cuando entró el público en la sala y oyó una voz que le llamaba.

—¡Jeremías!

—Aquí estoy, señor —contestó a su principal.

El señor Lorry extendió el brazo y le entrego un papel.

—Id a llevarlo volando. ¿Lo tenéis?

—Sí, señor.

En el papel había escrito una sola palabra. “Absuelto.”

—Si esta vez hubiese escrito “Resucitado” lo entendería mejor que la otra —murmuró Jeremías, y se alejó apresuradamente en dirección a la casa de banca.


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