Los viajes de Gulliver (Gulliver's Travels)
Publicada en 1726, narra las aventuras en los naufragios que sufre el cirujano Lemuel Gulliver en dos países completamente distintos uno del otro y muy distintos al suyo. Empieza cuando Gulliver cuenta sobre su vida, su tío le ayuda a estudiar medicina, porque su padre no tenia los recursos necesarios, ahí aprendió los temas básicos de negación, física y matemáticas, pero el sabia que en algún momento debería viajar. Años después, cuando su negocio empezó a ir mal, Lemuel, se embarca en un navío que se dirige hacia las Indias, pero el viento soplaba tan fuerte, que no pudieron evitar el estrellarse. en medio de una espesa niebla. Cinco tripulantes y Gulliver, lograron lanzar un bote salvavidas al mar y subirse en el, pero el mar estaba tan fuerte, que salieron levantados por el mar. Gulliver, llega nadando a la orilla de una isla misteriosa, mira a sus alrededores y no ve habitante alguno y se recuesta en la hierba hasta quedarse dormido, pero no había rastro alguno de sus compañeros, que como el habían subido al bote. Cuando se levanta, Gulliver, no puede mover ni sus brazos ni sus piernas, cuando se da cuenta, ve que esta atado, las cuerdas están alrededor de el y hasta habían atado su cabello. Cuando de repente, siente que algo muy diminuto se le sube por el cuerpo, a través del pecho hasta la barbilla. Gulliver llego ha pensar incluso que ya se había muerto, pero se esfuerza, mira hacia abajo lo mas posible y ve un hombre de un tamaño muy diminuto que hablaba en un idioma muy extraño, piensa que es un bicho raro de por esas tierras y Gulliver lanza un grito de horror en el que sale volando el pequeño hombrecito y queda con fracturas muy graves. Gulliver lucha por salir libre, pero no puede, luego se mueve de formas muy bruscas, para que se asusten y lo dejen tranquilo. Cuando empiezan a tirar flechas, Gulliver decide quedarse quieto y cuando lo hace el líder manda orden. Lemuel se disculpa y se queda quieto y callado, pensaba que en la noche mientras dormían se soltaría una mano y se podría liberar facilmente.
Pero no fue así, Gulliver vio a un hombrecito que era el mas alto de todos (porque media como su dedo medio), Gulliver trato de hablar con ellos, pero el sonido de su voz era demasiado fuerte para ellos y empieza a susurrar. Les pide que lo liberen, y el líder empieza a hablarle a todos los hombrecitos que estaban formados delante de el. Gulliver empieza a sentir una gran necesidad, la comida, Gulliver lanza un grito diciendoo que tenia hambre, pero aturde a los hombrecitos. El líder, les dio una orden, y las tropas trajeron varias escaleras y los habitantes subieron encima de Gulliver y empezaron a traer varias cestas con comidas, incluso tuvieron que juntar varias vacas, toros y gallinas enteros para formar un bocado, les hizo señas de que tenia sed y le trajeron 16o de sus mas grandes barriles con agua, que se los tomo de un sorbo cada uno. Después de eso, se quedo dormido.
Cuando se despertó, vio que los habitantes habían hecho encima de el una especie de maquina, y después trajeron caballos, que empezaron a jalarlo con fuerza hasta que llegaron a el palacio de "Borak", donde iba a recidir Gulliver. Ahí se entero de que el lugar en el que estaba, se llamaba "Liliput", lo tenían amarrado de los pies, los hombres que lo cuidaban le daban muy poco espacio para moverse. Los guardias se dieron cuenta de que debido a su tamaño iba a ser difícil mantenerlo encadenado, así que cortaron las cuerdas que lo sujetaban. Gulliver quiso dar un paso, y los liliputenses se alborotaron al ver eso. Empezaron a mirar a Gulliver, y el se daba cuenta de que hablaban de el, aun sin entender su idioma. Llegada la noche, Gulliver intento dormir, pero no pudo por la constante vigilancia que había, los guardias estaban a sus costados, la mitad con antorchas y los otros con arcos y flechas.
A la mañana siguiente, el rey de Liliput fue a buscar a Gulliver, el rey le hablo, pero Gulliver no le entendía, pero Gulliver trato de descifrar lo que decía, y en tres semanas, aprendió a hablar su idioma. Lo primero que pidió fue que le dieran su libertad, el rey accedió, pero la condición que le puso fue que aceptara ser su principal arma contra el pueblo de Blefuscu, el rey no supo explicar porque eran enemigos así que le pidió a sus consejeros que le explicaran, y ellos le dijeron que eran sus enemigos porque si, juramento como se debía hacer en Liliput, de una forma muy extraña. Después de juramentar, el rey decidió darle un honor, y como el era un gigante, a comparacion de ellos, el rey decidió darle el mas grande honor de todos, pero no pudieron darle porque era un cargo tan alto, que ni el rey podría dárselo. pero aun así, le dieron una medalla, y como no pudieron dársela en el cuello, se la dieron en el dedo medio. Pero desde ese momento el rey, sus consejeros empezaron a dudar sobre el gigante (Gulliver). Lemuel pregunto porque era la guerra contra Blefuscu, pero lo único que sabían todos era que estaban en guerra con Blefuscu. El rey le dijo que sabia la historia, y se la contó a Gulliver, le dijo que cuando su tatara-abuelo era niño, cortando u huevo por la mitad se corto el dedo, y su padre, el rey de ese momento, dio una nueva ley en la que prohibía que todos los Liliputenses cortaran huevos por la mitad, pero algunos Liliputenses se quejaron y se revelaron, así que construyeron un barco y se fueron a una isla, donde fundaron el pueblo de Blefuscu, y desde ese momento están en guerra.
