lunes, 21 de septiembre de 2009

La Metamorfosis (Die Verwandlung)


Publicada en 1915, narra la historia de como Gregorio Samsa sufre discriminación por parte de su entorno cuando se convierte en un insecto. La historia empieza cuando Gregorio Samsa se despierta después de una noche de sueño profundo, mira el reloj que esta sobre el baúl que esta al costado de su cama y se da cuenta de que son las siete menos cinco de la mañana, cuando debía despertarse a las cuatro de la mañana para ir a su trabajo, el piensa que es porque la noche anterior no había podido dormir bien. Cuando de repente, se da cuenta de que algo muy raro ha ocurrido, ve unas varias patas que salen de su cuerpo y que esta acostado en su cama con la cara hacia el techo cuando y tenia un torso convexo. Pensó que estaba soñando todavía, pero no era así. Pensó en su trabajo y la deuda que le tenia a sus padres se imaginaba como era que su jefe lo despida porque el decía que las personas que no van a trabajar no se enferman, si no que son holgazanas. Volvió a ver el reloj y ve que ya son las siete menos cuatro y su madre se acerca a su cuarto y le toca la puerta. La madre le preguntaba a Gregorio que le pasaba que ya era muy tarde para recibir el tren de las siete. Gregorio le dijo que ya se estaba levantando pero que no podía abrir, pero añadiéndose a las suplicas de su madre, Grete, su hermana, empezó a tocar por la otra puerta y preguntar lo mismo que le había preguntado su madre, Gregorio respondió lo mismo. Pero parecía que su mama y su hermana no entendieron y rompieron en llanto pensando que Gregorio tenia una enfermedad muy grave.


Gregorio empezó a pensar mas en su trabajo, donde la falta de un solo empleado se hacia notar con gran extremismo. Cuando escucha el sonido de alguien que llamaba a la puerta principal de su casa, lo peor que le podía pasar a Gregorio ocurrió, el que tocaba a la puerta, era su jefe que había ido a preguntar por Gregorio que hasta ese momento no había ido a el trabajo y el era por lo general muy puntual. El jefe de Gregorio sube junto con su padre, apartan a la madre de la puerta y tocan llamando a Gregorio, el responde que ya se estaba levantando. El padre al ver que Gregorio no abría la puerta, mando a llamar a un doctor y a un cerrajero. En ese momento, intenta levantarse de la cama y lo logra, pero con mucha dificultad. Se acerca a la puerta y con mucho esfuerzo mueve la cabeza hacia la cerradura, la muerde y la abre, se asoma por uno de los lados de la puerta y la madre muy emocionada se acerca a ver a su hijo, pero al ver el terrible monstruo que estaba allí se desmaya. Su padre se le acerca, pero al ver que el en realidad si es su hijo, se dirige a la sala, se sienta en un mueble y rompe a llorar. El jefe estaba viendo la terrible y repulsiva figura que también lo estaba mirando, el no aguanta mas y se retira muy lentamente, Gregorio al ver esto se desespera e intenta salir, pero el duro caparazón que cubría su espalda no lo dejaba salir, en ese momento, la madre se levanta del desmayo que había sufrido y vuelve a ver a Gregorio y empieza a gritar y se dirige a la cocina. El padre al escuchar los intentos de Gregorio de salir de su habitación, agarra el periódico que tenia cerca y el bastón del jefe, que aun no se iba, sube apresuradamente a la habitación de Gregorio y lo amenaza con los dos objetos, Gregorio se asusta al ver eso, pero aun no se puede mover. El padre no resiste mas y lo empuja hacia adentro de su habitación y Gregorio entra con mucha dificultad y logra entrar, pero se hace una herida en la parte lateral del caparazón se lastima en sus patas El padre cierra la puerta con fuerza y se retira, Gregorio se vuelve a acostar y se despierta en la noche, sintió la terrible herida que tenia, producto de la reacción violenta de su padre.


