Mariano Melgar (Perú; Arequipa, 10/08/1790 - Puno, 12/03/1815)
Nacido en Arequipa el 10 de agosto de 1790 y fallecido en Puno el 12de marzo de 1815, Mariano Lorenzo Melgar Valdivieso, es considerado el iniciador del romanticismo en el Perú. Fue un gran escritor de poemas, cantos y yaravies indígenas, creación suya. Desde niño fue muy precoz y no fue necesario utilizar estilos europeos en sus poemas, siempre todos sus poemas y cantos tenían un estilo propio de si mismo. A los 8 años de edad ya dominaba el latín y antes de cumplir los diez años, dominaba con fluidez el ingles y el francés. En estos años Mariano asiste a la biblioteca del Seminario Conciliar de San Jerónimo, la biblioteca con mas información en esa región del Perú. En su juventud, llego a ser maestro de Latín, Retorica, Filosofía, Matemática y Física. A los 20 años, deja los habitos religiosos, motivo por el cual no recibe una capellania que se la habían propuesto a los ocho años de edad. En ese año, se enamora de María Santos Corrales, a quien llama Silvia en sus poemas y empieza su carrera literaria donde destacan inmediatamente sus poemas, cantos y yaravies, dedicados a ella. Mariano, en esos años, se apasiona por la política y persuade a sus padres para que lo dejen ir a estudiar leyes en Lima, terminada su carrera, decide regresar a Silvia, pero ya no la encuentra, el motivo fue que la familia de María Santos dijo que la madre de Silvia, pero le había dejado un gran amor por ella y en Lima había amado la patria, por lo que su verso predilecto dice: "Por Silvia amo a mi Patria con esmero, y por mi patria amada a Silvia quiero".
Entre sus obras mas destacadas están: A Silvia, A la Libertad, El Cantero y El Asno, Las Cotorras y el Zorro, El Asno Cornudo, Al Sueño, Al Conde de Vista Florida y Al Mar.
Melgar después de haber sido rechazado, decide irse a Majes, donde establece una relación amistosa con unos revolucionarios, en Noviembre de 1814, decide enrolarse en el ejercito, luego en marzo de 1815, se va a la batalla de Pumacahua, donde lo capturan y los fusilan.
martes, 28 de julio de 2009
Elegia y Soneto a Silvia
¿Por que a verte volví, Silvia querida?(Elegía I)
¿Por qué a verte volví, Silviaquerida?¡Ay triste! ¿para qué? ¡Para trocarsemi dolor en más triste despedida!
Quiere en mi mal mi suerte deleitarse;me presenta más dulce el bien que pierdo:¡Ay! ¡Bien que va tan pronto a disiparse!
¡Oh, memoria infeliz! ¡Triste recuerdo!Te vi… ¡qué gloria! pero ¡dura pena!Ya sufro el daño de que no hice acuerdo.
Mi amor ansioso, mi fatal cadena,10a ti me trajo con influjo fuerte.Dije: «Ya soy feliz, mi dicha es plena».
Pero ¡ay! de ti me arranca cruda suerte;este es mi gran dolor, este es mi duelo;en verte busqué vida y hallo muerte.15
Mejor hubiera sido que este cielono volviera a mirar y sólo el llantofuese en mi ausencia todo mi consuelo.
Cerca del ancho mar, ya mi quebrantoen lágrimas deshizo el triste pecho;20ya pené, ya gemí, ya lloré tanto
¿Para qué, pues, por verme satisfechovine a hacer más agudos mis doloresy a herir de nuevo el corazón deshecho?De mi ciego deseo los ardores25volcánicos crecieron, de maneraque víctima soy ya de sus furores.¡Encumbradas montañas! ¿Quién me dierala dicha de que al lado de mi dueño,cual vosotras inmóvil, subsistiera?
¡Triste de mí! Torrentes, con mal ceñoromped todos los pasos de la tierra,¡piadosos acabad mi ansioso empeño!
Acaba, bravo mar, tu fuerte guerra;isla sin puerto vuelve las ciudades;y en una sola a mí con Silvia encierra.¡Favor tinieblas, vientos, tempestades!pero vil globo, profanado suelo,¿es imposible que de mí te apiades?
¡Silvia! Silvia, tú, dime ¿a quién apelo?no puede ser cruel quien todo cría;pongamos nuestras quejas en el cielo.
Él solo queda en tan horrible día,único asilo nuestro en tal tormento,él solo nos miró sin tiranía.
Si es necesario que el fatal momentollegue… ¡Piadoso Cielo! en mi partidabenigno mitigad mi sentimiento.
Lloro… no puedo más… Silvia querida,déjame que en torrentes de amargurasaque del pecho mío el alma herida.
El negro luto de la noche oscurasea en mi llanto el solo compañero,ya que no resta más a mi ternura.
Tú, Cielo Santo, que mi amor sinceromiras y mi dolor, dame esperanzade que veré otra vez el bien que quiero.
En sola tu piedad tiene confianzami perseguido amor… Silvia amorosa.El Cielo nuestras dichas afianza.
Lloro, sí, pero mi alma así llorosa,unida a ti con plácida cadena,en la dulce esperanza se reposa,y ya presiente el fin de nuestra pena.
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¡Oh, dolor! ¿Cómo, cómo tan distante…?(Elegía II)¡Oh dolor! ¿Cómo, cómo tan distantede mi querida Silvia aquí me veo?¿Cómo he perdido todo en un instante?
Perdí en Silvia mi dicha y mi recreo;consentí en ello ¡ciego desvarío…!consentí contra todo mi deseo.
Y ved, aquí conozco el yerro mío,ya cuando repararlo no es posible,y es fuerza sufra mi dolor impio.
Así el nuevo piloto al mar terriblese arroja sin saber lo que le espera,y ármase luego la tormenta horrible.
En negra noche envuelta ya la esfera,pierde el valor, el rumbo y el acierto;y a todos lados ve la parca fiera.
Pero al fin él verá su ansiado puerto,o acabaránse pronto sus tormentos;bien presto ha de mirarse libre o muerto.
Y aún en medio del mar ¿qué sentimientospuede tener cuando en luchar se empleacontra las fuertes ondas y los vientos?
Solo yo… yo he perdido hasta la ideade un débil esperar: no hallo consuelo¡Ay Silvia… no es posible que te vea!
Ni morir pronto espero; ni mi anhelopuede agitarme tanto, que ocupadano sufra mi alma el peso de su duelo.
En una calma triste y desastrada,fijos tengo los ojos en mi penasin lograr más que verla duplicada.
En derredor de mí tan sólo suenael eco de los míseros gemidoscon que mi triste pecho el aire llena.
Sólo el dolor por todos mis sentidosentra hasta el corazón: todo es quebrantoque el alma abate en golpes repetidos.
¡Ay Silvia! Si a lo menos tú, mi llantopudieras atender y mis sollozos…¡Ah! mi acerbo dolor no fuera tanto.
Silvia, Silvia, os dijera: «Ojos hermosos,mirad mi situación, ved mi tormento»;y al instante, mirándome piadosos,desvanecieran todo el mal que siento.Acabadas por ti mis aflicciones,a tu piedad deudor de mi contento.
Corriera ardiendo a ti: mis expresionesfueran dulce llorar… ¡Con qué ternurate estrechara…! ¡Ay! ¡Funestas ilusiones!
No, Silvia, no: la pena, la amarguraes todo lo que encuentra mi deseo:cuanto alcanzo a mirar es noche oscura.
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Bien puede el mundo entero conjurarseSoneto a Silvia Bien puede el mundoentero conjurarsecontra mi dulce amor y mi ternura,y el odio infame y tiranía durade todo su rigor contra mí armarse;
Bien puede el tiempo rápido cebarse5en la gracia y primor de su hermosura,para que cual si fuese llama impurapueda el fuego de amor en mí acabarse;
Bien puede en fin la suerte vacilante,que eleva, abate, ensalza y atropella,alzarme o abatirme en un instante;
Que al mundo, al tiempo y a mi varia estrella,más fino cada vez y más constante,les diré: «Silvia es mía y yo soy de ella.»
********************************************************
Ya mi triste desventura(Yaravi vIII) Ya mi triste desventurano dejaEsperanza de teneralivio;y el buscarlo sólo sirve5de darmeel tormento de mirarlo perdido.
En vano huiré buscandoregionesdonde olvidar a mi dueñoquerido:con la distancia tendrámi pechosus recelos y su amor15más fijos,
Lloraré cuando estén lejosmis males;y emitiré los más tristesgemidos;y no tendré el consuelode verte,ni de que sepas mis cruelesmartirios.
Decidme, querido dueño:25¿qué causapudo mudar ese pechotan fino?¿no te mueve a compasiónel vermeque huyendo de tus crueldadesexpiro?
¿Con qué corazón oyerasdecirque por ti murió quien firmete quiso?no seas, amada prenda,no seas,de mi desdichada vidacuchillo.
¿Por qué a verte volví, Silviaquerida?¡Ay triste! ¿para qué? ¡Para trocarsemi dolor en más triste despedida!
Quiere en mi mal mi suerte deleitarse;me presenta más dulce el bien que pierdo:¡Ay! ¡Bien que va tan pronto a disiparse!
¡Oh, memoria infeliz! ¡Triste recuerdo!Te vi… ¡qué gloria! pero ¡dura pena!Ya sufro el daño de que no hice acuerdo.
Mi amor ansioso, mi fatal cadena,10a ti me trajo con influjo fuerte.Dije: «Ya soy feliz, mi dicha es plena».
Pero ¡ay! de ti me arranca cruda suerte;este es mi gran dolor, este es mi duelo;en verte busqué vida y hallo muerte.15
Mejor hubiera sido que este cielono volviera a mirar y sólo el llantofuese en mi ausencia todo mi consuelo.
Cerca del ancho mar, ya mi quebrantoen lágrimas deshizo el triste pecho;20ya pené, ya gemí, ya lloré tanto
¿Para qué, pues, por verme satisfechovine a hacer más agudos mis doloresy a herir de nuevo el corazón deshecho?De mi ciego deseo los ardores25volcánicos crecieron, de maneraque víctima soy ya de sus furores.¡Encumbradas montañas! ¿Quién me dierala dicha de que al lado de mi dueño,cual vosotras inmóvil, subsistiera?
¡Triste de mí! Torrentes, con mal ceñoromped todos los pasos de la tierra,¡piadosos acabad mi ansioso empeño!
Acaba, bravo mar, tu fuerte guerra;isla sin puerto vuelve las ciudades;y en una sola a mí con Silvia encierra.¡Favor tinieblas, vientos, tempestades!pero vil globo, profanado suelo,¿es imposible que de mí te apiades?
¡Silvia! Silvia, tú, dime ¿a quién apelo?no puede ser cruel quien todo cría;pongamos nuestras quejas en el cielo.
Él solo queda en tan horrible día,único asilo nuestro en tal tormento,él solo nos miró sin tiranía.
Si es necesario que el fatal momentollegue… ¡Piadoso Cielo! en mi partidabenigno mitigad mi sentimiento.
Lloro… no puedo más… Silvia querida,déjame que en torrentes de amargurasaque del pecho mío el alma herida.
El negro luto de la noche oscurasea en mi llanto el solo compañero,ya que no resta más a mi ternura.
Tú, Cielo Santo, que mi amor sinceromiras y mi dolor, dame esperanzade que veré otra vez el bien que quiero.
En sola tu piedad tiene confianzami perseguido amor… Silvia amorosa.El Cielo nuestras dichas afianza.
Lloro, sí, pero mi alma así llorosa,unida a ti con plácida cadena,en la dulce esperanza se reposa,y ya presiente el fin de nuestra pena.
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¡Oh, dolor! ¿Cómo, cómo tan distante…?(Elegía II)¡Oh dolor! ¿Cómo, cómo tan distantede mi querida Silvia aquí me veo?¿Cómo he perdido todo en un instante?
Perdí en Silvia mi dicha y mi recreo;consentí en ello ¡ciego desvarío…!consentí contra todo mi deseo.
Y ved, aquí conozco el yerro mío,ya cuando repararlo no es posible,y es fuerza sufra mi dolor impio.
Así el nuevo piloto al mar terriblese arroja sin saber lo que le espera,y ármase luego la tormenta horrible.
En negra noche envuelta ya la esfera,pierde el valor, el rumbo y el acierto;y a todos lados ve la parca fiera.
Pero al fin él verá su ansiado puerto,o acabaránse pronto sus tormentos;bien presto ha de mirarse libre o muerto.
Y aún en medio del mar ¿qué sentimientospuede tener cuando en luchar se empleacontra las fuertes ondas y los vientos?
Solo yo… yo he perdido hasta la ideade un débil esperar: no hallo consuelo¡Ay Silvia… no es posible que te vea!
Ni morir pronto espero; ni mi anhelopuede agitarme tanto, que ocupadano sufra mi alma el peso de su duelo.
En una calma triste y desastrada,fijos tengo los ojos en mi penasin lograr más que verla duplicada.
En derredor de mí tan sólo suenael eco de los míseros gemidoscon que mi triste pecho el aire llena.
Sólo el dolor por todos mis sentidosentra hasta el corazón: todo es quebrantoque el alma abate en golpes repetidos.