Gulliver le dijo que esa guerra era una tontería, el consejero del rey al escuchar esto dijo que Lemuel se estaba oponiendo a ir a la guerra y que Debian ejecutarlo, pero el rey dijo que no se podría, pero el consejero seguía diciendo que si, que Debian llegar mil hombres con flechas envenenadas para clavarse las en la espalda. El rey decía que no podrán matarlo, porque el olor que desprenderá seria insoportable para el pueblo, el consejero dijo que el monstruo representaba gastos que no podían cubrir, por su enorme tamaño, la comida, sus ropas, su cama, su casa, etc. El rey dijo que la mejor solución era la de sacarle los ojos, porque así no temería al pueblo de Blefuscu. Un funcionario publico que se había hecho amigo de Gulliver, le dijo lo que planeaba el rey, y que se debía escapar esa misma noche. Gulliver sabia que debía escaparse, pero no sabia a donde ir, era demasiado grande para esconderse en ese pueblo tan pequeño. Había pensado en destruir la ciudad, pero no podía, por todo lo que le había dado el rey. Gulliver decidió irse al mar, Hizo una balsa con varios troncos de arboles. Navego por cuatro días, y cuando vio perdida la esperanza, encontró tierra. Gulliver llego a la tierra y se recosto con la esperanza de descansar, pero derrepente sintió un gran movimiento de tierra que lo hizo mirar arriba y vio a gigantes. Gulliver, corrió y se escondió en un lugar descampado y se puso a llorar, el solo pensaba en que se lo iban a comer. Cuando de repente, aparece un gigante detrás de el y agarrándolo de la casaca lo levanta. le ruega que no se lo coma, el gigante solo se ríe, pero el sonido de su risa era demasiado estremecedor para Lemuel. El gigante después de reírse largo rato, levanto un poco su casaca y puso a Gulliver en un bolsillo. Gulliver, se dio cuenta de que ese gigante era un granjero, tenia una hija a la que le dio a Gulliver. Ella lo puso en su pecho, el gigante le presento a su hija, y le hija se emociono cuando recibió a Gulliver. El padre dijo que podían hacer mucho dinero con ese hombrecito, pero aun así, se lo dio a su hija. Era una niña de once años y era muy inteligente para su edad, por como vestía a sus muñecas. Su padre y ella decidieron darle alojo por esa noche. La niña, le cambio de ropas, lo puso en una cama de sus muñecas y le canto una canción de cuna hasta que se durmió.
A la mañana siguiente, le llego algo como una carta a Gulliver, después de eso, el padre de la niña entra corriendo hasta la habitación en donde estaban y saca corriendo a Gulliver con todo y la caja en la que estaba. Cuando se detuvo, Gulliver se dio cuenta de que estaba en medio de una mesa que estaba ubicada en medio de un gran salin en el que había varias personas que se sorprendieron cuando lo vieron, y lo primero que pidieron fue que cantara, Gulliver dio un pequeño canto, cuando termino, la multitud que estaba a su alrededor se sorprendió aun mas, pero Gulliver seguía cantando. Estuvo cantando por ocho horas seguidas. Esa noche, se acerco una mujer, hablo con el padre de la niña y dijo que era una mujer enviada por la reina y pregunto si es que el hombrecito estaba en venta, el padre se rehuso, pero en cuanto la chica le mostró la bolsa con el dinero, el gigante (para Gulliver) accedió, pero dio la condición de que su hija lo acompañara. Viajaron por varias horas hasta que llegaron al castillo del rey, cuando llega da una reverencia a la reina, ganandose el cariño de muchos, pero el gigante mas pequeño de todos los que estaban ahí no mostró seña alguna de que se hubiera conmovido con la reverencia de Gulliver. Después de unos días, la niña, dueña de la caja en la que estaba Gulliver, puso la caja de Lemuel en la ventana para que pudiera respirar un poco de aire fresco, y de repente, aparece el enano de la corte, que le habla de mala manera a Gulliver y después lo agarra y empieza a apretarlo fuerte hasta dejarlo casi sin aire, cuando lo suelta, agarra una lata y mete a Gulliver en ese envase, pero grande fue la sorpresa del pobre Lemuel al ver que estaba llena de avispas, Gulliver pelea con las avispas. Lemuel, para defenderse, agarra a una avispa y le quita el aguijon, luego con ese aguijon le da un golpe a otra, y las demás, al ver esto, huyeron.