Sus antenas se movieron de un lado a otro y solo por instinto empezó a caminar hacia una parte de su habitación sin que el se diera cuenta de cual era. Cuando llego a su destino se dio cuenta de que era una cazoleta llena de comida preparada especialmente para el, eran desperdicios de comida, había desde comida de la semana pasada hasta comida del dia anterior. Gregorio solo por instinto empezó a comer, rechazo la comida mas fresca, mientras que la mas rancia era la que devoraba con mas gusto. En la noche, Gregorio estaba sumido en sus pensamientos y vio que la puerta principal de su cuarto se abría y aparecio Grete se acerco a la cazoleta y la limpio, pero se lamentaba al ver que no había comido todo. Y así empezó una rutina que nunca iba a parar, la familia de Gregorio se las arreglo para poder subsistir sin Gregorio, cambiaron de sirvienta dos veces, y ellas juraron no contar nada sobre Gregorio, porque si alguien se enteraba, la familia Samsa iba a ser humillada. El padre consiguió un trabajo para poder manutener a su familia, conforme pasaba el tiempo, Gregorio aprendió a dominar su nuevo cuerpo y su familia se preguntaba que era lo que hacia. El padre a veces asomaba la cabeza para poder presenciar como en que se había convertido su hijo. Grete todos los idas le daba su alimento, pero cierto dia, ella entro mas temprano que de costumbre y Gregorio al verla se escondió rápidamente bajo el mueble de su habitación, desde ese momento, la parta inferior del mueble iba a ser su nuevo lugar de residencia en su cuarto, Gregorio, para que no lo vieran, cogió una sabana de su cama que ya no usaba y la puso en el mueble de tal forma que tapara todo lo que estaba debajo hasta la tocar el suelo. Con el paso del tiempo, Gregorio aprendió a trepar las paredes y los techos con sus varios pares de patas que tenia ahora. Algunas veces escuchaba como hablaba su familia sobre Gregorio y su economía, mas de una vez había escuchado la idea de abandonar a Gregorio en la intemperie.


Cierto dia, la madre tuvo ganas de ir a ver a su hijo a su habitación, coordino con Grete para que pudiera entrar y le ayudara a limpiar, aprovecharon que el padre había salido y entraron la habitación, Gregorio, en ese momento estaba trepando el techo, Grete lo vio rápidamente y antes que la madre, intento hacer que su madre volteara la mirada hacia el lugar, pero no lo logro y sin que Grete se diera cuenta, la madre vio a Gregorio y se desmayo de la gran sorpresa que obtuvo al ver a Gregorio, su único y amado hijo varón, convertido en ese repugnante monstruo. Grete después de ver esto, se fue hacia la cocina a buscar un medicamento para su madre, Gregorio, pensando que podía ayudar, se fue hacia la cocina para ver a su hermana, pero se puso tan cerca de ella, que cuando se volteo para ir a auxiliar a su madre, vio a Gregorio y del susto soltó el frasco seleccionado con el medicamento para su madre y se rompió. Grete le hizo una seña a Gregorio para que se retirara hacia su habitación y el obedeció. Grete busco y encontró otro medicamento para su madre, pero cuando estaba dispuesta a ir a auxiliarla, se escuchó la puerta principal de la casa que se abría, dejo el frasco sobre la mesa y fue a ver quien era.