¡Ay Silvia! Si a lo menos tú, mi llantopudieras atender y mis sollozos…¡Ah! mi acerbo dolor no fuera tanto.
Silvia, Silvia, os dijera: «Ojos hermosos,mirad mi situación, ved mi tormento»;y al instante, mirándome piadosos,desvanecieran todo el mal que siento.Acabadas por ti mis aflicciones,a tu piedad deudor de mi contento.
Corriera ardiendo a ti: mis expresionesfueran dulce llorar… ¡Con qué ternurate estrechara…! ¡Ay! ¡Funestas ilusiones!
No, Silvia, no: la pena, la amarguraes todo lo que encuentra mi deseo:cuanto alcanzo a mirar es noche oscura.
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Bien puede el mundo entero conjurarseSoneto a Silvia Bien puede el mundoentero conjurarsecontra mi dulce amor y mi ternura,y el odio infame y tiranía durade todo su rigor contra mí armarse;
Bien puede el tiempo rápido cebarse5en la gracia y primor de su hermosura,para que cual si fuese llama impurapueda el fuego de amor en mí acabarse;
Bien puede en fin la suerte vacilante,que eleva, abate, ensalza y atropella,alzarme o abatirme en un instante;
Que al mundo, al tiempo y a mi varia estrella,más fino cada vez y más constante,les diré: «Silvia es mía y yo soy de ella.»
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Ya mi triste desventura(Yaravi vIII) Ya mi triste desventurano dejaEsperanza de teneralivio;y el buscarlo sólo sirve5de darmeel tormento de mirarlo perdido.
En vano huiré buscandoregionesdonde olvidar a mi dueñoquerido:con la distancia tendrámi pechosus recelos y su amor15más fijos,
Lloraré cuando estén lejosmis males;y emitiré los más tristesgemidos;y no tendré el consuelode verte,ni de que sepas mis cruelesmartirios.
Decidme, querido dueño:25¿qué causapudo mudar ese pechotan fino?¿no te mueve a compasiónel vermeque huyendo de tus crueldadesexpiro?
¿Con qué corazón oyerasdecirque por ti murió quien firmete quiso?no seas, amada prenda,no seas,de mi desdichada vidacuchillo.
jueves, 16 de julio de 2009
José Zorrilla (España; Villaloid, 21/02/1817 - Madrid, 23/01/1893)
Nacido en Villaloid el 2 de febrero de 1817 y fallecido en Madrid el 23 de enero de 1893, José Zorrilla y Moral, es considerado uno de los grandes exponentes de la literatura española del siglo XIX, en especial porque ya había acabado el tiempo de auge de la literatura en España (siglo de oro español). Su obra mas conocida "Don Juan Tenorio" causo una gran polémica entre la España de su época, puesto que el tema mas resaltante era la infidelidad y la traición. Su padre era un hombre conservador y absolutista, partidario de Carlos V, que por sus influencias, viaja a Madrid cuando José solo tenia nueve años, donde se relaciona con una iglesia de Jesuitas en la cual estudia teatro. Con la muerte de Fernando VII (hermano de Carlos V), su padre fue desterrado a Lerma y José fue mandado a estudiar derecho en la real universidad de toledo, hospedandose en la casa de un pariente canónigo que lo mantenía en constante vigilancia. Pero siempre estaba distraido y se la caían los libros, por lo cual su pariente lo mando a que regresara a Villaloid para seguir sus estudios en esos lugares.
Cunado estudio en Villaloid, le causo gran atracción el dibujo y la literatura, se enamoro de una prima y su padre muy molesto lo mando a Lerma para que cave viñas, pero en mitad del camino José roba una mula y huye a Madrid, con un gran odio hacia su padre, que es revelado luego en su obra "Recuerdos del tiempo Viejo" donde deja escrito: "Mi padre no había estimado en nada mis versos: ni mi conducta, cuya clave él sólo tenía" y posteriormente pasaría muchas hambrunas y problemas económicos que lo seguirían por el resto de su vida. En 1836 , finge ser un artista italiano para publicar sus pinturas en "el museo de las familias", Publico poesías en el diario, "El artista" y discursos revolucionarios en "el café nuevo", por lo cual es perseguido por la policía. Se refugió en la casa de un gitano. Tras la muerte de Mariano José Larra y Sanchez de Castro en 1837, declama un poema improvisado, con el cual se ganaría la amistad de José Esponceda y Juan Eugenio Hartzenbusch, quienes anudarían a Zorrilla a entrar en los diarios mas reconocidos de ese tiempo. En 1838 se casa con una viuda Irlandesa que era mucho mas pobre que el y con un hijo, su matrimonio no fue muy feliz, José tuvo muchas amantes. En 1839 escribe su primer drama con la colaboración de Garcia Gutierrez titulándolo "Juan Dandolo" y en 1842 publico su primera obra, escrita por el solo, "Cantos del Trovador" y tres dramas mas, estuvo dedicado completamente a su trabajo literario.En 1845 se separa de su esposa y empieza a asistir a algunos cursos de la facultad de medicina.
Cuando muere su madre en 1846, regresa a Villaloid, vende sus obras a una editora en París, por las cuales en 1849 recibe varios honores, se une al teatro español. En 1851 viaja a París huyendo de su esposa, donde tiene a una amante. Después en 1853 viaja a Londres donde conseguiría nuevas deudas por parte de un relojero. En 1854 viaja México donde pasa mucha hambruna, sin mezclarse con la sociedad, el año 1858 viaja a cuba para regresar al año siguiente. Pero en 1864 cuando entra el emperador Maximiliano I, Zorrilla se convierte en un poeta renombrado y le dan el cargo de director del "Teatro Nacional". Su esposa muere en 1866 y José regresa a España, donde se entera de la muerte de Maximiliano I, Zorrilla escribe unas lineas muy fuertes ante los liberales dejándolo mal parado ante la iglesia.
Entre sus obras mas importantes están: Don Juan Tenorio, Un Recuerdo y un Suspiro, El Capitán Montoya, Sancho Garcia, La Calentura, El Puñal del Godo, A la Memoria de Laura, Margarita la Tomera, La Leyenda del Cid y A una Mujer.
En 1869 se casa nuevamente con Juana Pacheco, regresando los problemas económicos, recibió una comision gubernamental en Roma en 1873, le dieron el titulo de cronista de Villaloid en 1884, la REA lo recibe en 1885, su padre muere ese mismo año sin haber recibido el perdón de José por los constantes abusos mentales que había cometido en sus años de infancia, dejando un gran peso en la conciencia del autor. Es coronado como poeta nacional laureado en granada en 1889 y recibe muchas condecoraciones mas, pero ninguna pudo pagar sus deudas. José Zorrilla fallece el 23 de Enero de 1893 por una intervención que hicieron para extraerle un tumor cerebral. Su velorio y posterior entierro fu clasificado como uno de los mas grandes homenajes.
Publicada en el año 1844, narra las aventuras que corre Juan Tenorio para cumplir una apuesta de un año. Empieza, cuando están, en el bar del italiano Buttarelli, un señor de antifaz negro con su criado, otro italiano, llamado Ciutti. El criado le cuenta al dueño del bar que su amo es un gran hombre, que le dejaba estar con las mujeres que quería y que le daba buena paga. Cunado de repente, el amo de Ciutti lo llama, le da una carta dirigida al convento, es para Doña Ines , el criado corre sin esperar un solo segundo. Después, el señor del antifaz negro le pregunta, si es que había ido el señor Don Luis Mejia en el día, Buttarelli le responde que estaba de viaje y no había noticia alguna de el, Buttarelli le dice que tenia información que podía ser le de interés. Quiere contarle una historia, pero el le responde que sabia sobre la apuesta que tenia con Juan Tenorio. El hombre del antifaz negro, termina la copa de vino que tenia en su mano, le paga a Buttarelli y se retira. Después de unos momentos, entra un hombre mayor. El le pregunta si es que conocía a Don Juan Tenorio, Buttarelli le responde que si. El hombre pregunta si es que va a ir esa noche, Buttarelli le responde que si y pregunta si es que el era Don Luis Mejia. Buttarelli los halaga diciendo que ellos dos eran los hombres mas valientes de toda España, el señor lo contradice y discuten un momento mas. El señor al final le dice que quería estar presente cuando los dos hombres estén reunidos para cumplir su apuesta. Buttarelli le dice que espere que les estaba preparando una mesa para esa noche tan especial, pero el hombre le dice que quería estar presente sin ser notado, así que Buttarelli entra en su despacho y le trae un antifaz de color azul con negro (lo cual se veía normal puesto que estaban en tiempos de carnaval), después de eso, entra otro hombre, con una capa tan alta que le cubre la cara y se siena en una mesa, no muy lejos del señor del antifaz negro y azul.
Momentos mas tarde, entran el Señor Avellaneda (soldado)' y el Capitán Centellas, dos buenos amigos de Don Juan y Don Luis, junto con un grupo de amigos, ellos dos estaban terminando de contar la historia de la apuesta entre Don Juan y Don Luis. El señor Avellaneda apuesta a que el Don Luis va a ganar, pero el Capitán Centellas dice que Don Juan es quien va a ganar. Conversan unos momentos mas esperando la hora dicha para el cumplimiento de la apuesta. Centellas pregunta a Buttarelli si es que tenia noticia alguna de Don Juan, el le responde que no tenia noticia alguna, pero le comenta sobre el señor que estuvo presente algunos momentos atrás, con antifaz negro y preguntando sobre Don Luis. Cuando el hombre del antifaz negro que había estado en la hostería momentos antes entra seguido de otro hombre, también con un antifaz, cuando entran en la hostería, suenan las campanadas de las ocho de la noche. Los dos se sientan sobre la mesa reservada, dicen que la otra silla estaba reservada y respondieron que debían estar ahí, los dos hombres se sacaron el antifaz al mismo tiempo y eran Don Luis Mejia y Don Juan Tenorio, las personas presentes se ponen alrededor de la mesa para saber lo que había ocurrido. Los dos recuerdan la apuesta, hace un año atrás, los dos estaban sentados en esa misma mesa y conversando sobre quien era el hombre mas valiente y mas atrevido de los dos, pero como nadie se ponía de acuerdo, apostaron que por un año se irán a el lugar que mejor les pareciera y robarían, matarian, estafarían y serian amantes de todas las mujeres que encontraran, y el que hubiera robado, matado, estafado y amado mas seria el que gana. Los dos contaron su historia, pero las dos historias se oían igual de atrevidas y malvadas, pero Don Luis Mejia cuando termino su historia anuncio que a la mañana siguiente se iba a casar con Doña Ana de Pantoja.Y para saber quien gano la apuesta, decidieron contar el numero de personas muertas, Don Luis ha matado a 23 personas y Don Juan a 32, Don Juan ha ganado. Luego contaron a las mujeres amadas, Don Luis tiene a 50 y Don Juan a 72. Los resultados eran claros, Don Juan Tenorio era el claro ganador de la apuesta. Pero Don Luis para no perder le comenta que tenia a todo tipo de mujeres en su lista excepto una, una novicia. Don Juan le dice que en esa noche iba a tener una aventura con una novicia, pero no solo con una novicia, sino también con la novia de un amigo. Don Juan dice que como Don Luis era una amigo suyo, iba a tener una aventura con Doña Ana de Pantoja.
Momentos mas tarde, entran el Señor Avellaneda (soldado)' y el Capitán Centellas, dos buenos amigos de Don Juan y Don Luis, junto con un grupo de amigos, ellos dos estaban terminando de contar la historia de la apuesta entre Don Juan y Don Luis. El señor Avellaneda apuesta a que el Don Luis va a ganar, pero el Capitán Centellas dice que Don Juan es quien va a ganar. Conversan unos momentos mas esperando la hora dicha para el cumplimiento de la apuesta. Centellas pregunta a Buttarelli si es que tenia noticia alguna de Don Juan, el le responde que no tenia noticia alguna, pero le comenta sobre el señor que estuvo presente algunos momentos atrás, con antifaz negro y preguntando sobre Don Luis. Cuando el hombre del antifaz negro que había estado en la hostería momentos antes entra seguido de otro hombre, también con un antifaz, cuando entran en la hostería, suenan las campanadas de las ocho de la noche. Los dos se sientan sobre la mesa reservada, dicen que la otra silla estaba reservada y respondieron que debían estar ahí, los dos hombres se sacaron el antifaz al mismo tiempo y eran Don Luis Mejia y Don Juan Tenorio, las personas presentes se ponen alrededor de la mesa para saber lo que había ocurrido. Los dos recuerdan la apuesta, hace un año atrás, los dos estaban sentados en esa misma mesa y conversando sobre quien era el hombre mas valiente y mas atrevido de los dos, pero como nadie se ponía de acuerdo, apostaron que por un año se irán a el lugar que mejor les pareciera y robarían, matarian, estafarían y serian amantes de todas las mujeres que encontraran, y el que hubiera robado, matado, estafado y amado mas seria el que gana. Los dos contaron su historia, pero las dos historias se oían igual de atrevidas y malvadas, pero Don Luis Mejia cuando termino su historia anuncio que a la mañana siguiente se iba a casar con Doña Ana de Pantoja.Y para saber quien gano la apuesta, decidieron contar el numero de personas muertas, Don Luis ha matado a 23 personas y Don Juan a 32, Don Juan ha ganado. Luego contaron a las mujeres amadas, Don Luis tiene a 50 y Don Juan a 72. Los resultados eran claros, Don Juan Tenorio era el claro ganador de la apuesta. Pero Don Luis para no perder le comenta que tenia a todo tipo de mujeres en su lista excepto una, una novicia. Don Juan le dice que en esa noche iba a tener una aventura con una novicia, pero no solo con una novicia, sino también con la novia de un amigo. Don Juan dice que como Don Luis era una amigo suyo, iba a tener una aventura con Doña Ana de Pantoja.