Gulliver, después de ese mal momento, paso un tiempo relativamente tranquilo, y lo que mas hacia, era conversar con la reina de ese sitio que se llamaba Brobdingnag, hablaban sobre el reino de Gulliver, el le contaba lo que ocurría, todas las cosas malas principalmente, la reina de Brobdingnag , quedo muy sorprendida y un poco asqueada de tantas desgracias. Pero Gulliver al escuchar esto, le empieza a contar todas las cosas buenas, pero para la reina seguían siendo malas, y le dijo que si quería quedarse con su vida, nunca volviera a mencionar a su pueblo. Lemuel se quedo muy pensativo ante lo que le dijo la reina y pero aun, melancólico. La niña, dueña de Gulliver, al verlo todo decaído, lo llevo a la playa. La niña le dijo que quería ir a su pueblo, pero que antes debían casarse, Gulliver se sorprendió y le dijo que no era posible, por su edad y porque el ya tenia esposa, la niña se puso a llorar, pero Lemuel intento subirle los ánimos, y le dijo que algún día iba a encontrar al hombre adecuado para ella y que ese día se olvidaría de el. Después de esa conversacion, Gulliver le pidió a la niña que lo llevara a su casa. La niña accedió y lo hizo, luego todo quedo en silencio hasta que se durmieron. Pero mientras estaba dormido, la niña llevo a la orilla de la playa. Gulliver se desperto bruscamente cuando sintio que algo movia su casa. Cuando se desperto vio que era un aguila que se lo habia llevadoa volando, cuando de repente, el agila suelta la casa de Lemuel y cae al mar.
Cuando la casa llega a tierra, ve que un grupo de animales se le acerca, cuando llegan con el, se da cuenta de que eran caballos, Lemuel los escucha hablar y se lo llevan, Gulliver de la sorpresa se desmayo. Cuando se desperto, estaba con otro hombre, pero era muy incivilizado y se da cuenta de que los hombres eran como los animales y los caballos eran los civilizados. Se le acerca su su dueño a Gulliver y le pregunta si era un "yahoss", el le responde que no, que el era un humano, la yegua que se le habia acercado no entendio, ella le volvio a preguntar y el le dijo que era humano y le pregunto que era ella, le respondio diciendo que era un houyhnhsms, Gulliver despues de esto, se dio cuenta que ellos eran los civilizados, y durante las siguientes semanas intento aprender su idioma, pero ellos aprendieron el idioma de Lemuek mucho antes, ademas vio que en su sociedad, no existe nigun vicio o alguna cosa mala, ni siquiera tenian cosas malas en su vocabulario, lo unico era la forma en que describian a los Yahoos, que para la suerte de Gulliver ellos concideraron que no formaba parte. Pero cierto dia, su amo llega y lo encuentra dormido con las ropas caidas y la camisa arriba de la cintura, al ver a Gulliver, penso que era un Yahoos, pero la duda ya estaba hecha y debian ponerlo a prueba, porque si era un Yahoos, debia ir con ellos.
Su amo le dio tres pruebas, primero fue la de como elegir a sus gobrenantes, que Gulliver paso, diciendo como es que elegian a sus gobernantes, que era de una forma muy contraria a la forma en que los elegian los Yahoos. Despues fue la de la pelea, los Yahoos peleabana sin motio alguno, y Gulliver dijo que en su tierra no peleaban en vano, siempre habia una causa justa. Fianalmente, estaba la prueba de la avaricia, el amo de Lemuel le cuenta que los Yahoos siempre escarbaban la tierra y recogian unas piedras briallantes cuando lleva a Gulliver a ver, se da cuenta de que son diamantes, y se sirorende tanto que casi escarba en la tierra, pero resiste y le cuenta a su amo que en su pais esas piedras no tenian valor alguno. Ya pasadas las tres pruebas, Gulliver fue aceptado en esa sociedad, y se dio cuenta de que ya no queria volver a Inglaterra y que queria quedarse en ese lugar por todos los buenos pensamientos y el ambiente de completa paz que habia en ese lugar, Lemuel estaba decidido a convertirse en un Houymhsms. Gulliver estuv alojado en la misma casa por varios dias y fueron los mejores meses de toda la vida de Lemuel, pero cierto dia, aparecieron los Yahoos en su casa para comerse todo lo que habia en su camino y su casa, Gulliver en un ataque de colera le da un duro golpe a un Yahoo y su amo lo llega a ver y se decepciona de Lemuel y dice que es uno de ellos y lo quiere desterrar, pero Gulliver lucha con todas sus fuerzas para evitarlo, pero no puede y es desterrado.
Llegado el dia de el destierro, se despide de su amo y se va en una canoa, no queria ir con los Yahoos, tampoco queria volver a su hogar y decidio quedarse en esa canoa hasta que morir. Pero cierto dia aparece un barco, que lo recoge y lo llevan a Inglaterra. Cuando llega a su hogar, es recibido de una manera muy acogedora, pero Lemuel estaba muy deprimido por haber dejado ese pais tan perfecto. Lo primero que hizo, fue comprar dos caballos con el poco dinero que tenia, despues de eso, conversaba con ellos todos los dias por lo menos cuatro horas. Su esposa estaba realmente preocupada por el, un dia fue a conversar con el para hacerlo entrar en razon, pero fue en vano. Pasaron meses antes de que Gulliver entrara en razon y volviera a hablar con una persona y nunca se canso de decir que el habia estado es esos cuatro lugares maravillosos.
A continuacion un capitulo de "Los Viajes de Gulliver" :
Capítulo VII
El gran cariño del autor hacia su país natal. -Observaciones de su amo sobre la constitución y administración de Inglaterra, según los pinta el autor, en casos paralelos y comparaciones. -Observaciones de su amo sobre la naturaleza humana.