Cuando llego hasta la puerta, se encontró con su padre, este al ver la cara de Grete le pregunto que era lo que ocurría y ella le respondió que Gregorio se había escapado, el padre al oír esto se molesto y le dijo a Grete que subiera a auxiliar a su madre, ella obedeció. Se dirigió a la cocina y agarro el frasco que había dejado sobre la mesa y se fue en dirección a su madre por la puerta que da de la cocina hacia la habitación de Gregorio. Gregorio se haya subido a la pared mientras su hermana auxiliaba a su madre, pero cuando estaba en medio de la ayuda, aparece su padre por la puerta principal y su cara revela que esta lleno de cólera hacia su hijo. Grete al ver esto, se lleva a su madre hacia la cocina, para que no presenciara lo que iba a ocurrir. Cuando se retiraron, el padre saco una manzana del bolsillo de su pantalón y se la lanzo a Gregorio Gregorio no entendió en ese momento, pero lo logro entender cuando su padre siguió lanzando mas manzanas y una de ellas le impacto en la parte de atrás, la terrible manzana le estaba causando un dolor tan fuerte que Gregorio ya se había resignado a dejar de entretenerse trepando las paredes y el techo de su cuarto. Mientras el padre seguía lanzando las manzanas, la madre salio gritando desde la cocina hacia la habitación de Gregorio, con los pechos descubiertos, porque Grete le había quitado su camisa para que pudiera respirar con mayor facilidad, iba corriendo en dirección al padre y cuando llego a su lado lo agarro y le pidió entre llantos que no hiriera mas a su hijo, pero Gregorio cayó desmayado en el suelo.

La herida de Gregorio tardo mas de un mes en curar, pero aun así, ya no podía subirse a las paredes y al techo de su cuarto, cuando escuchaba a su familia hablar de el, solo se acercaba a la puerta del cuarto correspondiente y escuchaba lo que hablaban. Con el tiempo, el padre tuvo que conseguirse otro empleo y la madre, para ganar mas dinero, lavaba la ropa de los demás empleados de la empresa en donde trabajaba el padre. Cuando pasaron un par de meses, consiguieron una sirvienta que no le tenia miedo a Gregorio, cuando no había nadie en la casa, ella se acercaba a la habitación de Gregorio para limpiarala y el cuando la veía, se le acercaba, pero ella al ver eso agarraba la silla y le amenazaba con golpearle, y Gregorio solo retrocedía. Cierto dia, la madre entro a la habitación de Gregorio para limnpiarla completamente, Gregorio estaba debajo el mueble y escondido detrás de la sabana. Cuando la madre termino de limpiar, trato de mover las cosas de Gregorio, pero en ese momento, llego Grete y le dijo que no lo moviera, porque Gregorio ya se había acomodado a su habitación tal como estaba. Desde ese dia, la madre, la hermana y la sirvienta empezaron a guardar las cosas que sobraban en la casa en la habitación de Gregorio y entraban sin tocar la puerta o anunciarse, lo que hacia cada vez mas difícil a Gregorio esconderse.


Cierto dia, Gregorio escucha voces nuevas en su casa, y entiende que esas voces son porque han conseguido inquilinos en su casa y Gregorio solo se abstuvo a acostumbrarse a esas nuevas voces. Cierto dia, la madre les habia servido la cena a los inquilinos y Grete estaba en la sala principal de la casa tocando su violín. El padre le pregunta a los inquilinos si es que quieren que Grete deje de tocar el violín, pero ellos dicen que no y quieren que Grete entre en la cocina para que anime un poco la cena. El padre salio por la puerta del cuarto de Gregorio y unos minutos después llego por la misma puerta con la madre y Grete, dispusieron las cosas para que Grete pudiera tocar, y empezó el espectáculo, pero no habían cerrado bien la puerta del cuarto de Gregorio. Los inquilinos empezaron a admirar la forma en que Grete tocaba el violín, pero después se aburrieron. Gregorio al escuchar el violin de su hermana se asoma por la puerta mal cerrada y observa como es que los inquilinos no disfrutan del espectaculo, sale para llevarsea Grete de ese lugar, pero sin darse cuenta se habia hecho notar y los inquilinos se desesperaron al ver a Gregorio y el padre los empuja hacia afuera de la habitacion y la madre y Grete meten a Gregorio a su habitacion. Los inquilinos se molestan con la familia y amenazan e denunciarlos, pero el padre se disculpa y los inquilinos se van a dormir. La familia piensa en botar a Gregorio al dia siguiente y se van a dormir. Gregorio, ya muy deprimido por el destino que le ha tocado se hecha a dormir. A la mañana siguiente, la sirvienta se despierta temprano y se acerca al dormitorio de Gregorio para limpiar la habitacion, pero ve que no estaba el monstruo, se acerca al mueble, muebe la sabana que lo cubria y ve que el ya habia muerto, corre a avisarle a sus patrones y ellos corren hasta la habitacion de Gregorio, Grete ue los ha escuchado, se acerca a la habitacion de Gregorio donde estan sus padres, cuando ven el cuerpo sin vida de Gregorio salen de la habitacion y dejan sola a la sirvienta con el cadaver. Minutos despues, regresan y se les notaba en la cara que habia llorado, vn hacia la cocina y desayunan, despues se despiertan los inquilinos y cuando estos les piden desayuno, y la familia Samsa dice que sepueden retirar, y ellos se van para no regresar. La familia Samsa pasa el resto del dia pensando en lo que habia ocurrido.