Los dos hombres llaman a sus criados, que después salen corriendo. El hombre del antifaz de color negro y azul que le había dado Buttarelli, se acerca a la mesa y les dice a los dos hombres que no los mata, porque la espada le pesa para su edad. Luego le reclama a Don Juan y le dice que con su padre estaban planeando un matrimonio entre el y su hija. Don Juan le responde que todo eran mentiras y le dijo que se quitara el antifaz de la cara, el hombre lo hace y era Don Gonzalo de Ulloa, el padre de Doña Ines, que les esta negando el derecho a casarse con su hija. Don Juan dice que aun sin su aprovamiento el se iba a casar con doña Ines. Cuando de repente, el hombre con la capa, se pone de pie y le dice a Don Juan lo muy indignado que esta por el, Don Juan intrigado le pregunta quien era el señor, pero el reusa y Don Juan, se le acerca y con su espada le quita la capa. Grande fue la sorpresa de don Juan al ver que el hombre era Don Diego Tenorio, el padre de Don Juan. Don Gonzalo le dice a Don Diego que no le prestara importancia ese asunto, que ya se las arreglaría para evitar que Don Juan se case, Don Diego le dice a Don Juan que el le daba su perdón, pero que no lo quería volver a ver. Don Juan sale de la hostería y para su sorpresa, aparecen unos guardias que lo capturan, sale Don Luis y le dice que no le iba a dejar que tuviera una aventura con Doña Ana facilmente y que la apuesta el ya la había ganado. Pero en cuanto se retiraba, aparecieron nuevos guardias, pero esta vez capturaron a Don Luis, y Don Juan pasa por ahí y le dice que el tampoco le iba a dejar que lo capturara facilmente y los dos fueron llevados llevados presos.
Momentos mas tarde, cerca a la casa de Doña Ana de Pantoja se encuentran Pascual, el criado de Doña Ana y Don Luis, un pariente suyo había pagado la fianza. Don Luis le cuneta lo ocurrido con Don Juan y le dice que quiere ver a doña Ana, Pascual le dijo que esa hora no era la mejor para ver a Doña Ana, que esperara hasta las diez, la hora en que se dormía su padre, y Don Luis acepto la propuesta. Pero antes de que sean las diez, Doña Ana se acerca a su ventana y ve una sombra, pregunta quien ea y Don Luis piensa que es pascual, los dos hablan y se dan cuenta de quien es. Don Luis le cuenta a Doña Ana que su honor estaba en juego, pero no menciona a Don Juan. Pero Don Juan estaba cerca de el, un amigo suyo había pagado la fianza y además, el había mandado una carta para Brigida, la criada de doña Ines, para que lo dejara entrar al convento en el que estaba Doña Ines. Ciutti que estaba cerca a la casa de Doña Ana ve a Don Luis y va a decirle a Don Juan, ellos planean una trampa para Don Luis. Don Juan se acerca a Don Luis por adelante y le dice que la apuesta la va a ganar el, y por detrás de Don Luis, aparece Ciutti con otros dos hombres que se llevan a don Luis al despacho de Don Juan en el que lo encierran.
Cuando se llevan a Don Luis a encerrar, aparece Brigida, la criada de Doña Ines. Don Juan le pregunta si es que ya le dio la carta que ha mandado con Ciutti, ella le dice que le ha dado la carta con un libro y lo mas probable era que en esos momentos estuviera leyendo la carta, conversan unos minutos mas y Brigida se retira. Después de que se fue Brigida, aparece Ciutti para darle la noticia a su amo de que ya habían encerrado a Don Luis. Después, Don Juan se va a la casa de Doña Ana, toca a la puerta y le abre Lucia, su criada de Doña Ana, Lucia no sabe que hace don Juan a esas horas en casa de Doña Ana, Don Juan le dice que debe ver a Doña Ana, pero Lucia no le permite, entonces, Don Juan le paga 200 doblas de oro y Lucia acepta, le dice que debía estar ahí a las diez de la noche. Don Juan se retira y se dirige a el convento para ver a Doña Ines.
Mientras en el convento, Brigida habla con Doña Ines de Don Juan y le pregunta si es que ya leyó la carta de Don Juan, Ines no sabia nada sobre una carta, y Brigida le dice que debía de haber abierto el libro que le dio. Ines cogió el libro y lo abrió, cayó una carta al suelo. En ella estaban escritas por puño y letra de Don Juan las palabras de amor mas apasionadas y románticas que Doña Ines haya escuchado, o leído, en toda su vida. Cuando termina de leer la carta, por la puerta entra Don Juan, Doña Ines no cree lo que ve y se desmaya, dejando caer la carta al suelo. Don Juan, con la ayuda de Brigida, se llevan a Doña Ines afuera del convento.
La abadesa, que estaba pasando por las habitaciones del convento, escucho los ruidos producidos por la escena de Don Juan y entra en la habitación de Doña Ines para inspeccionar. Cuando entra, no ve a nadie y cuando iba a salir para buscarla, entra una monja que le dice que un hombre mayor la estaba buscando, ella autoriza que entre. El hombre era, Don Gonzalo de Ulloa, el padre de Ines. Entra para decirle a la abadesa que quería que Ines se volviera monja para evitar que Don Juan se case con ella, y que quería ir a verla a su habitación. Pero cuando la madre le dijo que estaban en la habitación de Ines, Don Gonzalo sale corriendo en busca de don Juan.
En la casa de don Juan, al costado del rió Guadalquivir, están Brigida y Ciutti, que después de un rato de movimiento, estaban descansando mientras veían a Ines desmayada. Cuando se despertó, Ciutti se retira y Brigida le dice a Ines que el convento se había incendiado y que Don Juan se había aparecido para salvarla y que en esos momentos estaban seguras, en la casa de su rescatador. Doña Ines se dispone a irse, cuando entra Don Juan. Brigida le dice que Ines ya sabe lo del incendio y los deja solos. Don Juan le declara su amor a Doña Ines y le pide que huya con el para que puedan casarse, Ines acepta la propuesta.
Pero cuando terminaron de hablar, Ciutti entra corriendo en la habitación en la que están Don Juan y Doña Ines, le dice a su amo que había llegado un hombre en una barca para hablar con el. Don Juan agarra sus pistolas y su espada y sale. El hombre era Don Luis, que se las había ingeniado para salir del despacho de Don Juan. Decía que había venido a matar a Don Juan, porque Doña Ana ya había perdido su honor y no podía casarse ni con el ni con nadie. Los dos hombres sacaron sus espadas, pero en cuanto iban a empezar a pelear, llega Ciutti para avisarle a Don Juan que había venido Don Gonzalo de Ulloa con sus hombres, que venían a matar a Don Juan, Don Luis duda y Don Juan va con el a su casa para comprobar la venida de Don Gonzalo. Los dos hombres suben y Don Luis se queda en la habitación del costado de donde conversarían Don Gonzalo y Don Juan para que lo escuchara. Don Juan entra en la habitación y Don Gonzalo lo estaba esperando. Don Juan se le acerca y se arrodilla, Don Gonzalo le dice que no lo va a perdonar y que lo iba a matar, pero Don Juan no iba a pedir disculpas, sino que le pidió la mano de su hija Ines en matrimonio, Don Gonzalo se niega, y Don Luis después de haber escuchado todo desde la habitación del costado, sale riendo y diciendo que nunca antes había escuchado tantas mentiras juntas, Don Gonzalo desenvaina su espada, a la vez que Don Luis y los dos están dispuestos a matar a Don Juan, pero Don Juan es mas rápido y saca su pistola y de un tiro mata a Don Gonzalo, seguidamente,agarra su espada y le da una estocada a Don Luis dándole muerte instantánea, Don Juan al ver que dos soldados están subiendo, huye por la ventana. Ines baja y encuentra a Don Gonzalo y Don Luis muertos en el piso, los dos soldados le dicen que el causante era Don Juan.
Cinco años después, en el lugar en el que estaba la casa de los tenorios, hay un panteón en el que esta puestas las estatuas de Don Gonzalo, Don Luis y de todas las personas que habían muerto por causa de Don Juan, un tributo rendido por Don Diego Tenorio. En el esta Don Juan, que ha estado ahí desde hace unas horas, le estaba contando al escultor la historia de como fue la muerte de las personas en las estatuas, cuando ve que estaba en medio de todo el panteón, una estatua con la figura de Doña Ines, le pregunta por la estatua que acaba de ver y el le dice que cuando se fue Don Juan, Doña Ines quedo muy enferma y murió, Don Juan le pide la llave al escultor, el le dijo que no podía dejarla a un extraño, y el le da su nombre, el escultor lleno de miedo le da y se va. Don Juan voltea y baja la cabeza, y sin darse cuenta la estatua de Doña Ines a desaparecido, pero aparece la sombra de Doña Ines que le dice que lo había estado esperando, y que ella había dado su alma por el, y que si el quería, ella lo salvaría, o sino se perderían para siempre. Don Juan no lo cree y grita para que se aleja la sombra. Cuando de repente, aparecen dos personas conocidas de Don Juan, son Avellaneda y Centellas, Don Juan se sorprende y los invita a cenar en su casa, y antes de irse, invita a Don Gonzalo de Ulloa para que los acompañe a cenar, sus amigos lo creen loco por invitar a una persona que ya murió. En la casa de Don Juan ya están puestos los cubiertos para cenar e incluso ha dejado un espacio con cubiertos y plato de comida para Don Gonzalo. Los dos invitados creen que todo es una broma de Don Juan para asustarlos, cuando de repente, suena la puerta, Ciutti va a ver quien toca, pero no habia nadie, nuevamente suena la puerta, pero no habia nadie. Don Jua cree que Centellas y avellaneda son los que han planeado esa broma, por haber invitado a un muero, pero ellos no sabian nada. La puerta vuelve a sonar y Don Juan se encoleriza y dice que no hay nescesidad de que toquen la puerta s los muertos pueden atravesa las paredes. En ese momento la estatua con vida de Don Gonzalo cruza la puertasin hacer ruido alguno, Avellaneda y Cntellas se desmayan. Don Gonzalo le dice que no se sorprenda que el era quien lo habia invitado, le dice que Dios le habia dado una oportunidad para salvar su alama, que debia devolverle la visita y debia ir a cenar con el en su tumba, la estatua de Don Gonzalo se retira. Dn juan grita pidiendo amparo ante la somra de doña ines y en ese momento aparece, le dice que ella siempre va a estar a su lado y que debia penzar en lo que le habia dicho Don Gonzalo, porque si iba desde el amanecer estaria co ella para siempre. En cuanto se retira la sombra de Ines, despiertan Avellaneda y Centellas, ninguno de los dos sabe o que ha pasadoy lepreguntan a don Juan, el muy molesto dice que lo que habian hecho era una broma de muy mal gusto y saca su espada y los reta para un combate.
Despues, Don Juan aparece en el panzteon que esta en el lugar que era la casa de los Tenorio, Don Juan escucha pasos de piedras y cree que esta delirando. se acerca a la tumba de Don Gozalo, su estatua ya no esta ahi, en lugr de eso, encuentra una mesa preparada para que coman dos personas. Don Juan llama a la sombra de Don Gonzalo y el aparece. Le enseña un reloj de arena y le dice que ese era toso el tiempo que le quedaba de vida luego le enseña unas cenizas y le dice que si dios no lo perdona, eso es lo que seria, cenizas. Don Juan no lo cree, Don Gonzalo le dice que e un segundo puede cambiar toda su vida, Don Juan no lo cree, en esos momentos, empieza a asar un grupo de personas que estan llevando en hombro un ataud, se oyen campanadas y canto tristes. Don Gonzalo le dice que esas campanadas y esos antos son por el y que el epelio es por su muerte, le dice que Avellaneda lo a matado con su espada. Don Juan no lo cree y Don Gonzalo se va, en cuano se va, aparecen varias sombras que se quieren llevar a Don Juan, pero antes de que lo toquen, aparece una luz, esa luz trae a la sombra e doña Ines que le dice que se podia salvar e ese momento si decidia ir con el, Don Juan pide perdon por toda su vida de pecados, le coge las manos a Doña Ines y Juntos se van al cielo para siempre.
A continuacion un fragmento de "Don Juan Tenorio" :
El Diablo a las puertas del Cielo
Escena I
Quinta de don Juan Tenorio cerca de Sevilla y sobre el Guadalquivir. Balcón en el fondo. Dos puertas a cada lado Escena primera
BRÍGIDA, CIUTTI
BRÍGIDA. ¡Qué noche, válgame Dios!A poderlo calcularno me meto yo a servira tan fogoso galán.¡Ay, Ciutti! Molida estoy;no me puedo menear.
CIUTTI. ¿Pues qué os duele?
BRÍGIDA. Todo el cuerpoy toda el alma además.