Quizá el lector está a punto de maravillarse de cómo podía yo decidirme a hacer una tan franca pintura de mi propia especie entre una raza de mortales ya demasiado puesta a concebir la más baja opinión del género humano, dada la completa identidad entre sus yahoos y yo. Pero debo confesar sinceramente que las muchas virtudes de aquellos excelentes cuadrúpedos, puestas en parangón con las corrupciones humanas, de tal manera me habían abierto los ojos y avivado el entendimiento, que comenzaba a considerar las acciones y las pasiones del hombre con criterio muy distinto y a creer que el honor de mi raza no merece la pena de que se discurran arbitrios en su apoyo; lo que, además no me hubiera servido de nada ante personas de tan agudo entendimiento como mi amo, que a diario me llamaba la atención sobre mil faltas mías de que yo jamás me había dado la menor cuenta, y que entre nosotros nunca se hubiesen considerado en el número de las flaquezas humanas. Asimismo había aprendido en su ejemplo la enemiga más absoluta a la mentira y el disimulo; y la verdad me parecía tan digna de ser amada, que resolví sacrificarlo todo a ella.
Voy a tener con el lector la ingenuidad de confesar que aún había un motivo mucho más poderoso para la franqueza que puse en mi descripción de las cosas. Todavía no llevaba un año en aquel país, y ya había concebido tal amor y veneración por los habitantes, que tomé la resolución firme de no volver jamás a sumarme a la especie humana y de pasar el resto de mi vida entre aquellos admirables houyhnhnms, en la contemplación y la práctica de todas las virtudes, donde no se me ofreciera ejemplo ni excitación para el vicio. Pero había previsto la fortuna, mi constante enemiga, que no fuera para mí tan gran felicidad. Sin embargo, me sirve ahora de consuelo pensar que en lo que dije de mis compatriotas atenué sus faltas todo lo que me atreví ante examinador tan riguroso, y di a todos los asuntos el giro más favorable que permitían. Porque ¿habrá en el mundo quien no se deje llevar de la parcialidad y la inclinación por el sitio de su nacimiento?
He referido la esencia de las varias conversaciones que tuve con mi amo durante la mayor parte del tiempo que me cupo el honor de estar a su servicio; pero, en gracia a la brevedad, he omitido mucho más de lo que he consignado. Cuando ya hube contestado a todas sus preguntas y su curiosidad parecía totalmente satisfecha, mandó a buscarme una mañana temprano, y, mandándome sentar a cierta distancia -honor que nunca hasta allí me había dispensado-, díjome que había considerado seriamente toda mi historia, así en el punto que se refería a mi persona como en el que tocaba a mi país, y que nos miraba como una especie de animales a quienes había correspondido, por accidente que no podía imaginar, una pequeña porcioncilla de razón, de la cual no usábamos sino tomándola de ayuda para agravar nuestras naturales corrupciones y adquirir otras que no nos había dado la Naturaleza. Agregó que las pocas aptitudes que ésta nos había otorgado las habíamos perdido por nuestra propia culpa; habíamos logrado muy cumplidamente aumentar nuestras necesidades primitivas y parecíamos emplear la vida entera en vanos esfuerzos para satisfacerlas con nuestras invenciones. Por lo que a mí tocaba, era manifiesto que yo no tenía la fuerza ni la agilidad de un yahoo corriente; andaba débilmente sobre las patas traseras, y había descubierto un arbitrio para hacer mis garras inútiles e inservibles para mi defensa, y para quitarme el pelo de la cara, que indudablemente tenía por fin protegerla del sol y de las inclemencias del tiempo. En suma: que no podía ni correr con velocidad, ni trepar a los árboles como mis hermanos -así los llamaba él- los yahoos de su país.
Añadió que nuestra institución de gobierno y de ley obedecía, sencillamente, a los grandes defectos de nuestra razón y, por consiguiente, de nuestra virtud, ya que la razón por sí sola es suficiente para dirigir un ser racional. Entendía, sin embargo, que ésta era una característica que no teníamos la pretensión de atribuirnos, como se desprendía incluso de la pintura que yo había hecho de mi pueblo, aunque percibía manifiestamente que para favorecer a mis compatriotas había ocultado muchos detalles y dicho muchas veces la cosa que no era.
Tanto más se confirmaba en esta opinión cuanto que observaba que, así como mi cuerpo se correspondía en todas sus partes con el de los otros yahoos, salvo aquello que iba en notoria desventaja mía, cual lo relativo a fuerza, rapidez, actividad, cortedad de mis garras y algún otro punto en que la Naturaleza no tenía parte, del mismo modo descubría en la descripción que yo le había hecho de nuestra vida, nuestras costumbres y nuestros actos una muy estrecha semejanza en la disposición de nuestros entendimientos. Díjome que era sabido que los yahoos se odiaban entre sí mucho más que a especie diferente ninguna; y se daba ordinariamente como razón para esto lo abominable de su figura, que cada cual podía apreciar en los demás, pero no en sí mismo. Empezaba a pensar que no procedíamos torpemente al cubrirnos el cuerpo y, con este arbitrio, ocultarnos unos a otros muchas de nuestras fealdades, que de otro modo difícilmente podríamos soportar. Pero ya reconocía que había andado equivocado y que las disensiones que se veían en su país entre esta clase de animales se debían a la misma causa que las nuestras, según yo se las había referido. «Pues -dijo- si se echa entre cinco yahoos comida que bastaría para cincuenta, en vez de comerla pacíficamente, se engancharán de las orejas y rodarán por los suelos, ansioso cada uno de quedarse con todo para él solo.» Por tanto, solía ponerse a un criado cerca cuando comían en el campo, y los que se tenían en casa estaban atados a cierta distancia unos de otros. Tanto era así, que si moría una vaca de vieja o por accidente, y no iba en seguida un houyhnhnm a guardarla para sus propios yahoos, acudían todos los del vecindario en manada a apoderarse de ella y libraban batallas como las descritas por mí, de que resultaban con terribles heridas en los costados, abiertas con las garras, aunque rara vez llegaran a matarse, por falta de instrumentos de muerte análogos a los que habíamos inventado nosotros. En otras ocasiones se habían reñido análogas batallas entre los yahoos de vecindarios distintos sin causa alguna aparente. Los de una región acechaban la oportunidad de sorprender a los de la inmediata sin que pudieran apercibirse; pero si el proyecto les fracasaba, se volvían a sus casas, y, a falta de enemigos, ellos mismos se empeñaban en lo que yo llamaba una guerra civil.