A continucacion un fragmento de "La Metamorfosis":


Gregor tenía mucha curiosidad por saber lo que le traería en su lugar, e hizo al respecto las más diversas conjeturas. Pero nunca hubiese podido adivinar lo que la bondad de la hermana iba realmente a hacer.
Para poner a prueba su gusto, le trajo muchas cosas donde elegir, todas ellas extendidas sobre un viejo periódico. Había verduras pasadas medio podridas, huesos de la cena, rodeados de una salsa blanca que se había ya endurecido, algunas uvas pasas y almendras”, un queso que, hacía dos días, Gregor había calificado de incomible, un trozo de pan, otro trozo de pan untado con mantequilla y otro trozo de pan untado con mantequilla y sal.
Además añadió a todo esto la escudilla, que, a partir de ahora, probablemente estaba destinada a Gregor, en la cual había echado agua.Y por delicadeza, como sabía que Gregor nunca comería delante de ella, se retiró rápidamente e incluso echó la llave, para que Gregor se diese cuenta de que podía ponerse todo lo cómodo que desease.
Las patitas de Gregor zumbaban cuando se acercaba el momento de comer. Por cierto, que sus heridas ya debían estar curadas del todo, ya no notaba molestia alguna, se asombró y pensó en cómo, hacía más de un mes, se había cortado un poco un dedo y esa herida, todavía anteayer, le dolía bastante. ¿Tendré ahora menos sensibilidad?, pensó, y ya chupaba con voracidad el queso, que fue lo que más fuertemente y de inmediato le atrajo de todo.
Sucesivamente, a toda velocidad, y con los ojos llenos de lágrimas de alegría, devoró el queso, las verduras y la salsa; los alimentos frescos, por el contrario, no le gustaban, ni siquiera podía soportar su olor, e incluso alejó un poco las cosas que quería comer.
Ya hacía tiempo que había terminado y permanecía tumbado perezosamente en el mismo sitio, cuando la hermana, como señal de que debía retirarse, giró lentamente la llave.
Esto le asustó, a pesar de que ya dormitaba, y se apresuró a esconderse bajo el canapé, pero le costó una gran fuerza de voluntad permanecer debajo del canapé aún el breve tiempo en el que la hermana estuvo en la habitación, porque, a causa de la abundante comida, el vientre se había redondeado un poco y apenas podía respirar en el reducido espacio.
Entre pequeños ataques de asfixia, veía con ojos un poco saltones, cómo la hermana, que nada imaginaba de esto, no solamente barría con su escoba los restos, sino también los alimentos que Gregor ni siquiera había tocado, como si éstos ya no se pudiesen utilizar, y cómo lo tiraba todo precipitadamente a un cubo, que cerró con una tapa de madera, después de lo cual se lo llevó todo.
Apenas se había dado la vuelta, cuando Gregor salía ya de debajo del canapé, se estiraba y se inflaba. De esta forma recibía Gregor su comida diaria una vez por la mañana, cuando los padres y la criada todavía dormían, y la segunda vez después de la comida del mediodía, porque entonces los padres dormían un ratito y la hermana mandaba a la criada a algún recado.