CIUTTI. ¡Ya! No estáis acostumbradaal caballo, es natural.
BRÍGIDA. Mil veces pensé caer.¡uf!, ¡qué mareo!, ¡qué afán!Veía yo unos tras otrosante mis ojos pasarlos árboles como en alasllevados de un huracán, tan apriesa y produciéndomeilusión tan infernal,que perdiera los sentidossi tardamos en parar.
CIUTTI. Pues de estas cosas veréis, si en esta casa os quedáis,lo menos seis por semana.
BRÍGIDA. ¡Jesús!
CIUTTI. ¿Y esa niña estáreposando todavía?
BRÍGIDA. ¿Y a qué se ha de despertar?
CIUTTI. Sí, es mejor que abra los ojosen los brazos de don Juan.
BRÍGIDA. Preciso es que tu amo tengaalgún diablo familiar.
CIUTTI. Yo creo que sea él mismo un diablo en carne mortalporque a lo que él, solamentese arrojara Satanás.
BRÍGIDA. ¡Oh! ¡El lance ha sidoextremado!
CIUTTI. Pero al fin logrado está.
BRÍGIDA. ¡Salir así de un conventoen medio de una ciudadcomo Sevilla!
CIUTTI. Es empresatan sólo para hombre tal.Mas, ¡qué diablos!, si a su ladola fortuna siempre va,y encadenado a sus piesduerme sumiso el azar.
BRÍGIDA. Sí, decís bien.
CIUTTI. No he visto hombrede corazón más audaz; ni halla riesgo que le espante,ni encuentra dificultadque al empeñase en vencerle haga un punto vacilar.A todo osado se arroja, de todo se ve capaz,ni mira dónde se mete,ni lo pregunta jamás.Allí hay un lance, le dicen;y él dice: «Allá va don Juan.» ¡Mas ya tarda, vive Dios!
BRÍGIDA. Las doce en la catedralhan dado ha tiempo.
CIUTTI. Y de vueltadebía a las doce estar.
BRÍGIDA. ¿Pero por qué no se vino con nosotros?
CIUTTI. Tiene alláen la ciudad todavíacuatro cosas que arreglar.
BRÍGIDA. ¿Para el viaje?
CIUT Por supuesto;aunque muy fácil será que esta noche a los infiernosle hagan a él mismo viajar.
BRÍGIDA. ¡Jesús, qué ideas!
CIUTTI. Pues digo:¿son obras de caridaden las que nos empleamos, para mejor esperar?Aunque seguros estamoscomo vuelva por acá.
BRÍGIDA. ¿De veras, Ciutti?
CIUTTI. Venida este balcón, y mirad.¿Qué veis?
BRÍGIDA. Veo un bergantínque anclado en el río está.
CIUTTI. Pues su patrón sólo aguardalas órdenes de don Juan,y salvos, en todo caso, a Italia nos llevará.
BRIGIDA. ¿Cierto?
CIUTTI. Y nada receléispor vuestra seguridad;que es el barco más veleroque boga sobre la mar.
BRÍGIDA. ¡Chist! Ya siento a doña Inés.
CIUTTI. Pues yo me voy, que don Juanencargó que sola vosdebíais con ella hablar.
BRÍGIDA. Y encargó bien, que yo entiendo de esto.
CIUTTI. Adiós, pues.
BRÍGIDA. Vete en paz.
Escena II
DOÑA INÉS, BRÍGIDA
INÉS. Dios mío, ¡cuánto he soñado!Loca estoy: ¿qué hora será?¿Pero qué es esto, ay de mí?No recuerdo que jamáshaya visto este aposento.¿Quién me trajo aquí?
BRÍGIDA. Don Juan.
INÉS. Siempre don Juan..., ¿masconmigoaquí tú también estás,Brígida?
BRÍGIDA. Sí, doña Inés.
INÉS. Pero dime, en caridad,¿dónde estamos? ¿Este cuartoes del convento?
BRÍGIDA. No tal:aquello era un cuchitrilen donde no había más que miseria.
INÉS. Pero, en fin,¿en dónde estamos?
BRÍGIDA. Mirad,mirad por este balcón,y alcanzaréis lo que vadesde un convento de monjas a una quinta de don Juan.
INÉS. ¿Es de don Juan esta quinta?
BRÍGIDA. Y creo que vuestra ya.
INÉS. Pero no comprendo, Brígida,lo que hablas.
BRÍGIDA. Escuchad. Estabais en el conventoleyendo con mucho afánuna carta de don Juan,cuando estalló en un momentoun incendio formidable.
INÉS. ¡Jesús!
BRÍGIDA. Espantoso, inmenso;el humo era ya tan denso,que el aire se hizo palpable.
INÉS. Pues no recuerdo...
BRÍGIDA. Las doscon la carta entretenidas, olvidamos nuestras vidas,yo oyendo, y leyendo vos.Y estaba, en verdad, tan tierna,que entrambas a su lecturaachacamos la tortura que sentíamos interna.Apenas ya respirarpodíamos, y las llamasprendían ya en nuestras camasnos íbamos a asfixiar, cuando don Juan, que os adora,y que rondaba el convento,al ver crecer con el vientola llama devastadora,con inaudito valor, viendo que ibais a abrasaros,se metió para salvaros,por donde pudo mejor.Vos, al verle así asaltarla celda tan de improviso, os desmayasteis..., preciso;la cosa era de esperar.Y él, cuando os vio caer así,en sus brazos os tomóy echó a huir; yo le seguí, y del fuego nos sacó.¿Dónde íbamos a esta hora?Vos seguíais desmayada,yo estaba ya casi ahogada.Dijo, pues: «Hasta la aurora en mi casa las tendré.»Y henos, doña Inés, aquí.
INÉS. ¿Conque ésta es su casa?
BRÍGIDA. Sí.
INÉS. Pues nada recuerdo, a fe.Pero..., ¡en su casa...! ¡Oh! Alpuntosalgamos de ella.... yo tengola de mi padre.
BRÍGIDA. Convengocon vos; pero es el asunto...
INÉS. ¿Qué?
BRÍGIDA. Que no podemos ir.
INÉS. Oír tal me maravilla.
BRIG. Nos aparta de Sevilla...
INÉS. ¿Quién?
BRÍGIDA. Vedlo, el Guadalquivir.
INÉS. ¿No estamos en la ciudad?
BRÍGIDA. A una legua nos hallamosde sus murallas.
INÉS. ¡Oh! ¡Estamos perdidas!
BRÍGIDA. No sé, en verdad,por qué!
INÉS. Me estás confundiendo,Brígida..., y no sé qué redesson las que entre estas paredestemo que me estás tendiendo. Nunca el claustro abandoné,ni sé del mundo exteriorlos usos: mas tengo honor.Noble soy, Brígida, y séque la casa de don Juan no es buen sitio para mí:me lo está diciendo aquíno sé qué escondido afán.Ven, huyamos.
BRÍGIDA. Doña Inés,la existencia os ha salvado.
INÉS. Sí, pero me ha envenenadoel corazón.
BRÍGIDA. ¿Le amáis, pues?
INÉS. No sé ..., mas, por compasión,huyamos pronto de ese hombre,tras de cuyo solo nombre se me escapa el corazón.¡Ah! Tú me diste un papelde mano de ese hombre escrito,y algún encanto malditome diste encerrado en él.Una sola vez le vipor entre unas celosías,y que estaba, me decías,en aquel sitio por mí.Tú, Brígida, a todas horas me venías de él a hablar,haciéndome recordarsus gracias fascinadoras.Tú me dijiste que estabapara mío destinado por mi padre..., y me has juradoen su nombre que me amaba.¿Que le amo, dices?... Pues bien,si esto es amar, sí, le amo;pero yo sé que me infamocon esa pasión también.Y si el débil corazónse me va tras de don Juan,tirándome de él estánmi honor y mi obligación. Vamos, pues; vamos de aquíprimero que ese hombre venga;pues fuerza acaso no tengasi le veo junto a mí.Vamos, Brígida.
BRÍGIDA. Esperad ¿No oís?
INÉS. ¿Qué?
BRÍGIDA. Ruido de remos.
INÉS. Sí, dices bien; volveremosen un bote a la ciudad.
BRÍGIDA. Mirad, mirad, doña Inés,
INÉS. Acaba..., por Dios, partamos.
BRÍGIDA. Ya imposible que salgamos.
INÉS. ¿Por qué razón?
BRÍGIDA. Porque él esquien en ese barquichuelose adelanta por el río.
INÉS. ¡Ay! ¡Dadme fuerzas, Dios mío!
BRÍGIDA. Ya llegó, ya está en el suelo.Sus gentes nos volverána casa: mas antes de irnos,es preciso despedirnosa lo menos de don Juan.
INÉS. Sea, y vamos al instante.No quiero volverle a ver.
BRÍGIDA. (Los ojos te hará volverel encontrarle delante.)Vamos.
INÉS. Vamos.
CIUTTI. (Dentro.) Aquí están.
JUAN. (Ídem.) Alumbra.
BRÍGIDA. ¡Nos busca!
INÉS. Él es.
Escena III
DICHOS, DON JUAN
JUAN. ¿A dónde vais, doña Inés?
INÉS. Dejadme salir, don Juan.
JUAN. ¿Que os deje salir?
BRÍGIDA. Señor,sabiendo ya el accidente del fuego, estará impacientepor su hija el comendador.
JUAN. ¡El fuego! ¡Ah! No os décuidadopor don Gonzalo, que yadormir tranquilo le hará el mensaje que le he enviado.
INÉS. ¿Le habéis dicho...?
JUAN. Que os hallabaisbajo mi amparo segura,y el aura del campo pura,libre, por fin, respirabais. ¡Cálmate, pues, vida mía!Reposa aquí; y un momentoolvida de tu conventola triste cárcel sombría.¡Ah! ¿No es cierto, ángel deamor,que en esta apartada orillamás pura la luna brillay se respira mejor?Esta aura que vaga, llenade los sencillos olores de las campesinas floresque brota esa orilla amena;esa agua limpia y serenaque atraviesa sin temorla barca del pescador que espera cantando el día,¿no es cierto, paloma mía,que están respirando amor?Esa armonía que el vientorecoge entre esos millaresde floridos olivares,que agita con manso aliento;ese dulcísimo acentocon que trina el ruiseñorde sus copas morador, llamando al cercano día,¿no es verdad, gacela mía,que están respirando amor?Y estas palabras que estánfiltrando insensiblemente tu corazón, ya pendientede los labios de don Juan,y cuyas ideas vaninflamando en su interiorun fuego germinador no encendido todavía,¿no es verdad, estrella mía,que están respirando amor?Y esas dos líquidas perlasque se desprenden tranquilas de tus radiantes pupilasconvidándome a beberlas,evaporarse, a no verlas,de sí mismas al calor;y ese encendido color que en tu semblante no había,¿no es verdad, hermosa mía,que están respirando amor?¡Oh! Sí. bellísima Inés,espejo y luz de mis ojos; escucharme sin enojos,como lo haces, amor es:mira aquí a tus plantas, pues,todo el altivo rigorde este corazón traidor que rendirse no creía,adorando vida mía,la esclavitud de tu amor.
INÉS. Callad, por Dios, ¡oh, don Juan!,que no podré resistir mucho tiempo sin morir,tan nunca sentido afán.¡Ah! Callad, por compasión,que oyéndoos, me pareceque mi cerebro enloquece,y se arde mi corazón.¡Ah! Me habéis dado a beberun filtro infernal sin duda,que a rendiros os ayudala virtud de la mujer. Tal vez poseéis, don Juan,un misterioso amuleto,que a vos me atrae en secretocomo irresistible imán.Tal vez Satán puso en vos su vista fascinadora,su palabra seductora,y el amor que negó a Dios.¿Y qué he de hacer, ¡ay de mí!,sino caer en vuestros brazos, si el corazón en pedazosme vais robando de aquí?No, don Juan, en poder míoresistirte no está ya:yo voy a ti, como va sorbido al mar ese río.Tu presencia me enajena,tus palabras me alucinan,y tus ojos me fascinan,y tu aliento me envenena. ¡Don Juan!, ¡don Juan!, yo loimplorode tu hidalga compasióno arráncame el corazón,o ámame, porque te adoro.
JUAN. ¡Alma mía! Esa palabra cambia de modo mi ser,que alcanzo que puede hacerhasta que el Edén se me abra.No es, doña Inés, Satanásquien pone este amor en mí: es Dios, que quiere por tiganarme para él quizásNo; el amor que hoy se atesoraen mi corazón mortal,no es un amor terrenal como el que sentí hasta ahora;no es esa chispa fugazque cualquier ráfaga apaga;es incendio que se tragacuanto ve, inmenso voraz. Desecha, pues, tu inquietud,bellísima doña Inés,porque me siento a tus piescapaz aún de la virtud.Sí; iré mi orgullo a postrar ante el buen comendador,y o habrá de darme tu amor,o me tendrá que matar,
INÉS. ¡Don Juan de mi corazón!
JUAN. ¡Silencio! ¿Habéis escuchado?
INÉS. ¿Qué?
JUAN. Sí, una barca ha atracado(Mira por el balcón.)debajo de ese balcón,Un hombre embozado de ellasalta... Brígida, al momentopasad a ese otro aposento, y perdonad, Inés bella,si solo me importa estar.