Añadió que en ciertos campos de su país había unas piedras brillantes de varios colores que gustaban a los yahoos con pasión; y cuando piedras de éstas, en cierta cantidad, como acontecía a menudo, estaban adheridas a la tierra, cavaban los yahoos con las garras días enteros hasta lograr sacarlas, y luego se las llevaban y las ocultaban en sus covachas, formando montón; todo ello mirando con grandes precauciones para impedir que los compañeros descubriesen el tesoro. Dijo mi amo que nunca había podido comprender la razón de este apetito, contrario a las leyes naturales, ni para qué podrían servir a un yahoo aquellas piedras; pero ahora suponía que se derivaba del mismo principio de avaricia que yo había atribuido a la Humanidad. Contóme que una vez, como experimento, había quitado secretamente un montón de estas piedras del lugar en que lo había enterrado uno de los yahoos. El sórdido animal, al echar de menos su tesoro, había atraído a toda la manada al lugar donde él aullaba tristemente, y después se había precipitado a morder y arañar a los demás. Empezó a languidecer, y no quiso comer, dormir, ni trabajar hasta que él mandó a su criado trasladar secretamente las piedras al mismo hoyo y esconderlas como estaban antes, con lo cual el yahoo, cuando lo hubo descubierto, recobró sus energías y su buen humor -aunque tuvo cuidado de llevar las piedras a un mejor escondrijo-, y fue desde entonces una bestia muy dócil.
Mi amo me aseguró, y yo pude observarlo personalmente, que en los campos donde abundaban estas piedras brillantes se reñían combates y frecuentísimas batallas, ocasionadas por incesantes incursiones de los yahoos vecinos. Dijo que era frecuente, cuando dos yahoos que habían encontrado una piedra de éstas en un campo reñían por su propiedad, que un tercero se aprovechase del momento y escapara, dejando sin ella a los dos; lo que mi amo afirmaba que era en cierto modo semejante a nuestros procesos judiciales. Yo, por favorecer nuestro buen nombre, no quise desengañarle de ello, ya que la solución que él mencionaba era notablemente más equitativa que muchas de nuestras sentencias; pues allí el demandante y el demandado no pierden más que la piedra por que pleitean, al tiempo que nuestros tribunales de justicia jamás abandonan una causa mientras les queda algo a alguno de los dos.
Continuando su discurso, dijo mi amo que nada se le hacía tan repugnante en los yahoos como su inconfundible apetito de devorar todo lo que hallaban en su camino, lo mismo si eran hierbas, que raíces, que granos, que carne de animales corrompida, que todas estas cosas revueltas; y era peculiar condición de su carácter gustar más de lo que adquirían por rapiña o hurto, o a una gran distancia, que de la comida que en casa se disponía para ellos. Si el botín daba de sí lo bastante, comían hasta casi reventar, y, para después, la Naturaleza les había indicado una cierta raíz que les producía una evacuación general.
Había otra clase de raíces muy jugosas, pero algo raras y difíciles de encontrar, por las cuales los yahoos reñían con gran empeño, y que chupaban con gran deleite; les producía los mismos efectos que el vino a nosotros. Unas veces les hacía acariciarse; otras, arañarse unos a otros: aullaban, gesticulaban, parloteaban, hacían eses y daban tumbos, y luego caían dormidos en el lodo.
Yo observé, ciertamente, que los yahoos eran los únicos animales de aquel país sujetos a enfermedades; las cuales, sin embargo, eran en mucho menor número que las que sufren los caballos entre nosotros, y no contraídas por ningún mal trato, sino por la suciedad y el ansia de aquellos sórdidos animales. Ni tampoco tienen en el idioma más que una denominación general para aquellas enfermedades, derivada del nombre de la bestia, que es hnea-yahoo, o sea el mal del yahoo.