Sin duda los padres no querían que Gregor se muriese de hambre, pero quizá no hubieran podido soportar enterarse de sus costumbres alimenticias, más de lo que de ellas les dijese la hermana; quizá la hermana quería ahorrarles una pequeña pena porque, de hecho, ya sufrían bastante.
Gregor no pudo enterarse de las excusas con las que el médico y el cerrajero habían sido despedidos de la casa en aquella primera mañana, puesto que, como no podían entenderle, nadie, ni siquiera la hermana, pensaba que él pudiera entender a los demás, y, así, cuando la hermana estaba en su habitación, tenía que conformarse con escuchar de vez en cuando sus suspiros y sus invocaciones a los santos.
Sólo más tarde, cuando ya se había acostumbrado un poco a todo – naturalmente nunca podría pensarse en que se acostumbrase del todo –, cazaba Gregor a veces una observación hecha amablemente o que así podía interpretarse: «Hoy sí que le ha gustado», decía, cuando Gregor había comido con abundancia, mientras que, en el caso contrario, que poco a poco se repetía con más frecuencia, solía decir casi con tristeza: «Hoy ha sobrado todo.» Mientras que Gregor no se enteraba de novedad alguna de forma directa, escuchaba algunas cosas procedentes de las habitaciones contiguas, y allí donde escuchaba voces una sola vez, corría enseguida hacia la puerta correspondiente y se estrujaba con todo su cuerpo contra ella.
Especialmente en los primeros tiempos no había ninguna conversación que de alguna manera, si bien sólo en secreto, no tratase de él.A lo largo de dos días se escucharon durante las comidas discusiones sobre cómo se debían comportar ahora; pero también entre las comidas se hablaba del mismo tema, porque siempre había en casa al menos dos miembros de la familia, ya que seguramente nadie quería quedarse solo en casa, y tampoco podían dejar de ningún modo la casa sola.
Incluso ya el primer día la criada (no estaba del todo claro qué y cuánto sabía de lo ocurrido) había pedido de rodillas a la madre que la despidiese inmediatamente, y cuando, cuarto de hora después, se marchaba con lágrimas en los ojos, daba gracias por el despido como por el favor más grande que pudiese hacérsele, y sin que nadie se lo pi diese hizo un solemne juramento de no decir nada a nadie.
Ahora la hermana, junto con la madre, tenía que cocinar, si bien esto no ocasionaba demasiado trabajo porque apenas se comía nada. Una y otra vez escuchaba Gregor cómo uno animaba en vano al otro a que comiese y no recibía más contestación que: «¡Gracias, tengo suficiente!», o algo parecido.
Quizá tampoco se bebía nada. A veces la hermana preguntaba al padre si quería tomar una cerveza, y se ofrecía amablemente a ir ella misma a buscarla, y como el padre permanecía en silencio, añadía, para que él no tuviese reparos, que también podía mandar a la portera, pero entonces el padre respondía, por fin, con un poderoso «no», y ya no se hablaba más del asunto.
Ya en el transcurso del primer día el padre explicó tanto a la madre como a la hermana toda la situación económica y las perspectivas. De vez en cuando se levantaba de la mesa y recogía de la pequeña caja marca Wertheim*, que había salvado de la quiebra de su negocio ocurrida hacía cinco años, algún documento o libro de anotaciones. Se oía cómo abría el complicado cerrojo y lo volvía a cerrar después de sacar lo que buscaba.
Estas explicaciones del padre eran, en parte, la primera cosa grata que Gregor oía desde su encierro. Gregor había creído que al padre no le había quedado nada de aquel negocio, al menos el padre no le había dicho nada en sentido contrario y, por otra parte, tampoco Gregor le había preguntado.