INÉS. ¿Tardarás?
JUAN. Poco ha de ser.
INÉS. A mi padre hemos de ver.
JUAN. Sí, en cuanto empiece a clarear. Adiós.
Escena IV
DON JUAN, CIUTTI
CIUTTI. ¿Señor?
JUAN. ¿Qué sucede,Ciutti?
CIUTTI. Ahí está un embozadoen veros muy empeñado.
JUAN. ¿Quién es?
CIUTTI. Dice que no puededescubrirse más que a vos,y que es cosa de tal priesa,que en ella se os interesala vida a entrambos a dos.
JUAN. ¿Y en él no has reconocidomarca ni seña alguna que nos oriente?
CIUTTI. Ninguna;mas a veros decididoviene.
JUAN. ¿Trae gente?
CIUTTI. No másque los remeros del bote.
JUAN. Que entre.
Escena V
DON JUAN; luego CIUTTI Y DON LUIS embozado
JUAN. ¡Jugamos a escote la vida...! Mas ¿si es quizásun traidor que hasta mi quintame viene siguiendo el paso?Hálleme, pues, por si acasocon las armas en la cinta.
(Se ciñe la espada y suspende al cinto un par de pistolas que habrá colocado sobre la mesa a su salida en la escena tercera. Al momento sale CIUTTI conduciendo a DON LUIS que, embozado hasta los ojos, espera a que se queden solos. DON JUAN hace a CIUTTI una seña para que se retire. Lo hace.)
Escena VI
DON JUAN, DON LUIS
JUAN. (Buen talante.) Bien venido,caballero.
LUIS. Bien hallado,señor mío.
JUAN. Sin cuidadohablad.
LUIS. Jamás lo he tenido.
JUAN. Decid, pues: ¿a qué venís a esta hora y con tal afán?
LUIS. Vengo a mataros, don Juan.
JUAN. Según eso, sois don Luis.
LUIS. No os engañó el corazón,y el tiempo no malgastemos, don Juan los dos no cabemosya en la tierra.
JUAN. En conclusión,señor Mejía,¿es decir,que porque os gané la apuestaqueréis que acabe la fiesta con salirnos a batir?
LUIS. Estáis puesto en la razón:la vida apostado habemos,y es fuerza que nos paguemos.
JUAN. Soy de la misma opinión. Mas ved que os debo advertirque sois vos quien la ha perdido.
LUIS. Pues por eso os la he traído;mas no creo que morirdeba nunca un caballero que lleva en el cinto espada,como una res destinadapor su dueño al matadero.
JUAN. Ni yo creo que resquiciohabréis jamás encontrado por donde me hayáis tomadopor un cortador de oficio.
LUIS. De ningún modo; y ya veisque, pues os vengo a buscar,mucho en vos debo fiar.
JUAN. No más de lo que podéis.Y por mostraros mejormi generosa hidalguía,decid si aún puedo, Mejía,satisfacer vuestro honor. Leal la apuesta os gané;mas si tanto os ha escocido,mirad si halláis conocidoremedio, y le aplicaré.
LUIS. No hay más que el que os hepropuesto,don Juan. Me habéis maniatado,y habéis la casa asaltadousurpándome mi puesto;y pues el mío tomasteispara triunfar de doña Ana, no sois vos, don Juan, quiengana,porque por otro jugasteis.
JUAN. Ardides del juego son.
LUIS. Pues no os los quiero pasar,y por ellos a jugar vamos ahora el corazón.
JUAN. ¿Le arriesgáis, pues, en revanchade doña Ana de Pantoja?
LUIS. Sí; y lo que tardo me enojaen lavar tan fea mancha. Don Juan, yo la amaba, sí;mas con lo que habéis osado,imposible la has dejadopara vos y para mí.
JUAN. ¿Por qué la apostasteis, pues?
LUIS. Porque no pude pensarque la pudierais lograr.Y... vamos, por San Andrés,a reñir, que me impaciento.
JUAN. Bajemos a la ribera.
LUIS. Aquí mismo.
JUAN. Necio fuera:¿no veis que en este aposentoprendieran al vencedor?Vos traéis una barquilla.
LUIS. Sí.
JUAN. Pues que lleve a Sevilla al que quede.
LUIS. Eso es mejor;salgamos, pues.
JUAN. Esperad.
LUIS. ¿Qué sucede?
JUAN. Ruido siento.
LUIS. Pues no perdamos momento.
Escena VII
DON JUAN, DON LUIS, CIUTTI
CIUTTI. Señor, la vida salvad.
JUAN. ¿Qué hay, pues?
CIUTTI. El comendadorque llega con gente armada.
JUAN. Déjale franca la entrada,pero a él solo.
CIUTTI. Mas, señor...
JUAN. Obedéceme. (Vase CIUTTI.)
Escena VIII
DON JUAN, DON LUIS
JUAN. Don Luis, pues de mí os habéis fiadocuanto dejáis demostradocuando a mí casa venís,no dudaré en suplicaros,pues mi valor conocéis, que un instante me aguardéis.
LUIS. Yo nunca puse reparosen valor que es tan notorio,mas no me fío de vos.
JUAN. Ved que las partes son dosde la apuesta con Tenorio,y que ganadas están.
LUIS. ¿Lograsteis a un tiempo...?
JUAN. Síla del convento está aquí:y pues viene de don Juan a reclamarla quien puede,cuando me podéis matarno debo asunto dejartras mí que pendiente quede.
LUIS. Pero mirad que meter quien puede el lance impedirentre los dos, puede ser...
JUAN. ¿Qué?
LUIS. Excusaros de reñir.
JUAN. ¡Miserable...! De don Juanpodéis dudar sólo vos: mas aquí entrad, ¡vive Dios!y no tengáis tanto afánpor vengaros, que este asuntoarreglado con ese hombredon Luis, yo os juro a minombreque nos batimos al punto.
LUIS. Pero...
JUAN. ¡Con una legiónde diablos! Entrad aquí;que harta nobleza es en míaún daros satisfacción. Desde ahí ved y escuchad;franca tenéis esa puerta.Si veis mi conducta incierta,como os acomode obrad.
LUIS. Me avengo, si muy reacio no andáis.
JUAN. Calculadlo vosa placer: mas, ¡vive Dios!,que para todo hay espacio.
(Entra DON LUIS en el cuarto que DON JUAN le señala.)
Ya suben. (DON JUAN escucha.)
DON GONZALO. (Dentro.)¿Dónde está?
JUAN. Él es.
Escena IX
DON JUAN, DON GONZALO
DON GONZALO. ¿Adónde está ese traidor?
JUAN. Aquí está, comendador.
DON GONZALO. ¿De rodillas?
JUAN. Y a tus pies.
DON GONZALO. Vil eres hasta en tus crímenes.
JUAN. Anciano, la lengua ten,y escúchame un solo instante.
DON GONZALO. ¿Qué puede en tu lengua haberque borre lo que tu manoescribió en este papel?¡Ir a sorprender, ¡infame!,la cándida sencillez de quien no pudo el venenode esas letras precaver!¡Derramar en su alma virgentraidoramente la hielen que rebosa la tuya, seca de virtud y fe!¡Proponerse así enlodarde mis timbres la alta prez,como si fuera un harapoque desecha un mercader! ¿Ése es el valor, Tenorio,de que blasonas? ¿Ésa esla proverbial osadíaque te da al vulgo a temer?¿Con viejos y con doncellas la muestras...? Y ¿para qué?¡Vive Dios!, para venirsus plantas así a lamermostrándote a un tiempo ajenode valor y de honradez.
JUAN. ¡Comendador!
DON GONZALO. Miserable,tú has robado a mí hija Inésde su convento, y yo vengopor tu vida, o por mi bien.
JUAN. Jamás delante de un hombre mi alta cerviz incliné,ni he suplicado jamás,ni a mi padre, ni a mi rey.Y pues conservo a tus plantasla postura en que me ves, considera, don Gonzalo,que razón debo tener.
DON GONZALO. Lo que tienes es pavorde mi justicia.
JUAN. ¡Pardiez!Óyeme, comendador, o tenerme no sabré,y seré quien siempre he sido,no queriéndolo ahora ser.
DON GONZALO. ¡Vive Dios!
JUAN. Comendador,yo idolatro a doña Inés, persuadido de que el cielonos la quiso concederpara enderezar mis pasospor el sendero del bien.No amé la hermosura en ella,ni sus gracias adoré;lo que adoro es la virtud,don Gonzalo, en doña Inés.Lo que justicias ni obisposno pudieron de mí hacer con cárceles y sermones,lo pudo su candidez.Su amor me torna en otrohombre,regenerando mi ser,y ella puede hacer un ángel de quien un demonio fue.Escucha, pues, don Gonzalo,lo que te puede ofrecerel audaz don Juan Tenoriode rodillas a tus pies. Yo seré esclavo de tu hija,en tu casa viviré,tú gobernarás mi hacienda,diciéndome esto ha de ser.El tiempo que señalares, en reclusión estaré;cuantas pruebas exigieresde mi audacia o mi altivez,del modo que me ordenarescon sumisión te daré: y cuando estime tu juicioque la puedo merecer,yo la daré un buen esposoy ella me dará el Edén.
DON GONZALO. Basta, don Juan; no sé cómo me he podido contener,oyendo tan, torpes pruebasde tu infame avilantez.Don Juan, tú eres un cobardecuando en la ocasión te ves, y no hay bajeza a que no osescomo te saque con bien.
JUAN. ¡Don Gonzalo!
DON GONZALO. Y me avergüenzode mirarte así a mis pies,lo que apostabas por fuerza suplicando por merced.
JUAN. Todo así se satisface,don Gonzalo, de una vez.
DON GONZALO. ¡Nunca, nunca! ¿Tú su esposo?Primero la mataré. ¡Ea! Entrégamela al punto,o sin poderme valer,en esa postura vilel pecho te cruzaré.
JUAN. Míralo bien, don Gonzalo; que vas a hacerme perdercon ella hasta la esperanzade mi salvación tal vez.
DON GONZALO. ¿Y qué tengo yo, don Juan,con tu salvación que ver?
JUAN. ¡Comendador, que me pierdes!
DON GONZALO. Mi hija.
JUAN. Considera bienque por cuantos medios pudete quise satisfacer;y que con armas al cinto tus denuestos toleré,proponiéndote la pazde rodillas a tus pies.
Escena X
DICHOS; DON LUIS, soltando una carcajada de burla
LUIS. Muy bien, don Juan.
JUAN. ¡Vive Dios!
DON GONZALO. ¿Quién es ese hombre?
LUIS. Un testigo de su miedo, y un amigo,Comendador, para vos.
JUAN. ¡Don Luis!
LUIS. Ya he visto bastante,don Juan, para conocercuál uso puedes hacer de tu valor arrogante;y quien hiere por detrásy se humilla en la ocasión,es tan vil como el ladrónque roba y huye.
JUAN. ¿Esto más?
LUIS. Y pues la ira soberanade Dios junta, como ves,al padre de doña Inésy al vengador de doña Ana,mira el fin que aquí te espera cuando a igual tiempo tealcanza,aquí dentro su venganzay la justicia allá fuera.
DON GONZALO. ¡Oh! Ahora comprendo... ¿Soisvosel que...?
LUIS. Soy don Luis Mejía, a quien a tiempo os envíapor vuestra venganza Dios.
JUAN. ¡Basta, pues, de tal suplicio!Si con hacienda y honorni os muestro ni doy valor a mi franco sacrificioy la leal solicitudcon que ofrezco cuanto puedotomáis, ¡vive Dios!, por miedoy os mofáis de mi virtud, os acepto el que me daisplazo breve y perentorio,para mostrarme el Tenoriode cuyo valor dudáis.
LUIS. Sea; y cae a nuestros pies, digno al menos de esa famaque por tan bravo te aclama.
JUAN. Y venza el infierno, pues.Ulloa, pues mi alma asívuelves a hundir en el vicio, cuando Dios me llame a juicio,tú responderás por mí.(Le da un pistoletazo.)
DON GONZALO. ¡Asesino! (Cae.)
JUAN. Y tú, insensato,que me llamas vil ladrón,di en prueba de tu razón que cara a cara te mato.(Riñen, y le da una estocada.)
LUIS ¡Jesús! (Cae.)
JUAN. Tarde tu fe ciegaacude al cielo, Mejía,y no fue por culpa mía;pero la justicia llega, y a fe que ha de ver quién soy.
CIUTTI. (Dentro.)¿Don Juan?
JUAN. (Asomando al balcón.)¿Quién es?
CIUTTI. Por aquí;salvaos.
JUAN. ¿Hay paso?
CIUTTI. Sí; arrojaos.
JUAN. Allá voy.Llamé al cielo y no me oyó, y pues sus puertas me cierra,de mis pasos en la tierraresponda el cielo, y no yo.
(Se arroja por el balcón, y se le oye caer en el agua del río, al mismo tiempo que el ruido de los remos muestra la rapidez del barco en que parte; se oyen golpes en las puertas de la habitación, poco después entra la justicia, soldados, etc.)
Escena XI
ALGUACILES, SOLDADOS; luego DOÑA INÉS y BRÍGIDA
ALGUACIL. 1º El tiro ha sonado aquí.