En cuanto a las ciencias, el gobierno, las artes, las manufacturas y cosas parecidas, confesó mi amo que encontraba poca o ninguna semejanza entre los yahoos de nuestro país y los del suyo; pues, por otra parte, sólo se había propuesto indicar la paridad de nuestras naturalezas. Cierto que había oído decir a algunos houyhnhnms curiosos que en la mayor parte de las manadas había una especie de yahoo director -igual que en nuestros parques suele haber un ciervo que es como el jefe o conductor de los otros-, que siempre era más feo de cuerpo y más perverso de condición que todos los demás. Este director solía tener un favorito, lo más parecido a él que pudiese encontrar, y que era siempre odiado por la manada; así que, para protegerse, se mantenía siempre cerca del individuo director. Por regla general, continúa en su oficio hasta que se encuentra otro peor; pero en el momento en que queda descartado, su sucesor, a la cabeza de todos los yahoos de la región, jóvenes y viejos, machos y hembras, formando un solo cuerpo, acude a atacarle. Mi amo dijo que yo podía juzgar mejor que él hasta qué punto esto podía ser comparable a nuestras cortes y nuestros favoritos. No me atreví a replicar a esta malévola insinuación, que colocaba el entendimiento humano por bajo de la sagacidad de un simple sabueso, que tiene criterio suficiente para distinguir y obedecer el ladrido del perro más experimentado de la jauría, sin equivocarse nunca. Díjome mi amo que una de las cosas que le asombraban más en los yahoos era una extraña inclinación a la porquería y a la basura, mientras en todos los demás animales parecía existir un amor natural a la limpieza. En cuanto a las dos primeras acusaciones, tuve a bien dejarlas pasar sin réplica, porque no tenía una palabra que oponer en defensa de mi especie; que, de tenerla, la hubiese opuesto dejándome llevar de mi inclinación. Pero hubiese podido fácilmente vindicar al género humano de singularidad respecto del último punto sólo con que hubiese habido un puerco en aquel país -que, por mi desgracia, no lo había-; animal que, si bien puede pasar por un cuadrúpedo más suculento que un yahoo, no puede aspirar en justicia, según mi humilde opinión, a que se le tenga por más limpio. Y así hubiese tenido que reconocerlo su señoría mismo viendo su modo de comer y su costumbre de hozar y de dormir en el lodo.
Asimismo mencionó mi amo otra cualidad que sus criados habían descubierto en muchos yahoos y que a él le parecía inexplicable. Dijo que a veces le entraba a un yahoo la manía de meterse en un rincón, tumbarse y aullar y gruñir y apartar a coces todo lo que se le acercaba, sin pedir comida ni agua, aunque era joven y estaba gordo. Los criados no podían imaginar qué mal le atormentaba, y el único remedio que habían encontrado era hacerle trabajar duramente, con lo cual se restablecía de manera infalible. A esto guardé silencio, llevado de mi parcialidad por mi especie; no obstante, pude descubrir en aquello las verdaderas semillas del spleen, que sólo hace presa en los holgazanes, los regalones y los ricos, cuya cura yo tomaría con gusto a mi cargo si se los obligase a seguir el antedicho régimen.
El gran cariño del autor hacia su país natal. -Observaciones de su amo sobre la constitución y administración de Inglaterra, según los pinta el autor, en casos paralelos y comparaciones. -Observaciones de su amo sobre la naturaleza humana.
Quizá el lector está a punto de maravillarse de cómo podía yo decidirme a hacer una tan franca pintura de mi propia especie entre una raza de mortales ya demasiado puesta a concebir la más baja opinión del género humano, dada la completa identidad entre sus yahoos y yo. Pero debo confesar sinceramente que las muchas virtudes de aquellos excelentes cuadrúpedos, puestas en parangón con las corrupciones humanas, de tal manera me habían abierto los ojos y avivado el entendimiento, que comenzaba a considerar las acciones y las pasiones del hombre con criterio muy distinto y a creer que el honor de mi raza no merece la pena de que se discurran arbitrios en su apoyo; lo que, además no me hubiera servido de nada ante personas de tan agudo entendimiento como mi amo, que a diario me llamaba la atención sobre mil faltas mías de que yo jamás me había dado la menor cuenta, y que entre nosotros nunca se hubiesen considerado en el número de las flaquezas humanas. Asimismo había aprendido en su ejemplo la enemiga más absoluta a la mentira y el disimulo; y la verdad me parecía tan digna de ser amada, que resolví sacrificarlo todo a ella.
Voy a tener con el lector la ingenuidad de confesar que aún había un motivo mucho más poderoso para la franqueza que puse en mi descripción de las cosas. Todavía no llevaba un año en aquel país, y ya había concebido tal amor y veneración por los habitantes, que tomé la resolución firme de no volver jamás a sumarme a la especie humana y de pasar el resto de mi vida entre aquellos admirables houyhnhnms, en la contemplación y la práctica de todas las virtudes, donde no se me ofreciera ejemplo ni excitación para el vicio. Pero había previsto la fortuna, mi constante enemiga, que no fuera para mí tan gran felicidad. Sin embargo, me sirve ahora de consuelo pensar que en lo que dije de mis compatriotas atenué sus faltas todo lo que me atreví ante examinador tan riguroso, y di a todos los asuntos el giro más favorable que permitían. Porque ¿habrá en el mundo quien no se deje llevar de la parcialidad y la inclinación por el sitio de su nacimiento?