En aquel entonces la preocupación de Gregor había sido hacer todo lo posible para que la familia olvidase rápidamente el de sastre comercial que les había sumido a todos en la más com pleta desesperación, y así había empezado entonces a trabajar con un ardor muy especial y, casi de la noche a la mañana, ha bía pasado a ser de un simple dependiente a un viajante que, naturalmente, tenía otras muchas posibilidades de ganar dinero, y cuyos éxitos profesionales, en forma de comisiones, se convierten inmediatamente en dinero contante y sonante, que se podían poner sobre la mesa en casa ante la familia asombra da y feliz.
Habían sido buenos tiempos y después nunca se habían repetido, al menos con ese esplendor, a pesar de que Gregor, después, ganaba tanto dinero, que estaba en situación de cargar con todos los gastos de la familia y así lo hacía. Se habían acostumbrado a esto tanto la familia como Gregor, se aceptaba el dinero con agradecimiento, él lo entregaba con gusto, pero ya no emanaba de ello un calor especial.
Solamente la hermana había permanecido unida a Gregor, y su intención secreta consistía en mandarla el año próximo al conservatorio sin tener en cuenta los grandes gastos que ello traería consigo y que se compensarían de alguna otra forma, porque ella, al contrario que Gregor, sentía un gran amor por la música y tocaba el violín de una forma conmovedora.
Con frecuencia, durante las breves estancias de Gregor en la ciudad, se mencionaba el conservatorio en las conversaciones con la hermana, pero sólo como un hermoso sueño en cuya realización no podía ni pensarse, y a los padres ni siquiera les gustaba escuchar estas inocentes alusiones; pero Gregor pensaba decididamente en ello y tenía la intención de darlo a conocer solemnemente en Nochebuena.
Este tipo de pensamientos, completamente inútiles en su estado actual, eran los que se le pasaban por la cabeza mientras permanecía allí pegado a la puerta y escuchaba.
A veces ya no podía escuchar más de puro cansancio y, en un descuido, se golpeaba la cabeza contra la puerta, pero inmediatamente volvía a levantarla, porque incluso el pequeño ruido que había producido con ello, había sido escuchado al lado y había hecho enmudecer a todos.¿Qué es lo que hará? – decía el padre pasados unos momentos y dirigiéndose a todas luces hacia la puerta; después se reanudaba poco a poco la conversación que había sido interrumpida.
De esta forma Gregor se enteró muy bien – el padre solía repetir con frecuencia sus explicaciones, en parte porque él mismo ya hacía tiempo que no se ocupaba de estas cosas, y, en parte también, porque la madre no entendía todo a la primera – de que, a pesar de la desgracia, todavía quedaba una pequeña fortuna, que los intereses, aún intactos, habían hecho aumentar un poco más durante todo este tiempo.
Además, él no dormía ni un momento, y se restregaba durante horas sobre el cuero.O bien no retrocedía ante el gran esfuerzo de empujar una silla hasta la ventana, trepar a continuación hasta el antepecho y, subido en la silla, apoyarse en la ventana y mirar a través de la misma, sin duda como recuerdo de lo libre que se había sentido siempre que anteriormente había estado apoyado aquí.
Porque, efectivamente, de día en día, veía cada vez con menos claridad las cosas que ni siquiera estaban muy alejadas: ya no podía ver el hospital de enfrente, cuya visión constante había antes maldecido, y si no hubiese sabido muy bien que vivía en la tranquila pero central Charlottenstrasse, podría haber creído que veía desde su ventana un desierto en el que el cielo gris y la gris tierra se unían sin poder distinguirse uno de otra.
Sólo dos veces había sido necesario que su atenta hermana viese que la silla estaba bajo la ventana para que, a partir de entonces, después de haber recogido la habitación, la colocase siempre bajo aquélla, e incluso dejase abierta la contraventana interior.