ALGUACIL. 2º Aún hay humo.
ALGUACIL. 1º ¡Santo Dios! Aquí hay un cadáver.
ALGUACIL. 2º Dos.
ALGUACIL. 1º ¿Y el matador?
ALGUACIL. 2º Por allí.
(Abren el cuarto en que están DOÑA INÉS y BRÍGIDA, y las sacan a la escena; DOÑA INÉS reconoce el cadáver de su padre.)
ALGUACIL. 2º ¡Dos mujeres!
INÉS. ¡Ah, qué horror,padre mío!
ALGUACIL. 1º ¡Es su hija!
BRÍGIDA. Sí.
INÉS. ¡Ay! ¿Dó estás, don Juan, queaquíme olvidas en tal dolor?
ALGUACIL. 1º Él le asesinó.
INÉS. ¡Dios mío!¿Me guardabas esto más?
ALGUACIL. 2º Por aquí ese Satanásse arrojó, sin duda, al río.
ALGUACIL. 1º Miradlos..., a bordo estándel bergantín calabrés.
TODOS. ¡Justicia por doña Inés!
INÉS. Pero no contra don Juan.
(Cayendo de rodillas.)
miércoles, 8 de julio de 2009
Lewis Carroll (Inglaterra; Cheshire, 27/01/1832 - Surrey, 14/01/1898)
Nacido en Cheshire el primero de enero de 1832 y fallecido en Surrey el 27 de enero de 1898, Charles Lutwidge Dodgson, alias "Lewis Carroll", es considerado uno de los mas grandes escritores infantiles por su obra "Alicia en el País de las Maravillas", cuando era niño sus relaciones con sus compañeros eran las mejores, pero cuando era adulto sus relaciones con los demás no eran buenas, así que empieza a conversar con alguien que si lo entendiera, los niños. Fue el tercero de 11 hermanos y su padre era archidiácono, su abuelo fue general y su bisabuelo fue obispo. El no quiso coger ninguno de los dos trabajos de su familia, pero su hermano, también llamado charles, eligió la carrera eclesiástica. Empezó sus estudios en su casa, donde se sabe que leyó muchos libros. Cuando era niño, sufrió un trauma por intentar cambiar su tendencia a ser zurdo, además de ser sordo del oído derecho. A los 12 años fue enviado a una escuela privada, donde se sabe, fue muy feliz. Pero a sus 13 años lo cambiaron de escuela y fue a otro colegio donde no fue muy feliz, que se sabe por los escritos que dejo años después, que decían: "Creo ... que por nada en este mundo volvería de nuevo a vivir los tres años que pasé allí ... Puedo decir, honestamente, que si hubiese estado ... a salvo de la molestia nocturna, la dureza de la vida diurna se me hubiera hecho, en comparación, muchísimo más soportable" . Varias personas han interpretado el termino "molestias nocturnas" como una serie de abusos sexuales de parte de sus compañeros.
En 1851 ingresa a la universidad de Oxford. Pero solo estaría allí unos días, porque se tuvo que regresar a su casa cuando se entero de la muerte de su madre. A pesar de su pereza, durante su tiempo en Oxford, demostró una gran brillantes en matemáticas, garantizandole un puesto de profesor en 1857, en Christ Crurhc durante los siguientes 26 años. Cuatro años después, fue ordenado Diacono.
En 1856, Charles descubre la fotografía, y animado por un amigo de Oxford y Oscar Gustav Rejlander, conoce el arte de la fotografía. Charles se hace un profesional en esta carrera y logra hacer gran cantidad de fotos, especialmente la de niñas en diversas poses y algunas veces desnudas, por lo cual se hacen especulaciones de que era un pedofilo. También, en el año 1856 publica su primera obra bajo el seudónimo de Lewis Carroll, procedente de la latinizacion de su nombre. La mayoría de los escritos dejados por Charles son humoristicas y en algunas ocasiones son satíricas.
Después de haber publicado "Alicia en el País de las Maravillas" empezaron una serie de especulaciones respecto a que Charles usaba drogas y narcóticos, por los increíbles cambios de tamaño de Alicia de un momento a otro cuando comía del hongo, además de los rumores de abusos sexuales y pedofilia.
Nacido en Cheshire el primero de enero de 1832 y fallecido en Surrey el 27 de enero de 1898, Charles Lutwidge Dodgson, alias "Lewis Carroll", es considerado uno de los mas grandes escritores infantiles por su obra "Alicia en el País de las Maravillas", cuando era niño sus relaciones con sus compañeros eran las mejores, pero cuando era adulto sus relaciones con los demás no eran buenas, así que empieza a conversar con alguien que si lo entendiera, los niños. Fue el tercero de 11 hermanos y su padre era archidiácono, su abuelo fue general y su bisabuelo fue obispo. El no quiso coger ninguno de los dos trabajos de su familia, pero su hermano, también llamado charles, eligió la carrera eclesiástica. Empezó sus estudios en su casa, donde se sabe que leyó muchos libros. Cuando era niño, sufrió un trauma por intentar cambiar su tendencia a ser zurdo, además de ser sordo del oído derecho. A los 12 años fue enviado a una escuela privada, donde se sabe, fue muy feliz. Pero a sus 13 años lo cambiaron de escuela y fue a otro colegio donde no fue muy feliz, que se sabe por los escritos que dejo años después, que decían: "Creo ... que por nada en este mundo volvería de nuevo a vivir los tres años que pasé allí ... Puedo decir, honestamente, que si hubiese estado ... a salvo de la molestia nocturna, la dureza de la vida diurna se me hubiera hecho, en comparación, muchísimo más soportable" . Varias personas han interpretado el termino "molestias nocturnas" como una serie de abusos sexuales de parte de sus compañeros.
En 1851 ingresa a la universidad de Oxford. Pero solo estaría allí unos días, porque se tuvo que regresar a su casa cuando se entero de la muerte de su madre. A pesar de su pereza, durante su tiempo en Oxford, demostró una gran brillantes en matemáticas, garantizandole un puesto de profesor en 1857, en Christ Crurhc durante los siguientes 26 años. Cuatro años después, fue ordenado Diacono.
En 1856, Charles descubre la fotografía, y animado por un amigo de Oxford y Oscar Gustav Rejlander, conoce el arte de la fotografía. Charles se hace un profesional en esta carrera y logra hacer gran cantidad de fotos, especialmente la de niñas en diversas poses y algunas veces desnudas, por lo cual se hacen especulaciones de que era un pedofilo. También, en el año 1856 publica su primera obra bajo el seudónimo de Lewis Carroll, procedente de la latinizacion de su nombre. La mayoría de los escritos dejados por Charles son humoristicas y en algunas ocasiones son satíricas.
Después de haber publicado "Alicia en el País de las Maravillas" empezaron una serie de especulaciones respecto a que Charles usaba drogas y narcóticos, por los increíbles cambios de tamaño de Alicia de un momento a otro cuando comía del hongo, además de los rumores de abusos sexuales y pedofilia.
Entre sus obras mas importantes están: Alicia en el país de las maravillas, A Través del Espejo, La caza de Snark, Silvia y Bruno, Euclides y sus rivales modernos, y El juego de la Lógica.
Charles Lutwidge Dodgson muere el 14 de enero de 1898 a causa de una bronquitis.
Publicada en el año 1865, narra las aventuras de Alicia en un extraño y raro mundo subterráneo. Empieza contando sobre Alicia y su hermana, que estaban un día en el parque y que Alicia se pone muy soñolienta, cuando de repente ve pasar a un conejo blanco que tenia puesto chaleco blanco. Se sorprendió al ver que el conejo blanco sacaba de su chaleco un reloj y que al ver la hora, se desesperaba y corría con mas velocidad. Alicia llena de curiosidad, decide seguir al conejo, hasta que llegan a una madriguera al pie de un árbol. Alicia se asoma y para su sorpresa, entra y cae en un abismo que parecía no iba a acabar, hasta que paro la caída. Cuando se levanto se dio cuenta de que en su delante había un pasadizo muy largo y que el conejo blanco estaba corriendo a través de ese pasadizo. Cunado llego al final, entro en una sala muy amplia, iluminada y llena de puertas. Probo todas las puertas, pero todas estaban con llave. Hasta que vio una puerta muy pequeña y a su costado la llave correspondiente a esa puerta. Abrió portecita y logro ver a través de ella un hermoso jardín. Pero Alicia no podía entrar en ese jardín, por lo grande que era. Se paro y en una mesa ubicada en el centro de la sala, encontró una botellita, que decía "bebeme" . Alicia miro bien la botella y después se tomo el contenido. De repente se encogió y llego a estar del tamaño de la portecita, pero se había olvidado de la llave en la mesa donde había cogido la botella. De pronto, Alicia ve una caja de cristal debajo de la mesa, se acerca y la abre. Allí encuentra un hongo que tenia una nota a su costado que decía "comeme". Alicia dedujo que ese hongo la hará crecer, así que se lo comió y Alicia, regreso a su tamaño normal. De repente, ve que se acerca el conejo blanco. Alicia intento hablarle, pero el conejo se asusto y dejo caer sus guantes blancos y su abanico y se escapo. Alicia agarro las prendas y de pronto, ve que se había puesto los guantes y se dio cuenta de que nuevamente se había encogido y seguía encogiendose. Ella llego a la conclusión de eso estaba ocurriendo por los guantes y el abanico, así que se los quito y empezó a correr hacia la puerta, pero seguía cerrada, y nuevamente se había olvidado de agarrar la llave de la puerta que estaba sobre la mesa.
De pronto vuelve a aparecer el conejo que estaba buscando sus guantes y su abanico. Y para que no alcanzará a Alicia ella empezó a correr hasta que llego a un bosque. Y cuando pensaba en como iba a volver a su tamaño natural, y cuando estaba pensando en esto, se da cuenta de que estaba parada frente a un gran hongo, y que encima del hongo habia una oruga de color azul que estaba fumando una pipa. Ella miro a Alicia y le pregunto quien era. Y ella le dijo que en esos momentos no sabia por las variaciones de tamaño que tenia. La oruga le pidió mas expoliaciones y Alicia le empezó a explicar sobre sus cambios de tamaño y hasta lo comparo con el proseso de cambio de la oruga para volverse mariposa. La oruga le dijo que tenia que irse y le dijo que le dejaba e hongo obre el que estaba sentada. Le dijo que un lado del hongo haría que crezca y el otro haría que se achique. Alicia no entendió porque el hongo era redondo, y la oruga bajo del hongo y se fue. Alicia se quedo mirando el hongo, y saco un pedazo de cada lado. Alicia sin saber que lado comer, dio un mordisco a el pedazo que tenia en la mano derecha. Y de pronto empezó a estirarse tanto que vio un pedos de su cuello. Cuando paro, vio que alrededor de sus pies había algo de color verde. Grande fue la sorpresa de Alicia al ver que era el bosque. Alicia noto que su cuello se doblaba para cualquier lado, como una serpiente. Y de repente, aparece una paloma que empieza a golpear a Alicia con sus alas y le decía una y otra vez "serpiente". Alicia pensó que se había vuelto una serpiente sin darse cuenta. Alicia le dijo que no entendía y la paloma le dijo que siempre había intentado hacer sus nidos en distintos lugares, pero que por culpa de las serpientes no había podido. Alicia le dijo que no era una serpiente, sino que era una niña, pero la paloma no le creyó, y le dijo que había visto muchas niñas, pero ninguna con un cuello tan largo como el que tenia Alicia. La paloma para salir de dudas, le pregunto si alguna vez en su vida, Alicia había comido un huevo. Alicia le dijo que si, y la paloma empezó a decir que las niñas eran una especie de serpiente, y que no le importaba si era una niña serpiente o una serpiente niña si comía huevos, era una serpiente. Alicia le dijo que aunque le gustan los huevos, no le gustan los huevos crudos la paloma le dijo que si era así, la dejara empollar sus huevos. Alicia desesperada, empezó a comer los pedazos de hongo que tenia en sus bolsillos, creciendo y en cogiéndose cada vez que mordía uno, hasta que regreso a su tamaño normal.