He referido la esencia de las varias conversaciones que tuve con mi amo durante la mayor parte del tiempo que me cupo el honor de estar a su servicio; pero, en gracia a la brevedad, he omitido mucho más de lo que he consignado. Cuando ya hube contestado a todas sus preguntas y su curiosidad parecía totalmente satisfecha, mandó a buscarme una mañana temprano, y, mandándome sentar a cierta distancia -honor que nunca hasta allí me había dispensado-, díjome que había considerado seriamente toda mi historia, así en el punto que se refería a mi persona como en el que tocaba a mi país, y que nos miraba como una especie de animales a quienes había correspondido, por accidente que no podía imaginar, una pequeña porcioncilla de razón, de la cual no usábamos sino tomándola de ayuda para agravar nuestras naturales corrupciones y adquirir otras que no nos había dado la Naturaleza. Agregó que las pocas aptitudes que ésta nos había otorgado las habíamos perdido por nuestra propia culpa; habíamos logrado muy cumplidamente aumentar nuestras necesidades primitivas y parecíamos emplear la vida entera en vanos esfuerzos para satisfacerlas con nuestras invenciones. Por lo que a mí tocaba, era manifiesto que yo no tenía la fuerza ni la agilidad de un yahoo corriente; andaba débilmente sobre las patas traseras, y había descubierto un arbitrio para hacer mis garras inútiles e inservibles para mi defensa, y para quitarme el pelo de la cara, que indudablemente tenía por fin protegerla del sol y de las inclemencias del tiempo. En suma: que no podía ni correr con velocidad, ni trepar a los árboles como mis hermanos -así los llamaba él- los yahoos de su país.
Añadió que nuestra institución de gobierno y de ley obedecía, sencillamente, a los grandes defectos de nuestra razón y, por consiguiente, de nuestra virtud, ya que la razón por sí sola es suficiente para dirigir un ser racional. Entendía, sin embargo, que ésta era una característica que no teníamos la pretensión de atribuirnos, como se desprendía incluso de la pintura que yo había hecho de mi pueblo, aunque percibía manifiestamente que para favorecer a mis compatriotas había ocultado muchos detalles y dicho muchas veces la cosa que no era.
Tanto más se confirmaba en esta opinión cuanto que observaba que, así como mi cuerpo se correspondía en todas sus partes con el de los otros yahoos, salvo aquello que iba en notoria desventaja mía, cual lo relativo a fuerza, rapidez, actividad, cortedad de mis garras y algún otro punto en que la Naturaleza no tenía parte, del mismo modo descubría en la descripción que yo le había hecho de nuestra vida, nuestras costumbres y nuestros actos una muy estrecha semejanza en la disposición de nuestros entendimientos. Díjome que era sabido que los yahoos se odiaban entre sí mucho más que a especie diferente ninguna; y se daba ordinariamente como razón para esto lo abominable de su figura, que cada cual podía apreciar en los demás, pero no en sí mismo. Empezaba a pensar que no procedíamos torpemente al cubrirnos el cuerpo y, con este arbitrio, ocultarnos unos a otros muchas de nuestras fealdades, que de otro modo difícilmente podríamos soportar. Pero ya reconocía que había andado equivocado y que las disensiones que se veían en su país entre esta clase de animales se debían a la misma causa que las nuestras, según yo se las había referido. «Pues -dijo- si se echa entre cinco yahoos comida que bastaría para cincuenta, en vez de comerla pacíficamente, se engancharán de las orejas y rodarán por los suelos, ansioso cada uno de quedarse con todo para él solo.» Por tanto, solía ponerse a un criado cerca cuando comían en el campo, y los que se tenían en casa estaban atados a cierta distancia unos de otros. Tanto era así, que si moría una vaca de vieja o por accidente, y no iba en seguida un houyhnhnm a guardarla para sus propios yahoos, acudían todos los del vecindario en manada a apoderarse de ella y libraban batallas como las descritas por mí, de que resultaban con terribles heridas en los costados, abiertas con las garras, aunque rara vez llegaran a matarse, por falta de instrumentos de muerte análogos a los que habíamos inventado nosotros. En otras ocasiones se habían reñido análogas batallas entre los yahoos de vecindarios distintos sin causa alguna aparente. Los de una región acechaban la oportunidad de sorprender a los de la inmediata sin que pudieran apercibirse; pero si el proyecto les fracasaba, se volvían a sus casas, y, a falta de enemigos, ellos mismos se empeñaban en lo que yo llamaba una guerra civil.
Añadió que en ciertos campos de su país había unas piedras brillantes de varios colores que gustaban a los yahoos con pasión; y cuando piedras de éstas, en cierta cantidad, como acontecía a menudo, estaban adheridas a la tierra, cavaban los yahoos con las garras días enteros hasta lograr sacarlas, y luego se las llevaban y las ocultaban en sus covachas, formando montón; todo ello mirando con grandes precauciones para impedir que los compañeros descubriesen el tesoro. Dijo mi amo que nunca había podido comprender la razón de este apetito, contrario a las leyes naturales, ni para qué podrían servir a un yahoo aquellas piedras; pero ahora suponía que se derivaba del mismo principio de avaricia que yo había atribuido a la Humanidad. Contóme que una vez, como experimento, había quitado secretamente un montón de estas piedras del lugar en que lo había enterrado uno de los yahoos. El sórdido animal, al echar de menos su tesoro, había atraído a toda la manada al lugar donde él aullaba tristemente, y después se había precipitado a morder y arañar a los demás. Empezó a languidecer, y no quiso comer, dormir, ni trabajar hasta que él mandó a su criado trasladar secretamente las piedras al mismo hoyo y esconderlas como estaban antes, con lo cual el yahoo, cuando lo hubo descubierto, recobró sus energías y su buen humor -aunque tuvo cuidado de llevar las piedras a un mejor escondrijo-, y fue desde entonces una bestia muy dócil.