Si Gregor hubiese podido hablar con la hermana y darle las gracias por todo lo que tenía que hacer por él, hubiese soportado mejor sus servicios, pero de esta forma sufría con ellos. Ciertamente, la hermana intentaba hacer más llevadero lo desagradable de la situación, y, naturalmente, cuanto más tiempo pasaba, tanto más fácil le resultaba conseguirlo, pero también Gregor adquirió con el tiempo una visión de conjunto más exacta.
Ya el solo hecho de que la hermana entrase le parecía terrible. Apenas había entrado, sin tomarse el tiempo necesario para cerrar la puerta, y eso que siempre ponía mucha atención en ahorrar a todos el espectáculo que ofrecía la habitación de Gregor, corría derecha hacia la ventana y la abría de par en par, con manos presurosas, como si se asfixiase y, aunque hiciese mucho frío, permanecía durante algunos momentos ante ella y respiraba profundamente.
Estas carreras y ruidos asustaban a Gregor dos veces al día; durante todo ese tiempo temblaba bajo el canapé y sabía muy bien que ella le hubiese evitado con gusto todo esto, si es que le hubiese sido posible permanecer con la ventana cerrada en la habitación en la que se encontraba Gregor.
Una vez, hacía aproximadamente un mes de la transformación de Gregor, y el aspecto de éste ya no era para la hermana motivo especial de asombro, llegó un poco antes de lo previsto y encontró a Gregor cuando miraba por la ventana, inmóvil y realmente colocado para asustar.
Para Gregor no hubiese sido inesperado si ella no hubiese entrado, ya que él, con su posición, impedía que ella pudiese abrir de inmediato la ventana, pero ella no solamente no entró, sino que retrocedió y cerró la puerta; un extraño habría podido pensar que Gregor la había acechado y había querido morderla. Gregor, naturalmente, se escondió enseguida bajo el canapé, pero tuvo que esperar hasta mediodía antes de que la hermana volviese de nuevo, y además parecía mucho más intranquila que de costumbre.
Gregor sacó la conclusión de que su aspecto todavía le resultaba insoportable y continuaría pareciéndoselo, y que ella tenía que dominarse a sí misma para no salir corriendo al ver incluso la pequeña parte de su cuerpo que sobresalía del canapé.
Para ahorrarle también ese espectáculo, transportó un día sobre la espalda – para ello necesitó cuatro horas – la sábana encima del canapé, y la colocó de tal forma que él quedaba tapado del todo, y la hermana, incluso si se agachaba, no podía verlo.
Si, en opinión de la hermana, esa sábana no hubiese sido necesaria, podría haberla retirado, porque estaba suficientemente claro que Gregor no se aislaba por gusto, pero dejó la sábana tal como estaba, e incluso Gregor creyó adivinar una mirada de gratitud cuando, con cuidado, levantó la cabeza un poco para ver cómo acogía la hermana la nueva disposición. Durante los primeros catorce días, los padres no consiguieron decidirse a entrar en su habitación, y Gregor escuchaba con frecuencia cómo ahora reconocían el trabajo de la hermana, a pesar de que anteriormente se habían enfadado muchas veces con ella, porque les parecía una chica un poco inútil.
Pero ahora, a veces, ambos, el padre y la madre, esperaban ante la habitación de Gregor mientras la hermana la recogía y, apenas había salido, tenía que contar con todo detalle qué aspecto tenía la habitación, lo que había comido Gregor, cómo se había comportado esta vez y si, quizá, se advertía una pequeña mejoría.
Por cierto, que la madre quiso entrar a ver a Gregor relativamente pronto, pero el padre y la hermana se lo impidieron, al principio con argumentos racionales, que Gregor escuchaba con mucha atención, y con los que estaba muy de acuerdo, pero más tarde hubo que impedírselo por la fuerza, y si entonces gritaba.«¡Dejadme entrar a ver a Gregor, pobre hijo mío! ¿Es que no comprendéis que tengo que entrar a verle?» Entonces Gregor pensaba que quizá sería bueno que la madre entrase, naturalmente no todos los días, pero sí una vez a la semana; ella comprendía todo mucho mejor que la hermana, que, a pesar de todo su valor, no era más que una niña, y, en última instancia, quizá sólo se había hecho cargo de una tarea tan difícil por irreflexión infantil. El deseo de Gregor de ver a la madre pronto se convirtió en realidad.