Alicia quiso llegar al jardín, pero para llegar a el tenia que cruzar el bosque. Llego hasta una casa que media casi un metro, así que Alicia comió un pedazo de hongo y entro en la caza. Luego entro en la cocina y salia humo, pero ese humo era de pimienta. En medio de la cocina estaba la duquesa y en medio de sus brazos tenia un bebe que estaba llorando, mientras la cocinera movía el contenido de una gran olla, que parecía que contenía sopa. Alicia le dijo a la duquesa que tenia mucha pimienta la opa, y vio que todos estornudaban a excepción de la cocinera y un gato gordo que tenia una sonrisa de oreja a oreja. Alicia le pregunto a la duquesa porque el gato estaba tan sonriente. La duquesa le dijo que sonreía porque era un "gato Chester". Alicia le dijo que ella no sabia que los gatos de Chester tenían esa gran sonrisa, e incluso no sabia que los gatos podían sonreír. En ese momento, la cocinera saco la olla de la cocina y empezó a tirar la vajilla contra la pared. Alicia le pregunto el porque tiraba esos platos, que así hacia llorar mas al bebe. La cocinera, muy molesta le dijo que no se metiera en los asuntos que no son de su incumbencia y que el bebe lloraba porque ella lo había asustado. La duquesa miro su reloj y dijo que la reina la esperaba para un partido de croquet. Y muy apurada, le dio el baba a Alicia y se fue. Pero antes de que Alicia calmara al bebe los llantos de este se fueron volviendo gruñidos y el se volvió un cerdo. Alicia salio a buscar a la duquesa, pero no la encontro. Y de un momento para otro, apareció el gato Chester encima de la rama de un árbol cercano. El gato miro a Alicia y sonrío. Alicia le pregunto que camino debía seguir para salir del bosque, el gato le dijo que debía ser el camino que condujera al lugar al que quiere llegar. Pero Alicia le dijo que no le importaba el lugar. El gato le dijo que si era así, entonces tampoco importaba el camino, así que le dio dos direcciones, si seguía una, llegaría donde un "sombrerero" y si seguía la otra, encontrará una "liebre de Marzo" y que visitara al que mejor le pareciera, porque los dos estaban locos. Alicia le dijo que no le gustaba lidiar con la gente loca. A esto el gato Chester le respondió que era algo inevitable, puesto que todas las personas estaban locas imcluendo a Alicia. Alicia le reclamo y le dijo que ella no estaba loca. El gato trato de darle un ejemplo para que Alicia entendiera, pero solo logro confundirla mas. El gato al ver que no había forma de hacerle entender, le pregunta si es que la reina le había invitado a jugar croquet, Alicia dijo que y que no creía que la iban a invitar por haber llegado recientemente. Pero el gato le dijo que no se confiara y desapareció. pero unos segundos después, volvió a aparecer y le pregunto por el bebe de la duquesa. Alicia le dijo que se había convertido en un cerdo. El gato dijo que sabia que iba a terminar así y desapareció.
Alicia pensaba que camino iba a seguir, si el del sombrerero o el de la liebre de Marzo, cuando volvió a aparecer el gato Chester, esta vez le pregunto si es que el bebe se había convertido en un crédito o en un cerquito Alicia le dijo que en cerdo y el gato Chester desapareció, pero esta vez muy despacio y parte por parte, hasta que al final quedo la sonrisa que permanecio unos segundos al aire. Alicia siguio su camino hasta llegar a la caza de la liebre de Marzo, ella se había dado cuenta, por las grandes orejas que salían de la casa, y abajo de la casa había una gran mesa, y en esa mesa estaban el sombrerero y la liebre de Marzo, y en medio de ellos estaba un Lirón que estaba durmiendo. Alicia quiso acompañarlos, pero cuando la liebre de Marzo y el Sombrerero vieron que Alicia se acercaba, decían que no había sitio. Pero Alicia viendo e gran tamaño de la mes decía que había sitio hasta para mil personas. La liebre de Marzo le reclamo por haber ido a sentarse sin haber pedido permiso. Conversaron sobre unos tremas mas y después, Alicia se sentó en la mesa para comer con la liebre de Marzo y el Sombrerero. De pronto la liebre de Marzo dijo que Alicia contara un cuento, pero Alicia no sabia ninguno. Entonces el sombrerero propuso que el lirón fuera el que contara el cuento. Entonces el Sombrerero y la liebre de Marzo empezaron a peñiscar al Lirón, uno de cada lado. La liebre de Marzo le dijo al Lirón que contara un cuento y que se apurara, por si es que se dormía antes de llegar al final. Y empezó a contar la historia de dos hermanos que vivían en un pozo de melaza , y Alicia pregunto que era lo que comían, y el Lirón le contesto que melaza, y Alicia esta vez pregunto de donde sacaban melaza. El Sombrerero le dijo que si se podía sacar agua de un pozo de agua, porque no podían sacar melaza de un pozo de melaza y acabo diciéndole a Alicia que era tonta. Alicia se molesto tanto, que se paro y se fue con paso fuerte, y mientras se iba el Lirón se volvió a quedar dormido y nadie se dio cuenta de que Alicia se había ido.
Mientras Alicia se iba alejando sin rumbo alguno, se detiene y mira un desfile que aparece. Era un gran desfile en el que estaba todo el pueblo y lo mas sorprendente era que todos, a excepción del conejo blanco que también desfilaba con ellos, eran Naipes de una baraja. Y al terminar estaban los príncipes y los reyes, pero al final de todo el desfile estaban el Rey y la Reina de Corazones acompañados por el conejo blanco. La reina se detiene un momento e invita a Alicia a ir con ellos al partido de croquet, Alicia decide acompañar a la reina. En el camino, Alicia conversa con el conejo blanco y le pregunta por la duquesa, el le responde que la reina le mando a cortar la cabeza por haberle dado un zapato a la reina, pero el conejo le decía y repetía que no dijera nada porque la reina era capaz de darles el mismo destino a ellos dos.
Cuando llegaron la reina ordeno que se detuvieran y que inmediatamente empezara el juego de croquet y que todos se pusieran en sus respectivas ubicaciones. En ese momento todas las demás cartas de la baraja se empezó a alborotar y todos se pudieron en forma de arco. Los palos , eran flamencos vivos y las bolas, no eran de madera, sino eran puercoespines, también vivos. Todo era un loquerio, nadie esperaba su turno, todos jugaban a la vez, se peleaban por los puercoespines y los flamencos, y la reina decía, "que le corten la cabeza" a cada persona que hacia algo incorrecto o le ganaba. De pronto, Alicia vio que aparecía el gato Chester. Y como era costumbre en el gato, apareció pedazo por pedazo. Alicia en cuanto vio que aparecieron las orejas, se empezó a quejar con el gato, que nadie cumplía las reglas y que la reina era muy injusta. En cierto momento, el rey se acerco a Alicia y le pregunto si hablaba con ese gato. Alicia le dijo que el era su amigo. El rey dijo que era algo muy raro, pero que si quería que le besara la mano, pero el gato le dijo que el no sabia besar, que el lamia y no besaba, así que prefería no hacerlo. El rey se molesto, pero Alicia para defender al gato dijo que se le era permitido a un gato ver a un rey a la cara. Pero el rey estaba muy molesto e intento decirle a la reina, pero Alicia le dijo que el gato era de la duquesa, así que debían preguntarle a la duquesa que era lo que debían hacer con su gato. La reina, que había escuchado la conversacion, dijo que la duquesa no podía decidir, porque estaba encarcelada, así que le dijo a un verdugo que trajera a la duquesa. El verdugo, regreso con la duquesa, pero para ese momento, el gato Chester, ya había desaparecido. La duquesa converso unos momentos con Alicia, y mientras conversaban, volvió a aparecer el gato Chester que estaba viendo su conversacion desde las alturas. Cuando llego la reina, le dijo que debía elegir entre su gato o su cabeza, porque uno de los dos debía desaparecer. La duquesa, asustada corrió con el gato.
El juego de croquet siguio, y los sentenciados a muerte estaban siendo vigilados por los soldados, pero solamente, el rey, la reina y Alicia estaban libres de ser decapitados. La reina le dijo que si Alicia conocía a una falsa tortuga, Alicia dijo que no. La reina le dijo que la llevaría a conocer a una falsa tortuga, pero Alicia accedió solamente porque sabia que si iba con la reina, mandarían a que le cortaran la cabeza. Así que Alicia, sin mas alternativa, decidió acompañar a la reina. La reina llevo a Alicia hasta un grifo, que estaba dormido. La reina lo levanto y le ordeno que acompañara a Alicia, pera que conozca a la falsa tortuga, que ella no podía porque tenia que presenciar las ejecuciones que había mandado.
El grifo se despertó, miro a Alicia y e empezó a reír, y entre carcajadas le dijo a Alicia que las cosas que decía la reina eran solo fantasias, que nunca ejecutaban a nadie. En cuanto termino de decirle eso el grifo, se fue con Alicia para que vean a la falsa tortuga. Cuando llegaron, encontraron a la falsa tortuga sentada sobre una roca. El grifo le dijo a la falsa tortuga que le contara su historia. Ella accedió con la condición de que no hablara hasta que haya terminado. La falsa tortuga le contó que cuando era niño estudiaba en una escuela en la que daban clases especiales, pero ella no tuvo la oportunidad de tomar alguno de esos cursos especiales, y solo tomaba clases normales. Cuando termino el Grifo le pidió que le contara sobre "el baile de la langosta". La falsa Tortuga empezó a contarle a Alicia junto con el grifo de que se trataba "el baile de la langosta". La falsa Tortuga cuando termino, le pregunto a Alicia si es que quería ver el baile, Alicia dijo que si, y el Grifo y la falsa tortuga empezaron a bailar, mientras la falsa Tortuga cantaba. Cuando terminaron de bailar, escucharon la voz del conejo blanco que estaba en el juicio de los sentenciados.
Alicia fue junto con el Grifo a ver el juicio. Cuando llegaron estaban sentados en un trono, el rey y la reina de corazones, mientras que en el publico había toda clase de flores y animales. Estaban enjuiciando al mayordomo por robo de un pastel hecho por la reina y mandado estambul. Llamaron de primer testigo, al Sombrerero, dio su testimonio y lo declararon inocente , lo cual Alicia consideraba muy absurdo, porque el no era el enjuiciado, pero siempre recordaba lo que le decía el gato chester que "todos están locos". Después llamaron a Alicia y ella declaro que no sabia nada. Cuando de repente, el Conejo Blanco se acerco y dijo que tenia un papel, era un poema que leyó en voz alta. El rey dijo que dieran el veredicto del caso, pero la reina pidió que primero dieran la sentencia, Alicia dijo que primero debía ser el veredicto y luego la sentencia. La reina le dijo que se cayara, pero Alicia dijo que no. Y la reina muy molesta ordeno que le cortaran la cabeza. La corte se alboroto mucho y Alicia dijo que se callaran, que solo eran cartas de una baraja. Y la corte se alboroto mas aun y Alicia hizo el mayor esfuerzo por quitarse a las cartas de encima. Y cuando lo logro, se despertó en la rivera del río en el que vio por primera vez al Conejo Blanco. Estaba apoyada en las piernas de su hermana, que le decía "despierta Alicia, cuanto rato has dormido, Alicia le contó su sueño a su hermana. y cuando termino se fue a tomar el te mientras que su hermana se quedo sentada junto al río.
A continuación un capitulo de "Alicia en el País de las Maravillas":
Capítulo 7 - UNA MERIENDA DE LOCOS
Habían puesto la mesa debajo de un árbol, delante de la casa, y la Liebre de Marzo y el Sombrerero estaban tomando el té. Sentado entre ellos había un Lirón, que dormía profundamente, y los otros dos lo hacían servir de almohada, apoyando los codos sobre él, y hablando por encima de su cabeza. «Muy incómodo para el Lirón», pensó Alicia. «Pero como está dormido, supongo que no le importa».
La mesa era muy grande, pero los tres se apretujaban muy juntos en uno de los extremos.
-¡No hay sitio! -se pusieron a gritar, cuando vieron que se acercaba Alicia.
-¡Hay un montón de sitio! -protestó Alicia indignada, y se sentó en un gran sillón a un extremo de la mesa.
-Toma un poco de vino -la animó la Liebre de Marzo.
Alicia miró por toda la mesa, pero allí sólo había té.
-No veo ni rastro de vino -observó.
-Claro. No lo hay -dijo la Liebre de Marzo.
-En tal caso, no es muy correcto por su parte andar ofreciéndolo -dijo Alicia enfadada.
-Tampoco es muy correcto por tu parte sentarte con nosotros sin haber sido invitada -dijo la Liebre de Marzo.
-No sabía que la mesa era suya -dijo Alicia-. Está puesta para muchas más de tres personas.
-Necesitas un buen corte de pelo -dijo el Sombrerero.
Había estado observando a Alicia con mucha curiosidad, y estas eran sus primeras palabras.
-Debería aprender usted a no hacer observaciones tan personales -dijo Alicia con acritud-. Es de muy mala educación.
Al oír esto, el Sombrerero abrió unos ojos como naranjas, pero lo único que dijo fue:
-¿En qué se parece un cuervo a un escritorio?
«¡Vaya, parece que nos vamos a divertir!», pensó Alicia. «Me encanta que hayan empezado a jugar a las adivinanzas.» Y añadió en voz alta:
-Creo que sé la solución.
-¿Quieres decir que crees que puedes encontrar la solución? -preguntó la Liebre de Marzo.
-Exactamente -contestó Alicia.
-Entonces debes decir lo que piensas -siguió la Liebre de Marzo.
-Ya lo hago -se apresuró a replicar Alicia-. O al menos... al menos pienso lo que digo... Viene a ser lo mismo, ¿no?
-¿Lo mismo? ¡De ninguna manera! -dijo el Sombrerero-. ¡En tal caso, sería lo mismo decir «veo lo que como» que «como lo que veo»!
-¡Y sería lo mismo decir -añadió la Liebre de Marzo- «me gusta lo que tengo» que «tengo lo que me gusta»!
-¡Y sería lo mismo decir -añadió el Lirón, que parecía hablar en medio de sus sueños- «respiro cuando duermo» que «duermo cuando respiro»!
-Es lo mismo en tu caso -dijo el Sombrerero.
Y aquí la conversación se interrumpió, y el pequeño grupo se mantuvo en silencio unos instantes, mientras Alicia intentaba recordar todo lo que sabía de cuervos y de escritorios, que no era demasiado.