Mi amo me aseguró, y yo pude observarlo personalmente, que en los campos donde abundaban estas piedras brillantes se reñían combates y frecuentísimas batallas, ocasionadas por incesantes incursiones de los yahoos vecinos. Dijo que era frecuente, cuando dos yahoos que habían encontrado una piedra de éstas en un campo reñían por su propiedad, que un tercero se aprovechase del momento y escapara, dejando sin ella a los dos; lo que mi amo afirmaba que era en cierto modo semejante a nuestros procesos judiciales. Yo, por favorecer nuestro buen nombre, no quise desengañarle de ello, ya que la solución que él mencionaba era notablemente más equitativa que muchas de nuestras sentencias; pues allí el demandante y el demandado no pierden más que la piedra por que pleitean, al tiempo que nuestros tribunales de justicia jamás abandonan una causa mientras les queda algo a alguno de los dos.
Continuando su discurso, dijo mi amo que nada se le hacía tan repugnante en los yahoos como su inconfundible apetito de devorar todo lo que hallaban en su camino, lo mismo si eran hierbas, que raíces, que granos, que carne de animales corrompida, que todas estas cosas revueltas; y era peculiar condición de su carácter gustar más de lo que adquirían por rapiña o hurto, o a una gran distancia, que de la comida que en casa se disponía para ellos. Si el botín daba de sí lo bastante, comían hasta casi reventar, y, para después, la Naturaleza les había indicado una cierta raíz que les producía una evacuación general.
Había otra clase de raíces muy jugosas, pero algo raras y difíciles de encontrar, por las cuales los yahoos reñían con gran empeño, y que chupaban con gran deleite; les producía los mismos efectos que el vino a nosotros. Unas veces les hacía acariciarse; otras, arañarse unos a otros: aullaban, gesticulaban, parloteaban, hacían eses y daban tumbos, y luego caían dormidos en el lodo.
Yo observé, ciertamente, que los yahoos eran los únicos animales de aquel país sujetos a enfermedades; las cuales, sin embargo, eran en mucho menor número que las que sufren los caballos entre nosotros, y no contraídas por ningún mal trato, sino por la suciedad y el ansia de aquellos sórdidos animales. Ni tampoco tienen en el idioma más que una denominación general para aquellas enfermedades, derivada del nombre de la bestia, que es hnea-yahoo, o sea el mal del yahoo.
En cuanto a las ciencias, el gobierno, las artes, las manufacturas y cosas parecidas, confesó mi amo que encontraba poca o ninguna semejanza entre los yahoos de nuestro país y los del suyo; pues, por otra parte, sólo se había propuesto indicar la paridad de nuestras naturalezas. Cierto que había oído decir a algunos houyhnhnms curiosos que en la mayor parte de las manadas había una especie de yahoo director -igual que en nuestros parques suele haber un ciervo que es como el jefe o conductor de los otros-, que siempre era más feo de cuerpo y más perverso de condición que todos los demás. Este director solía tener un favorito, lo más parecido a él que pudiese encontrar, y que era siempre odiado por la manada; así que, para protegerse, se mantenía siempre cerca del individuo director. Por regla general, continúa en su oficio hasta que se encuentra otro peor; pero en el momento en que queda descartado, su sucesor, a la cabeza de todos los yahoos de la región, jóvenes y viejos, machos y hembras, formando un solo cuerpo, acude a atacarle. Mi amo dijo que yo podía juzgar mejor que él hasta qué punto esto podía ser comparable a nuestras cortes y nuestros favoritos. No me atreví a replicar a esta malévola insinuación, que colocaba el entendimiento humano por bajo de la sagacidad de un simple sabueso, que tiene criterio suficiente para distinguir y obedecer el ladrido del perro más experimentado de la jauría, sin equivocarse nunca. Díjome mi amo que una de las cosas que le asombraban más en los yahoos era una extraña inclinación a la porquería y a la basura, mientras en todos los demás animales parecía existir un amor natural a la limpieza. En cuanto a las dos primeras acusaciones, tuve a bien dejarlas pasar sin réplica, porque no tenía una palabra que oponer en defensa de mi especie; que, de tenerla, la hubiese opuesto dejándome llevar de mi inclinación. Pero hubiese podido fácilmente vindicar al género humano de singularidad respecto del último punto sólo con que hubiese habido un puerco en aquel país -que, por mi desgracia, no lo había-; animal que, si bien puede pasar por un cuadrúpedo más suculento que un yahoo, no puede aspirar en justicia, según mi humilde opinión, a que se le tenga por más limpio. Y así hubiese tenido que reconocerlo su señoría mismo viendo su modo de comer y su costumbre de hozar y de dormir en el lodo.
Asimismo mencionó mi amo otra cualidad que sus criados habían descubierto en muchos yahoos y que a él le parecía inexplicable. Dijo que a veces le entraba a un yahoo la manía de meterse en un rincón, tumbarse y aullar y gruñir y apartar a coces todo lo que se le acercaba, sin pedir comida ni agua, aunque era joven y estaba gordo. Los criados no podían imaginar qué mal le atormentaba, y el único remedio que habían encontrado era hacerle trabajar duramente, con lo cual se restablecía de manera infalible. A esto guardé silencio, llevado de mi parcialidad por mi especie; no obstante, pude descubrir en aquello las verdaderas semillas del spleen, que sólo hace presa en los holgazanes, los regalones y los ricos, cuya cura yo tomaría con gusto a mi cargo si se los obligase a seguir el antedicho régimen.
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