Durante el día Gregor no quería mostrarse por la ventana, por consideración a sus padres, pero tampoco podía arrastrarse demasiado por los pocos metros cuadrados del suelo; ya soportaba con dificultad estar tumbado tranquilamente durante la noche, pronto ya ni siquiera la comida le producía alegría alguna y así, para distraerse, adoptó la costumbre de arrastrarse en todas direcciones por las paredes y el techo.
Le gustaba especialmente permanecer colgado del techo; era algo muy distinto a estar tumbado en el suelo; se respiraba con más libertad; un ligero balanceo atravesaba el cuerpo; y sumido en la casi feliz distracción en la que se encontraba allí arriba, podía ocurrir que, para su sorpresa, se dejase caer y se golpease contra el suelo.
Pero ahora, naturalmente, dominaba su cuerpo de una forma muy distinta a como lo había hecho antes y no se hacía daño, incluso después de semejante caída.
La hermana se dio cuenta inmediatamente de la nueva diversión que Gregor había descubierto – dejaba tras de sí al arrastrarse por todas partes huellas de su substancia pegajosa – y entonces se le metió en la cabeza proporcionar a Gregor la posibilidad de arrastrarse a gran escala y sacar de allí los muebles que lo impedían, es decir, sobre todo el armario y el escritorio, ella no era capaz de hacerlo todo sola; tampoco se atrevía a pedir ayuda al padre; la criada no la hubiese ayudado seguramente, porque esa chica, de unos dieciséis años, resistía ciertamente con valor desde que se despidió la cocinera anterior, pero había pedido el favor de poder mantener la cocina constantemente cerrada y abrirla solamente a una señal determinada, Así pues, no sólo Gregor era dueño y señor de las paredes vacías, no se atrevería a entrar ninguna otra persona más que Grete.
Así pues, no se dejó disuadir de sus propósitos por la madre, que también, de pura inquietud, parecía sentirse insegura en esta habitación; pronto enmudeció y ayudó a la hermana con todas sus fuerzas a sacar el armario.
Bueno, en caso de necesidad, Gregor podía prescindir del armario, pero el escritorio tenía que quedarse; y apenas habían abandonado las mujeres la habitación con el armario, en el cual se apoyaban gimiendo, cuando Gregor sacó la cabeza de debajo del canapé para ver cómo podía tomar cartas en el asunto lo más prudente y discretamente posible.
Pero, por desgracia, fue precisamente la madre quien regresó primero, mientras Grete, en la habitación contigua, sujetaba el armario rodeándolo con los brazos y lo empujaba sola de acá para allá, naturalmente, sin moverlo un ápice de su sitio.
Pero la madre no estaba acostumbrada a ver a Gregor, podría haberse puesto enferma por su culpa, y así Gregor, andando hacia atrás, se alejó asustado hasta el otro extremo del canapé, pero no pudo evitar que la sábana se moviese un poco por la parte de delante. Esto fue suficiente para llamar la atención de la madre.
Ésta se detuvo, permaneció allí un momento en silencio y luego volvió con Grete. A pesar de que Gregor se repetía una y otra vez que no ocurría nada fuera de lo común, sino que sólo se cambiaban de sitio algunos muebles, sin embargo, como pronto habría de confesarse a sí mismo, este ir y venir de las mujeres, sus breves gritos, el arrastrar de los muebles sobre el suelo, le producían la impresión de un gran barullo, que crecía procedente de todas las direcciones y, por mucho que encogía la cabeza y las patas sobre sí mismo y apretaba el cuerpo contra el suelo, tuvo que confesarse irremisiblemente que no soportaría todo esto mucho tiempo.

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