El Sombrerero fue el primero en romper el silencio.
-¿Qué día del mes es hoy? -preguntó, dirigiéndose a Alicia.
Se había sacado el reloj del bolsillo, y lo miraba con ansiedad, propinándole violentas sacudidas y llevándoselo una y otra vez al oído.
Alicia reflexionó unos instantes.
-Es día cuatro dijo por fin.
-¡Dos días de error! -se lamentó el Sombrerero, y, dirigiéndose amargamente a la Liebre de Marzo, añadió-: ¡Ya te dije que la mantequilla no le sentaría bien a la maquinaria!
-Era mantequilla de la mejor -replicó la Liebre muy compungida.
-Sí, pero se habrán metido también algunas migajas -gruñó el Sombrerero-.
No debiste utilizar el cuchillo del pan.
La Liebre de Marzo cogió el reloj y lo miró con aire melancólico: después lo sumergió en su taza de té, y lo miró de nuevo. Pero no se le ocurrió nada mejor que decir y repitió su primera observación:
-Era mantequilla de la mejor, sabes.
Alicia había estado mirando por encima del hombro de la Liebre con bastante curiosidad.
-¡Qué reloj más raro! -exclamó-. ¡Señala el día del mes, y no señala la hora que es!
-¿Y por qué habría de hacerlo? -rezongó el Sombrerero-. ¿Señala tu reloj el año en que estamos?
-Claro que no -reconoció Alicia con prontitud-. Pero esto es porque está tanto tiempo dentro del mismo año.
-Que es precisamente lo que le pasa al mío -dijo el Sombrerero.
Alicia quedó completamente desconcertada. Las palabras del Sombrerero no parecían tener el menor sentido.
-No acabo de comprender -dijo, tan amablemente como pudo.
-El Lirón se ha vuelto a dormir -dijo el Sombrerero, y le echó un poco de té caliente en el hocico.
El Lirón sacudió la cabeza con impaciencia, y dijo, sin abrir los ojos:
-Claro que sí, claro que sí. Es justamente lo que yo iba a decir.
-¿Has encontrado la solución a la adivinanza? -preguntó el Sombrerero, dirigiéndose de nuevo a Alicia.
-No. Me doy por vencida. ¿Cuál es la solución?
-No tengo la menor idea -dijo el Sombrerero.
-Ni yo -dijo la Liebre de Marzo.
Alicia suspiró fastidiada.
-Creo que ustedes podrían encontrar mejor manera de matar el tiempo -dijo- que ir proponiendo adivinanzas sin solución.
-Si conocieras al Tiempo tan bien como lo conozco yo -dijo el Sombrerero-, no hablarías de matarlo. ¡El Tiempo es todo un personaje!
-No sé lo que usted quiere decir -protestó Alicia.
-¡Claro que no lo sabes! -dijo el Sombrerero, arrugando la nariz en un gesto de desprecio-. ¡Estoy seguro de que ni siquiera has hablado nunca con el Tiempo!
-Creo que no -respondió Alicia con cautela-. Pero en la clase de música tengo que marcar el tiempo con palmadas.
-¡Ah, eso lo explica todo! -dijo el Sombrerero-. El Tiempo no tolera que le den palmadas. En cambio, si estuvieras en buenas relaciones con él, haría todo lo que tú quisieras con el reloj. Por ejemplo, supón que son las nueve de la mañana, justo la hora de empezar las clases, pues no tendrías más que susurrarle al Tiempo tu deseo y el Tiempo en un abrir y cerrar de ojos haría girar las agujas de tu reloj. ¡La una y media! ¡Hora de comer!
(«¡Cómo me gustaría que lo fuera ahora!», se dijo la Liebre de Marzo para sí en un susurro).
-Sería estupendo, desde luego -admitió Alicia, pensativa-. Pero entonces todavía no tendría hambre, ¿no le parece?
-Quizá no tuvieras hambre al principio -dijo el Sombrerero-. Pero es que podrías hacer que siguiera siendo la una y media todo el rato que tú quisieras.
-¿Es esto lo que ustedes hacen con el Tiempo? -preguntó Alicia.
El Sombrerero movió la cabeza con pesar.
-¡Yo no! -contestó-. Nos peleamos el pasado marzo, justo antes de que ésta se volviera loca, sabes (y señaló con la cucharilla hacia la Liebre de Marzo).
-¿Ah, si?- preguntó Alicia interesada.
-Si. Sucedió durante el gran concierto que ofreció la Reina de Corazones, y en el que me tocó cantar a mí.
-¿Y que cantaste?- preguntó Alicia.
-Pues canté:
"Brilla, brilla, ratita alada,¿En que estás tan atareada"?
-Porque esa canción la conocerás, ¿no?
-Quizá me suene de algo, pero no estoy segura- dijo Alicia.
-Tiene más estrofas -siguió el Sombrerero-. Por ejemplo:
"Por sobre el Universo vas volando,con una bandeja de teteras llevando.Brilla, brilla..."
Al llegar a este punto, el Lirón se estremeció y empezó a canturrear en sueños: «brilla, brilla, brilla, brilla... », y estuvo así tanto rato que tuvieron que darle un buen pellizco para que se callara.
-Bueno -siguió contando su historia el Sombrerero-. Lo cierto es que apenas había terminado yo la primera estrofa, cuando la Reina se puso a gritar:
«¡Vaya forma estúpida de matar el tiempo! ¡Que le corten la cabeza!»
-¡Qué barbaridad! ¡Vaya fiera! -exclamó Alicia.
-Y desde entonces -añadió el Sombrerero con una voz tristísima-, el Tiempo cree que quise matarlo y no quiere hacer nada por mí. Ahora son siempre las seis de la tarde.
Alicia comprendió de repente todo lo que allí ocurría.
-¿Es ésta la razón de que haya tantos servicios de té encima de la mesa? -preguntó.
-Sí, ésta es la razón -dijo el Sombrerero con un suspiro-. Siempre es la hora del té, y no tenemos tiempo de lavar la vajilla entre té y té.
-¿Y lo que hacen es ir dando la vuelta? a la mesa, verdad? -preguntó Alicia.
-Exactamente -admitió el Sombrerero-, a medida que vamos ensuciando las tazas.
-Pero, ¿qué pasa cuando llegan de nuevo al principio de la mesa? -se atrevió a preguntar Alicia.
-¿Y si cambiáramos de conversación? -los interrumpió la Liebre de Marzo con un bostezo-. Estoy harta de todo este asunto. Propongo que esta señorita nos cuente un cuento.
-Mucho me temo que no sé ninguno -se apresuró a decir Alicia, muy alarmada ante esta proposición.
-¡Pues que lo haga el Lirón! -exclamaron el Sombrerero y la Liebre de Marzo-. ¡Despierta, Lirón!
Y empezaron a darle pellizcos uno por cada lado.
El Lirón abrió lentamente los ojos.
-No estaba dormido -aseguró con voz ronca y débil-. He estado escuchando todo lo que decíais, amigos.
-¡Cuéntanos un cuento! -dijo la Liebre de Marzo.
-¡Sí, por favor! -imploró Alicia.
-Y date prisa -añadió el Sombrerero-. No vayas a dormirte otra vez antes de terminar.
-Había una vez tres hermanitas empezó apresuradamente el Lirón-, y se llamaban Elsie, Lacie y Tilie, y vivían en el fondo de un pozo...
-¿Y de qué se alimentaban? -preguntó Alicia, que siempre se interesaba mucho por todo lo que fuera comer y beber.
-Se alimentaban de melaza -contestó el Lirón, después de reflexionar unos segundos.
-No pueden haberse alimentado de melaza, sabe -observó Alicia con amabilidad-. Se habrían puesto enfermísimas.
-Y así fue -dijo el Lirón-. Se pusieron de lo más enfermísimas.
Alicia hizo un esfuerzo por imaginar lo que sería vivir de una forma tan extraordinaria, pero no lo veía ni pizca claro, de modo que siguió preguntando:
-Pero, ¿por qué vivían en el fondo de un pozo?
-Toma un poco más de té -ofreció solícita la Liebre de Marzo.
-Hasta ahora no he tomado nada -protestó Alicia en tono ofendido-, de modo que no puedo tomar más.
-Quieres decir que no puedes tomar menos -puntualizó el Sombrerero-. Es mucho más fácil tomar más que nada.
-Nadie le pedía su opinión -dijo Alicia.
-¿Quién está haciendo ahora observaciones personales? -preguntó el Sombrerero en tono triunfal.
Alicia no supo qué contestar a esto. Así pues, optó por servirse un poco de té y pan con mantequilla. Y después, se volvió hacia el Lirón y le repitió la misma pregunta: -¿Por qué vivían en el fondo de un pozo?
El Lirón se puso a cavilar de nuevo durante uno o dos minutos, y entonces dijo:
-Era un pozo de melaza.
-¡No existe tal cosa!
Alicia había hablado con energía, pero el Sombrerero y la Liebre de Marzo la hicieron callar con sus «¡Chst! ¡Chst!», mientras el Lirón rezongaba indignado:
-Si no sabes comportarte con educación, mejor será que termines tú el cuento.
-No, por favor, ¡continúe! -dijo Alicia en tono humilde-. No volveré a interrumpirle. Puede que en efecto exista uno de estos pozos.
-¡Claro que existe uno! -exclamó el Lirón indignado. Pero, sin embargo, estuvo dispuesto a seguir con el cuento-. Así pues, nuestras tres hermanitas... estaban aprendiendo a dibujar, sacando...
-¿Qué sacaban? -preguntó Alicia, que ya había olvidado su promesa.
-Melaza -contestó el Lirón, sin tomarse esta vez tiempo para reflexionar.
-Quiero una taza limpia -les interrumpió el Sombrerero-. Corrámonos todos un sitio.
Se cambió de silla mientras hablaba, y el Lirón le siguió: la Liebre de Marzo pasó a ocupar el sitio del Lirón, y Alicia ocupó a regañadientes el asiento de la Liebre de Marzo. El Sombrerero era el único que salía ganando con el cambio, y Alicia estaba bastante peor que antes, porque la Liebre de Marzo acababa de derramar la leche dentro de su plato.
Alicia no quería ofender otra vez al Lirón, de modo que empezó a hablar con mucha prudencia:
-Pero es que no lo entiendo. ¿De donde sacaban la melaza?
-Uno puede sacar agua de un pozo de agua -dijo el Sombrerero-, ¿por qué no va a poder sacar melaza de un pozo de melaza? ¡No seas estúpida!
-Pero es que ellas estaban dentro, bien adentro -le dijo Alicia al Lirón, no queriéndose dar por enterada de las últimas palabras del Sombrerero.
-Claro que lo estaban -dijo el Lirón-. Estaban de lo más requetebién.
Alicia quedó tan confundida al ver que el Lirón había entendido algo distinto a lo que ella quería decir, que no volvió a interrumpirle durante un ratito.
-Nuestras tres hermanitas estaban aprendiendo, pues, a dibujar -siguió el Lirón, bostezando y frotándose los ojos, porque le estaba entrando un sueño terrible-, y dibujaban todo tipo de cosas... todo lo que empieza con la letra M...
-¿Por qué con la M? -preguntó Alicia.
-¿Y por qué no? -preguntó la Liebre de Marzo.
Alicia guardó silencio.
Para entonces, el Lirón había cerrado los ojos y empezaba a cabecear. Pero, con los pellizcos del Sombrerero, se despertó de nuevo, soltó un gritito y siguió la narración: -... lo que empieza con la letra M, como matarratas, mundo, memoria y mucho... muy, en fin todas esas cosas. Mucho, digo, porque ya sabes, como cuando se dice "un mucho más que un menos". ¿Habéis visto alguna vez el dibujo de un «mucho»?
-Ahora que usted me lo pregunta -dijo Alicia, que se sentía terriblemente confusa-, debo reconocer que yo no pienso...
-¡Pues si no piensas, cállate! -la interrumpió el Sombrerero.
Esta última grosería era más de lo que Alicia podía soportar: se levantó muy disgustada y se alejó de allí. El Lirón cayó dormido en el acto, y ninguno de los otros dio la menor muestra de haber advertido su marcha, aunque Alicia miró una o dos veces hacia atrás, casi esperando que la llamaran. La última vez que los vio estaban intentando meter al Lirón dentro de la tetera.
-¡Por nada del mundo volveré a poner los pies en ese lugar! -se dijo Alicia, mientras se adentraba en el bosque-. ¡Es la merienda más estúpida a la que he asistido en toda mi vida!
Mientras decía estas palabras, descubrió que uno de los árboles tenía una puerta en el tronco.
-¡Qué extraño! -pensó-. Pero todo es extraño hoy. Creo que lo mejor será que entre en seguida.
Y entró en el árbol.
Una vez más se encontró en el gran vestíbulo, muy cerca de la mesita de cristal. «Esta vez haré las cosas mucho mejor», se dijo a sí misma. Y empezó por coger la llavecita de oro y abrir la puerta que daba al jardín. Entonces se puso a mordisquear cuidadosamente la seta (se había guardado un pedazo en el bolsillo), hasta que midió poco más de un palmo. Entonces se adentró por el estrecho pasadizo. Y entonces... entonces estuvo por fin en el maravilloso jardín, entre las flores multicolores y las frescas fuentes.
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